La guerra no fue un juego
Esta serie de animaci¨®n digital que relata las penurias y andanzas de millares de menores reclutados por grupos armados en Colombia y que hoy buscan reconciliarse con la vida
Aturdida por el peso de tantas guerras in¨²tiles, Lorena (nombre supuesto por seguridad) abandon¨® las filas del grupo armado irregular en el que, por las fatalidades del destino, ingres¨® tiempo atr¨¢s en la zona rural donde viv¨ªa, en Colombia. Recuerda que tom¨® esa decisi¨®n la tarde aciaga en que dispar¨® por ¨²ltima vez su arma de dotaci¨®n. La orden perentoria de fusilar a su mejor amiga ven¨ªa con una advertencia fulminante: ¡°Si no lo hace, entonces lo haremos nosotros, y luego seguir¨¢ usted¡±.
Las vivencias de Lorena y otras menores de edad reclutadas por grupos armados al margen de la ley y que pululan en las selvas colombianas, forman parte del documental animado Las Ni?as de la Guerra, dirigido por Jaime Cesar Espinosa Bonilla y su esposa Yoleiza Toro Bocanegra, en asociaci¨®n con la productora Hierroanimaci¨®n. Con este proyecto ganaron el premio Crea Digital del Ministerio de Tecnolog¨ªas de la Informaci¨®n y las Comunicaciones de Colombia (MinTIC), gracias al cual recibieron 231 millones de pesos colombianos¨Cunos 72.000 euros¨C para la finalizaci¨®n de los cinco episodios de la serie, en los que se relata con un lenguaje po¨¦tico e intimista las penurias de ni?os y j¨®venes desmovilizados que ingresaron a programas de reinserci¨®n social del Gobierno colombiano.
En busca de mercado
Esta serie de formato televisivo, hecha en la t¨¦cnica de rotoscopia (dibujar sobre fotogramas de cine) y animaci¨®n digital en 2D, recogi¨® los testimonios de una veintena de muchachos excombatientes, que de manera voluntaria y a lo largo de 13 meses relataron sus an¨¦cdotas a los directores de la pel¨ªcula.
Despu¨¦s de los talleres art¨ªsticos, los directores de la producci¨®n, Jaime Espinosa y Yoleiza Toro, armaron un equipo de ilustradores y animadores digitales con el apoyo de Vivelab Manizales (laboratorio de contenidos digitales de MinTIC), donde trabajaron varios meses en la finalizaci¨®n de los cinco episodios de la serie.
Con la asesor¨ªa de Carlos Smith, de Hierroanimaci¨®n (productora con la que se asociaron), le ofrecer¨¢n a Se?al Colombia (el canal p¨²blico nacional de este pa¨ªs) Las ni?as de la guerra para ser incluida en la parrilla de coproducciones de 2015.
Seg¨²n Espinosa, estos chicos llegaron a los pelotones por decisi¨®n propia buscando quiz¨¢s un futuro mejor. Pero estas ilusiones se desdibujaron con el paso de los d¨ªas hasta convertirse en una colecci¨®n de padecimientos, humillaciones y maltratos. Alejados de sus juegos desde sus edades m¨¢s tiernas, los ni?os ya hab¨ªan probado el sabor amargo de la violencia en el seno de sus propios hogares, donde fueron abandonados y abusados.
Fue tal el grado de barbarie que les toc¨® por destino a algunos de estos peque?os, que la muerte les hizo gui?os incluso antes de haber nacido. A Lorena, por ejemplo, su madre trat¨® de matarla; fue en el octavo mes de embarazo, cuando se arroj¨® boca abajo desde un mueble alto con el fin de provocarse un aborto. Aunque la ni?a sobrevivi¨®, naci¨® con los brazos fracturados y desde entonces adquiri¨® el aspecto de desamparo t¨ªpico en las personas que nunca reciben amor.
Para Elo¨ªsa, otra peque?a desmovilizada, la motivaci¨®n para ingresar a las l¨ªneas insurgentes fue la certeza de que llegar¨ªa a un entorno de normas rigurosas, diferente del de su hogar libertino donde cada quien hac¨ªa lo que se le antojaba: como el novio de su mam¨¢, que a veces se colaba en su cuarto para violarla.
Ni?as as¨ª son las que protege el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) con el Programa de Atenci¨®n a Ni?os, Ni?as y Adolescentes Desvinculados de los Grupos Armados Ilegales, que entre 1999 y 2014 atendi¨® a 5.660 menores desmovilizados de los grupos armados al margen de la ley; la mayor¨ªa provenientes de los departamentos de Antioquia (625), Meta (405), Caquet¨¢ (382) y Cauca (373).
