Guerra de banderas
Tan est¨²pido es considerar que todos los nordistas fueron buenos como que todos los sudistas fueron tan malos
En las fotograf¨ªas, a la izquierda aparece una recreaci¨®n de la bandera de los Estados Confederados de Am¨¦rica, obra del artista GaryckArnzten. Y a la derecha, una imagen del linchamiento de Jesse Washington, en Waco, Texas, en 1916.
Jesse era un pe¨®n agr¨ªcola afroamericano de 17 a?os de edad a quien un jurado acababa de declarar culpable de la muerte de la mujer de su patr¨®n. Tras el veredicto, una multitud enloquecida se lo llev¨® a rastras a la plaza mayor, donde le golpearon, le acuchillaron, le castraron, le colgaron de un ¨¢rbol sobre una hoguera y le quemaron vivo.
La imagen sonriente del muchacho blanco que aparece en el margen inferior derecho de la fotograf¨ªa del linchamiento hiela la sangre. Para ¨¦l al igual que para el resto de los quince mil espectadores, la v¨ªctima no era humana, sino de alguna otra especie. El ¨²nico tab¨² que la turba respet¨® fue el del canibalismo, pero solo ese: partes del cuerpo carbonizado de Jesse fueron vendidas como recuerdos. Mas su martirio no fue en vano: la divulgaci¨®n de sus im¨¢genes impuls¨® las primeras reacciones organizadas en contra de la deshumanizaci¨®n del Negro.
Comprendo as¨ª que la bandera confederada est¨¦ asociada con una discriminaci¨®n secular y que, hace ya unos d¨ªas, Carolina del Sur haya resuelto oficial y finalmente arriar la bandera y llevarla a un museo militar.
Ahora bien, la reacci¨®n contra los usos oficiales de la bandera de los Estados Confederados de Am¨¦rica no deber¨ªa llevar al extremo contrario, a prohibir su uso por los particulares y a deshumanizar a todos quienes se identifican con el Sur. En las academias militares americanas, la ejecutoria de Stonewall Jackson (1824-1863), uno de los mejores generales de la Guerra Civil y que luch¨® por la Confederaci¨®n, se estudia todav¨ªa hoy como justamente ejemplar. Tan est¨²pido es considerar que todos los nordistas fueron buenos como que todos los sudistas fueron tan malos. El demonio de la deshumanizaci¨®n del adversario nos tienta a todos.
Ser¨ªa una necedad censurar a Kayne West, un rapero prodigioso, porque no hace mucho se ech¨® al cuello una bandera confederada
De ah¨ª los equilibrios en los casos de la vida real: hace unas semanas, en Walker, el Tribunal Supremo federal estadounidense ha resuelto por mayor¨ªa que los Gobiernos no est¨¢n obligado a incluir cualquier s¨ªmbolo en sus mensajes oficiales. En 2009, el cap¨ªtulo de Texas de los Hijos de veteranos de la Confederaci¨®n, una asociaci¨®n, solicit¨® la homologaci¨®n de una matr¨ªcula para autom¨®viles en la cual figuraba el nombre de la asociaci¨®n, su logo y la bandera confederada. El organismo competente deneg¨® la solicitud por unanimidad. La asociaci¨®n recurri¨® ante los tribunales y aleg¨® la violaci¨®n de su derecho constitucional a la libertad de expresi¨®n. Perdi¨®: todo lo que se puede ver y leer en la matr¨ªcula de un coche es discurso y competencia del Gobierno, escribi¨® el juez Stephen Breyer, y al Gobierno mismo compete decidir qu¨¦ se puede incluir en el mensaje y qu¨¦ no. De hecho, a?adi¨®, ning¨²n Gobierno podr¨ªa funcionar si, en todas sus comunicaciones oficiales hubiera de dar entrada a los mensajes contrarios de los adversarios de las pol¨ªticas gubernamentales.
El voto particular contrario a la convalidaci¨®n de la denegaci¨®n sosten¨ªa el discurso y la imagen de la bandera propuestos por los demandantes eran puramente privados, no oficiales, y que la regulaci¨®n gubernamental del estado de Texas permite incluir tales mensajes en las matr¨ªculas de los coches, pagando naturalmente. As¨ª las cosas, defend¨ªa, el Gobierno no deber¨ªa poder discriminar entre aquellos mensajes que le gustan y los que le disgustan. Ustedes mismos.
Yo creo que la sentencia es razonable, sobre todo si su alcance se constri?e a los mensajes gubernamentales. Y es que ser¨ªa una necedad prohibir camisetas con la bandera de la Confederaci¨®n, o censurar a Kayne West, un rapero prodigioso, porque no hace mucho se ech¨® al cuello una bandera confederada.
En Europa carecemos de la posibilidad de comprar espacio en las matr¨ªculas de nuestros autom¨®viles para cultivar nuestro ego. Mas tampoco disponemos de la misma libertad de expresi¨®n que los americanos sino que, a menudo, mareamos a nuestros jueces exigi¨¦ndoles que censuren, acoten, excluyan o sancionen la expresi¨®n que nos desagrada. Por suerte, artistas muy seguros de s¨ª mismos, como Kayne West, siguen ah¨ª para re¨ªrse de todos nosotros.
Pablo Salvador Coderch Catedr¨¢tico de derecho civil Universitat Pompeu Fabra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.