La ¨²ltima batalla de Yangon: su legado cultural
El crecimiento descontrolado de los ¨²ltimos a?os amenaza al centro hist¨®rico de la capital birmana y a sus pobladores. Varias organizaciones luchan por mantener su legado
Cuando Pablo Neruda lleg¨® a Birmania siendo todav¨ªa el c¨®nsul Ricardo Neftal¨ª Reyes, Yangon, a la que entonces llamaban Rang¨²n, era una urbe cosmopolita que bull¨ªa al ritmo de la compraventa de aceite, arroz y teca rumbo a la metr¨®polis londinense. Alrededor del puerto, comerciantes indios, chinos y brit¨¢nicos compart¨ªan el t¨¦ con peregrinos budistas que se postraban claudicantes ante el domo dorado de la Shwedagon pagoda.
Neruda, El viajero (1927)
Viv¨ª en Birmania, entre las c¨²pulas de metal poderoso, y la espesura donde el tigre quemaba sus anillos de oro sangriento.
Desde mis ventanas en Dalhousie Street, el olor indefinible, musgo en las pagodas, perfumes y excrementos, polen, p¨®lvora de un mundo saturado por la humedad humana, subi¨® hasta m¨ª
Neruda, El viajero (1927)
Hoy ese olor indefinible sigue envolviendo la calle Dalhousie, aunque ni siquiera se llame ya as¨ª ni haya musgo sobre la corladura de la Sule pagoda. Mas en la avenida Maha Bandula, entre los arcos imperiales del ayuntamiento y los campanarios de la iglesia Baptista de Emmanuel, sigue oliendo a polen. A perfume. A excrementos. Huelen las flores del mercado. Las j¨®venes que balancean alborozadas las caderas bajo el longyi. Huelen las verduras podridas.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la ciudad ha experimentado un crecimiento demogr¨¢fico desmesurado: oficialmente su poblaci¨®n alcanza los cinco millones de habitantes, aunque son miles m¨¢s los que residen en las peque?as barriadas que copan el estuario del r¨ªo Yangon. ¡°Tenemos un grave problema con el tr¨¢fico. La gente trabaja en el centro, pero vive en las afueras, as¨ª que cada d¨ªa se producen atascos kilom¨¦tricos. Mira a tu derecha, ?son miles de coches!¡±, explica un joven taxista se?alando la caravana de veh¨ªculos atrancados junto al lago Inya mientras se afana en colocar la estampa de Buda que corona el salpicadero. Se hab¨ªa ca¨ªdo en el ¨²ltimo frenazo.
Daw Moe Moe Lwin todav¨ªa recuerda cuando Yangon era una peque?a urbe portuaria evocada en conversaciones de colonos retornados. Aquella ciudad de callejones estrechos y p¨®rticos majestuosos, abrigo del sol incandescente del ?ndico y de las lluvias furiosas del monz¨®n, comenz¨® a morir en la d¨¦cada de los noventa v¨ªctima de los nuevos bloques de apartamentos, centros comerciales y hoteles de alta gama. En 2011, el 35% del centro hist¨®rico hab¨ªa sido ya destruido. ¡°Tenemos que proteger y preservar nuestro patrimonio¡±, asegura Moe Moe Lwin desde su despacho en el primer piso del n¨²mero 22 de la calle Pansodan, un reducto victoriano dominado por los ladrillos rojizos de la torre del reloj de la Corte de Justicia. Por eso decidi¨® unirse, en junio de 2012, a un grupo de arquitectos, empresarios y historiadores para librar desde la Yangon Heritage Trust (YHT) la ¨²ltima batalla de la ciudad: la de su legado cultural.
De Roma a Bangkok: el tiempo suspendido
En marzo de 1962, el general Ne Win consum¨® la traici¨®n del acuerdo de independencia de Panglong e impuso en Birmania una dictadura militar que suspendi¨® el tiempo en el pa¨ªs durante casi medio siglo. Los extranjeros fueron expulsados y sus negocios, como el hotel Strand, construido en 1901 por los hermanos armenios Sarkies, o el emblem¨¢tico complejo Sofaer, erigido por este comerciante de origen jud¨ªo sobre columnas corintias y azulejos importados de Manchester, nacionalizados.
As¨ª, mientras otras capitales de la regi¨®n, como Singapur, Bangkok o Kuala Lumpur, se ocultaban bajo un manto de rascacielos de cristal, el relato arquitect¨®nico de Yangon, testimonio de su vasto pasado multicultural, permaneci¨® inalterable: pagodas y monasterios budistas, iglesias y capillas cristianas, un catedral cat¨®lica, mezquitas, templos hind¨²es, gurdwaras sij, sinagogas, iglesias armenias y un templo del fuego parsi sobrevivieron impasibles hasta principios de siglo.
