¡°No fui querida de Hitler ni amante del nazismo¡±
Entrevista a Imperio Argentina, cantante y actriz
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A sus 86 a?os, la musa de "Nobleza baturra" confiesa que no est¨¢ satisfecha del cine popular que hizo con Flori¨¢n Rey, pero defiende el talento de su ex marido.
Hay nombres que arrastran una leyenda y otros que conducen a ella. De muy peque?a, pero ya muy artista, le hab¨ªan puesto La Petite Imperio, con ese sensacionalismo afrancesado que adoran los argentinos. Ten¨ªa cinco a?itos y su padre, un profesor de guitarra cl¨¢sica que a veces tocaba en p¨²blico, la llev¨® a un caf¨¦ porte?o frecuentado por espa?oles. "?Por qu¨¦ no baila la ni?a?. Y bail¨®. ?Una nueva Pastora Imperio? Pero estando sus padres en Per¨² con La Petite llegaron de gira B¨®dalo y la Z¨²ffoli, con Benavente, reci¨¦n ganado el Nobel. Don Jacinto la vio actuar, y pontific¨®:-" Esta ni?a no se puede llamar siempre Petite. Crecer¨¢, y si sigue actuando, ?qu¨¦? En homenaje a Antonia Merc¨¦, La Argentina, pero tambi¨¦n pensando en el lugar de nacimiento de esta espa?olita Magdalena Nile del R¨ªo qued¨® as¨ª bautizada para el arte: Imperio Argentina.
Cay Marlene
P. Entonces, Imperio, ?ni con Hitler ni con Marlene?
R. A la Dietrich la vi un d¨ªa en Par¨ªs, cuando se la llevaban a Hollywood como rival de Greta Garbo, para hundir a ¨¦sta. Hubo un lunch en su honor, donde, por cierto, se puso morada de queso y pl¨¢tanos. Vestida de t¨ªo, con corbata, y muy antip¨¢tica. Nada m¨¢s. Y ahora sale este Spoto en su libro con lo del lesbianismo m¨ªo con ella. Yo creo que ¨¦l lo escribi¨® creyendo que yo estaba muerta. Habl¨¦ con el abogado, Stampa, pero ¨¦l me dice que pleitear en Am¨¦rica es muy dif¨ªcil, y lo he dejado. No soy lesbiana. Siempre me han gustado los hombres, y los de verdad, no los chiquirrinines. Y no oculto nada. Hace poco, en El Escorial, uno de esos periodistas de cotilleo me estaba queriendo sacar trapos sucios, y yo me volv¨ª y le dije: "Mentiras. Pero s¨ª te puedo decir que del se?or que est¨¢ all¨ª [Rafael de Penagos] fui amante tres a?os". Soy una capricornio enamoradiza. Ahora mismo estoy enamorada, plat¨®nicamente. ?l est¨¢ casado, y es un imposible. Las mujeres nunca me han gustado, aunque respeto mucho a los homosexuales. Los maricones son, desde luego, los que nos elevan a las folcl¨®ricas, y en Espa?a queda a¨²n una intolerancia con ellos que me parece muy mal y no existe fuera. Dejen ustedes que cada uno haga lo que quiera con su aparatito. Aunque fue hace tiempo, a¨²n recuerdo lo de Miguel de Molina, la de humillaciones que tuvo que sufrir aqu¨ª. Claro que ¨¦l era un atrevido. Muy mariquita actuando, pero qu¨¦ estilo, qu¨¦ original, con su pa?uelito rojo al cuello, que luego le han copiado otros. Y siempre loco por los hombres. En Montevideo se prend¨® de un bombero. Menudo tipazo de hombre. Miguel ven¨ªa todas las tardes a contarnos sus penas al camerino: "Qu¨¦ mal lo paso, pero c¨®mo me gusta".
Emperatriz es un t¨¦rmino grandioso y de opereta, pero reina al menos s¨ª que lo ha sido esta mujer, y m¨¢s de una vez. Tiene 86 a?os confesados (otras historias le dan 89) y ha triunfado y ca¨ªdo en olvidos, pero su reino sigue siendo de este mundo.
