Cuando tu vida depende de un r¨ªo
Unas 58.000 personas en el noreste de Tanzania subsisten de los r¨ªos Yongoma y Hingilili Evitar conflictos y una buena gesti¨®n son claves para garantizar a todos una vida digna
La se?ora Lea John Njema est¨¢ preocupada. No lo dice, pero su rictus la delata. Observa el r¨ªo Yongoma desde la orilla, inm¨®vil y en silencio, como esperando a que las aguas comiencen a subir por arte de magia. Pero nada de eso ocurre. Lea John es natural de Lugulu, una aldea de unos 3.200 habitantes situada en el distrito de Same, regi¨®n de 270.000 habitantes en el noreste de Tanzania bendecida con una reserva natural, la de Chome, en torno a las exuberantes monta?as Pare. La temporada de lluvias est¨¢ a punto de finalizar y por eso el paisaje es verde, frondoso y salvaje. Pero el caudal del Yongoma no augura a este ed¨¦n una larga continuidad: el nivel del r¨ªo apenas alcanza los 40 cent¨ªmetros de profundidad en su curso medio y, con una temporada seca de cinco meses por delante, es una mala noticia para las 58.000 personas que dependen de sus aguas y de las del vecino Hingilili. Entre ellas la se?ora Lea John, que sabe que pronto habr¨¢ que tomar medidas.
¡°La peor situaci¨®n se dio en la sequ¨ªa de 1994 y tambi¨¦n hace 10 a?os, aunque no fue tan grave¡±, recuerda la se?ora Njema, una madre africana en la cincuentena acostumbrada a sortear todo tipo de problemas cotidianos en su vida campestre. Junto a Juma Ibrahim y Ezequiel Warema forma parte de la presidencia de la llamada WUA del Yongoma (Asociaci¨®n de usuarios del agua, en sus siglas en ingl¨¦s), una entidad local registrada en septiembre de 2013 con la responsabilidad de gestionar de manera sostenible del agua de la cuenca.?
Uno de sus trabajos consiste en monitorizar c¨®mo se distribuye este recurso y asegurarse de que haya para todos. As¨ª, si un vecino o un granjero quiere utilizar agua del r¨ªo, debe realizar una solicitud con sus pretensiones que cuesta unos 30 euros y entregarla a este organismo. Si consideran que es razonable, la remiten a la Oficina de Aguas de la Cuenca del Pangani, la entidad p¨²blica responsable de gestionar, asignar y controlar el uso del agua, para que d¨¦ la autorizaci¨®n final. Una vez que se ha concedido, el usuario est¨¢ obligado a pagar una cuota variable en funci¨®n de los litros que consume.
Precisamente porque forma parte de la WUA, Lea John sabe qu¨¦ medidas habr¨¢n de tomar en breve ante una previsible escasez que solo agravar¨¢ la situaci¨®n de un distrito donde el 36% de los vecinos no tiene acceso a agua potable: ¡°Enviaremos avisos a los granjeros para que rieguen menos, no hay otra alternativa¡±, explica la mujer. ?Y si llegase una sequ¨ªa extrema, como las que en a?os anteriores oblig¨® al traslado de miles de pastores en busca de pastos? ¡°El Gobierno tendr¨ªa que hacerse cargo y mandar cereales para alimentar a la poblaci¨®n. Para coger agua, habr¨ªa que ir a pozos m¨¢s alejados donde tocar¨¢ hacer colas de varias horas para coger un solo cubo de 20 litros¡±, describe con la seguridad de quien ya ha vivido la experiencia.
No siempre se dieron semejantes estrecheces a los pies de las monta?as Pare. Hubo un tiempo en que hab¨ªa agua para todo el mundo y no hab¨ªa normas que seguir porque no eran necesarias. ¡°Cuando yo era ni?o nunca tuvimos problemas, pero comenz¨® a aumentar la poblaci¨®n, tambi¨¦n la actividad comercial y, sin embargo, cada vez llueve menos, supongo que por el cambio clim¨¢tico. Entonces comenzaron las peleas y los conflictos¡±, recuerda Ezequiel a sus 52 a?os.
