Esperando el tif¨®n
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez entrevista al director de cine Akira Kurosawa
El texto que sigue es parte de dos conversaciones que el escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez sostuvo en Tokio con el director de cine japon¨¦s Akira Kurosawa, en octubre de 1990. Se habl¨® de muy diversos temas en algo m¨¢s de seis horas, y la conversaci¨®n fue grabada por un amigo de ambos, por pura curiosidad. Uno de los temas fue la pel¨ªcula que Kurosawa filmaba en ese momento, Rapsodia en agosto, que ha sido presentada en el Festival de Cannes con gran ¨¦xito de p¨²blico y de cr¨ªtica y con el disgusto de algunos periodistas de Estados Unidos, que la consideraron agresiva contra su pa¨ªs. El fragmento que se publica aqu¨ª es el que corresponde a esa parte de la conversaci¨®n.
Gabo. Usted est¨¢ rodando su pel¨ªcula n¨²mero 30. ?En qu¨¦ punto se encuentra?
Akira. S¨®lo nos falta filmar un tif¨®n que est¨¢ anunciado desde ayer y todav¨ªa no llega. La semana pasada anunciaron otro, lo esperamos durante tres d¨ªas, pero no lleg¨®.
G. Ese puede ser un buen t¨ªtulo: Esperando el tif¨®n.
A. No; el t¨ªtulo ser¨¢ Rapsodia en agosto. En todo caso, si este tif¨®n tampoco llega, tendremos que filmar una tormenta simulada con grandes ventiladores y otros dispositivos truculentos.
G. Tal vez as¨ª ser¨¢ m¨¢s real. Cuando vi Rashom¨®n por primera vez, hace unos cuarenta a?os, me impresion¨® tanto la lluvia de la primera escena, que me dije: "Con este aguacero la pel¨ªcula tiene que ser muy buena". ?Era una lluvia real?
A. No. Era artificial.
G. Me lo imagin¨¦ hace pocos d¨ªas, cuando vi su ¨²ltima pel¨ªcula, Sue?os, porque all¨ª hay otro aguacero que tambi¨¦n me impresion¨®, pero esta vez por el sonido. Cuando vi Rashom¨®n no me di cuenta de que estaba dej¨¢ndome seducir por la banda sonora.
A. El sonido de la lluvia es un elemento dram¨¢tico importante.
G. No quiero que esta conversaci¨®n de amigos parezca una entrevista de prensa, pero es que tengo una gran curiosidad de saber muchas cosas m¨¢s de usted y su obra.
A. No se preocupe. Tengo suficiente tiempo mientras llega el tif¨®n.
G. Me interesa saber ante todo c¨®mo escribe sus guiones. Primero, porque yo mismo soy guionista. Y segundo, porque usted ha hecho estupendas adaptaciones de grandes obras literarias, y tengo muchas dudas sobre las adaptaciones que se han hecho o puedan hacerse de las m¨ªas.
Todav¨ªa en este momento hay 2.700 personas en el hospital de la Bomba At¨®mica esperando morir por las secuelas de la radiaci¨®n despu¨¦s de 45 a?os de agon¨ªa. Es decir, la bomba at¨®mica sigue matando japoneses
A. Cuando me surge alguna idea original que deseo convertir en gui¨®n me encierro en un hotel con papel y l¨¢piz. Entonces tengo en la mente el argumento general, y s¨¦ m¨¢s o menos como va a concluir. Cuando no s¨¦ con qu¨¦ escena empezar, sigo el curso de las ideas que me surgen de manera natural.
G. ?Lo primero que le viene a la mente es una idea o es una imagen?
A. No puedo explicarme bien, pero creo que todo empieza por varias im¨¢genes dispersas. En cambio, s¨¦ que los guionistas aqu¨ª en Jap¨®n crean primero una visi¨®n global del gui¨®n, orden¨¢ndolo por escenas, y luego de sistematizar el argumento empiezan a escribirlo. Pero yo creo que ¨¦sa no es la forma correcta de hacerlo, pues no somos Dios.