Respuesta. Estar en un escenario es la m¨¢s hermosa vanidad. Y yo sigo enamorada de mi profesi¨®n. He vuelto hace poco de Argentina; casi un a?o haciendo dos funciones diarias, y ahora tengo aqu¨ª un proyecto que quiero levantar cuando acabe esta serie (la nueva versi¨®n de El S¨¦neca de Pem¨¢n, con la televisi¨®n andaluza). Un musical mezclando las m¨²sicas de Espa?a y Argentina y con artistas de los dos lados.
("El d¨ªa que nac¨ª yo / qu¨¦ planeta reinar¨ªa" dice una de sus coplas m¨¢s famosas. Imperio fue una reina adolescente del cine mudo espa?ol, reina de las pel¨ªculas norteamericanas que se rodaban en castellano en los estudios franceses de Joinville para el p¨²blico hispano de ambas orillas -que la tuvo por ¨ªdolo muchos a?os-, y dicen las leyendas que pudo hasta reinar en el coraz¨®n de Adolf Hitler. Trabaj¨® en pel¨ªculas poco regias en la posguerra, y cuando parec¨ªa que esta mujer tendr¨ªa que resignarse a una vida de reina-madre o viuda, fuera de los pasillos del espect¨¢culo, lleg¨® el verano de 1962. El Festival de San Sebasti¨¢n ofrec¨ªa una retrospectiva del cine de Flori¨¢n Rey, su descubridor y primer marido, y al contemplar los asistentes, la mayor¨ªa por primera vez, a la actriz que cantaba, se mov¨ªa y dec¨ªa con una gracia y genio probablemente incomparables en todo el cine espa?ol, estall¨® una algarada. Los cr¨ªticos m¨¢s j¨®venes exigieron, en un manifiesto, la presencia inmediata de la primera estrella que tuvo el cine espa?ol, y el festival acab¨® en apoteosis. Homenajeada, entrevistada, adorada, Imperio Argentina entreg¨® los premios en el acto de clausura y fue bautizada por los franceses -siempre r¨¢pidos a la hora de crear y apropiarse mitos- como "la Cyd Charisse espa?ola". Tres a?os despu¨¦s, Imperio interpret¨® espl¨¦ndidamente un papel en Con el viento solano, de Mario Camus, uno de los directores importantes del emergente nuevo cine espa?ol. ?Volv¨ªa, de milagro, a la corte de la far¨¢ndula?).
R. ?Sabes que yo aprend¨ª a leer en el cine? En los d¨ªas del mudo, con el pianista tocando en la sala, yo miraba los letreritos de las pel¨ªculas y dec¨ªa en voz alta las palabras. Mi madre me soplaba las m¨¢s dif¨ªciles. Mi madre era una persona lanzada; con 14 a?os se escap¨® de M¨¢laga y se fue a Buenos Aires. Cuarenta d¨ªas de poliz¨®n en un barco, con la idea de llegar all¨ª, donde viv¨ªa un t¨ªo suyo, y convertirse en una gran actriz como Rosario Pino o Mar¨ªa Guerrero. En el puerto la esperaba la polic¨ªa, que tard¨® bastante en localizar a mi t¨ªo. Pero, ya se qued¨® all¨ª. Trabaj¨®, entre otras cosas, de cigarrera, y no lleg¨® a ser actriz. Y conoci¨®, ella, una malague?a, a mi padre, gibraltare?o, y se casaron en Buenos Aires. Yo cantaba desde los cuatro a?os, y cuando me dijeron de llevarme a un convento de monjas a estudiar, dije que no."?Encerrarme con las monjitas?". Yo quer¨ªa cantar y bailar. "Pues que siga adelante", dijo mi padre. As¨ª me convert¨ª en La Petite Imperio, y tom¨¦ muy en serio clases de danza; ni m¨¢s ni menos que con la Pavlova, en el teatro Col¨®n, Estaba entonces ella en plena forma, y la recuerdo como una pluma en el escenario; bailando El lago de los cisnes.
