Otro camino
El resultado de las elecciones catalanas ser¨¢ sometido a una segunda vuelta dos meses despu¨¦s, en las nacionales
Ha sido muy complicado durante los a?os pasados explicar con claridad que el concepto del ¡°derecho a decidir¡± era una trampa dial¨¦ctica. Pero finalmente, llegados a las elecciones al Parlamento catal¨¢n la verdad se ha impuesto por su propio peso. Hartos de gestos y demostraciones de popularidad, todo el mundo espera las elecciones catalanas del 27 de septiembre, porque tras largos a?os de ambig¨¹edades calculadas los votantes expresar¨¢n sus preferencias en torno a la independencia a trav¨¦s de las candidaturas. Es grosero que el Gobierno trate de aprobar una reforma de ley a toda prisa, y que adem¨¢s la presente su candidato al Parlament, Xavier Albiol, confundiendo de nuevo Gobierno y partido para perjuicio del pa¨ªs. La mera elecci¨®n de ese candidato de perfil duro para ara?ar el caladero de votos de Ciudadanos ya era una declaraci¨®n transparente de que la confrontaci¨®n es la ¨²nica respuesta estatal. Al otro lado, Artur Mas ha logrado una candidatura unitaria con quienes presentaban querellas contra su partido por corrupci¨®n, algo que compromete el futuro pol¨ªtico de los l¨ªderes de Esquerra y dificultar¨¢ formar Gobierno tras las elecciones.
Corremos el peligro de no apreciar la potencia de la democracia, cegados como estamos por la gravedad del envite. Ser¨ªamos est¨²pidos si nos dej¨¢ramos llevar por el esfuerzo denodado de los partidos por convertir las elecciones en un estado emocional. Las campa?as electorales procuran eliminar la raz¨®n, desterrar la inteligencia y el an¨¢lisis del acto de votar. Ante tanta democracia vociferada, convendr¨ªa serenarse y dejar hablar a las urnas con libertad. Las elecciones son una oportunidad para mandar a su jaula a todas las fieras sueltas. Porque ofrecer¨¢n un evidente resultado contable y si el independentismo supera el 55% de los votos, los espa?oles tendr¨¢n que inventar un espacio para preguntar de manera directa a los catalanes por su preferencia de modelo de Estado. De ser contrario el resultado, los independentistas recibir¨ªan un mensaje claro de que su aspiraci¨®n carece del apoyo m¨ªnimo exigible para plantear un refer¨¦ndum de tal calibre.
No hay que olvidar que el resultado de las elecciones catalanas, m¨¢s all¨¢ del deseo de unos y otros de que sean plebiscitarias solo si gana su opci¨®n, ser¨¢ sometido a una segunda vuelta dos meses despu¨¦s, en las elecciones nacionales. Frente a quienes ofrecen dos callejones sin salida contrapuestos el uno al otro, enfrentando dos modelos err¨®neos de gesti¨®n democr¨¢tica en el propio inter¨¦s, no queda otra que aceptar que el camino correcto es el que marcan los resultados electorales, nos gusten o no.
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