Unas 87.000 dependen de las aguas de los r¨ªos Yongoma y Hingilili para sobrevivir
Hoy, la econom¨ªa de esta regi¨®n es d¨¦bil. Las 27 comunidades en el entorno de la Reserva salen adelante gracias a la agricultura de subsistencia a falta de otras alternativas y dos tercios de sus habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza. Hasta 2008, a?o en que el ¨¢rea natural fue protegida, muchos se ganaban la vida comerciando con la madera de los ¨¢rboles de Chome, pero esa fuente de ingresos se ha agotado y, quienes a¨²n lo hacen, trabajan a escondidas y venden la mercanc¨ªa de manera il¨ªcita. La precariedad econ¨®mica, la escasez de recursos y la ilegalidad han atra¨ªdo las tensiones a este anta?o para¨ªso en la tierra.
Los problemas de los nuevos tiempos han llevado a la WUA del Yongoma a responsabilizarse de otra tarea tan importante como inc¨®moda: resolver conflictos entre comunidades por el uso del r¨ªo en sus cuencas alta, media y baja. En la temporada seca de 2013, justo antes de constituirse, se dieron unos 50 enfrentamientos. ¡°En 2015, se han producido 15¡±, asevera orgulloso Juma Ibrahim, presidente de la entidad, al tiempo que muestra su libro de registros. ?Qu¨¦ tipo de problemas se producen en esta pl¨¢cida zona del mundo? Es com¨²n que alguien utilice m¨¢s agua de la que le corresponde, o que alguien vierta alg¨²n producto contaminante, como el mercurio proveniente de la miner¨ªa ilegal, fertilizantes, o jab¨®n en el r¨ªo. No son asuntos balad¨ªes, pues amenazan el ecosistema y la supervivencia de toda la comunidad, especialmente la parte que se encuentra aguas abajo.
Explicar a las comunidades masai que no pueden llevar a pastar a sus reba?os de cabras a los alrededores del precioso lago Kalemawe porque contaminan sus aguas, o convencer a los pescadores de que no arrojen veneno en el r¨ªo para pescar m¨¢s y que usen redes reglamentarias para no atrapar peces demasiado peque?os son algunos de los caballos de batalla diarios de la WUA. ¡°Trabajamos en colaboraci¨®n con los organismos de la ley; nosotros conocemos la naturaleza de cada conflicto y participamos como testigos cuando trascienden nuestra capacidad¡±, explica el presidente de la entidad, dotada con estatutos y con la capacidad de multar a quienes los viole. ¡°Por ejemplo, a quien contamine, a quien pesque de manera ilegal o a quien cultive en zonas protegidas¡±, describe.
Los imprescindibles de Kihurio
De entre los m¨²ltiples usos del agua del r¨ªo Yongoma, el consumo dom¨¦stico (beber, cocinar, higiene personal...) es prioritario. La legislaci¨®n tanzana actual promueve un modelo descentralizado en las comunidades rurales en la que los usuarios son propietarios de los sistemas de agua y deben constituir una entidad llamada COWSO (Community Owned Water Supply Organization) que es la responsable de la gesti¨®n y el mantenimiento de la red, la recaudaci¨®n de las cuotas y la rendici¨®n de cuentas.
El conflicto m¨¢s complicado de resolver que tienen ahora entre manos recuerda a los anuncios publicitarios sobre los enfrentamientos entre los pueblos de Villarriba y Villabajo. El Villarriba de la cuenca del Yongoma est¨¢ representado en la vida real por Lugulu, la comunidad de Leah John, que est¨¢ formada por agricultores y granjeros. Asentados en lo alto de las monta?as Pare, se han servido del caudal del r¨ªo a su gusto desde el principio de los tiempos. El papel de Villabajo es para una cooperativa de arroz, la Ndungu Irrigation Cooperative Scheme. Para cultivar este cereal se necesita abundante agua y, con 680 hect¨¢reas de plantaciones, la empresa est¨¢ consumiendo el 70% del caudal del Yongoma. ¡°Se nos permite consumir mil litros por segundo para regar pero, en temporada seca, reducimos a 232¡±, se justifica Abed Saleh, presidente de la compa?¨ªa. Saleh apunta que en 2015 se ha reducido la plantaci¨®n a 189 hect¨¢reas y que 1.400 empleados y unas 320 familias dependen econ¨®micamente de este negocio, pero nada de esto parece convencer a los habitantes de Lugulu. ¡°El agua aqu¨ª es gratis, la dividimos entre nosotros¡± asevera, chulesco, Mav Elienza Ganga, l¨ªder de la comunidad por edad, experiencia y car¨¢cter. ?Qui¨¦n le va a obligar a cambiar una forma de vida heredada durante generaciones?
