Lejos de este mundo
El Papa ha amagado con alg¨²n giro muy suave en la estrategia de la Iglesia con la transparente intenci¨®n de evitar que derive hacia la marginalidad
A muchos ni?os del franquismo nunca se les pas¨® por la cabeza cuestionar un invento tan genial como la fe. La oferta era irresistible: al morir, si te has portado bien, viajar¨¢s a un lugar del que no escapar¨¢s en toda la eternidad pero al que no le encontrar¨¢s ni una sola pega. El conflicto estall¨® luego, en la adolescencia, cuando el hallazgo de la masturbaci¨®n se acompa?¨® de un sentimiento de culpa desproporcionado. Parec¨ªa absurdo que algo que no pod¨ªa ser m¨¢s inofensivo y encantador se considerara pecado mortal y, por si fuera poco, amenazara con dejarte ciego.
La furiosa condena del placer sexual por la Iglesia ha aspirado, qu¨¦ duda cabe, a realzar la vida eterna con la t¨¢ctica de hundir la euforia de las emociones terrenales, a veces tan sencillas de alcanzar. Pero en su loco af¨¢n de entrometerse en la intimidad de la gente, a la Iglesia se le ha ido la mano y el negocio ha sufrido golpes demoledores. El c¨ªnico regodeo en la censura de la homosexualidad, el divorcio, los m¨¦todos anticonceptivos o el sexo fuera del matrimonio ¡ªe incluso dentro si no era para procrear¡ª, ha desencadenado la estampida de multitud de fieles; y la imposici¨®n del celibato y el rechazo de la mujer en el sacerdocio han disuadido demasiadas vocaciones. El papa Francisco ha amagado con alg¨²n giro muy suave en la estrategia, con la transparente intenci¨®n de evitar que la Iglesia derive hacia la marginalidad y se consolide como un refugio de fan¨¢ticos. Pero enseguida se ha visto que, si insiste, se meter¨¢ en m¨¢s de un l¨ªo y chocar¨¢ con algunos colegas atrincherados muy lejos de este mundo.
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