Grecia merece algo mejor
No se lleva a un pueblo al precipicio para escapar del callej¨®n en el que uno se ha metido
He hablado bastante de la c¨®lera que me inspira la Europa sin alma de nuestros d¨ªas, la Europa sin un proyecto digno de tal nombre e infiel tanto a sus valores como a sus padres y momentos fundadores; he denunciado bastante la ceguera de la mayor¨ªa de los actores de entonces (con algunas notables excepciones, como Jacques Delors) hacia las artima?as que, quince a?os atr¨¢s, hicieron posible la entrada precipitada de Grecia en la eurozona; como para callarme ahora los sentimientos que me inspira la actitud del se?or Tsipras en los ¨²ltimos tiempos.
Porque, al fin y al cabo, ?qu¨¦ le ped¨ªan en este punto de la historia los representantes de eso que, utilizando una ret¨®rica similar a la de la extrema derecha griega, ¨¦l insiste en llamar ¡°las instituciones¡±?
Otros art¨ªculos del autor
Un esfuerzo fiscal m¨ªnimo, en un pa¨ªs en el que ya va siendo hora de entender que disponer de una Administraci¨®n s¨®lida, capaz de recaudar impuestos y de redistribuirlos equitativamente es, en los t¨¦rminos del art¨ªculo 13 de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, un principio elemental sin el que no hay democracia viable.
Un aumento de la edad de la jubilaci¨®n a los 67 a?os -salvo en el caso de los oficios m¨¢s duros-, como ocurrir¨¢ en un plazo m¨¢s o menos breve en los Pa¨ªses Bajos, Dinamarca, Gran Breta?a y Alemania; en otros t¨¦rminos: en gran parte de los pa¨ªses cuya solidaridad ciudadana est¨¢ siendo solicitada (por no mencionar a los Estados Unidos, donde actualmente se debate retrasarla de los 67 a... ?los 70 a?os!).
Una reducci¨®n -aunque no inmediata- de un presupuesto de defensa que, teniendo en cuenta la posici¨®n geoestrat¨¦gica del pa¨ªs, tal vez no sea absurdo, pero que no deja de ser el m¨¢s elevado de la Uni¨®n Europea en t¨¦rminos porcentuales y que sit¨²a a la Grecia de Syriza en el quinto puesto de los grandes importadores de armas, por detr¨¢s de la India, China, Corea y Pakist¨¢n.
A cambio de lo cual el se?or Tsipras habr¨ªa recibido un nuevo paquete de ayudas por parte del FMI -que, por m¨¢s que ¨¦l tienda a olvidarlo, no es su ¡°caballo de finanzas¡± particular, como hubiera podido decir Alfred Jarry, sino un fondo que se supone debe ayudar tambi¨¦n a Bangladesh, Ucrania o los pa¨ªses africanos devastados por la miseria, la guerra y el intercambio desigual-, as¨ª como una reducci¨®n-reestructuraci¨®n de las ayudas anteriores a 2011, que, como todos sabemos, en realidad nunca ser¨¢n reembolsadas.
Puede que la se?ora Lagarde, su bestia negra junto con la se?ora Merkel, no haya sabido comunicarlo adecuadamente.
Pero ese era el estado real de las negociaciones cuando ¨¦l decidi¨® romperlas unilateralmente el viernes 26 de junio.
Y, teniendo en cuenta el pasivo y los errores del pasado, era lo mejor que pod¨ªa ofrecer un Fondo Monetario Internacional que, en ese mismo momento, deb¨ªa decidir el pen¨²ltimo desembolso de la ayuda prometida a T¨²nez, el mantenimiento o no de las facilidades ampliadas de cr¨¦dito a Burundi y la revisi¨®n de los planes de ayuda a los sistemas sanitarios de los pa¨ªses m¨¢s afectados por el virus del ¨¦bola.
Tsipras ha recurrido a la ret¨®rica de la extrema derecha sobre la supuesta "humillaci¨®n griega"
El se?or Tsipras opt¨® por responder recurriendo una vez m¨¢s a la ret¨®rica de la extrema derecha sobre la supuesta ¡°humillaci¨®n griega¡±.
En lugar de se?alar a los verdaderos responsables de la crisis, que son, entre otros, los armadores con cuentas en los para¨ªsos fiscales o el clero exento de impuestos, ha preferido reiterar hasta la saciedad el antiguo sonsonete nacional-populista sobre el malvado euro que estrangula a la democracia ejemplar.
Y, falto de argumentos y entre dos visitas a Putin, ha terminado gestando la idea del refer¨¦ndum que, teniendo en cuenta el contexto, los plazos y el esmero con el que se han enmara?ado los t¨¦rminos de la pregunta, recuerda menos a una justa y sana consulta popular que a un chantaje a Occidente en toda regla.
Pero ?acaso su predecesor socialdem¨®crata, Yorgos Papandreu, no hizo lo mismo durante la crisis financiera, hace cinco a?os?
Pues no.
En el caso de Papandreu se trababa de someter a la aprobaci¨®n de sus conciudadanos un plan de rescate que ¨¦l hab¨ªa estudiado, discutido y validado.
Mientras que en el de Tsipras se trata de endosarles la corresponsabilidad de un naufragio cuyo riesgo ha asumido ¨¦l y solo ¨¦l, en una combinaci¨®n de irresponsabilidad, esp¨ªritu de sistema y, probablemente, incapacidad para decidir.
Detr¨¢s de la operaci¨®n, se intuye la deplorable lucha de corrientes en el seno de Syriza.
Detr¨¢s de este farol que probablemente le pareci¨® h¨¢bil, se adivina al pol¨ªtico con un ojo puesto en el ala radical de su partido y otro en su propia imagen, su futuro personal y en protegerse las espaldas.
Pero ?es as¨ª como se gobierna un gran pa¨ªs?
?Grecia no merece nada mejor que este demagogo pir¨®mano que se ha aliado con los neonazis de Amanecer Dorado para imponerle al Parlamento su proyecto de plebiscito?
Fue el mismo Alexis Tsipras quien replic¨® ¡°la pobreza de un pueblo no es un juego¡± cuando, durante las ¨²ltimas fases de la negociaci¨®n, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, afirm¨® ¡°the game is over¡±.
Pues bien, dan ganas de devolverle el cumplido y de recordarle que la pobreza de un pa¨ªs tampoco se la juega uno al p¨®ker ni a la ruleta griega, y que no se lleva a un pueblo al borde del precipicio para escapar del callej¨®n sin salida en el que uno mismo se ha metido.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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