Siempre pierden las mismas
M¨ªrese de mil maneras. Siempre encontrar¨¢ el mismo modo por el que empez¨® todo. Desprotegida. Pobre. Hija de pobres. Sin recursos. Sin estudios o con muy pocos estudios. Sin esperanza. Con la necesidad absoluta de salir de un agujero, que se llama miseria, o con hijo o hijos a los que atender, sola, o con la imposibilidad de encontrar un trabajo digno. Da igual la edad, aunque en el mercado de la carne cotiza la temprana, como en los corderos. Con esas condiciones anteriormente descritas, la presa est¨¢ preparada. Ah¨ª est¨¢, como un tesoro para quienes est¨¢n llamados a solucionar la vida a esa mujer, a esa chiquilla, a esa ni?as, desesperadas todas por encontrar su propio para¨ªso.
Los batallones de mujeres que nutren lo que se llama feminizaci¨®n de la pobreza est¨¢n ah¨ª, listas para revista, listas para servir. Y son muchas. Dos terceras partes de los 1.500 millones de personas que en el mundo viven con menos de 1 d¨®lar diario, que marca la pobreza severa, son mujeres. Ellas tienen algo que otros no tienen, pueden saciar el sexo. Y hay hombres, otras mujeres, grupos, mafias que lo saben y est¨¢n dispuestos a hacerlo valer. "Yo tengo un trabajo para ti", les dicen. Y all¨¢ que dan el paso al frente ellas para ocuparlo. Normalmente se trata de un trabajo te¨®ricamente legal, te¨®ricamente digno. Y no lo pueden perder.
Llam¨¦moslas emprendedoras, pero la realidad es que se trata de mujeres que queriendo salir de la pobreza, aceptan un trabajo de camarera, de cocinera, de cajera, de modelo, secretaria... y se encuentran en una red que las explota sexualmente. Llam¨¦moslas valientes, pero la realidad es que siguen a un loverboy que les hace creer que van a vivir una rom¨¢ntica historia de amor y se encuentran compartiendo piso con otras cinco incautas como ellas a las que tambi¨¦n enamoraron y ahora les hacen vender su "amor" a otros, y de forma obligada. Ser¨¢n emprendedoras, pero les enga?an al montar la empresa. Y as¨ª tenemos en Europa entre uno y dos millones de personas, v¨ªctimas de trata, obligadas a ejercer la prostituci¨®n, la mayor¨ªa de ellas inmigrantes, seg¨²n la Fundaci¨®n Scelles, que realiza un balance de la prostituci¨®n entre 54 pa¨ªses.
Hablamos de trata de seres humanos e incluso normalizamos el t¨¦rmino, tanto, que o le ponemos el nombre real o podemos llegar a asimilarlo como parte m¨¢s del paisaje. Y el t¨¦rmino real es esclavitud.Una esclavitud a imagen y semejanza de la que, org¨¢nicamente, fueron aboliendo los pa¨ªses del mundo y que se fue completando a lo largo del siglo XIX, cruzando en algunas naciones los albores del siglo XX. Es dif¨ªcil saber el n¨²mero total de esclavos vendidos a lo largo de la historia, pero algunos historiadores cifran en 12 millones de personas traficadas de ?frica a Am¨¦rica, entre los siglos XVI y XIX. Pues bien, en el siglo XXI, cada a?o cruzan las fronteras unas 800.000 personas para ser explotadas al tiempo que otras lo son dentro de sus propios pa¨ªses, seg¨²n la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM), 2014. Imaginamos la esclavitud a la ¡°antigua usanza¡± y vemos hierros, cadenas, grilletes, jaulas. En la ¡°nueva usanza¡±, hay cadenas, hay celdas, hay palizas y hay nuevas maneras de presionar con yugos m¨¢s sutiles. Seg¨²n la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), casi 21 millones de personas v¨ªctimas de trata en el mundo, de ellas, aproximadamente 4,5 millones de mujeres y ni?as lo son con fines de explotaci¨®n sexual en un negocio que supone 35.000 millones de d¨®lares al a?o.
Pero basta de datos. Son personas. Mucho m¨¢s que n¨²meros. Mujeres y ni?as que buscando romper las cadenas de la pobreza aceptan un trabajo, un viaje, una experiencia y amanecen a ella con nuevas cadenas, con una deuda que dif¨ªcilmente son capaces de saldar ni pasando el d¨ªa "ocupadas" - que as¨ª se dice cuando una mujer atiende un servicio sexual-, con un problema mayor y del que poco se habla: CO-SI-FI-CA-DAS. Nada peor para un ser humano que pasar a la categor¨ªa de cosa. Pues as¨ª es. Una cosa. Un trozo de carne, con el que no se hace picadillo pero al que se trata como si con ¨¦l lo hubieran hecho. A una cosa se le hace cualquier "¨ªdem", se utiliza, se usa, se tira, se aparca, se maltrata. Los objetos no sienten ni padecen y, cuando molestan, se cambian de sitio o se tiran. As¨ª es.
Por eso escrib¨ª Puta no soy.PorqueLuna, Yand¨ª, Cristina, Julia, Esmeralda son responsabilidad de todos. Cada uno puede elegir dejarlas que sigan esclavizadas o por el contrario pelear, empujar para no seguir conviviendo con la esclavitud. Porque est¨¢n a nuestro alrededor. En los clubes de carretera que cruzamos. En las saunas. En los lugares que aparecen en las publicidades que nos dejan en los coches o en los peri¨®dicos. En las calles.
Cada uno tiene su responsabilidad. Desde luego mayor es la de quien vive de ellas. Pero tambi¨¦n de los puteros (si a la mujer que ejerce la prostituci¨®n, en estos casos, obligada a ejercerla la llamamos puta me niego a llamar clientes a los consumidores). Tambi¨¦n de quienes hacen negocio con la venta de ropa, perfumes, cosm¨¦tica, a estas mujeres ?y ni?as!, y al proxeneta le interesa que compren, que compren mucho, porque tambi¨¦n se lo deber¨¢n a ¨¦l, engrosando la deuda. Y de los poderes p¨²blicos; en Espa?a todav¨ªa estamos esperando que se apruebe en Consejo de Ministros el II Plan de Integral de Lucha contra la Trata que deb¨ªa haber sido implementado en 2013. Una pregunta: ?Qu¨¦ sociedad queremos?
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