Nostalgia de liderazgo
El problema de Europa es Europa: el haber perdido sus valores ilustrados y humanistas
La promesa de la soberan¨ªa sigue siendo una estrategia pol¨ªtica demasiado recurrente en un mundo en el que los Estados ya no tienen el monopolio de la mayor parte de los poderes de su dominio tradicional. Tratan de compensarlo haciendo gui?os al nacionalismo, el imperialismo o el autoritarismo. Por eso, m¨¢s que la expresi¨®n de un discurso renovado de la soberan¨ªa estatal, las nuevas manifestaciones de los discursos soberanistas entendidas en clave de Estado-naci¨®n deber¨ªan verse como los iconos de su propia erosi¨®n. Esa espectacular teatralidad de la performance sobre el poder soberano que hemos visto estos ¨²ltimos tiempos, tanto en Grecia como en Alemania, por poner s¨®lo dos ejemplos recientes, encarnan lo contrario a aquello que quieren expresar; el poder del no,el car¨¢cter residual de un poder que se ha evaporado y cuyo ejercicio no ha hecho m¨¢s que revelar apocamiento y vulnerabilidad por un lado, y autoritarismo disciplinario, por otro.
Otros art¨ªculos de la autora
Por una parte, hemos asistido exasperados a la convocatoria de un refer¨¦ndum que se nos present¨® como un ejercicio de soberan¨ªa del pueblo griego, aunque Tsipras era perfectamente consciente de que no iba a poder cumplir sus promesas electorales. De otra parte, hemos presenciado con la misma exasperaci¨®n un acuerdo posterior sobre la deuda que tambi¨¦n se nos ha vendido como una respuesta soberana alemana. En medio de tanto ejercicio soberano de democracia directa y democracia representativa nos hemos quedado con ¨²nica pregunta: ?d¨®nde est¨¢ Europa? La respuesta es que Europa est¨¢ hu¨¦rfana de l¨ªderes.
Soberano es quien decide. Pero para decidir hay que ejercer el liderazgo, y lo que tenemos en Europa es puro seguidismo de las opiniones p¨²blicas de cada naci¨®n, que nos devuelven la imagen de aquel liderazgo que afirmaba ¡°yo soy el l¨ªder, tengo que seguir al pueblo¡± (Ostrogorski). La inmensa mayor¨ªa de los griegos piensa que Alemania es la responsable de sus desgracias, del mismo modo que Merkel sabe que el grueso de la opini¨®n p¨²blica alemana desconf¨ªa de Grecia. La sobreactuaci¨®n del Gobierno alem¨¢n despu¨¦s de la victoria del no en el refer¨¦ndum griego ha estado determinada por ¡°lo que gusta y lo que no gusta a la sociedad¡±. Esta performance teatralizada no es m¨¢s que un ejemplo de lo que John Stuart Mill denominaba ¡°el gobierno de la opini¨®n¡±. Lo que hoy nos une como europeos no son los ideales del proceso de unificaci¨®n, sino el euroescepticismo y la ausencia de l¨ªderes.
En este contexto, hemos focalizado sobre pa¨ªses concretos problemas europeos que deber¨ªan haberse abordado de otra manera. El problema de Europa no es Grecia, sino la propia Europa. Y sin embargo, cada vez es m¨¢s dif¨ªcil encontrar l¨ªderes que defiendan Europa m¨¢s all¨¢ de una visi¨®n rigorista y tecnocr¨¢tica dirigida a preservar las denominadas ¡°reglas del juego¡±. Europa pierde su sentido por el uso que hace de los medios que parad¨®jicamente se dio para preservar su sentido. Sobre todo las razones normativas de sus obligaciones, como el no humillar a los m¨¢s d¨¦biles, el ir m¨¢s all¨¢ de los discursos particularistas de cada Estado, la obligaci¨®n de recuperar los valores humanistas e ilustrados de democracia, diversidad y solidaridad. S¨ª, esa solidaridad que tanto escasea con la crisis de los refugiados.
Lo que ahora tenemos es puro seguidismo de las opiniones p¨²blicas de cada naci¨®n
La contradicci¨®n es que los Estados-naci¨®n siguen siendo el ¨¢mbito en el que uno debe ganar las elecciones mientras que el proyecto europeo s¨®lo podr¨¢ salvarse si es capaz de transgredir esa l¨ªnea roja autoimpuesta; la del marco del Estado-naci¨®n para hacer frente con una sola voz a los grandes desaf¨ªos del siglo XXI. El siglo de la trasnacionalizaci¨®n, como sostiene el viejo Habermas, s¨®lo puede abordarse desde una democracia trasnacionalizada. Lo que ahora nos parece un imposible pol¨ªtico, contin¨²a el fil¨®sofo, s¨®lo podr¨¢ ir materializ¨¢ndose si hay l¨ªderes a la altura de las circunstancias. Y esto exige que los l¨ªderes de las naciones m¨¢s poderosas asuman la obligaci¨®n moral de salir de sus intereses particularistas para seguir la hoja de ruta marcada por un demos europeo democr¨¢tico.
Hoy sabemos que gran parte de la desconfianza de la ciudadan¨ªa europea deriva de la distancia tecnocr¨¢tica con la que se ha construido la Uni¨®n, y de la imposibilidad para sujetarla a un verdadero control democr¨¢tico. Esta visi¨®n aparentemente ut¨®pica es el ¨²nico ant¨ªdoto que nos queda ante la distop¨ªa en la que se ha instalado Europa. Como sostiene Habermas, ni el diagn¨®stico m¨¢s negro deber¨ªa descargarnos de la obligaci¨®n de intentar lo mejor.
M¨¢riam Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n es profesora de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.