M¨¦todo intuitivo
G. ?El m¨¦todo ha sido tan intuitivo tambi¨¦n cuando ha adaptado a Shakespeare o a Gorki o a Dostoievski?
A. Los directores que hacen las pel¨ªculas a medias tal vez no se dan cuenta de que es muy dif¨ªcil transmitir al p¨²blico im¨¢genes literarias a trav¨¦s de im¨¢genes de cine. Por ejemplo, adaptando una novela policiaca en la cual se encontraba un cad¨¢ver junto a la v¨ªa f¨¦rrea, un director joven asegur¨® que cierto lugar coincid¨ªa plenamente con el del libro. "Est¨¢s equivocado", le dije. "Lo que pasa es que t¨² ya le¨ªsle la novela y sabes que junto a los rieles se encontr¨® un cad¨¢ver. Pero para las personas que no la han le¨ªdo es un lugar sin nada especial". Ese director joven estaba cautivado por el poder m¨¢gico de la literatura, sin darse cuenta de que las im¨¢genes del cine hay que expresarlas de otro modo.
G. ?Recuerda usted alguna imagen de la realidad que le parezca imposible de expresar en cine?
A. S¨ª. La de un pueblo minero que se llama Hidachi, donde yo fui asistente de direcci¨®n cuando era muy joven. El director asegur¨® al primer golpe de vista que el ambiente era magn¨ªfico y extra?o, y por eso lo filmamos. Pero las im¨¢genes s¨®lo mostraron un pueblo com¨²n y corriente, pues le faltaba algo que nosotros sab¨ªamos: que las condiciones del trabajo en Hidachi son muy peligrosas, y que las mujeres y los hijos de los mineros viven con el terror eterno de que les suceda algo. Cuando uno ve el paisaje del pueblo lo confunde con ese sentimiento, y le parece m¨¢s extra?o de lo que es. Pero la c¨¢mara no lo ve con los mismos ojos.
G. La verdad es que conozco muy pocos novelistas que hayan quedado satisfechos con la adaptaci¨®n de sus libros al cine. ?Qu¨¦ experiencia ha tenido usted con sus adaptados?
A. Perm¨ªtame antes una pregunta: ?vio usted mi pel¨ªcula Barba Roja?
G. La he visto seis veces en 20 a?os, y le habl¨¦ de ella a mis hijos casi todos los d¨ªas hasta que pudieron verla. As¨ª que no s¨®lo es la pel¨ªcula suya que m¨¢s nos gusta a m¨ª y a la familia, sino una de mis favoritas en toda la historia del cine.
A. Barba Roja constituye un punto de referencia en mi evoluci¨®n. Todas mis pel¨ªculas anteriores a ella son distintas de las posteriores. Fue el fin de una etapa y el principio de una nueva.
G. Eso se nota. M¨¢s a¨²n: dentro de la misma pel¨ªcula hay dos escenas extremas en relaci¨®n con la totalidad de su obra, y ambas son inolvidables: una es el hermoso episodio de la Mantis religiosa y la otra es el pleito a golpes de k¨¢rate en el patio del hospital.
A. S¨ª. Pero lo que quer¨ªa contarle es que el autor de la novela, Shuguro Yamamoto, se opuso siempre a que sus novelas se hicieran en cine. Hizo una excepci¨®n con Barba Roja porque yo me empe?¨¦ con una terquedad encarnizada hasta que lo logr¨¦. Sin embargo, cuando acab¨® de ver la pel¨ªcula se volvi¨® a mirar me y me dijo: "Pues es m¨¢s interesante que mi novela".
G. ?Por qu¨¦ le gustar¨ªa tanto?
A. Porque ten¨ªa una conciencia clara de las caracter¨ªsticas propias del cine. Lo ¨²nico que me solicit¨® fue tener mucho cuidado con la protagonista, una mujer totalmente fracasada, seg¨²n ¨¦l. Pero lo curioso es que la idea de mujer fracasada no estaba expl¨ªcita en su novela.
G. Tal vez ¨¦l cre¨ªa que s¨ª lo estaba. Es algo que nos suele ocurrir a los novelistas.
A. As¨ª es. Inclusive viendo las pel¨ªculas basadas en sus libros, algunos escritores dicen: "Est¨¢ bien reflejada esta parte de mi novela". Pero en realidad se refieren a algo que el director agreg¨®. Yo entiendo que lo dicen porque tal vez ven bien expresado en la pantalla, por pura intuici¨®n del director, algo que ellos quisieron escribir y no supieron c¨®mo.
?Animales actores
?G. Ya se sabe: "Los poetas son mezcladores de venenos". Pero volviendo a su pel¨ªcula actual: ?lo m¨¢s dif¨ªcil de filmar ser¨¢ el tif¨®n?
