Ni?os obreros: ilegal, pero barato
Casi ocho millones de menores de 18 a?os trabajan en Bangladesh Realizan jornadas completas, sin d¨ªas de descanso y en condiciones infrahumanas


¡°No tengo tiempo de jugar¡±. Emon Hawlader se divierte tan solo los viernes por la tarde, el ¨²nico tiempo libre del que dispone desde que empez¨® a trabajar hace dos a?os y medio como mec¨¢nico de veh¨ªculos. ¡°Juego solo, tirando una pelota a la pared¡±, dice el chico t¨ªmido, triste y sucio de holl¨ªn y aceite de motor. Tiene solo 13 a?os, vive en una chabola de chapa de unos nueve metros cuadrados que comparte con los otros cinco miembros de su familia, sus padres y tres hermanas peque?as, muy cerca de las v¨ªas del tren en un slum de Dacca, capital de Bangladesh. El cr¨ªo es uno de los 168 millones de menores v¨ªctimas del trabajo infantil en el mundo y uno de los 7,9 millones ni?os obreros que la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT) estima que hay en su pa¨ªs.
Emon Hawlader gana 1.500 takas (17,5 euros) al mes. A cambio, trabaja los 365 d¨ªas del a?o, nueve horas diarias, aunque a veces alarga su jornada toda la noche si hay muchos veh¨ªculos que reparar. Aguanta las bofetadas, martillazos u otras agresiones de su jefe cuando se equivoca, y se lleva alg¨²n golpe en la cabeza cuando est¨¢ debajo de un coche y hace alg¨²n mal movimiento. ?Por qu¨¦ un ni?o de 13 a?os est¨¢ arreglando buj¨ªas y pistones en vez de jugando al f¨²tbol con amigos en el recreo del colegio entre clases? El patr¨®n dice que est¨¢ aprendiendo el oficio y "sac¨¢ndose un dinerillo mientras estudia". "S¨¦ que est¨¢ prohibido, pero no le exploto", apostilla. La madre explica que el sueldo del padre, ayudante de un conductor de camioneta, no da para comer y pagar el alquiler. Por eso, su hijo y la mayor de las chicas, de 11 a?os, trabajan.
As¨ª lo relata el ni?o: ¡°No se supone que tenga estar feliz o sentirme bien, sino ayudar a la familia. El jefe me rega?a, no se porta bien conmigo, pero si trabajas en un taller es normal que te peguen¡±.
¡°Es por la pobreza¡±, sentencia Abdus Shahid Mahmood, presidente de la Bangladesh Shishu Adhikar Forum (BSAF), una coalici¨®n de organizaciones contra el trabajo infantil. La ecuaci¨®n es as¨ª de sencilla. En Bangladesh, un 43,25% de sus 156,5 millones de habitantes vive en situaci¨®n de pobreza extrema ¡ªcon menos de 1,25 d¨®lares al d¨ªa¡ª. Y un 80% de los que tienen un empleo subsiste con menos de dos d¨®lares diarios. Gran parte de ese abultado porcentaje de miseria lo engrosan y sufren los ni?os, que representan un 40% de la poblaci¨®n del pa¨ªs (m¨¢s de 60 millones). El resultado: abundante mano de obra muy barata.
¡°De acuerdo con la legislaci¨®n, los menores de 14 a?os no pueden trabajar. Y los que tienen entre 15 y 17 pueden ser contratados, pero no en empleos peligrosos para su salud f¨ªsica o mental¡±, apunta Shahid Mahmood en referencia a la Bangladesh Labour Act (ley del trabajo) de 2006 y la Child Labour Elimination Policy (NCLEP) aprobada en 2010. Pero tales leyes no se cumplen. Casi ocho millones de ni?os son la prueba; el 93,3% trabaja informalmente por salarios p¨ªrricos de entre 10 y 20 euros al mes, en condiciones infrahumanas y sin derecho alguno. As¨ª lo revela la ¨²ltima estad¨ªstica oficial disponible realizada por el Gobierno en 2003. ¡°Y sabemos que el n¨²mero ha aumentando desde entonces. Calculamos que ahora hay 10 millones, pues la poblaci¨®n aumenta, hay m¨¢s inmigraci¨®n de las zonas rurales a la ciudad y los peque?os encuentran empleo m¨¢s f¨¢cilmente para mantener a la familia¡±, abunda. Si esa cifra se confirmase en la nueva encuesta p¨²blica al respecto que est¨¢ elaborando el actual Gobierno y cuyos resultados se conocer¨¢n a finales de 2015, m¨¢s del 16% de los ni?os del pa¨ªs estar¨ªan en esta situaci¨®n. Multiplicar¨ªan por cinco la plantilla de la empresa privada con m¨¢s empleados del mundo: Wallmart.