La apertura democr¨¢tica del pa¨ªs ha acelerado desde entonces la fiebre constructora en Yangon: miles de personas han sido expulsadas de sus tierras en las afueras para levantar complejos residenciales, al tiempo que el centro de la ciudad se convert¨ªa en un preciado negocio para los magnates afines al r¨¦gimen militar. En 2014, la ciudad fue incorporada por World Monuments Fund (WMF) a su mapa mundial de patrimonio en riesgo de desaparici¨®n o deterioro. ¡°Yangon fue incluida en 2014 en nuestra World Monuments Watch para llamar la atenci¨®n sobre los peligros del desarrollo desenfrenado¡± ya que ¡°hasta hace unos meses, las presiones del desarrollo parec¨ªan ser una amenaza constante para la preservaci¨®n del centro hist¨®rico de la ciudad¡±, explica por correo electr¨®nico la vicepresidenta ejecutiva de la organizaci¨®n, Lisa Ackerman.
En estas ¨²ltimas semanas, los responsables municipales han abierto la puerta al di¨¢logo para la protecci¨®n de las areas de inter¨¦s hist¨®rico. ¡°?ltimamente nos piden consejo sobre conservaci¨®n y planificaci¨®n¡±, afirma Moe Moe Lwin. ¡°Parece que tienen m¨¢s inter¨¦s en discutir el impacto de los nuevos desarrollos urban¨ªsticos¡±, a?ade Ackerman. El problema radica ahora en la ausencia de una legislaci¨®n que regule los usos del suelo. ¡°En Europa existen leyes por las que las operaciones urban¨ªsticas requieren la aprobaci¨®n de Patrimonio. Aqu¨ª no hay ninguna legislaci¨®n que lo exija, por lo que las parcelas son vendidas y los inmuebles demolidos¡±, apunta la directora de YHT.
Por el momento, la batalla se libra edificio a edificio. Barrio a barrio. Del Yangon Hospital al Waziya cinema, el m¨¢s antiguo de la capital. El ¨²ltimo basti¨®n de lo que una vez fue una brillante industrial cultural. ¡°La ciudad necesita el desarrollo, el problema es la falta de planificaci¨®n y legislaci¨®n. Hace falta un inventario del patrimonio hist¨®rico de la ciudad y una visi¨®n integradora de la planificaci¨®n urban¨ªstica¡±, insiste Moe Moe Lwin. Es el momento de que Yangon decida lo que quiere ser en el futuro: otra mega urbe asi¨¢tica de paredes verticales, como Bangkok o Kuala Lumpur, o, al estilo de Roma, una versi¨®n modernizada del enclave cosmopolita que domin¨® durante siglos la costa de Andam¨¢n.
¡°Save Shwedagon Pagoda¡±
Al caer el sol, el bullicio que durante la tarde envuelve el People?s Park se convierte en un silencio atronador. Tres j¨®venes universitarios apuran los ¨²ltimos minutos de conversaci¨®n bajo un cielo anaranjado que envuelve la ciudad bajo un c¨¢lido barniz. Cuando los ecos de la charla se han diluido entre los cl¨¢xones de Ahlon Road, Yangon es ya un paisaje de sombras iluminadas por el brillo majestuoso de la Shwedagon Pagoda, una joya de la arquitectura religiosa budista rematada por una estupa de 7.000 diamantes, rub¨ªes, topacios y zafiros. ¡°Esta pagoda es importante para el pueblo birmano, es un espacio de fe¡±, expone Moe Moe Lwin. De hecho, al igual que los musulmanes deben visitar la Kaaba en La Meca, los budistas tienen que peregrinar a la Shwedagon pagoda al menos una vez en la vida.
A lo largo de sus 2.600 a?os de historia, la Shwedagon pagoda ha sobrevivido a fuertes terremotos y al incendio de 1931, mas en los ¨²ltimos tiempos la amenaza ha tomado forma humana: el desarrollo urban¨ªstico. Proyectos como el Dagon City 1, un complejo residencial con edificios de ocho plantas, oficinas y un hotel de cinco estrellas, podr¨ªan da?ar la estructura sagrada. Adem¨¢s arruinar¨ªan su jerarqu¨ªa est¨¦tica sobre la ciudad. Por eso, colectivos sociales, religiosos y pol¨ªticos han lanzado una campa?a ¡°Save Shwe Dagon Pagoda¡±, que cuenta ya con m¨¢s de 10.000 seguidores en las redes sociales. ¡°Si estos proyectos no son cancelados, organizaremos manifestaciones a lo largo del pa¨ªs¡±, alert¨® la Society to Protect the Shwedagon en una conferencia organizada el pasado mes de junio en Yangon. Apenas unas semanas despu¨¦s, el presidente del pa¨ªs, U Thein Sein, anunci¨®, seg¨²n la presa local, la paralizaci¨®n de todos los proyectos urban¨ªsticos en las parcelas al sur de la pagoda, entre ellos el Dagon City 1.