A. No. Lo m¨¢s dif¨ªcil ya fue trabajar con los animales. Serpientes nadadoras, hormigas que com¨ªan rosas. Las v¨ªboras domesticadas est¨¢n muy acostumbradas a la gente, no huyen por instinto, y se comportan como anguilas. La soluci¨®n fue capturar una gran v¨ªbora silvestre, que trataba de huir con todas sus fuerzas y de veras causaba pavor. De modo que hizo muy bien su papel. En cuanto a las hormigas, se trataba de que subieran en fila india por un rosal hasta alcanzar una rosa. Se resistieron largo rato, hasta que pusimos
una senda de miel en la rama, y las hormigas subieron. En realidad tuvimos muchas dificultades, pero vali¨® la pena, porque aprend¨ª mucho sobre ellas.
G. S¨ª; ya me di cuenta. ?Pero qu¨¦ clase de pel¨ªcula es ¨¦sta que lo mismo tiene problemas de hormigas que de tifones? ?Cu¨¢l es el argumento?
A. Es muy dif¨ªcil resumirlo en unas cuantas palabras.
G. ?Alguien mata a alguien?
A. No. Se trata simplemente de una anciana de Nagasaki, que sobrevivi¨® a la bomba at¨®mica, y cuyos nietos fueron a visitarla en el verano pasado. No he filmado escenas tremendistas, que resultar¨ªan insoportables y que, sin embargo, no explicar¨ªan por s¨ª mismas el horror del drama. Lo que quisiera transmitir es el tipo de heridas que dej¨® la bomba at¨®mica en el coraz¨®n de nuestra gente, y c¨®mo se fueron cicatrizando. Yo recuerdo bien el d¨ªa de la explosi¨®n, y todav¨ªa hoy no puedo creer que aquello haya ocurrido en la realidad de ese mundo. Pero lo m¨¢s terrible es que los japoneses ya lo echaron al olvido.
G. Para el futuro del Jap¨®n, para la identidad de los japoneses, ?qu¨¦ significa esa amnesia hist¨®rica?
A. Los japoneses no lo hablan en forma expl¨ªcita. En especial nuestros pol¨ªticos callan por temor a los Estados Unidos. Tal vez se conformen con la explicaci¨®n de Truman de que apel¨® a la bomba at¨®mica s¨®lo por apresurar el fin de la guerra mundial. Sin embargo, para nosotros la guerra contin¨²a. Oficialmente se public¨® que el n¨²mero total de muertos en Hiroshima y Nagasaki fue de 230.000. Pero en realidad hubo m¨¢s de medio mill¨®n. Y todav¨ªa en este momento hay 2.700 personas en el hospital de la Bomba At¨®mica esperando morir por las secuelas de la radiaci¨®n despu¨¦s de 45 a?os de agon¨ªa. Es decir, la bomba at¨®mica sigue matando japoneses.
Ciudad civil
G. La explicaci¨®n que parece m¨¢s racional es que los Estados Unidos apresuraron el final con la bomba por el temor de que los sovi¨¦ticos se tomaran al Jap¨®n primero que ellos.
A. S¨ª. Pero ?por qu¨¦ lo hicieron en una ciudad donde s¨®lo hab¨ªa civiles que no ten¨ªan nada que ver con la guerra? Hab¨ªa concentraciones militares que realmente la estaban haciendo.
G. Tampoco la tiraron en el palacio Imperial, que deb¨ªa ser un espacio muy vulnerable en el coraz¨®n de Tokio. Y me parece que todo eso se explica porque quer¨ªan dejar intactos al poder pol¨ªtico y al poder militar para hacer una negociaci¨®n r¨¢pida sin tener que repartir el bot¨ªn con sus aliados. Es una experiencia que ning¨²n otro pa¨ªs tuvo en toda la historia de la humanidad. Ahora bien: si Jap¨®n se hubiera rendido sin la bomba at¨®mica, ?ser¨ªa hoy el mismo Jap¨®n que es?
A. Es dif¨ªcil saberlo. Las personas que sobrevivieron en Nagasaki no quieren recordar su experiencia porque la mayor¨ªa de ellos, para sobrevivir, tuvieron que abandonar a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos. Todav¨ªa no pueden dejar de sentirse culpables. Luego, las fuerzas-estadounidenses que ocuparon el pa¨ªs durante seis a?os influyeron por muchos medios para acelerar el olvido, y el Gobierno japon¨¦s colabor¨® con ellos. Yo estar¨ªa dispuesto, inclusive, a entender todo eso como parte de la inevitable tragedia generada por la guerra. Pero creo que, por lo menos, el pa¨ªs que tir¨® la bomba debe presentar disculpas al pueblo japon¨¦s. Mientras eso no suceda, este drama no habr¨¢ terminado.