P. Apart¨¦ de leer los letreros, ?le interesaba el cine?
R. Mis primeros pasos en el cine fueron torpisimos. Aun en Buenos Aires, muy jovencita, me hicieron una prueba, en la que yo ten¨ªa que hacer un papel¨®n dram¨¢tico, a lo Francesca Bertini. "Ded¨ªcate a otra cosa. Esto no es lo tuyo" dijo el director. Luego, cuando vinimos a Espa?a, porque mi padre hab¨ªa enfermado y yo ten¨ªa ya aqu¨ª unos contratos, Benito Perojo me prob¨® tambi¨¦n para su Malvaloca. "Esta ni?a....que siga cantando. El cine es muy dif¨ªcil, y no sirve" le dijo a mi padre. Y unos meses m¨¢s tarde aparece en el teatro Romea, donde yo actuaba, muy maquillada y con postizos, Para aparentar m¨¢s edad, Flori¨¢n Rey, que andaba buscando una protagonista adolescente para La hermana San Sulpicio. Yo iba por un pasillo del teatro, ya vestida de calle, y tropec¨¦ con ¨¦l. "Ni?a, ?d¨®nde est¨¢ el camerino de Imperio Argentina?". "Al fondo. Llame a la puerta que est¨¢ dentro mi pap¨¢". "Pero c¨®mo, ?t¨² eres ...?". Al d¨ªa siguiente me hizo una prueba en la terraza de su casa, donde viv¨ªa con su mujer, y enseguida llam¨® a mi. padre para contratarme.
P. ?Con Flori¨¢n Rey hubo flechazo?
R. ?l lo tuvo por m¨ª, pero yo no, al principio. Me gustaba como hombre pero entonces, no me hizo til¨ªn; yo era muy ni?a, y tampoco me enteraba. Hasta su mujer me lo dijo un d¨ªa: "?No te has dado cuenta de que est¨¢ loco por ti?''. Hice otra pel¨ªcula con ¨¦l, en 1928, Los claveles de la Virgen, pero nada, y fue en Par¨ªs, al reencontrarnos en los estudios de Joinville para las versiones en espa?ol de los ¨¦xitos de Hollywood, cuando la historia empez¨® de verdad. Yo estaba enamorada de Carlos Gardel, pero al irse Carlos de Par¨ªs Flori¨¢n me hizo la corte, y nos casamos. Fue mi pigmali¨®n: todo lo que yo s¨¦ de cine se lo debo a ¨¦l, que era tan exigente, tan artista. Yo no creo que haya habido ning¨²n director en Espa?a, e incluyo a Bu?uel, de su talento, de su preparaci¨®n. Aunque era muy violento trabajando. En Morena Clara, un decorado que no le gust¨® al verlo construido lo ech¨® abajo a patadas, y en Nobleza baturra la tom¨® con Manuel Luna. Cuando no le gustaba su interpretaci¨®n tiraba sillas al suelo y le gritaba: "?Maric¨®n!". Un d¨ªa Luna le dijo: "Cuando terminemos este plano, usted y yo salimos a pegarnos fuera". Tan violento que me perdi¨® a m¨ª.
(A la altura de Perojo, Ordu?a o Edgar Neville en la n¨®mina del mejor cine espa?ol cl¨¢sico, Flori¨¢n Rey cuenta sobre todo en las historias por su intenso, aunque a veces ampuloso, drama rural mudo La aldea maldita (1929). Magistrales, llenas de ligereza e invenci¨®n formal, resultan hoy sus pel¨ªculas musicales producidas por Cifesa, en especial las casticistas Nobleza baturra y Morena Clara, donde la gracia de Imperio, sobre todo luciendo el bucle gitano de la segunda, deslumbra. Y el brillo se vio hasta en Alemania).
