La hora m¨¢s dif¨ªcil de Europa
Tanto en la crisis del euro como en la de los refugiados, la UE ha estado a la defensiva y desbordada. Muchos Gobiernos han mirado para otro lado o dejado el problema en manos de Angela Merkel
A perro flaco, todo son pulgas, sentencia el dicho popular. Esa es la situaci¨®n en la que parece encontrarse Europa, expuesta a un muy peligroso entrecruzamiento de tres crisis que hasta ahora corr¨ªan en paralelo: la crisis de gobernanza del euro, con su cl¨ªmax griego; la crisis de asilo y refugio, que amenaza con hacer saltar por los aires la libre circulaci¨®n de personas; y la crisis en nuestra vecindad, que desde Ucrania a Libia pasando por Siria pone al desnudo la debilidad de la pol¨ªtica exterior europea.
Por separado, cada una de esas crisis expone las profundas fracturas que recorren el proyecto europeo. Juntas forman una tormenta perfecta que, de no mediar una reacci¨®n a la altura de las circunstancias, muy bien podr¨ªa acabar con el proyecto europeo. No se trata de una exageraci¨®n. La construcci¨®n europea descansa hoy sobre tres pilares: el euro, la libre circulaci¨®n de personas y los valores europeos. Si quitamos cualquiera de ellos, el edificio dif¨ªcilmente se sostendr¨¢.
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Por un lado, la crisis griega ha puesto de manifiesto los problemas de gobernanza de la eurozona, problemas que tienen que ver tanto con la eficacia como con la legitimidad democr¨¢tica. Mientras que EE UU hace tiempo que ha salido de la crisis, la eurozona sigue estancada econ¨®micamente y con unos niveles de desempleo que tensionan sus sociedades, sistemas pol¨ªticos y Estados del Bienestar, provocando el auge de movimientos y grupos populistas a ambos lados del espectro pol¨ªtico. M¨¢s all¨¢ de las diferencias, evidentes, entre las nuevas izquierdas y las nuevas derechas surgidas de la crisis, todas esas fuerzas comparten una reacci¨®n soberanista y anti-integraci¨®n europea que no es sino un nuevo nacionalismo disfrazado de reacci¨®n democr¨¢tica contra los mercados, la integraci¨®n europea o contra ambos.
El reflejo nacionalista provocado por la crisis econ¨®mica se ver¨¢ sin duda acentuado por la crisis de asilo y refugio. La capacidad de absorber oleadas migratorias ¨¦tnicamente diversas y convertirlas en una fuerza de progreso econ¨®mico y social requiere de la existencia de una econom¨ªa en crecimiento y de unas sociedades abiertas y predispuestas a la integraci¨®n. Justo lo contrario de lo que le sucede hoy a Europa, estancada econ¨®micamente y bloqueada mentalmente con la inmigraci¨®n. Hemos visto, desde Grecia a Ucrania, que la solidaridad europea apenas alcanza para llegar a los mismos europeos. Extender esa solidaridad hacia los no europeos, m¨¢xime cuando provienen de una zona geogr¨¢fica como Oriente Pr¨®ximo, con la que Europa mantiene legados y relaciones altamente t¨®xicas, no va a ser nada f¨¢cil.
Extender la solidaridad hacia los asilados que llegan de Oriente Pr¨®ximo no va a ser nada f¨¢cil
No es ning¨²n secreto que podr¨ªamos gestionar eficazmente la crisis de asilo y refugio. Como tampoco lo es que ello requerir¨ªa mucha m¨¢s Europa de la que las autoridades nacionales est¨¢n dispuestas a conceder. La pol¨¦mica en torno a la voluntariedad u obligatoriedad de las cuotas de asilados no es anecd¨®tica: una vez m¨¢s, como ocurri¨® cuando comenz¨® la crisis griega, los gobiernos europeos han preferido adoptar una soluci¨®n nacional antes que una europea. Ese m¨¦todo convierte a Europa en un remedo de lo que Churchill dec¨ªa de Estados Unidos: los americanos, dec¨ªa desesperado por las reticencias de Washington a intervenir en la guerra, siempre terminan por acertar, pero solo despu¨¦s de haber probado todas las dem¨¢s alternativas. Europa gusta de vivir igual de peligrosamente, siempre esperando a que la situaci¨®n se deteriore tanto que los gobiernos s¨®lo puedan elegir entre el suicidio colectivo o m¨¢s Europa. El problema es que, en un paciente debilitado y ya infectado por el virus de la xenofobia, las soluciones puede que lleguen tarde.
