La canciller
Cuando se apagaron las grabadoras descubrimos a otra Merkel. Bromista e ir¨®nica
El mitin hab¨ªa terminado. Era la campa?a electoral de 2005 en Alemania. El pabell¨®n estaba medio vac¨ªo. Tres periodistas que nos hab¨ªamos quedado rezagados vimos c¨®mo se acercaba Angela Merkel, candidata a la canciller¨ªa. Entablamos conversaci¨®n. Merkel crey¨® por un momento que ¨¦ramos militantes o simpatizantes de su partido, la Uni¨®n Democristiana. Cuando le dijimos que ¨¦ramos de la ¡°prensa extranjera¡±, reaccion¨® asustada: ¡°Nein, nein, nein¡±. Y huy¨® despavorida.
Cuando le dijimos que ¨¦ramos de la ¡°prensa extranjera¡±, reaccion¨® asustada
Period¨ªsticamente el breve encuentro dio pocos frutos. No logramos arrancar ni una respuesta que sirviese para nuestras cr¨®nicas. Pero, pens¨¢ndolo bien, aquel encuentro era un episodio revelador. Merkel ¨Cuna doctora en F¨ªsicas de la Alemania Oriental que llevaba una d¨¦cada y media ascendiendo en las filas democristianas entre la desconfianza de los machos alfa que controlaban el partido¨C quer¨ªa arriesgar lo m¨ªnimo. Hablar con tres periodistas extranjeros, sin guion ni cita previa, era un riesgo.
Volv¨ª a hablar con ella dos a?os despu¨¦s, en enero de 2007. Merkel ya era canciller. Proyectaba una imagen de pol¨ªtica austera y distante. Eficiente, pero antip¨¢tica. Nos sentaron en una mesa de una sala de la sede de la Canciller¨ªa Federal, en Berl¨ªn. ?ramos seis periodistas de varios pa¨ªses europeos. Sab¨ªamos que sus frases ser¨ªan medidas. Sospech¨¢bamos que, como en aquella campa?a que la llev¨® al poder, no se sentir¨ªa a gusto con nosotros.
Nos equivoc¨¢bamos. Sus respuestas evitaban las estridencias, y tuvimos que sudar para sacarle alg¨²n titular. Pero cuando se apagaron las grabadoras descubrimos a otra Merkel. Bromista e ir¨®nica, incluso maledicente. No hab¨ªa consolidado su poder en Europa como ocurri¨® a?os despu¨¦s, pero era la jefa del Gobierno de la primera econom¨ªa europea y ejerc¨ªa el cargo sin complejos. Ya la llamaban la mujer m¨¢s poderosa del mundo. Cuando termin¨® la entrevista, nos ofrecieron hacernos una foto con ella. El corresponsal ingl¨¦s se neg¨®.
No transmite la sensaci¨®n de poder. Quiz¨¢ porque el secreto del verdadero poder sea disimularlo
Pasaron los a?os. La Gran Recesi¨®n zarande¨® la Uni¨®n Europea y la moneda ¨²nica. Merkel sigui¨® ganando elecciones y se afianz¨® como la l¨ªder de Europa en crisis. La canciller no se dejaba encasillar. Cada uno proyectaba en ella sus miedos e ideales. Pod¨ªa ser la responsable de la austeridad destructiva o la canciller que salv¨® el euro y la unidad. La l¨ªder impasible a los sufrimientos de los europeos del sur, o la humanista que abre las puertas de Alemania ¨Cpa¨ªs donde la memoria hist¨®rica determina los deberes del presente¨C a los refugiados sirios. La jefa de Gobierno tacticista y sin visi¨®n, o la mujer que conserv¨® el temple ante las tormentas que amenazaban al proyecto com¨²n.
No es igual un pol¨ªtico tradicional que ha escalado desde joven en un partido y otro que tuvo otra vida hasta dedicarse a su nuevo oficio, la pol¨ªtica, y en un nuevo pa¨ªs, la Alemania reunificada. Merkel, de cerca, no parece una estadista ni hay rastro, en su estilo, de la autosuficiencia de otros pol¨ªticos. No transmite la sensaci¨®n de poder. No lo necesita. Quiz¨¢ porque el secreto del verdadero poder sea disimularlo. Quiz¨¢ porque el secreto de la Alemania moderna, siempre contenida y reticente, sea ejercer el poder pero sin exhibirlo.
elpaissemanal@elpais.es
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