C¨¢lculo de una decepci¨®n

Los hijos, les ense?amos a andar, a decir que no o que s¨ª, a volar fuera del nido. Y mientras tanto confiamos en que esta sociedad, a la que desembocan, les acoja como una madre universal y en esa inmensa casa que es la escuela siga haci¨¦ndoles personas. Pero eso, su formaci¨®n integral, su capacidad de argumentaci¨®n, su pensamiento cr¨ªtico, ya no importan, a partir de ahora, lo que esta sociedad necesita son personas formadas ¨²nicamente para satisfacer las necesidades de las empresas y cuanto antes empecemos con el aprendizaje de la docilidad y la obediencia ciega, tanto mejor. Y claro, as¨ª las cosas, es f¨¢cil entender que filosof¨ªa, m¨²sica, artes pl¨¢sticas, eso que hace pensar, sentir, cuestionarse la realidad, ya no sea prioritario, como si no hubiera, por ejemplo, poetas que ense?an matem¨¢ticas, como si pudi¨¦ramos diferenciar a los seres humanos en aptos o no para serlo, en funci¨®n de sus resultados en ¡°competencias b¨¢sicas¡±. ?Hacia d¨®nde vamos? ?Ser¨¢n nuestros hijos e hijas econ¨®micamente rentables? ?Qu¨¦ posici¨®n ocupar¨¢n en esa gran cadena de producci¨®n y sumisi¨®n que ser¨¢ su futuro?

Est¨¢n restando matem¨¢ticamente nuestra capacidad de respuesta, ningune¨¢ndonos, ¡°multiplic¨¢ndonos por cero¡±.¡ª Teresa Santos Bernardos.