Como una perla
Cuando la realidad se empe?a en abismarse y el presente aprieta, creo que centrarse en el momento puede ser un acierto
Estamos viviendo un oto?o tan atribulado que m¨¢s bien parece un despe?adero, porque la realidad asusta y el futuro amenaza con ser peor. Tengo amigos psicoanalistas que me dicen que sus pacientes andan todos medio desbaratados: la angustia ambiental es tan grande que te puede romper el espinazo si te pilla en un momento de fragilidad.
Me conmueve de este esfuerzo final de los ancianos que muchos han tenido que reducir su gasto en alimentos
La verdad es que llevamos unos a?os de ¨®rdago; recuerdo que al comienzo de la crisis hubo otro pico de angustia como ¨¦ste de ahora, con la prima de riesgo por la nubes, rumores de colapso del sistema y ?desahucios que te part¨ªan el coraz¨®n. Ahora esa parte econ¨®mica nos preocupa menos, aunque a m¨ª me parece que la famosa recuperaci¨®n es en gran medida un espejismo, porque la gente sigue perdiendo sus casas, y hay 770.000 familias en Espa?a que no cuentan con ning¨²n ingreso, y 8 de cada 10 abuelos tienen que ayudar a sus hijos y a sus nietos con sus magras pensiones (cobran, de media, 1.000 euros). Incluso se dir¨ªa que las cosas han empeorado para el sector m¨¢s necesitado, porque en 2010 s¨®lo 2 de cada 10 pensionistas ten¨ªan que mantener a sus descendientes. Cosa por otra parte l¨®gica: las familias se han ido comiendo los ahorros. En fin, lo que m¨¢s me conmueve de este esfuerzo final de los ancianos es que casi la mitad han tenido que reducir su gasto en alimentos, y un 15% se han visto obligados a dejar de consumir productos frescos como carne, queso, pescado o verdura. Alimentar a su progenie los est¨¢ matando de hambre.
As¨ª que la situaci¨®n de una buena parte de la sociedad de este pa¨ªs sigue siendo dolorosa y extrema, pero los dem¨¢s hemos aparcado ese tema, nos hemos olvidado de ¨¦l, hemos puesto la cabeza y los miedos en otra parte. Una fuente de nuestro actual desasosiego es Catalu?a (ah¨ª est¨¢n las tensas elecciones de hoy), pero la angustia se centra, sobre todo, en la guerra global del fundamentalismo, en la creciente pujanza de ese Estado Isl¨¢mico que es un c¨¢ncer que avanza por el mundo, en las olas de aterrorizados refugiados que vienen a estrellarse contra las murallas del fort¨ªn de Europa. El porvenir da miedo, la realidad espanta, hace falta mucho temple para aguantar los telediarios. Varias personas me han dicho ¨²ltimamente que ya no se atreven a ver las noticias. Yo las sigo mirando, pero con el mando en la mano y dispuesta a salir huyendo, como quien se acerca de puntillas a un paquete bomba.
Probablemente sea en parte tambi¨¦n problema m¨ªo. Ya he escrito alguna vez que, al envejecer, nos vamos haciendo cada vez m¨¢s blandos, m¨¢s lloricas, nos afectan m¨¢s las cosas, se nos arruga el ¨¢nimo. A veces pienso que esto es algo bueno; que la edad fomenta la empat¨ªa, y que cada d¨ªa nos identificamos m¨¢s con los que sufren. Otras veces, en cambio, se me ocurre que quiz¨¢ el dolor propio y ajeno se nos va acumulando en el organismo, igual que la cantidad de rayos X o de horas de sol que recibimos a lo largo de nuestra vida, y que llega un momento en el que ya no nos da el cuero para m¨¢s. Tiempos radiactivos. Soles achicharrantes.
Cada instante de emoci¨®n y de belleza es como una perla
Ya saben que la diferencia entre un optimista y un pesimista es que el ¨²ltimo cree que estamos en la peor de las situaciones posibles, mientras que el optimista piensa que a¨²n se puede empeorar mucho m¨¢s. Yo siempre he sido razonablemente optimista, muy vitalista, una disfrutona en toda regla, pero ahora ando con el cuerpo algo aterido. ¡°No se puede escribir poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz¡±, dice la famosa frase de Adorno. C¨®mo sonre¨ªr, c¨®mo vivir, c¨®mo bailar, c¨®mo amar, c¨®mo crear, c¨®mo permitirse la tan necesaria frivolidad y la ligereza cuando el mundo entero es un grito de angustia.
Mi prima Virginia Gayo, que es como la hermana que nunca tuve, sostiene que la existencia es un completo e irremediable asco, pero que los d¨ªas, uno a uno, pueden ser algo ?precioso. Golosa de la vida como soy, siempre le discut¨ª esta filosof¨ªa y defend¨ª (a¨²n lo creo) el fulgor de la existencia y su milagro. Pero cuando la realidad se empe?a en abismarse, cuando el presente aprieta, creo que centrarse en el momento, como dice mi prima, puede ser un acierto. Ralentizar el tiempo, cuando es bueno, y aprender a apreciar todo aquello que el azar nos est¨¢ regalando cada d¨ªa, esos dones que por lo general tendemos a ignorar. Como el amor de la gente que nos quiere; la salud, si la tenemos; un libro, un paseo, una conversaci¨®n, un atardecer, un coqueteo, un beso, una risa, el lametazo de un perro. No estoy de acuerdo con la frase de Adorno: la poes¨ªa sirve, justamente, para combatir el horror. Al igual que los momentos de felicidad, y la gratitud por poder vivirlos. Cada instante de emoci¨®n y de belleza es como una perla. Un modesto chispazo de luz que ilumina el mundo.
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