Inspiraci¨®n
Es necesario reivindicar un tipo de veraneo sin demasiado glamour en nuestro pa¨ªs pero cuyos beneficios espirituales y corporales son infinitos
Cuando usted lea esto yo estar¨¦ inaugurando mi veraniego retiro anual lejos del mundanal ruido y del calor de la gran ciudad. Si se lo cuento no es para darle envidia (aunque apartado del mundo, continuar¨¦ trabajando), ni mucho menos para comunicar a los profesionales de las visitas inoportunas que ya pueden empezar a importunarme, sino por reivindicar un tipo de veraneo sin demasiado glamour en nuestro pa¨ªs pero cuyos beneficios espirituales y corporales son infinitos siempre y cuando uno sepa llevar el retiro con profesionalidad. Hay quien al cabo de cuatro d¨ªas de apartamiento del mundo est¨¢ deseando ya volver a la gran ciudad o a las playas en las que se desintegra el sol.
El consejo de los carteles de peligro de los pasos a nivel de las v¨ªas de los trenes portugueses: Pare, escute, olhe (Pare, escuche, mire) es la primera recomendaci¨®n que uno ha de darse a s¨ª mismo cuando decide veranear al estilo antiguo, esto es, cuando s¨®lo veraneaban los que ten¨ªan que veranear, que dec¨ªan en el ABC, o los que lo hac¨ªamos con nuestros abuelos, ayud¨¢ndoles en su trabajo, en muchos casos, a cambio de ello. La otra recomendaci¨®n es el pensamiento, esa actividad extra?a que, de tan inhabitual, se est¨¢ convirtiendo en extraordinaria y que, de tan extravagante, va a terminar por marcar tendencia.
En la contemplaci¨®n de la naturaleza, del paso de los d¨ªas y las nubes por el cielo, de la celebraci¨®n de los p¨¢jaros y de la amistad de otros, est¨¢ la esencia de la felicidad de ese veraneo que no necesita de aglomeraciones ni de estridencias sonoras y tecnol¨®gicas para estar a la altura de lo que se espera de ¨¦l; al contrario, las estridencias y las aglomeraciones chocan con su mentalidad, convirtiendo la vacaci¨®n apacible y el retiro en un infierno. Adem¨¢s de no poder disfrutar de ellos, uno se ve obligado a aburrirse en mitad del ruido y de la horterada que el mundo es en las vacaciones.
En el caso de un escritor, lo peor, adem¨¢s, es cuando le dicen, despu¨¦s de no dejarle escribir ¡ª los profesionales de las visitas inoportunas¡ª o de atosigarle con reclamaciones ¡ªlos aficionados a la cultura veraniega, que es m¨¢s aburrimiento que otra cosa¡ª eso tan obvio y tan esperado de que ¡°aqu¨ª se inspirar¨¢ usted para escribir¡±. Cuando eso ocurre (que siempre ocurre), yo vuelvo la mirada a Miguel Torga, el escritor portugu¨¦s que tanto sab¨ªa del mundo que le contest¨® a un periodista que lo coment¨® en su casa de Santo Martinho de Anta, donde naci¨® y pas¨® todas sus veranos: ¡°Yo no vengo aqu¨ª a inspirarme, vengo a recibir ¨®rdenes¡± . ¡°?De qui¨¦n?¡±, le pregunt¨® el periodista, extra?ado. ¡°De mis antepasados¡±.
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