La infancia bengal¨ª, en datos
En Bangladesh hay 156.511.000 habitantes, un 40% (61.950.000) de ellos, menores de 18 a?os, seg¨²n datos del censo de la Bangladesh Bureau Statistics (BBS) de 2011.
Teniendo en cuenta que 16.328.000 son menores de 5 a?os, hay 45.622.000 de ni?os entre 5 y 18 a?os. Y de estos, seg¨²n la encuesta p¨²blica sobre trabajo infantil m¨¢s reciente (2003), 7,9 millones trabajaban.
La Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT) subraya, de entre los datos de la estad¨ªstica del Gobierno de Bangladesh, que 4,9 millones de menores de 14 a?os (el 14,2% del total de los ni?os de entre 5 y 14 a?os del pa¨ªs) realizaban alg¨²n tipo de trabajo, lo que est¨¢ prohibido por la ley.? Y de los que est¨¢n por encima de esa edad, la mayor¨ªa estaban enrolados en labores peligrosas que no les est¨¢n permitidas. Esto explica que el 93,3% del trabajo infantil sea informal, es decir, fuera de la legalidad. Sin contratos ni derechos.
- Por g¨¦nero, entre los ni?os trabajadores (de 5 a 17 a?os), el 73,5% son ni?os y el 26,5% ni?as.
- Por lugar de residencia, de los 7,9 millones de menores dentro del mercado laboral, 6,4 millones viv¨ªan en zonas rurales y 1,5 en urbanas.
- Por sectores, 4,5 millones de cr¨ªos estaban enrolados en la agricultura, dos millones en servicios y 1,4 millones en la industria.
- Un total de 1,3 millones de menores trabajan 43 horas o m¨¢s a la semana.
En cuanto a la educaci¨®n, los datos de asistencia a la escuela y alfabetizaci¨®n completan una fotograf¨ªa tirando a negro para la infancia bengal¨ª. Unicef se?ala que mas de cuatro millones ¡ªun 23%¡ª de ni?os entre 6 y 10 a?os (edad obligatoria de escolarizaci¨®n) no van al colegio. Una tasa que engordan, sobre todo, los ni?os de hogares pobres y que aumenta con la edad, pues a partir de lo nueve a?os muchos abandonan la escuela para empezar a trabajar, indica el organismo de las Naciones Unidas para la infancia. As¨ª, cuando llegan a los 14 a?os, un 49% de menores de hogares en situaci¨®n precaria no reciben ning¨²n tipo de formaci¨®n, mientras que entre los ricos, el porcentaje de menores fuera del sistema son el 19%.
¡°No hay castigo ni acciones p¨²blicas para acabar con este problema. El Gobierno tiene planes, pero hay que implementarlos¡±, se queja este testigo de abundantes injusticias. ¡°Los pol¨ªticos deber¨ªan hacer m¨¢s para proteger a la infancia. Las autoridades deber¨ªan ir a los slums, pero no van, y cuando lo hacen es para recibir dinero y mirar para otro lado¡±, acusa Shahid Mahmood ya casi exhausto en su enfado. La madre de Emon sabe bien que la polic¨ªa podr¨ªa multarles ¡ªa los padres y al empleador¡ª, pero que eso no ocurrir¨¢. ¡°Nunca vienen por aqu¨ª¡±, reconoce encogiendo los hombros, sentada en su ¨²nica cama, que ocupa la mitad del espacio de su vivienda en el poblado de chabolas de Shampur.
Basta conversar con alguno de los 16 millones de vecinos de Dacca, especialmente aquellos de los barrios m¨¢s pobres, para comprobar el alto grado de aceptaci¨®n del trabajo infantil. ¡°Bangladesh es as¨ª¡±, dice la mayor¨ªa. ¡°Somos pobres¡±, alegan los progenitores. ¡°Son pobres¡±, justifican los empleadores. Ante este panorama, hay dos tipos de intervenciones posibles, en opini¨®n de Mohammad Jasim Uddin Kabir, director del programa contra el trabajo infantil de la ONG espa?ola Educo, en Bangladesh: sacarles de su empleo o apoyarles con educaci¨®n.
