La ¨²ltima oportunidad
Los que no solemos ver cad¨¢veres recurrimos al cine para saber c¨®mo actuar: el resultado son m¨¢s cad¨¢veres
El polic¨ªa Rub¨¦n Bolas, heredero de la mayor tradici¨®n familiar de agentes municipales de Pontevedra, no se hab¨ªa visto en otra igual. A Rub¨¦n le llamaban Bolas porque dec¨ªa haber tenido de peque?o una cr¨ªa de dinosaurio en casa, jugar en el Athletic y salir con una modelo que result¨® ser una chica que no se sacaba el plum¨ªfero en la discoteca. Como resultado de una vida llena de sinuosidades, se hizo agente de tr¨¢fico. Lo compaginaba con una cuenta de Twitter en la que se mostraba al tanto de las ¨²ltimas expresiones en internet. Tuvo fortuna y gan¨® popularidad. Durante un tiempo se presentaba en Pontevedra no como agente municipal sino como tuitero hasta un d¨ªa que a su padre, enterado, le dio un ictus.
Bolas se qued¨® petrificado al ver el cad¨¢ver.
¡ªJodido no, lo siguiente ¨Cdijo.
Bolas tra¨ªa la frente y los dobladillos del cuello empapados. El subdirector Bellido dec¨ªa que en lugar de salir del armario Bolas iba a acabar saliendo de la despensa (Bellido cuando ofend¨ªa lo hac¨ªa dando much¨ªsima informaci¨®n. Es hist¨®rico el an¨¢lisis que hizo de las primarias de los dem¨®cratas en EE UU. Lo llamaron de una radio y dijo: ¡°Qu¨¦ listos fueron que incluso antes de una mujer prefirieron a un negro¡±).
Bolas conoc¨ªa al muerto. No pude adivinar qu¨¦ grado de amistad le un¨ªa porque sudaba tanto que no hab¨ªa forma de saber si estaba llorando: era la versi¨®n panadera del replicante de Blade Runner, con sus l¨¢grimas perdidas entre bollos. Pod¨ªa pasarle el dedo por la mejilla y chuperretearlo a ver, pero hab¨ªa tenido una cr¨ªa de dinosaurio en casa: lo mismo le creci¨® como el drag¨®n de la Targaryen. Me estaba descojonando por dentro.
¡ªEsto no es gracioso ¨Czanj¨®.
¡ª?Qui¨¦n es, agente? ¨Csaqu¨¦ mi libreta tratando a Bolas con respeto. Al momento sent¨ª el aliento de Vent¨ªn en mi oreja:
-Pero para qu¨¦ preguntas, desgraciado.
Bolas afil¨® la mirada. Estaba claro que trataba de recordar a los polic¨ªas de las pel¨ªculas. Los que no solemos ver cad¨¢veres siempre recurrimos al cine para saber c¨®mo actuar: como consecuencia de ello empieza a haber m¨¢s cad¨¢veres.
Por fin empez¨® a hacer algunos movimientos de protocolo. Contuvimos todos la respiraci¨®n. Se llev¨® las manos a la espalda y dio una vuelta alrededor del chico andando como un pato. Luego se acerc¨® y le oli¨® el pelo: parec¨ªa a punto de pasarle la lengua como un buey. Escudri?¨® con la mirada qui¨¦n sabe qu¨¦ y volvi¨® a andar agachado de un lado a otro barruntando cosas. Groucho Marx era todo lo polic¨ªaco que hab¨ªa visto en los ¨²ltimos treinta a?os.
Finalmente, con el sol de frente, se dirigi¨® a nosotros con cara de tener un primer balance. Lo que ocurri¨® aqu¨ª no s¨¦ c¨®mo explicarlo. Debi¨® de trasladar mal los pesos del cuerpo, inclinarse demasiado para desplazar la fuerza a la pierna contraria, como si un planeta echase a andar de repente, y la gravedad tir¨® de ¨¦l con tanta desmesura que se trastabill¨® de forma dram¨¢tica. Para no caerse, el alma de c¨¢ntaro llev¨® su pie a la pantorilla del cad¨¢ver, utiliz¨¢ndola de palanca, y se escuch¨® un chasquido tan grotesco que Vent¨ªn definitivamente rompi¨® a llorar.
No ve¨ªa yo a Bolas entrando esta semana en la convocatoria del Athletic.
El hueso partido nos doli¨® a todos, pero al que m¨¢s debi¨® de doler fue al muerto, que peg¨® un grito que lleg¨® a las playas. Bolas, que pretend¨ªa que no hubiese pasado nada, con esa tranquilidad con que los hombres patosos resuelven sus cafradas, dijo:
¡ªHe mirado bien el escenario y me parece que vamos a llamar a la ambulancia.
¡ªImposible que hubiera un muerto a estas horas ¡ªresopl¨® Vent¨ªn.
¡ªPero agente...
¡ªSi el chico est¨¢ vivo ¡ªinterrumpi¨® Bolas¡ª pues se dice y a otra cosa.
Se sent¨® agotado debajo del ¨¢rbol. El muerto hab¨ªa regresado a un estado de sopor, pero ya sin pierna.
¡ªBolas, no est¨¢s para jugar ma?ana contra el Valencia.
Mir¨¦ de reojo a Vent¨ªn, que le daba vueltas a la cabeza. La no-noticia le hab¨ªa destrozado sus planes. Yo ten¨ªa otros m¨¢s ¨ªntimos: iba a hacer de mi cr¨®nica de sucesos, como hac¨ªa de mis cartas al director, un canto de amor a Mari?a Mart¨ªn Almendralejo. Ser¨ªa la ¨²ltima: estaba listo para escribir una novela y conquistarla. Mi ex volver¨ªa conmigo, tendr¨ªamos 15 hijos, me enganchar¨ªa al diazepam, me liar¨ªa con un dominicano, me expulsar¨ªa el ISIS de un piso franco y escribir¨ªa mi biograf¨ªa para que Vent¨ªn hiciese el pr¨®logo: ¡°Esta vida anodina y este sol de la infancia...¡±.
¡ªEstoy pensando en darle un giro a mi carrera -dije a Vent¨ªn.
¡ªEse se?or est¨¢ vivo. Deber¨ªamos irnos, no vaya a morir otra vez o ese gordo caiga encima de su cabeza.
Dejamos a Bolas cogiendo aire (¡°talu¨¦¡±, murmur¨®) mientras esperaba a la ambulancia. De vuelta a la Redacci¨®n pregunt¨¦ a Vent¨ªn c¨®mo enfocar esto.
¡ª?Esto qu¨¦? ¡ªpregunt¨®.
El muerto hab¨ªa sido clasificado como se?or sesteante. Si entonces hubiera merecido un breve, ahora podr¨ªa rascar una apertura a cinco columnas. Era todo lo que necesitaba, era mi ¨²ltima oportunidad.
¡ªEs muy apacible la imagen de un hombre durmiendo la siesta al aire libre, con esas vistas de la ciudad, despu¨¦s de un pico de caballo ¡ªsuger¨ª.
¡ªLlame al polic¨ªa ¨¦se y que le cuente c¨®mo despert¨®. Quiz¨¢ despu¨¦s de todo haya una historia de mierda.
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