Lo desaparecido
La verdad del cambio se medir¨¢ en la educaci¨®n, la sanidad, la igualdad y la cultura
Vivimos entre desapariciones. Las que causa la muerte natural no duelen menos a quienes las sienten, pero permiten el leve consuelo de lo que es com¨²n e inexorable. Junto a ellas, la muerte criminal o accidental parecen castigos de un dios desconocido m¨¢s que hecatombes. El siglo XX estuvo marcado por sus desaparecidos, que, al darse en una ¨¦poca que ya permit¨ªa el recuento, los hizo visibles. En Argentina, unas mujeres con un pa?uelo en la cabeza iniciaron la batalla de la restituci¨®n de los suyos y consiguieron que algunos de esos fantasmas tuvieran linaje; no todos de cuerpo presente. En Espa?a, por la torpeza de unos y la mala voluntad de quienes gobiernan, siguen mal enterrados, aunque sepamos sus nombres, muchos muertos del bando derrotado en la Guerra Civil.
Otros art¨ªculos del autor
Los desaparecidos del siglo XXI no tienen un mismo origen territorial ni son en su mayor¨ªa v¨ªctimas de un enemigo. Mueren en el trayecto de sus ilusiones, y su identidad, su rastro y su cuerpo se los tragan las aguas para siempre. Tanto tiempo ha tardado Europa en afrontar esta forma letal de escamoteo de las personas que se dir¨ªa que el g¨¦nero humano ¡ªel que tiene pa¨ªs, casa y documentos¡ª se ha acostumbrado a ver caer en la nada la vida de los otros.
Despu¨¦s de la plegaria por los desaparecidos en la tragedia, el melodrama de las cosas que nos van faltando. A finales de junio di un paseo nost¨¢lgico por una tienda a punto de cerrar para siempre en el Paseo de Gracia de Barcelona. Nunca adquir¨ª muebles ni bater¨ªas de cocina, ni siquiera mesas de futbol¨ªn, en Vin?on, pero conservar¨¦ mientras no se caigan a pedazos, ellos o yo, cosas all¨ª compradas: la estilogr¨¢fica c¨®nica, las gafas de leer leves y trasparentes, las zapatillas de andar por casa, que son como una estufa sostenible para mis pies, siempre propensos a tener fr¨ªo. Tambi¨¦n nos acostumbraremos a prescindir de ese maravilloso almac¨¦n donde lo ¨²til no molestaba a lo superfluo. Lo malo es cuando empiezan a desaparecer las cosas en las que uno cree, las que fundan el mundo que uno sue?a.
Hace casi siete a?os recib¨ª una carta de Albert Rivera, en la que este entonces reci¨¦n destapado pol¨ªtico me agradec¨ªa un art¨ªculo, La guerre des langues, publicado en Lib¨¦ration, y en el que, sin nombrar a Ciutadans, yo me hac¨ªa eco de ciertas iniciativas contra un nacionalismo excluyente. Era una carta llena de cordura, en la que Rivera, d¨¢ndose por aludido, celebraba mi equidistancia en el enrevesado mundo de las confrontaciones identitarias y ling¨¹¨ªsticas. Ahora su partido, al que no he votado, ha aparecido en tromba y se deja o¨ªr.
Lo malo es cuando? empiezan a demolerse? las cosas que fundan el mundo que uno sue?a
Rivera me sigue pareciendo un hombre valeroso, lo que no es poco, pero los valores que Ciudadanos empieza a condonar en su apoyo al PP son terriblemente decepcionantes. Wert se ha ido, no sin antes haber perpetrado en la Lomce un dispositivo en el que, al lado de la segregaci¨®n escolar por sexos y el enaltecimiento de la catequesis como una de las bellas artes, se instaura la desaparici¨®n casi completa en el bachillerato de las clases de literatura; una agresi¨®n que tendr¨ªa que merecer una respuesta militante de los escritores, los editores, los traductores, ense?antes y padres concernidos. La condescendencia de Ciudadanos all¨ª donde gracias a ellos gobierne un PP que desprecia las artes y odia a los artistas ser¨¢ motivo de complicidad, y un bald¨®n imborrable del partido de Rivera.
Un caso. En M¨¢laga, un alcalde del PP ha mantenido durante once a?os un Instituto Municipal del Libro que era, en mi experiencia de escritor, seguidor de sus homenajes y lector de sus publicaciones de calidad (Neville, Hemingway, el rescate de la memoria espa?ola de Jane y Paul Bowles), un ejemplo. A resultas del pacto con el que Ciudadanos le ha vuelto a dar la alcald¨ªa al PP se anuncia la ¡°extinci¨®n¡± del citado Instituto. La educaci¨®n, la sanidad, la igualdad, pero tambi¨¦n la cultura, son las prioridades de este tiempo que se anuncia nuevo, y por los niveles de cumplimiento en esos campos mediremos, aquellos que no militamos pero votamos, la verdad del cambio en el patchwork electoral de Espa?a. El primer objetivo es hacer que afloren las cosas que han desaparecido en los brutales recortes. El segundo, si estos nuevos ediles no colman el ansia mayoritaria de renovaci¨®n, hacerles desaparecer cuanto antes del mapa de la pol¨ªtica.
Vicente Molina Foix es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.