¡°Para muchos es pr¨¢cticamente imposible dejar su trabajo, pues sus familias dependen de sus salarios¡±, apostilla Uddin Kabir. Por eso, Educo comenz¨® en el 2000 un programa de educaci¨®n adaptada a ni?os trabajadores. No sin cr¨ªticas, reconocen en la organizaci¨®n, pues hay quienes les consideran c¨®mplices del problema. En la ONG arguyen, sin embargo, que a trav¨¦s de la formaci¨®n consiguen el doble efecto de mejorar las aptitudes de los peque?os para conseguir empleos mejores y romper el c¨ªrculo de la pobreza en el futuro y, en los mejores de los casos, convencer a los chavales y sus padres de que abandonar el trabajo para la dedicaci¨®n exclusiva a la escuela es la mejor opci¨®n. A veces, lo consiguen.
Kanchon Rani Das dej¨® su empleo como sirvienta en una casa hace tres meses despu¨¦s de cuatro a?os de servicio. ¡°Ahora dibujo y estudio m¨¢s ingl¨¦s¡±, dice la ni?a de 11 a?os en la lengua de Shakespeare. ¡°Es un idioma internacional y quiero viajar al extranjero¡±, contin¨²a sonriente. Alumna de 5? de primaria, pronto se someter¨¢ al Somapony, el examen oficial que los estudiantes deben pasar para obtener el t¨ªtulo y continuar su formaci¨®n. "Desde 2012, seguimos el plan de estudios oficial y as¨ª nos aseguramos de que nuestros alumnos puedan presentarse y obtener el certificado", puntualiza Uddin Kabir. Desde entonces, todos los estudiantes de Educo han pasado la prueba. "El 51% de los ni?os de las escuelas para trabajadores saca la m¨¢xima calificaci¨®n con m¨¢s del 80% de las preguntas bien contestadas", destaca el responsable del proyecto, no sin atribuirles a los chiquillos su parte de ¨¦xito. "Son m¨¢s inteligentes, aplicados y pr¨¢cticos que los que no trabajan", opina.
"I want to go to university and be a teacher", contin¨²a resuelta Kanchon. Su madre, Joshowda Rani, de 40 a?os, la observa orgullosa mientras la ni?a relata en ingl¨¦s sus planes de ir a la universidad y ser profesora. "Estoy muy contenta y sorprendida de que hable otro idioma", apunta la progenitora. "Su padre y yo trabajamos duro para que ella pueda estudiar y ser libre", a?ade. Ahora que se ha quitado la losa de la jornada laboral, ha podido colgarse definitivamente la mochila. Acude siete horas a la escuela, recibe clases adicionales y tiene tiempo para repasar la lecci¨®n en casa. "El trabajo infantil debe parar. Pero la realidad es as¨ª. Los ni?os trabajan porque necesitan dinero debido a la mala situaci¨®n econ¨®mica de sus familias", resuelve, conocedora en primera persona de lo que habla, ella que lavaba la ropa, hac¨ªa la comida y barr¨ªa la casa de otros por dinero.
"Ellos [sus empleadores] eran felices; ten¨ªan frigor¨ªfico y televisi¨®n, y sus hijos estudiaban en buenas escuelas. Y me preguntaba por qu¨¦ yo viv¨ªa de esa manera. Ahora creo que si estudio mucho podr¨¦ llegar a tener ese tipo de vida, tener una casa de madera fuera del slum y que mis padres se vengan conmigo", afirma convencida.
Otros no tienen la oportunidad de dejar su empleo y van a clase tres horas al d¨ªa antes, durante o despu¨¦s de su jornada laboral. Alamin, de 11 a?os, es uno de ellos. Se levanta temprano, se asea y desayuna un cuenco de arroz antes de irse a trabajar. Durante diez horas diarias fabrica chanclas de pl¨¢stico marca Raty junto a otros diez chavales de su edad.?Ninguno para, ni sonr¨ªe, ni habla. Cuando acaba a las diez de la noche, regresa a casa, donde volver¨¢ a cenar arroz, quiz¨¢ aderezado con curry, despu¨¦s de ducharse. Y dormir¨¢ en el suelo, pues la ¨²nica cama de la vivienda familiar en el barrio chabolista de Hazaribag, en Dacca, la ocupan sus padres, su hermano peque?o y la enferma abuela de 80 a?os.