Lo que necesitamos, tercia la directora de YHT, es implementar un modelo de protecci¨®n urban¨ªstica ¡°como el de la Torre Eiffel¡±, en Par¨ªs, donde toda la planificaci¨®n est¨¦ encaminada a preservar el papel preponderante de la pagoda a trav¨¦s de avenidas, parques y espacios abiertos que ¡°permitan su contemplaci¨®n¡±.
Los mercados de la corrupci¨®n
En la esquina del calle Merchant, apenas a cinco minutos del puerto, una retah¨ªla de m¨¢quinas de escribir se alinea bajo toldos de lona roja sin que nadie se acerque a esta hora del mediod¨ªa reclamando el sonido de sus teclas herrumbrosas. En frente, ni?os uniformados de un blanco reluciente corretean en busca de una bolsa de patatas. Junto a ellos, un turista disfruta del ¨²ltimo pedazo, todav¨ªa humeante, de una torta de harina azucarada que probablemente habr¨¢ comprado en el mercadillo de Maha Bandula. En la mano sostiene una copia de Burmese Days, de George Orwell.
La Yangon de Orwell, capital por aquel entonces de la provincia birmana del Raj brit¨¢nico a la que Mahatma Gandhi acudi¨® hasta en tres ocasiones con sus marchas por la independencia, fue a principios del siglo XX el refugio asi¨¢tico de la vanguardia creativa: por aquel entramado racionalista de callejuelas rectil¨ªneas, nunca m¨¢s all¨¢ de la frontera imaginaria de la Boundary Road, pasearon durante aquellos a?os de Belle ?poque Rudyard Kipling, Somerset Maugham, Aldous Huxley o H.G. Wells.
Aquel mundo saturado por la humedad humana del que hablaba Neruda giraba con las pulsiones diarias de los mercados que a¨²n hoy copan las aceras del centro de la ciudad. ¡°Los mercados son muy importantes en la vida cotidiana de los ciudadanos, especialmente de las mujeres. Ellas quieren vivir cerca de una mercado ya que acuden a ¨¦l varias veces al d¨ªa. Aqu¨ª no queremos neveras, preferimos ir a comprar los alimentos frescos¡±, comenta Moe Moe Lwin. El Gobierno lleva meses impulsando un programa de reforma y reordenaci¨®n de bazares y mercados que carece de todo apoyo social. ¡°Los nuevos mercados nocturnos no est¨¢ funcionando. Los vendedores no se quieren instalar porque los clientes no acuden, as¨ª que vuelven a las calles y montan de nuevo sus puestos all¨ª¡±, reconoce la directora del YHT.
Los nuevos zocos est¨¢n siendo levantados en bajos, a menudo subterr¨¢neos, de centros comerciales y bloques de apartamentos, lo que agudiza los problemas de tr¨¢fico y llena los alrededores de inmundicia. ¡°?Qui¨¦n va a querer ir a comprar a un s¨®tano pudi¨¦ndolo hacer a la luz del d¨ªa!¡±, subraya Moe Moe Lwin
Pese al rechazo de los ciudadanos, el Ejecutivo municipal propuso el pasado mes de mayo la construcci¨®n de cuatro nuevos mercados en los barrios de Thingangyun, Dawbon, Kyeemyindaing y Mingalar Taung Nyunt. En los puestos de Maha Mandula pocos quieren hablar, pero los que lo hacen aluden a los intereses empresariales de una ¨¦lite econ¨®mica muy vinculada a la c¨²pula militar que sigue controlando el pa¨ªs. La misma que se lucra con la venta de los jardines y parcelas de los antiguos ministerios que fueron trasladados a la nueva capital, Naypyidaw, en 2005. La misma que alimenta una corrupci¨®n rampante.
En Yangon, como en ciudades de todo el mundo, se libra una batalla entre los que abogan por la conservaci¨®n y los que apuestan por la un provechoso programa de edificaci¨®n permanente. ¡°El p¨¦ndulo oscila entre las acusaciones por querer salvar demasiado y congelar la ciudad en el tiempo o por querer cambiarlo todo borrando el car¨¢cter propio. Yo creo que es posible armonizar desarrollo y conservaci¨®n. Muchas ciudades din¨¢micas mezclan lo antiguo y lo nuevo de manera muy interesante¡±, asegura Ackerman.
¡°Algunos nos acusan de querer salvar edificios de la ¨¦poca colonial, pero aunque fueron dise?ados por arquitectos brit¨¢nicos, fueron ejecutados por trabajadores locales. Adem¨¢s, todos estos edificios han sido adaptados a nuestro entorno, nuestras condiciones clim¨¢ticas y nuestras costumbres. Los hemos usado durante 60 a?os. Son nuestro patrimonio. Nuestro legado cultural¡±, sentencia Moe Moe Lwin, quien apoyada sobre el muro resquebrajado de la terraza observa las fachadas desvencijadas de la calle Merchant. De fondo, la letan¨ªa mec¨¢nica de los bulldozers termina por ahogar sus palabras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.