Caen los secretos del atentado contra Greenpeace
Un coronel franc¨¦s reconoce haber colocado las bombas que hundieron al 'Rainbow Warrior'
No es nada habitual que los esp¨ªas, profesionales del secreto, hablen en p¨²blico. Pero la regla del mutismo ha sido rota por uno de los 12 agentes que Francia desplaz¨® para sabotear el Rainbow Warrior, el nav¨ªo emblem¨¢tico de Greenpeace. Ahora ha dado la cara el coronel retirado Jean-Luc Kister, capit¨¢n en la ¨¦poca de los hechos, quien reconoce haber colocado las cargas explosivas que acabaron con la vida de Fernando Pereira, fot¨®grafo y militante del medio ambiente, y con el barco.
El atentado, organizado para cortar la campa?a contra los ensayos de armas nucleares en el Pac¨ªfico, se produjo el 10 de julio de 1985. El Rainbow Warrior se encontraba en Auckland (Nueva Zelanda), preparado para protestar por las pruebas en el atol¨®n de Mururoa, cuando un equipo de submarinistas de combate coloc¨® dos minas en el casco del nav¨ªo, que provocaron su hundimiento y la muerte del militante.
La revelaci¨®n de que militares franceses hab¨ªan puesto las bombas se public¨® dos meses despu¨¦s en Le Monde. El jefe del Estado, Fran?ois Mitterrand, conden¨® los hechos, pero dimitieron el jefe de los servicios secretos y el ministro de Defensa de la ¨¦poca, Charles Hernu. Como suele ocurrir cuando se oculta la raz¨®n de Estado, otros limitaron la responsabilidad francesa a una simple operaci¨®n de vigilancia o relativizaron las informaciones publicadas, como si las dimisiones fueran un sacrificio forzado por un injusto incendio medi¨¢tico.
Ahora, el militar que coloc¨® las minas pone los puntos sobre las ¨ªes. Explica que las dos explosiones fueron programadas para obligar a la evacuaci¨®n del nav¨ªo, la primera, y la segunda para hundirlo, con el imprevisto de una muerte. Al mando de ese equipo se encontraba el autor de la confesi¨®n y del mismo formaba parte otro capit¨¢n, G¨¦rard Royal, hermano de S¨¦gol¨¨ne Royal ¡ªhoy ministra de Ecolog¨ªa¡ª. Sorprende la revelaci¨®n de que los servicios secretos eran menos halcones que el poder pol¨ªtico: aquellos propon¨ªan da?ar la h¨¦lice del nav¨ªo ecologista, pero recibieron ¨®rdenes de acabar con aquel asunto de una vez por todas. Su testimonio confirma la responsabilidad del Estado al m¨¢s alto nivel, si bien no permite precisar qu¨¦ conocimiento exacto ten¨ªa Mitterrand. Francia hubo de indemnizar a la familia de la v¨ªctima y tuvo que negociar a fondo para recuperar a otros dos de los saboteadores, arrestados en Nueva Zelanda.
El coronel ha pedido perd¨®n a la familia de la v¨ªctima (¡°tengo la muerte de un inocente sobre mi conciencia¡±), a Nueva Zelanda y a Greenpeace. La confesi¨®n se ha difundido en la televisi¨®n neozelandesa y en la web francesa Mediapart, dirigida por Edwy Plenel, el periodista que revel¨® el esc¨¢ndalo cuando trabajaba en Le Monde (en un art¨ªculo firmado junto a Bertrand Le Gendre). Nada es m¨¢s lento en periodismo que investigar, pero existen ocasiones como esta en que bien vale felicitarse de que la verdad sobre un sucio asunto se complete. As¨ª que pasen 30 a?os.
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