Las guerras clim¨¢ticas ya est¨¢n aqu¨ª
Por David Hammerstein (commonsnetwork.eu ydavidhammerstein.com)
Millones de personas abandonar¨¢n sus hogares como consecuencia de los desastres naturales provocados por el clima. Foto:Manoocher Deghati/IRIN.
Millones de refugiados se agolpan a las puertas de Europa poniendo a prueba nuestros valores m¨¢s preciados de solidaridad y equidad. Es todo un aviso para navegantes sobre los peligros del futuro que nos espera. Cuando una sociedad humana se siente amenazada tropieza con la disyuntiva de elegir entre la libertad y la seguridad, es muy probable que se opte por la segunda opci¨®n autoritaria. En la respuesta que demos a este dilema pr¨¢ctico corremos el riesgo de suspender los principios morales m¨¢s apreciados en nuestras acomodadas sociedades democr¨¢ticas. Las libertades pueden tirarse al basurero cuando se percibe que los refugiados constituyen una amenaza a la propia seguridad.
Solo un reajuste socio-ambiental global por encima de las fronteras, capaz de distribuir la creciente escasez de los recursos biof¨ªsicos seg¨²n los valores de suficiencia material y ecol¨®gica y de manera m¨¢s equitativa, podr¨¢ ayudarnos a mitigar la gran cat¨¢strofe social y ecol¨®gica que se avecina, mucho m¨¢s colosal que la crisis actual de los refugiados. Pero hasta ahora contin¨²a la ceguera pol¨ªtica como si nada pasara, sumida com est¨¢ en la negaci¨®n de los problemas sociales y ecol¨®gicos de fondo. Toda una gran irresponsabilidad institucionalizada.
Las guerras clim¨¢ticas est¨¢n en marcha, y de seguir con el mismo rumbo que llevamos las guerras que vendr¨¢n encender¨¢n m¨¢s la mecha del nacionalismo xen¨®fobo, los agravios comparativos fraticidas de unos contra otros, y aumentar¨¢n las luchas encarnizadas para el abastecimiento de recursos naturales cada vez m¨¢s escasos y degradados. La desestabilizaci¨®n clim¨¢tica que se avecina, lejos de ser un hecho para ser tratado en un apartado sectorial y aislado, como por ejemplo lo hace el reduccionismo de la ¨®ptica t¨¦cnica que solo habla de emisiones de CO2 y de eficiencia energ¨¦tica, debemos asumir cuanto antes que el cambio clim¨¢tico ya nos est¨¢ complicando profundamente las relaciones humanas en nuestras sociedades, y solo acaba de empezar.
La terrible guerra civil en Siria fue precedida por una hist¨®rica sequ¨ªa que dur¨® m¨¢s de 10 a?os y arruin¨® a m¨¢s de un mill¨®n de agricultores, caus¨® grandes migraciones interiores y agudiz¨® las cr¨ªticas al r¨¦gimen de Assad como aument¨® las tensiones inter¨¦tnicas e interreligiosas. Aunque los analistas pol¨ªticos suelen ignorar nuestra inevitable condici¨®n de dependencia de un mundo f¨ªsico y biol¨®gico finito que decae a marchas forzadas, lo cierto es que la batalla por el agua en un Oriente Pr¨®ximo con unas temperaturas cada vez m¨¢s inclementes y con acceso y reparto muy injusto, ha sido uno disparadores sociales que ha encendido la guerra civil en Siria.
En muchos otros pa¨ªses del Mediterr¨¢neo y de Africa se retroalimentan los horrores ambientales: las sequ¨ªas, el avance del desierto, la carencia de agua potable y de combustible, el esquilmado de las prote¨ªnas pesqueras, la grave crisis de la agricultura de subsistencia a peque?a escala, la end¨¦mica superpoblaci¨®n en relaci¨®n con la capacidad de carga ecol¨®gica local, la corrupci¨®n, la violencia, la aguda polarizaci¨®n y desigualdad y los conflictos ¨¦tnicos y religiosos. El cambio clim¨¢tico y el r¨¢pido deterioro ambiental significan acelerar y radicalizar todos y cada uno de los problemas existentes que amenazan el sustento y la habitabilidad humana.