La reacci¨®n de Angela Merkel, ejemplar, necesita espacio y apoyo. Si los dem¨¢s gobiernos europeos, como muchos ya est¨¢n haciendo, miran para otro lado y dejan el problema en manos de Berl¨ªn, quitar¨¢n el ox¨ªgeno a la Canciller y ahogar¨¢n el proceso. Algunos pueden tener la tentaci¨®n de ver con satisfacci¨®n el debilitamiento de la Canciller, pero deber¨ªan pensar dos veces en lo que vendr¨ªa despu¨¦s: o bien ir¨ªamos a un cierre del espacio Schengen, con cada gobierno reintroduciendo fronteras y controles por su cuenta, o bien tendr¨ªamos una reacci¨®n defensiva a escala europea consistente en el refuerzo del control de fronteras externas de la UE, el endurecimiento de las normas de asilo y refugio y la generalizaci¨®n de las repatriaciones forzosas, es decir, la adopci¨®n del m¨¦todo h¨²ngaro a escala europea. No dejar¨ªa de ser parad¨®jico que la crisis de asilo y refugio uniera a los europeos en torno un modelo de gesti¨®n de fronteras exteriores y flujos migratorios exclusivamente basado en la soberan¨ªa y los intereses econ¨®micos del receptor, es decir, un modelo basado en el ¡°no veng¨¢is si no se os invita previamente¡± y en ¨¦l ¡°si ven¨ªs sin invitaci¨®n, ateneos a las consecuencias¡±. No descartemos por tanto que tengamos una salida europea a la crisis, pero una salida a la Viktor Orban, incompatible con nuestros valores y principios.
El problema de la UE es que tanto en lo referente a la crisis del euro como en la crisis de asilo, siempre ha estado a la defensiva y desbordada, sin tiempo para remontar los problemas corriente arriba y solucionarlos en origen. As¨ª ha sido con la gobernanza del euro, donde s¨®lo de forma muy lenta e incompleta se han abierto camino mecanismos de prevenci¨®n de car¨¢cter sist¨¦mico, y tambi¨¦n con la pol¨ªtica exterior europea. La fuente emisora de la inestabilidad que vivimos estos d¨ªas est¨¢ en una regi¨®n vecina, Oriente Pr¨®ximo, en la que Europa es incapaz de hacer valer ni sus intereses ni sus principios. Mientras Rusia e Ir¨¢n definen sus intereses en la regi¨®n de un modo tan brutal como cristalino y ponen todos sus activos diplom¨¢ticos, econ¨®micos y militares detr¨¢s de ellos, Europa carece de una visi¨®n sobre qu¨¦ hacer, y tampoco sabe muy bien qu¨¦ pedirle a Estados Unidos ni c¨®mo trabajar con Obama. El problema de la UE con Siria no es tanto la carencia de instrumentos (aunque sea cierto que carece de ellos), sino el carecer de una pol¨ªtica. Europa no s¨®lo no sabe lo que quiere (?negociar con Asad? ?ir a la guerra contra al Estado isl¨¢mico? ?pactar con Rusia e Ir¨¢n?) sino que tampoco tiene un m¨¦todo para averiguarlo, lo que deja a cada gobierno a su libre albedr¨ªo. El resultado no puede ser m¨¢s desconcertante: mientras que la Francia de Hollande se declara en guerra contra el ISIS, los dem¨¢s miran hacia otro lado y buscan un arreglo r¨¢pido con Asad. Acostumbrada a no actuar, Europa puede tener la tentaci¨®n de no hacer nada. Pero la crisis de asilo es distinta: si no actuamos para cambiar nuestro entorno, ese entorno nos cambiar¨¢ a nosotros. A peor.
La UE carece de una visi¨®n sobre qu¨¦ hacer y tampoco sabe qu¨¦ pedirle a Estados Unidos
Jos¨¦ Ignacio Torreblanca es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la UNED y director de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).
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