El cine como terapia
Jaime Espinosa sabe que los recuerdos traum¨¢ticos se pueden conjurar con los artificios del s¨¦ptimo arte: as¨ª se doman los miedos, se destierran los fantasmas de la cabeza y se afrontan con dignidad los avatares de la cotidianidad. Eso fue lo que le aprendi¨® al cineasta israel¨ª Ari Folman, quien durante el rodaje de su filme Vals con Bashir (2008) dijo: ¡°Pasaba de la depresi¨®n m¨¢s absoluta, fruto de los recuerdos que volv¨ªan a mi cabeza, a la euforia m¨¢s desbordante cuando estaba a punto de hacer una pel¨ªcula de animaci¨®n innovadora¡±.
Folman estuvo m¨¢s de veinte a?os atormentado por pesadillas de pasajes nebulosos de la Masacre de Sabra y Chatila (Beirut, 1982). Nunca olvid¨® su experiencia en la Guerra del L¨ªbano, cuando prest¨® servicio militar para el ej¨¦rcito de su pa¨ªs, y un grupo extremista cristiano asesin¨® a decenas de palestinos en un campo de refugiados con la complicidad de sus huestes que en vez de evitar la matanza se mantuvieron al margen. Folman necesit¨® del cine para exorcizar los demonios de la culpa; y as¨ª fue como naci¨® Vals con Bashir. ¡°Realizar esa pel¨ªcula me transform¨® profundamente. Hoy creo que la hice para que mis hijos la vean un d¨ªa y entiendan por qu¨¦ no deben participar nunca en una guerra¡±, concluy¨®.
Espinosa Bonilla, cale?o de 45 a?os, tambi¨¦n ha desfogado sus sentimientos a trav¨¦s del cine. Desde 2001, ha desarrollado su carrera cinematogr¨¢fica alrededor del conflicto armado, pero desde la mirada de las v¨ªctimas y los supervivientes de la guerra. ¡°No me interesa mostrar el combate ni las escenas de tiroteos, explosiones y muertos que no aportan nada a la narrativa de mis historias", manifest¨®. "Me gusta m¨¢s bien concentrarme en relatar la intimidad de los seres humanos devastados por la guerra, en retratar c¨®mo reconstruyen sus vidas¡±.
Ha dirigido largometrajes como Helena, que estren¨® en 2006 despu¨¦s de cinco a?os de investigaci¨®n previa. ¡°Es un filme de ficci¨®n narrado a partir de los testimonios de v¨ªctimas del genocidio de la Uni¨®n Patri¨®tica, con una mirada de posconflicto: c¨®mo se vive despu¨¦s de la guerra¡±, ¨Cexplic¨®. Desde entonces, Espinosa tiene una sensibilidad especial por las v¨ªctimas de la guerra, con la intenci¨®n de resaltar lo que nunca muestran las noticias.
La idea que dio origen a Las ni?as de la guerra surgi¨® hace ocho a?os cuando la Universidad de Caldas (donde trabaja como docente) se gan¨® una licitaci¨®n del ICBF para ofrecer formaci¨®n a 40 menores desmovilizados. ¡°Me dijeron que deb¨ªa hacer un v¨ªdeo institucional para destacar las acciones del programa de atenci¨®n que ofrecer¨ªamos a estos chicos¡±, record¨® Bonilla. Pero ¨¦l no hizo un v¨ªdeo: su prop¨®sito, al conocer la demoledora realidad de estos ni?os, fue producir un documental animado al estilo de Vals con Bashir.
Para Espinosa, los documentales generalmente se realizan por un proceso de extracci¨®n en el que los realizadores llegan al territorio y convencen a la comunidad de dejarse grabar y luego se van: nunca dejan nada a cambio. Buscando impactar a estos chicos, junto a Yoleiza y con el apoyo de la Universidad de Caldas y el ICBF, les ofrecieron una serie de talleres para brindarles herramientas acad¨¦micas y laborales que les sirvieran m¨¢s adelante.
Expresi¨®n corporal, danza y fotograf¨ªa fueron los espacios l¨²dicos que sirvieron de escape al duro pasado de estos muchachos, cansados ya de perderse en los vericuetos de una guerra ajena a su humilde origen campesino. Como durante la violencia jam¨¢s pudieron desfogar su creatividad, el tiempo jam¨¢s avanz¨® para ellos hacia adelante sino que se fue enmara?ando hasta constituir un tremedal angustioso donde la muerte era su ¨²nica certeza.