El soci¨®logo alem¨¢n Harald Welzer en su libro ¡°Guerras Clim¨¢ticas¡± nos anuncia un escenario tenebroso para el futuro europeo. Millones de personas desesperadas tratar¨¢n de alcanzar ¡°la tierra prometida¡± de nuestras costas, huyendo de sequ¨ªas, hambrunas, guerras por el control de recursos ambientales, grandes desastres naturales y una miseria multiplicada por el terrible c¨®ctel de la superpoblaci¨®n, el mal gobierno y la creciente insostenibilidad de los ecosistemas que son soporte imprescindible de las sociedades. Welzer afirma: ¡°Es muy probable que crezcan los conflictos potencialmente violentos en torno a diferentes recursos. Un factor importante es el tipo de conflicto y la existencia de una competencia por recursos b¨¢sicos necesarios para la supervivencia, como el agua o la tierra. Existen conflictos concretos que devienen violentos y que presentan una tendencia acumulativa porque se producen en sociedades fallidas, carentes de estructuras y en las que existen actores interesados en ampliar la conflictividad¡±.
Los cient¨ªficos ambientales estudian los peligrosos puntos cr¨ªticos de inflexi¨®n ambiental generados por las acciones humanas y las consecuencias de translimitaci¨®n irreversible en los ecosistemas desequilibrados por el cambio clim¨¢tico, pero apenas nadie reconoce las grandes mutaciones sociales que est¨¢n siendo provocadas por el deterioro ecol¨®gico. Aunque en realidad la sociedad humana y la naturaleza nunca han estado separadas, tal y como han ideado fantasiosamente las supersticiones dualistas de los modernos, lo cierto es que casi la totalidad de la clase pol¨ªtica sigue anclada en esta dram¨¢tica desconexi¨®n con el mundo natural.
La avalancha que viene de los pobres refugiados clim¨¢ticos puede ser recibida con una regresi¨®n moral y pol¨ªtica de los europeos, elevando los muros y defendi¨¦ndolos con acciones cada vez m¨¢s brutales y totalitarias. Unos bruscos cambios excluyentes que est¨¢n muy alejados de los valiosos prop¨®sitos de defensa de los derechos humanos fundamentales que deber¨ªan orientar todo quehacer pol¨ªtico.
En la Uni¨®n Europea vivimos en una burbuja con una falsa ilusi¨®n de seguridad, en gran parte gracias al saqueo de recursos materiales y biol¨®gicos de todo tipo venidos de cualquier parte del mundo. Esta ¡°fortaleza europea¡± solo puede mantenerse mediante la externalizaci¨®n temporal de los nefastos impactos colaterales sociales y ecol¨®gicos generados por nuestros sobreconsumidores estilos de vida y por el crecimiento de la escala material de la econom¨ªa y la producci¨®n en un planeta finito en materiales y moribundo. Lo cierto y real es que socio-ecol¨®gicamente nuestra c¨®moda y segura existencia solo puede ser provisional y tiene fecha temprana de caducidad. La fr¨¢gil burbuja europea puede reventarse r¨¢pidamente por estar rodeada por millones de personas que sufren cada vez m¨¢s las consecuencias directas e indirectas de un proceso hist¨®rico de gran explotaci¨®n pol¨ªtica, social y ecol¨®gica.
No hay muchos motivos para el optimismo porque todo ocurre en medio de un vac¨ªo de gobernanza institucional m¨ªnimamente responsable ante la gigantesca envergadura del cambio clim¨¢tico, la gran injusticia social y la degradaci¨®n de las condiciones ambientales. La situaci¨®n de emergencia colectiva y mundial que plantea el desaf¨ªo de las guerras socio-clim¨¢ticas exige mutaciones materiales r¨¢pidas en la forma de vida sobreconsumidora presente en los pa¨ªses opulentos y en el resto del mundo. Como concluye Welzer: ¡°En la Historia, tenemos ejemplos como el fascismo o el comunismo que cambiaron sociedades en un lapso de tiempo increiblemente corto y con un impacto muy profundo. Por ello, creo que no tenemos ni idea de lo que puede pasar en un mundo que afronte una subida de la temperatura de tres grados o m¨¢s, algo que puede ocurrir en pocas d¨¦cadas.¡±
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