R. La guerra civil nos pill¨® en Francia; hab¨ªamos llegado a Par¨ªs el 13 de julio. Ya no volvimos. Viajamos a Cuba, donde yo ten¨ªa un contrato para cantar en un teatro, y estando all¨ª nos llaman de Alemania. Hitler era un enamorado del personaje de Lola Montes y quer¨ªa que se hiciese una pel¨ªcula sobre ella. Y como parece que yo, con la manteleta que llevaba en Nobleza baturra, era igual a un grabado de la Montes con un velito que ten¨ªa Hitler, pues pens¨® en m¨ª. "Que me la traigan". Flori¨¢n y yo est¨¢bamos encantados de volver a Europa, y a un cine tan fuerte como el alem¨¢n. Desembarcamos en Bremen, donde nos esperaban seis hombretones de la SS, todos de negro y con dos ramos de rosas rojas. Nos llevaron a Berl¨ªn en un vag¨®n especial del tren, y all¨ª estuvimos viviendo en una finca de las ,fuerzas, que hab¨ªa sido embajada de Gran Breta?a. Un d¨ªa me llam¨® Goebbels: "El F¨¹hrer quiere ver a la se?ora". "Yo no tengo la costumbre de visitar a los hombres sin mi marido". Y estando d¨ªas despu¨¦s almorzando con Andr¨¦s Segovia llegan al restaurante unos polic¨ªas con la orden de llevarme al Reichstag. Fui a ver a Hitler, s¨ª, pero con mi marido. El F¨¹hrer hab¨ªa visto dos veces Nobleza baturra y me recibi¨® muy admirativo. "Meine k¨¹nstlerin. Ich liebe dich" ("Mi artista. Me encantas"). Yo le contest¨¦ con una frase de cortes¨ªa que me hab¨ªa aprendido en alem¨¢n, pero enseguida cambi¨¦: "Y ahora en espa?ol, porque no me s¨¦ nada m¨¢s"'. ?l se ri¨® y se puso a explicarle a Flori¨¢n su proyecto de Lola Montes. Flori¨¢n estudi¨® toda la documentaci¨®n que ten¨ªan, pero no se interes¨®, y adem¨¢s no nos gustaba el sesgo filo-nazi que quer¨ªan darle. Y propuso una Carmen, que fue aceptada.
P. ?Y pudo ver usted, entre los agasajos del r¨¦gimen, el ambiente de la dictadura?
R. Hitler hab¨ªa sido periodista, era un dibujante bueno y sobre todo un rom¨¢ntico. Conmigo, ya te digo, estuvo amabil¨ªsimo. A¨²n conservo invitaciones personales suyas a los bailes de gala, y una foto dedicada de Goebbels. Pero claro que nos d¨¢bamos cuenta: recuerdo bien 'la noche de los cristales rotos', con el ruido terrible que hac¨ªan al romper los escaparates de las tiendas jud¨ªas. A la ma?ana siguiente fui a ver a mi sombrerera, jud¨ªa, que viv¨ªa a dos calles del hotel. La tienda estaba destrozada, y dentro encontr¨¦ a ella y a su marido muertos; se hab¨ªan metido el tubo de gas en la boca. En 1952, cuando actu¨¦ en el Carnegie Hall de Nueva York, algo que de las folcl¨®ricas s¨®lo conseguimos Raquel Meller y yo, hubo protestas delante del teatro; unos hombres-sandwich con cartelones: "No pasen. Aqu¨ª act¨²a la querida de Hitler". Menos mal que Tennessee Williams escribi¨® un art¨ªculo a mi favor. Ni querida de Hitler ni amante del nazismo, pero s¨ª una enamorada de la cultura de Alemania y de la lengua alemana. Weimar, Lepzig, Bonn, no par¨¦ de hacer visitas, sobre todo para ver las casas de los artistas que admiraba: Goethe, Rilke, Beethoven. Hice mis pinitos con el alem¨¢n, que aprend¨ª con una gran profesora y actriz, la primera mujer de Emil Jannings. Cuando se estren¨® all¨ª la versi¨®n alemana Carmen la de Triana, los peri¨®dicos llegaron a decir: "Es una pena que Imperio Argentina no cante m¨¢s en alem¨¢n. Tiene una bonita pronunciaci¨®n vienesa". No hay una lengua que suene mejor.
(Paralela a la guerra civil y mundial hubo una gran guerra sentimental en la vida de Imperio Argentina, en dos frentes. Y en ese campo de batallas la actriz se muestra muy sincera: "Yo no me callo nada. Para qu¨¦, a mi edad").