Por eso Espinosa y Yoleiza establecieron como tarea urgente ayudar a los ni?os a despojarse de sus horrores. Una misi¨®n nada f¨¢cil, porque desde antes del ingreso a los grupos armados ya se hab¨ªan convertido en seres discapacitados para el amor, incapaces de confiar hasta en su propia sombra y con una desaz¨®n sin remedio. ¡°Un simple abrazo o tomarse de las manos, era algo que no conceb¨ªan¡±, evoc¨® Yoleiza.
Fue durante las clases de baile cuando todo comenz¨® a cambiar, porque los ritmos alegres de la salsa puertorrique?a y los cadenciosos sonidos de la bachata dominicana produjeron en ellos un sosiego tan apremiante, que tuvieron la necesidad irremediable de bailar los unos con los otros. Los talleres de fotograf¨ªa tambi¨¦n fueron una terapia muy efectiva, ya que al observar sus im¨¢genes inmortalizadas en la pantalla de las c¨¢maras digitales, descubrieron que a pesar de los estragos de la guerra a¨²n conservaban la belleza angelical de sus rostros.
Rumbo al posconflicto
Las cifras del reclutamiento de menores en los grupos armados irregulares de Colombia son alarmantes. Seg¨²n datos del Centro de Memoria Hist¨®rica de Colombia, entre 1999 y 2013 han ingresado unos 18.000 ni?os que luego, cansados de la degradaci¨®n de la guerra, terminaron huyendo o capturados por las Fuerzas Armadas; y al menos la tercera parte fue acogida por el programa de protecci¨®n del ICBF. As¨ª comenz¨® el restablecimiento de un nuevo orden en sus vidas: unos regresaron a sus casas cuando se les garantizaron sus derechos b¨¢sicos, mientras que otros fueron adoptados en hogares sustitutos. Lo cierto es que estos ni?os que se encuentran en proceso de readaptaci¨®n en una sociedad que ayer los rechaz¨®, hoy son blanco de estigmatizaci¨®n.
¡°En el 90% de los casos se les aleja de sus lugares de origen porque en sus hogares fueron agredidos o por haber sido declarados objetivo militar por parte de los grupos que alguna vez conformaron¡±, declar¨® Espinosa. Fugarse de estas facciones es considerado como un acto de traici¨®n que se paga con la vida. Si se logran refugiar en alg¨²n paraje rec¨®ndito o quedan bajo la tutela del Estado, tienen que cuidar muy bien sus pasos y evitar cualquier recuerdo o comentario que los comprometa con ese pasado tormentoso.
As¨ª lo constat¨® Yeison (nombre supuesto), un reinsertado al que enviaron muy lejos de su vereda y, un d¨ªa cualquiera, se encontr¨® frente a frente con un miliciano. Aquel advenedizo al que nunca hab¨ªa visto antes pero que reconoc¨ªa como uno de sus antiguos camaradas, le dijo en tono amenazante: ¡°Yo a usted no lo conozco, pero los dos sabemos que venimos del mismo lugar: as¨ª que cu¨ªdese¡±. Esto le hizo entender a Yeison que en su condici¨®n de desmovilizado cargaba los rezagos de sus andaduras por los caminos pedregosos de la guerra: la forma de caminar aparatosa, la mirada esquiva e impetuosa, su aspecto de solitario empedernido.
En este contexto, la cotidianidad adquiere rumbos premonitorios y desventurados. M¨®nica (nombre figurado), otra reinsertada que comparti¨® sus experiencias con Espinosa, revel¨® que el d¨ªa en que le hurtaron su celular explot¨® de la felicidad. Caminaba entonces por un paraje solitario de su ciudad cuando dos sujetos se le acercaron por la espalda; ella pens¨®, en los instantes previos, que esos ¡°tipos de la moto¡± llegaban para exterminarla por las cuentas pendientes de su antigua vida. Pero cuando corrobor¨® que su intenci¨®n era apoderarse de su tel¨¦fono m¨®vil, vislumbr¨® aquel robo como un acto celestial.
¡°Con la misma vara que mides, ser¨¢s medido¡±, piensa Espinosa. ?l y su esposa pretenden mostrarle a los colombianos, con Las ni?as de la guerra, que los menores desmovilizados ni son v¨ªctimas, ni son victimarios. "Tan s¨®lo son seres humanos que tuvieron sus razones personales para ingresar a estos grupos y hacer todo lo que hicieron. Y ahora que estamos ante un eventual marco de posconflicto, buscan una nueva oportunidad". Entonces, es inevitable hacerse la pregunta: ?Seremos capaces de perdonarles? La respuesta, alojada en el fuero interno de cada colombiano, quiz¨¢s contenga las coordenadas de la paz.
*Nombres cambiados para proteger la identidad de los menores.
Esta art¨ªculo ha sido previamente publicado por su autor en la revista El Tiempo.
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