Tan en desacuerdo estaban los habitantes de Lugulu con las pr¨¢cticas de la empresa arrocera que decidieron cortarles el grifo, literalmente. Arriba, donde el bosque huele a humedad y es tan espeso que no dejar pasar la luz, poco se sabe y poco importa lo que ocurra abajo. ¡°La cooperativa paga 1,5 millones de chelines al a?o a la cuenca del Pangani por usar el agua del r¨ªo pero luego no nos llega porque los de arriba se la quedan¡±, denuncia el presidente. Adem¨¢s, los habitantes de Lugulu solo disponen de canales de riego tradicionales, de tierra. Por culpa de esto, se pierde el 60% del agua al filtrarse por el camino. ¡°Nosotros nos hemos ofrecido a mejorarlos revisti¨¦ndolos con cemento e instalando nuevas compuertas a cambio de una reducci¨®n de la tasa anual¡±, asevera un Saleh conciliador.
Mav Elienza, el l¨ªder de la comunidad de las monta?as, relaja su postura seg¨²n avanza la conversaci¨®n y, al pie de su plantaci¨®n de jengibre, acaba admitiendo que s¨ª se han realizado varias reuniones para llegar a un acuerdo. De seis de la ma?ana a tres de la tarde, han de abrir las compuertas para que los granjeros de las monta?as puedan regar sus cultivos, dar de beber a sus animales o recogerla para sus hogares. De cuatro de la tarde a cinco de la madrugada, es el turno de la cooperativa, as¨ª que deber¨ªan cerrarlas para que todo el caudal baje directamente hacia los cultivos de arroz. En teor¨ªa, esta soluci¨®n fue aceptada por todas las partes, pero en la pr¨¢ctica hay particulares que sabotean las compuertas y se saltan los horarios. Este desacuerdo cuesta a la cooperativa dos millones de chelines tanzanos al a?o (unos 800 euros) en pagar a un vigilante para que supervise que los horarios se cumplen.
Proteger un recurso ¨²nico
El otro frente de batalla de la WUA del Yongoma es proteger los recursos naturales de la poluci¨®n y la acci¨®n humana y sensibilizar a sus comunidades sobre la importancia del agua, un bien imprescindible pero escaso del que a¨²n carecen 750 millones de personas en todo el mundo, s¨®lo en Tanzania casi la mitad de la poblaci¨®n y en el distrito de Same, un 36%. Ellos son conscientes de su importancia, pero no as¨ª muchos vecinos, que cometen verdaderos desastres medioambientales sin pensar en unas consecuencias que cada vez son m¨¢s palpables, como la reducci¨®n de los recursos de los que viven.