R. Por Rafael Rivelles me separ¨¦ de Flori¨¢n, y fue doloros¨ªsimo. Est¨¢bamos en Berl¨ªn rodando la versi¨®n espa?ola de Carmen la de Triana y Flori¨¢n, que era celoso, cre¨ªa que ya hab¨ªa algo entre Rafael y yo, lo cual no era cierto, aunque nos atra¨ªamos. Un d¨ªa discutimos, y Flori¨¢n de un empuj¨®n me tir¨® al suelo, haci¨¦donle da?o. Le dije "En este instante se ha acabado lo nuestro". "Pero si a todas las andaluzas os gusta que os peguen", me respondi¨® ¨¦l. Y lo cumpl¨ª: no nos vimos en diez a?os. Por Rivelles tuve pasi¨®n, aunque nunca me gust¨® su car¨¢cter. Y era tan dado a coquetear, por recibir el halago de las mujeres. Una vez, comiendo conmigo en Horcher, empez¨® a timarse y hasta hacerle caranto?as a una marquesa que conoc¨ªa., Yo me levant¨¦ y me fui al Ritz, donde estaba entonces hospedada, y me quise suicidar: me tom¨¦ media botella de whisky, unas pastillas y sal¨ª desnuda al balc¨®n'. No pas¨¦ de ah¨ª. Rafael nunca le¨ªa ni iba a conciertos, s¨®lo al boxeo y de cacer¨ªas. Ven¨ªa a mi finca y se pon¨ªa a pegar tiros a los p¨¢jaros, cada disparo era como si fuese contra m¨ª. Un d¨ªa volvi¨® de caza con muchas aves y delante de m¨ª se puso a darles con la cabeza en el suelo para rematarlas. Me produjo tal repulsi¨®n que yo creo que mi amor lo perdi¨® ese d¨ªa.
("Creo conocer a Imperio mejor que nadie. Estoy orgulloso de la l¨ªnea que trac¨¦ a la artista desde que tuve la suerte de descubrirla y comprenderla". As¨ª contestaba Flori¨¢n Rey en 1946 a los rumores de una reconciliaci¨®n, al menos profesional, entre ¨¦l y su ex mujer. Y en 1948 se re¨²ne la primera gran pareja art¨ªstica del cine espa?ol en otra pel¨ªcula regional y poco andaluza, La cigarra).
R. Quer¨ªa volver a Europa, y cuando me hicieron por telegrama esa oferta dije que s¨ª. Trabaj¨¦ con ¨¦l pero no volv¨ª con ¨¦l. Siempre distingu¨ª entre la persona y el director. Se port¨® mal conmigo, econ¨®mica y profesionalmente y en lo personal: ¨¦l se llev¨® a nuestro hijo, y aunque le quer¨ªa le trat¨® mal, le dejaba abandonado, poni¨¦ndole a comer con los criados. El chico se desequilibr¨® y acab¨® suicid¨¢ndose por amor. Pero como artista no ha habido otro igual. Flori¨¢n estuvo limitado a lo vulgar por falta de dinero y, sobre todo, por la estrechez de la industria, que, excepto en La aldea maldita, lo obligaba a hacer un cine de espa?olada. Soy muy cr¨ªtica con mi trabajo, muy estricta. Y no estoy en general satisfecha del cine popular que hice. Hay una historia, una autenticidad andaluza, que no se reflejaba en ese cine; en manos de Flori¨¢n, o de Perojo, no era vulgar, pero estaba condenado a ser populachero.
("Veo en ella siempre lo genuinamente espa?ol y no la con cibo en papeles ex¨®ticos, que desvirt¨²an su temperamento, tan acusado. Naci¨® para ser ¨ªdolo de Espa?a: la vi y no me equivoqu¨¦ " . ?Un reinado impuesto por su pigmali¨®n, o habr¨ªa podido La Petite Imperioser la gran cantante de ¨®pera?").
R. Ah, s¨ª, La Tosca. Jean Renoir. Rod¨¦ con ¨¦l un par de d¨ªas, pero estall¨® la guerra (era en 1940) y el resto lo rod¨® su ayudante Karl Koch. En Vissi d'arte me doblaron. Yo la pod¨ªa haber cantado, pero tuve miedo: en Italia y con ese aria que se sabe todo el mundo, me habr¨ªan puesto verde. Yo tengo voz de soprano ligera, que a m¨ª misma me resulta de pito. Pero la disciplina que he tenido estudiando canto treinta a?os me ha servido mucho en la copla. Nunca di el salto a la ¨®pera, pero hace un a?o a¨²n di un agudo en Buenos Aires que tembl¨® el teatro.
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