Basurero malo, basurero bueno
Hay maneras de sobrevivir en un vertedero. En Dacca trabajan ni?os y operan mafias Manila ha acabado con estas lacras y quiere ser ejemplo de desarrollo sostenible
Al basurero municipal de la capital de Bangladesh, Dacca, se llega con la nariz. El vertedero de Matuail es una gigantesca monta?a de basura que despide un hedor tan intenso que el viento lo lleva a kil¨®metros de distancia. Pero eso no impide que cientos de personas trabajen sin ning¨²n tipo de equipamiento de seguridad sobre los millones de toneladas de desechos, entre los que se han llegado a encontrar partes de cuerpos humanos. De hecho, la mayor¨ªa ni siquiera puede permitirse unas botas, de forma que sus pies descalzos se van llenando de ¨²lceras y de costras. No en vano, est¨¢n en contacto constante con esa h¨²meda masa fibrosa que ha ido ganando metros de altura con los a?os.
¡°Cuando un cami¨®n descarga nuestra labor es buscar cosas de valor. Si hay alg¨²n objeto que se pueda utilizar entero, genial. Si no, el metal es por lo que m¨¢s pagan. Sobre todo el cobre, que es m¨¢s f¨¢cil de extraer¡±, cuenta un adolescente que apenas superar¨¢ los 14 a?os. La competencia es feroz, as¨ª que no hay tiempo que perder. En cuanto llega uno de los ros¨¢ceos camiones de basura, una muchedumbre se agolpa frente al volquete que escupe el material del que viven estos desheredados de Bangladesh, un pa¨ªs incapaz de conseguir que el gran crecimiento econ¨®mico que ha vivido en la ¨²ltima d¨¦cada se haga sentir en el bienestar de la mayor¨ªa de sus 166 millones de habitantes. Armados con ganz¨²as y barras de metal que utilizan para separar lo ¨²til de lo inservible, ni?os alejados a?os luz de cualquier escuela y ancianos forzados por el instinto de supervivencia luchan con las aves carro?eras que se lanzan como camicaces sobre la monta?a de basura fresca.
Todo material susceptible de ser reciclado acaba en un cesto y es luego clasificado y amontonado. Los trabajadores pasan as¨ª horas y horas todos los d¨ªas, esperando al siguiente cami¨®n y temiendo que las apisonadoras utilizadas para asentar el terreno destruyan algo de valor. Hasta que por la tarde llegan quienes revisan la mercanc¨ªa, la pesan en unas b¨¢sculas rudimentarias y pagan unos takas por ella antes de llev¨¢rsela a instalaciones de reciclado en las que no mejoran mucho las condiciones laborales. De esta forma, no extra?a que la felicidad en el vertedero sea una sensaci¨®n inusual y pasajera reservada exclusivamente para esos momentos en los que aparece una cometa de Spiderman o un juguete desastrado que acaba de asegurarse la resurrecci¨®n entre los ni?os de Matuail.
¡°Generalmente ganamos unos 200 takas (2,4 euros) al d¨ªa, pero durante el monz¨®n es menos porque con la lluvia es mucho m¨¢s dif¨ªcil trabajar¡±, cuenta una madre preocupada por las enfermedades a las que sus tres hijos,menores de 12 a?os est¨¢n expuestos en el basurero. ¡°De momento no tenemos alternativa¡±, explica. Pero virus y bacterias no son los ¨²nicos que acechan. Debido a la carencia de ning¨²n tipo de supervisi¨®n y de protecci¨®n, aparte de los guardas que hacen la vista gorda a todo lo que no sea la pantalla de su m¨®vil, el lugar es un abrevadero para las mafias. Y quienes lo habitan en ra¨ªdas tiendas de campa?a, sobre todo los ni?os, son la v¨ªctima perfecta: pobres, sin formaci¨®n y desprotegidos.
La otra cara de la moneda
A unos 2.000 kil¨®metros hacia el este, en el vertedero de Rodr¨ªguez Rizal de la capital de Filipinas, Manila, la situaci¨®n hace unos a?os era muy similar. Pero ya no tiene nada que ver. Al contrario, esta "monta?a humeante", como se conoce al lugar por el humo que emiten los desechos al descomponerse, se ha convertido en un ejemplo que las autoridades de Bangladesh har¨ªan bien en reproducir. ¡°Hasta 2009, lo peor no era trabajar entre basura con temperaturas muy elevadas, sino las mafias que nos controlaban y que obligaban a nuestros hijos a trabajar aqu¨ª¡±, recuerda Danilo Fabiano uno de los 2.000 trabajadores que buscan algo de utilidad en el vertedero y presidente de una de las asociaciones que han provocado una revoluci¨®n en ¨¦l.
