Los videntes
De las meigas dicen que haberlas hainas. De los tontos no hace falta
Enterado de que la Audiencia Nacional lo investigaba, David Marjaliza reaccion¨® con sorprendente sangre fr¨ªa y consult¨® a una bruja. En momentos angustiosos nunca hay que perder la grandeza. Paloma, echadora de cartas, le traslad¨® a una amiga del jefe de la P¨²nica que estaba a salvo y que se iba a descojonar.
Pujol ten¨ªa a una bruja de guardia, una mujer a la que acudi¨® para que le curase un tic en el ojo y a la que termin¨® confiando asuntos familiares y de gobierno, sin que la vidente, con sus poderes sobrenaturales, pudiese distinguirlos. Dice la mujer que le purificaba pas¨¢ndole un huevo por la espalda y que el molt honorable, con los chakras abiertos, se llevaba comisi¨®n de los amigos a los que mandaba a consulta. Marjaliza quer¨ªa saber el futuro; Pujol solo quer¨ªa alargar el presente.
Hubo hace a?os un expresidente de un club de f¨²tbol, el Castell¨®n, que busc¨® asesoramiento espiritual para enamorar a una mujer; le cobraron 165.000 euros y al no conseguir la conquista se present¨® con una banda armada en el piso para que le devolviesen el dinero. Su defensa en el juicio fue de manual: primero reconoci¨® la p¨®cima (un ung¨¹ento car¨ªsimo de agua, flores y tierra de cementerio) con la que la mujer volver¨ªa a su lado, luego dijo que solo buscaba suerte en los negocios y finalmente que era una inversi¨®n en la bruja: ¨¦l cre¨ªa en el negocio de Luc¨ªa Sociedad Limitada. Un periodista de Cuatro pregunt¨® al padre de la pitonisa por el lujoso tren de vida de su chica. "Si hay tontos...", contest¨®.
En aquel descenso de ascensor de Woody Allen en el que se explicaban los pisos como c¨ªrculos del infierno de Dante los clientes de las videntes, no las videntes, deb¨ªan ocupar un puesto de honor. Que hayan aparecido por fin en las grabaciones de una red de corrupci¨®n se?ala su s¨®tano exacto. A los cumplea?os, las putas, las escopetas y la pasta le faltaba una se?ora que guiase ese mundo a golpe de baraja, una especie de or¨¢culo con t¨²nica que se dirigiese a ellos desde una hora inconcreta de la madrugada.
Esos minutos que Pujol no encontr¨® en d¨¦cadas para regularizar su dinero los gastaba pas¨¢ndose un huevo por la espalda. La aprensi¨®n de Marjaliza con m¨¢s de 400 cuentas bancarias era tal que ten¨ªa a una se?ora al tel¨¦fono tir¨¢ndole las cartas. En lugar de pedir que les descifrasen el pasado, donde se localizaba el problema, reclamaban que les adelantasen el futuro. No les bastaba con corromper lo que ten¨ªan alrededor: quer¨ªan sobornar el tiempo, meterle billetitos a una magnitud f¨ªsica para que les adjudicase la concesi¨®n de un agujero negro. De las meigas dicen que habelas hainas. De los tontos no hace falta.
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