Excesivo electoralismo

La simpleza de los debates que est¨¢n produci¨¦ndose en Espa?a sobre la crisis de Grecia solo se explica por la proximidad de las elecciones generales. En lugar de pensar obsesivamente en las urnas, habr¨ªa que demostrar sentido de Estado respecto a las consecuencias del grave problema que representa la relaci¨®n entre Atenas y el conjunto de los Gobiernos de la UE.

El PP busca con especial ah¨ªnco la traslaci¨®n autom¨¢tica a los espa?oles de la situaci¨®n griega como modo de visualizar lo que pasar¨ªa en este pa¨ªs si el partido gobernante dejara de serlo. Y el ejemplo m¨¢s reciente es la voluntad de que el Congreso de los Diputados se pronuncie sobre el rescate griego, sin obligaci¨®n legal de hacerlo; y sin que el Parlamento fuera convocado en 2012 para votar las condiciones a la recapitalizaci¨®n europea de los bancos espa?oles, con el mismo presidente del Gobierno e id¨¦ntica mayor¨ªa.

Es evidente el oportunismo en este cambio de criterio sobre las funciones del Parlamento. Ninguneado por el PP durante sus a?os de ejercicio de la mayor¨ªa absoluta, ahora esta misma fuerza le moviliza en las semanas previas a la cita con las urnas para culminar un programa legislativo controvertido y retrasado. Y a ¨²ltima hora se le intenta meter en el arsenal de campa?a. Lamentables, tambi¨¦n, no solo la insinuaci¨®n de que Podemos es ¡°el partido de Tsipras¡±, sino la voluntad de meter en el mismo saco a Pedro S¨¢nchez, el aspirante socialista a la presidencia del Gobierno.

Tampoco resulta tranquilizadora la reacci¨®n del PP a los preparativos de Artur Mas y sus correligionarios del credo independentista. Suficientemente delicado es el asunto como para que la reacci¨®n del partido gobernante consista en proponer, in extremis, un pacto electoral en Catalu?a a las fuerzas pol¨ªticas antinacionalistas o que no comparten la pulsi¨®n independentista. ?Para qu¨¦ lo hace as¨ª? ?Quiz¨¢ para acusar a los dem¨¢s de haberle dejado solo si no ceden a su pretensi¨®n? ?Como recuerdo del nefasto cord¨®n sanitario sufrido hace a?os? No est¨¢n los tiempos para improvisaciones, tras haber dejado oxidarse los mecanismos de relaci¨®n y entendimiento con el PSOE, es decir, con el principal partido de la oposici¨®n en Espa?a; y sin aclarar el programa de la hipot¨¦tica alianza.

El electoralismo tambi¨¦n ha hecho presa en otros terrenos. Plantear un techo de gasto p¨²blico para 2016 inferior al del ejercicio en curso no es ¨®bice para haber rebajado las tarifas del IRPF ni para sugerir ¡°negociaciones¡± con vistas a la mejora de las retribuciones de los funcionarios, ciertamente castigados durante la crisis. Hay que explicar c¨®mo se casa la mayor promesa de gasto p¨²blico con la probabilidad de menores ingresos, m¨¢s all¨¢ del pron¨®stico de que el crecimiento proporcionar¨¢ m¨¢s fondos y sin detalles que demuestren lo bien que, seg¨²n el Gobierno, va la recaudaci¨®n.

Por supuesto, no es la primera vez que se despliega el electoralismo en este pa¨ªs, ni ser¨¢ la ¨²ltima. Pero llevarlo a cabo directamente con los Presupuestos del Estado representa el riesgo adicional de da?ar la confianza en la seriedad de las finanzas p¨²blicas.