G. ?Hasta qu¨¦ punto? ?No se podr¨ªa compensar la desgracia con una larga era de felicidad?
A. La bomba at¨®mica constituy¨® el punto de partida de la guerra fr¨ªa y de la carrera armamentista, y marc¨® el principio del proceso de creaci¨®n y utilizaci¨®n de la energ¨ªa nuclear. La felicidad no ser¨¢ nunca posible con ese origen.
G. Ya veo: la energ¨ªa nuclear naci¨® como una fuerza maldita, y una fuerza que nace maldita es un tema perfecto para Kurosawa. Pero a m¨ª lo que me preocupa es que usted no est¨¢ condenando a la energ¨ªa nuclear por s¨ª misma, sino por el mal uso que se le dio desde el principio. La electricidad sigue siendo buena, a pesar de la silla el¨¦ctrica.
A. No es lo mismo. Yo pienso que la energ¨ªa nuclear est¨¢ fuera de las posibilidades de control que puede establecer el ser humano. En el caso de que se cometiera un error en el manejo de la energ¨ªa nuclear, el desastre inmediato ser¨ªa in menso, y la radiactividad permanecer¨ªa por cientos de generaciones. En cambio, cuando est¨¢ hirviendo el agua, basta con dejarla enfriar y ya no ser¨¢ peligrosa. Dejemos de usar elementos que siguen hirviendo por centenares de miles de a?os.
G. La fe que le tengo al ser humano se la debo en gran parte a las pel¨ªculas de Kurosawa. Pero tambi¨¦n comprendo su posici¨®n por la terrible injusticia de que hayan usado la bomba at¨®mica solamente contra los civiles, y porque norteamericanos y japoneses se hayan confabulado para que el Jap¨®n la olvide. Pero me parece igualmente injusto que la energ¨ªa nuclear se considere maldita para siempre sin pensar que puede prestar un gran servicio civil a la humanidad. Hay en eso una confusi¨®n de sentimientos que se debe a la irritaci¨®n que usted tiene porque sabe que el Jap¨®n ha olvidado, y porque los culpables, que son los Estados Unidos, no han terminado por reconocer su culpa y por darle al pueblo japon¨¦s las excusas debidas.
A. El ser humano ser¨¢ m¨¢s humano cuando tenga conciencia de que hay aspectos de la realidad que no puede manejar. Creo que no tenemos derecho de generar ni?os sin ano ni caballos con ocho patas, como est¨¢ ocurriendo en Chernobil. Pero ahora me parece que esta conversaci¨®n se ha vuelto demasiado ser¨ªa, y no era esa mi intenci¨®n.
?Un joven periodista
?G. Hemos hecho bien. Cuando los temas son tan serios como ¨¦ste no hay m¨¢s remedio que tratarlos en serio. ?La pel¨ªcula que est¨¢ terminando arroja luces sobre su pensamiento en este asunto?
A. No en forma directa. Yo era un joven periodista cuando tiraron la bomba, y quer¨ªa escribir art¨ªculos sobre lo que ocurri¨®, pero estuvo totalmente prohibido hasta que termin¨® la ocupaci¨®n. Ahora, para hacer esta pel¨ªcula, me puse a investigar y estudiar el tema, y s¨¦ mucho m¨¢s que entonces. Pero si hubiera expresado mi pensamiento directamente en la pel¨ªcula, no habr¨ªa podido exhibirse en el Jap¨®n actual, ni en ninguna parte.
G. ?Usted cree que ser¨ªa posible publicar la transcripci¨®n de este di¨¢logo?
A. No tengo inconveniente. Al contrario. Es un tema sobre el que muchas personas en el mundo deben opinar sin restricciones de ninguna clase.
G. Muchas gracias. Al fin de cuentas, creo que si yo fuera japon¨¦s ser¨ªa tan intransigente como usted en este tema. Y de todos modos lo comprendo. Ninguna guerra es buena para nadie.
A. As¨ª es. Pero lo malo es que cuando empiezan los tiros, hasta Cristo y los ¨¢ngeles se convierten en jefes del Estado Mayor.
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