As¨ª ha sido la vida de Alamin desde hace dos a?os y medio. Porque necesita los 1.000 takas al mes (11,75 euros) que recibe por su trabajo para ayudar a la econom¨ªa dom¨¦stica. Sobre sus hombros excesivamente musculados para su edad pesa la responsabilidad de pagar la mitad del alquiler de la casa, ya que su madre cuida de la anciana y su padre sufre alg¨²n tipo de discapacidad y no consigue empleos bien remunerados de manera continua."Algunos d¨ªas vende verduras en el mercado", detalla la progenitora, que asegura que Alamin no trabajar¨ªa si no fuera por necesidad. "Ninguna madre quiere esto para sus hijos, pero tenemos suerte de que su jefe le deja estudiar", concluye.
Raton Das, de 40 a?os y due?o de la f¨¢brica de chanclas en una cochambrosa edificaci¨®n en el slum de Hazaribag fue, de hecho, quien anim¨® al chico a matricularse en la escuela que Educo tiene en el barrio. Despu¨¦s de que la ONG evaluara su caso y resolviera aceptarle por su situaci¨®n extrema, Alamin empez¨® la primaria el pasado enero. "Me gusta aprender a sumar y restar", se?ala sin dar muestra de alegr¨ªa en su rostro o su voz. ?Qu¨¦ desea para el futuro? "Un buen empleo", responde escueto antes de volver a su mec¨¢nica labor.
"Los ni?os son muy pobres y vienen a pedir trabajo porque aqu¨ª tienen una oportunidad de ganar un salario", alega el jefe cuando se le plantea la ilegalidad de que toda su plantilla est¨¦ compuesta por menores de 14 a?os. "Los adultos no acceder¨ªan a realizar este trabajo por este sueldo. Tendr¨ªa que pagarles m¨¢s", expone sin atisbo de culpa. Eso s¨ª, no quiere que su hijo de tres a?os tenga el mismo destino que los necesitados cr¨ªos que se asoman por la puerta para solicitar empleo. "Espero que solo estudie". Con todo, Raton Das no es el peor de los patronos posibles. Concienciado de la importancia de la educaci¨®n, preside una asociaci¨®n para promover que otros empresarios del barrio permitan a sus peque?os obreros acudir a la escuela. "Si estudian, ser¨¢ beneficioso para todo el pa¨ªs", manifiesta.?
Esta idea es compartida por los responsables de la ONG espa?ola, que ha levantado en Bangladesh cinco escuelas propias para estos cr¨ªos. En Korail, el m¨¢s grande de los slums de Dacca, con unos 200.000 habitantes en el centro de la ciudad hacinados en chabolas junto a un vertedero, Educo dispone de tres escuelas, dos corrientes y una especializada en ni?os trabajadores. Cada a?o admiten a 30 nuevos alumnos en cada una de ellas. Adem¨¢s, otras organizaciones como Save the Children tambi¨¦n han abierto colegios en el barrio y es f¨¢cil encontrarse con peque?os grupos de uniformados de rojo, azul o verde, dependiendo de que ONG sea la titular de su escuela. Puntadas de colores para coser un gran roto que se remienda por un lado mientras se desgarra por el otro.?
Los menores de 14 a?os no pueden trabajar, seg¨²n la ley del pa¨ªs
As¨ª, mientras Jasmin, de 25 a?os, y Siddik, de 27, abr¨ªan respectivamente sus f¨¢bricas de aluminio en un barrio industrial de la capital bengal¨ª, gracias a que hab¨ªan aprendido a escribir, sumar, restar y llevar una contabilidad b¨¢sica, como ellos mismos relatan; Shopon se iniciaba como repartidor de comida en un restaurante con tan solo ocho a?os. Despu¨¦s de que el padre abandonara a la familia, la madre empez¨® a mendigar y el ni?o a reciclar pl¨¢stico y otros materiales de valor de la basura. Desde hace un a?o, el vertedero de Korail es su oficina; y hoy, como cada d¨ªa, este cr¨ªo de 11 a?os con el rostro cruzado por cicatrices y los pies descalzos llenos de heridas abiertas por los cristales o cualquier objeto punzante traicioneramente mezclado con los desperdicios y los gusanos, se pasar¨¢ las horas matinales a la caza de tapones, botellas o cables con preciado cobre en su interior, que luego vender¨¢ al peso.