Parte de los esfuerzos de la WUA se centran en proteger las llamadas zonas de recarga. Lo hacen con ayuda del Tanzanian Forest Conservation Group y de Ongawa, una organizaci¨®n espa?ola que lleva desde 1996 en este pa¨ªs trabajando para lograr el acceso universal a agua y saneamiento y que tambi¨¦n ha contribuido al desarrollo y fortalecimiento de las WUA. As¨ª se llaman los espacios de la Reserva Natural de Chome que recogen agua de lluvia y nutren la cabecera del Yongoma. Son muy frondosas y tienen suelos muy h¨²medos por donde esta se filtra, forma peque?os regueros subterr¨¢neos que se hacen m¨¢s y m¨¢s grandes hasta que llegan al r¨ªo y alimentan su caudal. Y, adem¨¢s, nutren los pozos de los alrededores. Debido a la riqueza del terreno, durante los ¨²ltimos 30 a?os han proliferado las plantaciones de agricultores particulares pese a que esas ¨¢reas est¨¢n protegidas por ley y est¨¢ terminantemente prohibido realizar cualquier tipo de actividad humana en ellas. ¡°En la pr¨¢ctica no se les echa, nadie hace nada. Algunos cuentan con amigos y parientes en los gobiernos locales¡±, protesta Mama Joyce, t¨¦cnica del equipo de Ongawa. ¡°Los antepasados de estas familias ya prohib¨ªan cultivar ah¨ª, y eran respetados, pero desde que murieron, eso se termin¨®¡±, lamenta.
La ley establece que no se cultive nada a menos de 60 metros de estas zonas, pero entonces los agricultores estar¨ªan renunciando a unas parcelas que se mantienen permanentemente irrigadas de manera natural. ¡°Adem¨¢s, en estas zonas altas de la monta?a el terreno es muy vertical y no es f¨¢cil conseguir un espacio plano suficientemente grande como para plantar¡±, analiza la t¨¦cnica.
Si se destruye una zona de recarga, los pozos que dependen de ella se secar¨¢n Mama Joyce, t¨¦cnica de Ongawa
El problema de explotar las zonas de recarga radica en que los cultivos secan la tierra y reducen la capacidad del suelo para captar agua. Si eso ocurre, el Yongoma, ya de por s¨ª sobreexplotado, recibir¨¢ menos aportaciones y por tanto toda la poblaci¨®n de la cuenca media y baja del r¨ªo sufrir¨¢ las consecuencias. ¡°Adem¨¢s, si se destruye una zona de recarga, los pozos que dependen de ella se secar¨¢n¡±, asevera Mama Joyce. ¡°Y si se utilizan pesticidas para las plantaciones, se contaminar¨¢ el agua que llega a los pozos para consumo humano y los usuarios enfermar¨¢n¡±.
Una posible soluci¨®n a este problema es la que Ongawa y Tanzanian Forest Conservation Group se traen entre manos dentro de su Sustainable Management of Chome Nature Reserve in Same District, un ambicioso plan iniciado en 2013 con el apoyo del Gobierno del distrito y de la Comisi¨®n Europea con una inversi¨®n inicial de un mill¨®n y medio de euros. Su objetivo es mejorar las condiciones de vida de estas comunidades gracias a tres l¨ªneas de trabajo: promocionar la gesti¨®n participativa y sostenible del bosque y los recursos que dependen de ¨¦l, ofrecer alternativas a la tala para diversificar las fuentes de ingreso y mejorar el acceso a agua segura y saneamiento. Las tres acciones est¨¢n estrechamente relacionadas, y el ejemplo que lo ilustra es la protecci¨®n de las zonas de recarga. Para lograrlo, ambas organizaciones planean, en primer lugar, delimitar claramente estas ¨¢reas plantando ¨¢rboles alrededor de ellas; comenzar¨¢n en octubre, ya est¨¢ decidido y autorizado. En paralelo, persiguen que estas zonas sean incluidas en el plan de uso del suelo municipal y estudian los mecanismos legales para que el Organismo de Cuenca del Pangani y el Gobierno tanzano act¨²e contra quienes las est¨¢n explotando ilegalmente.
La protecci¨®n del medio es parte de una lucha diaria por el bien de toda una comunidad; una lucha que tambi¨¦n ejercen d¨ªa a d¨ªa personas como la se?ora Lea John desde la WUA del Yongoma para garantizar que haya agua para todos, como el se?or Abed Saleh para que la cooperativa no cierre y todos sus trabajadores mantengan su puesto, o como la del se?or Mav Elienza para que sus vecinos y ¨¦l puedan seguir plantando jengibre, tomates, jud¨ªas y batata igual que sus ancestros sin que nadie los moleste. Una lucha con objetivos diferentes pero siempre con un inter¨¦s com¨²n: garantizar unas condiciones de vida dignas para todos.
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