Claveles
Guerras y cataclismos se repiten todos los d¨ªas sobre la faz de la tierra
En cualquier ciudad del mundo donde est¨¦s tomando una copa en una terraza al aire libre a las nueve en punto de la noche ver¨¢s aparecer a un ser misterioso de rostro ahumado, con pinta de paquistan¨ª o indio de Banglad¨¦s, que lleva un ramo de claveles de invernadero en la mano. Este vendedor de claveles se limita a pasear entre las mesas, como un aut¨®mata. No importuna a nadie para imponer su mercanc¨ªa. Ni siquiera sonr¨ªe. Solo murmura unas palabras en voz baja. Lo l¨®gico es pensar que se trata del negocio de una perversa multinacional que explota a la gente desesperada, pero la actitud de este ser es la de estar realizando la extra?a misi¨®n de mostrar esas flores impulsado por una fuerza que es dif¨ªcil imaginar de donde procede. Si a las nueve de la noche, seg¨²n la rotaci¨®n de las horas alrededor de la Tierra, est¨¢s en cualquier terraza nocturna de Roma, Par¨ªs, Londres, Nueva York, Buenos Aires, S¨ªdney o Madrid, ese mensajero de los claveles har¨¢ su aparici¨®n. Es uno entre decenas de miles que componen un despliegue planetario. Nunca se ha dado el caso de que alguno de ellos haya vendido una sola flor. Esos claveles no huelen, est¨¢n muertos, como puede que tambi¨¦n est¨¦n muertos esos emisarios que los llevan en la mano y los ofrecen con un gesto imp¨¢vido despu¨¦s de una oraci¨®n. Guerras y cataclismos se repiten todos los d¨ªas sobre la faz de la tierra. Las fuerzas del mal que amenazan con la destrucci¨®n de la humanidad puede que lo hayan conseguido ya y todos los que bebemos y parloteamos en las terrazas de los bares hace tiempo que hemos muerto sin saberlo. Flores, flores para los muertos, murmura en voz baja ese emisario entre las mesas. Tambi¨¦n puede ser que estos misteriosos vendedores de claveles formen un anillo perenne que rota alrededor del planeta, para evitar que la Tierra se pare y todo se venga abajo.
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