Alg¨²n d¨ªa, por la simple raz¨®n del paso de los a?os, Shopon dejar¨¢ de ser un ni?o trabajador, una ilegalidad, una verg¨¹enza para quienes son responsables de su infancia perdida. Quiz¨¢ llegue a cumplir su sue?o de ser polic¨ªa "para perseguir a los ladrones". De momento, est¨¢ aprendiendo los n¨²meros.
Alamin, Kanchon, Emon, Shopon... y tantos otros (hasta ocho millones) son el ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena de producci¨®n y un sistema econ¨®mico que, en busca del m¨¢ximo beneficio, se aprovecha de los m¨¢s d¨¦biles y necesitados, hasta que ya no hay nadie m¨¢s debajo. Quedan solo ellos: los ni?os sin infancia de las f¨¢bricas.
Este reportaje ha sido posible gracias al apoyo de la ONG Educo que ha costeado los gastos del viaje.
La incompleta lista de trabajos peligrosos
El Gobierno de Bangladesh ha iniciado sobre el papel una batalla contra el trabajo infantil. En 2006, su ley laboral prohib¨ªa que los menores de 14 a?os realicen ning¨²n tipo de actividad econ¨®mica. A partir de esa edad, los ni?os pueden trabajar, pero no en cualquier empleo. La Child Labour Elimination Policy (NCLEP), aprobada en 2010, establece una lista de 38 oficios vetados a los adolescentes. "Son peligrosos para su salud f¨ªsica y mental", apunta Abdus Shahid Mahmood, de la Bangladesh Shishu Adhikar Forum (BSAF). La manufactura de objetos de aluminio, el montaje de cigarrillos, reparaci¨®n de veh¨ªculos, refinado de sal, fabricaci¨®n de jabones y detergentes, curtido y acabado de cuero... son algunos de ellos. No est¨¢n incluidos entre los empleos prohibidos, sin embargo, el reciclado de basura de los vertederos ni el servicio dom¨¦stico.
"Tienen que trabajar en la cocina, con el fuego, cocinando, con cuchillos... Lavar la ropa a mano. En Europa ten¨¦is lavadoras, ?pero aqu¨ª se lo mandan hacer a los ni?os!", se enoja Shahid Mahmood. La ¨²ltima encuesta oficial sobre trabajo infantil que realiz¨® el Gobierno, contin¨²a, revela que 1,3 millones de ni?os de todas las edades en el pa¨ªs realizan labores peligrosas. Eso, sin contar los que como Shopon trabajan en un vertedero o las ni?as que, como Hashi Akter, son empleadas del hogar. Ella tiene 11 a?os y cuando no est¨¢ en clase, limpia la casa y prepara la comida. Un trabajo que ni aunque sumara 15 primaveras le estar¨ªa permitido realizar. "Pero si les pillan, no pasa nada", lamenta el presidente de la BSAF.
Hashi y su hermano son hu¨¦rfanos y a cambio de vivir en casa de la vecina, a la que llaman "t¨ªa", la ni?a realiza todas las tareas dom¨¦sticas. "Los empleadores prefieren que no tengan padres porque son m¨¢s baratos. A veces ni les pagan", apunta Shahid Mahmood.
"Ning¨²n ni?o deber¨ªa trabajar, pero Bangladesh no es un pa¨ªs rico como Espa?a. Por eso, luchamos para que, si los ni?os trabajan cuando cumplen los 14 a?os, al menos que no sea empleos nocivos. Que tengan contrato, d¨ªas libres, asistencia m¨¦dica si se ponen malos...", enumera a modo de lista de deseos. Las organizaciones en el pa¨ªs luchan, dice, porque a pesar de las estad¨ªsticas que revelan un aumento del trabajo infantil, creen que pueden ganar la guerra. Batalla a batalla. La de hoy: dos nombres m¨¢s en la lista de empleos prohibidos. ?Ma?ana?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