En una iniciativa sin precedentes entre la poblaci¨®n del estrato m¨¢s bajo, y con la colaboraci¨®n del Gobierno de la megal¨®polis, los rebuscadores de la basura crearon hace tres a?os una asociaci¨®n, la Slaba Masa Scavengers and Junkers Association, que ha conseguido sacar a los menores de 18 a?os del vertedero y expulsar a las bandas criminales que controlaban qui¨¦nes, c¨®mo, y cu¨¢nto pod¨ªan trabajar. ¡°Antes, todo estaba decidido por los matones. Ellos te dec¨ªan qu¨¦ ten¨ªas que hacer, y se llevaban parte de lo que gan¨¢bamos¡±, cuenta Fabiano. Pero, afortunadamente, esa situaci¨®n es ya una pesadilla del pasado.
¡°Ahora, la Polic¨ªa controla que todos los que entran en las instalaciones tengan el carnet de la Asociaci¨®n. Hemos conseguido regular los turnos de trabajo ¡ªlas 24 horas de d¨ªa se dividen en tres tramos de ocho horas que van rotando entre los trabajadores¡ª, determinamos en asamblea las zonas asignadas a cada grupo, e impedimos la entrada a cualquiera que tenga antecedentes penales ¡ªtodos los recicladores son residentes del barrio de Montalb¨¢n para un mejor control¡ª¡±, enumera Fabiano. ¡°Adem¨¢s, buscamos que haya tantas mujeres como hombres, regulamos la cantidad de trabajadores en el vertedero, y hemos puesto en marcha varias escuelas para que los ni?os tengan un futuro mejor que el nuestro¡±.
No ha sido f¨¢cil lograr todo eso. En un pa¨ªs en el que la industria del reciclado est¨¢ en pa?ales, los vertederos son una inesperada, e incontrolada, fuente de riqueza. En total, se estima que en Manila al menos 50.000 personas viven de su reciclaje. ¡°Vamos buscando por zonas o esperamos la llegada de los nuevos camiones. Cogemos los materiales que pueden ser de valor, y luego los separamos. Cada pocos d¨ªas, gente que tiene maquinaria para procesar pl¨¢stico, metal, o vidrio, nos los compran¡±, cuenta Gigi Ramos, una mujer de 42 a?os que lleg¨® hace unos meses al vertedero de Rodr¨ªguez Rizal. Hasta entonces hab¨ªa trabajado en el de Payatas, situado a unos kil¨®metros carretera abajo.
All¨ª Ramos se ve¨ªa forzada a pagar 1.050 pesos semanales (21 euros) a unos mafiosos, que a su vez sobornaban a funcionarios corruptos para poder entrar en el vertedero de Payatas. Demasiado para alguien a quien pagan dos pesos (3,5 c¨¦ntimos de euro) por cada kilo de papel, 11 pesos (22 c¨¦ntimos de euro) por kilo de pl¨¢stico, y 35 pesos (70 c¨¦ntimos de euro) por kilo de metal. El premio gordo es el cobre, que se cotiza a unos 240 pesos (4,1 euros) el kilo, dependiendo del precio en el mercado internacional. Eso s¨ª, para obtenerlo hay que quemar el pl¨¢stico que recubre los cables de electrodom¨¦sticos y aparatos varios, un proceso laborioso. Con suerte, cada d¨ªa Ramos se embolsa unos 150 pesos (unos tres euros) que se suman a otro tanto que su marido gana en el sector de la construcci¨®n.
