Miseria de la Historia
El historiador interpreta el pasado y vaticina el futuro para convertirse en siervo del pol¨ªtico
La Historia es algo m¨¢s que una disciplina de las Humanidades. Realmente las envuelve a todas. La musa Cl¨ªo ha resultado ser muy ambiciosa. Un profesor de Ling¨¹¨ªstica, de Literatura, de Arte ¡ªpongamos por caso¡ª dedica una gran cantidad de esfuerzos a escudri?ar los antecedentes del correspondiente objeto de estudio. Es lo m¨¢s lucido, pero as¨ª avanza poco la ciencia. Hay como un embeleso de los or¨ªgenes. Parece ser que las cosas son lo que fueron, pero se trata de una gran falacia. La moda (algo cansina ya) afecta tambi¨¦n a los comentaristas de opini¨®n, a cualquier forma de discurso sobre la actualidad.
Otros art¨ªculos del autor
Se pueden citar varias docenas de buenos libros que llevan en el t¨ªtulo las voces ¡°Espa?a¡± o ¡°los espa?oles¡±. Casi todos ellos son realmente historias de Espa?a. Recuerdo un libro intrigante de mis a?os mozos: Los espa?oles del a?o 2000, de Jos¨¦ Mar¨ªa Fontana. Pues bien, apenas habla del futuro, que entonces significaba el a?o 2000. Casi todo el texto se refiere al pasado, incluso al remoto.
Una particularidad de la Historia es que, cuanto m¨¢s nos alejamos del presente hacia atr¨¢s, los relatos se refieren fundamentalmente a personas con nombres y apellidos. Salvo excepciones, las historias de Espa?a son de ep¨®nimos, sean pol¨ªticos, generales o ricoshombres. Vulgarmente se dice que son historias ¡°de batallitas¡±, aunque incluyan tablitas econ¨®micas para despistar. Es una forma de no entender lo que pas¨®. Claro es que las personalidades influyen en los acontecimientos, pero tambi¨¦n se precisa saber algo de las mentalidades, las corrientes de opini¨®n, las formas de ver el mundo. Para eso se necesita abstraer, una operaci¨®n que no agrada mucho a los historiadores, ni a otros profesionales espa?oles. Ese personalismo se nota tambi¨¦n en la definici¨®n del campo de la cultura: se ha reducido pr¨¢cticamente a espect¨¢culo. Es decir, la cultura que ahora priva requiere protagonistas sobre un escenario.
La mayor paradoja es que nos hemos acostumbrado a que los historiadores nos resuelvan las preocupaciones actuales y nos anticipan las del inmediato porvenir. Si son extranjeros, es ya la perfecci¨®n. La vulgaridad de ¡°la Historia como maestra de la vida¡± nos ha desilusionado un poco. No se entiende por qu¨¦ nuestros antepasados nos tienen que ense?ar a despejar las incertidumbres de hoy. Algunos fueron egregios, pero otros mediocres y algunos rastacueros. Bastante tenemos con entender lo que ocurri¨® en el pasado. No le pidamos m¨¢s. Si se repite, puede ser una farsa, que dijo el cl¨¢sico.
En muchas pel¨ªculas subvencionadas en los ¨²ltimos lustros, los h¨¦roes son los de la Espa?a republicana
El historiador como int¨¦rprete del presente y vaticinador del futuro acaba convirti¨¦ndose en siervo del pol¨ªtico. Pasa algo as¨ª como en el caso de esos jueces que, en sus sentencias y apariciones p¨²blicas, nos hacen ver de qu¨¦ ideolog¨ªa dependen. Es algo que podr¨ªa parecer vergonzoso, pero pasa inadvertido como parte del paisaje de la vida p¨²blica.
As¨ª llegamos a la mayor de las aberraciones intelectuales en la Espa?a de hoy: la llamada ¡°memoria hist¨®rica¡±. Consiste en que debemos recordar p¨²blicamente el pasado reciente, pero no todo ¨¦l, sino aproximadamente la mitad, puesto que de las dos Espa?as se trata. Tenemos que olvidar una de ellas y destacar la otra. El argumento es que durante el franquismo se produjo la vergonzosa operaci¨®n opuesta de silenciar la Espa?a vencida en la Guerra Civil. Ahora hay que rehabilitarla, incluso haciendo ver simb¨®licamente que deber¨ªa haber triunfado en la Guerra Civil. La operaci¨®n ya se viene haciendo de forma vergonzante durante toda la Transici¨®n. No hay m¨¢s que analizar las pel¨ªculas que se han subvencionado en los ¨²ltimos lustros. En casi todas ellas los h¨¦roes son los de la Espa?a republicana. Da la impresi¨®n de que ese fue el bando vencedor. Ahora se trata de redondear la haza?a. Los historiadores pueden ponerse al servicio de la ¡°memoria hist¨®rica¡± y hacernos ver que solo interesan los espa?oles de un bando. Por ejemplo, dos buenos escritores y poco pol¨ªticos, Lorca y Maeztu, fueron ambos fusilados, cada uno por un bando. Del primero lo sabemos todo; del segundo se ha borrado el rastro. Y eso antes de que florezca la operaci¨®n de la ¡°memoria hist¨®rica¡±. Qu¨¦ no ser¨¢ cuando, dentro de poco, el arco de la victoria de La Moncloa madrile?a sea dedicado a las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil. Siempre habr¨¢ un historiador que sepa emular a Antonio Tovar y nos coloque otra placa alusiva en lat¨ªn.
Amando de Miguel es soci¨®logo.
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