Antes todo estaba decidido por los matones. Ellos te dec¨ªan qu¨¦ hacer y se llevaban parte de lo que gan¨¢bamos Danilo Fabiano, trabajador en el vertedero de Manila
Es suficiente para vivir en la chabola que ha construido su familia con lo que ha encontrado en el vertedero, pero no basta para darle a su hija, Vanesa, el tratamiento m¨¦dico adecuado. Hace un lustro que esta adolescente de 17 a?os est¨¢ aquejada de un problema en la columna vertebral. Desde entonces, se ve obligada a vivir postrada en un sof¨¢, conectada a una sonda para que pueda orinar. ¡°De mis otros cinco hijos, tres van a la escuela primaria y dos siguen trabajando en Payatas. Gracias a la Asociaci¨®n, espero poder cuidar de Vanesa, porque no recibimos ninguna ayuda del Gobierno¡±, cuenta Ramos.
En cualquier caso, con asociaci¨®n o sin ella, es evidente que la vida de todos los que trabajan en las monta?as de basura de Manila no va a ser muy halag¨¹e?a. Y se estima que su esperanza de vida es de solo 36 a?os. ¡°Est¨¢n expuestos a alt¨ªsimos niveles de toxinas que van destruyendo su cuerpo. Los efectos m¨¢s adversos los sufren, l¨®gicamente, los ni?os¡±, explica un m¨¦dico local, Walter Hernando, que recorre las chabolas colindantes a los vertederos para realizar an¨¢lisis peri¨®dicos. ¡°A los m¨¢s afectados les recomendamos que se vayan al campo, pero la mayor¨ªa asegura que no tiene opci¨®n¡±.
Por si eso no fuese suficiente, tambi¨¦n est¨¢ siempre al acecho el fantasma de la tragedia del a?o 2000, cuando un derrumbe sepult¨® a los habitantes de los alrededores de Payatas. Los desechos de la monta?a se tragaron la vida de m¨¢s de 300 personas. Ahora, un peque?o monumento es lo ¨²nico que sirve para recordarlas, y el resto sigue jug¨¢ndose la vida sobre los millones de toneladas de basura del lugar. Eso s¨ª, poco a poco Payatas se va convirtiendo en un lugar muy diferente. Tanto que existe un plan para convertirlo en un parque ecol¨®gico que ha provocado la admiraci¨®n de ONG y de gobiernos en todo el mundo.
No obstante, Fabiano cree que todav¨ªa queda mucho por hacer. ¡°Nos dicen que la Asociaci¨®n deber¨ªa buscar el fin del trabajo de los recicladores, pero hasta que no haya un buen sistema para recuperar todo lo que se tira aqu¨ª, que es mucho, creemos que nuestra funci¨®n debe limitarse a regular el trabajo y buscar un entorno lo m¨¢s seguro posible¡±, comenta Fabiano. ¡°Desde que creamos la asociaci¨®n los accidentes han ca¨ªdo un 30%, y hemos abierto un fondo para que los enfermos como Vanesa puedan costearse el hospital. Estamos orgullosos de ello, aunque todav¨ªa no hay dinero suficiente para todos¡±.
No en vano, en torno al 40% de la poblaci¨®n de Payatas, y casi el 25% de todo el barrio de Quez¨®n City, est¨¢ en el paro. ¡°Eso s¨ª, nuestro objetivo ¨²ltimo es presionar al Gobierno para que ponga en marcha proyectos de reciclaje profesional y contrate a quienes ahora rebuscan entre la basura. Algunos ya han comenzado a operar en Payatas, y, sin duda, no van a tener mano de obra m¨¢s experta¡±, r¨ªe el presidente de la Asociaci¨®n Slaba Masa. ¡°Con un sueldo un poco m¨¢s digno, seguro que nuestros hijos podr¨¢n escapar de aqu¨ª¡±.
Pero Jackie Tabilog y Rodolfo Tellantos no creen que vaya a llegar pronto ese momento. Tienen 18 y 19 a?os respectivamente, y est¨¢n encargados de procesar el vidrio y los metales que les lleva gente como Ramos desde el vertedero de Rodr¨ªguez Rizal. Ambos completaron la ense?anza primaria, pero las condiciones econ¨®micas de su familia les impidieron seguir adelante. ¡°Me habr¨ªa gustado estudiar y vivir en otra zona de la ciudad, pero en este pa¨ªs no hay esperanza para los pobres¡±, dispara Tabilog. ¡°S¨®lo hay dos opciones: delinquir, o buscar entre la chatarra¡±, a?ade Tellantos. ¡°Los que prefieren la mafia ganan mucho m¨¢s, pero en cualquier momento les pueden volar los sesos. Aqu¨ª, por lo menos, podemos pensar en tener una familia¡±.
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