Limpiar Madrid, pero sobre todo no ensuciarlo

No s¨¦ a qu¨¦ viene tanto revuelo. La alcaldesa de Madrid se ha escandalizado con las im¨¢genes de la suciedad que el botell¨®n deja y que le ha enviado el rector de la Universidad Complutense, y ha expresado en alto lo que muchos madrile?os, imagino, pensamos: que lo limpien. ?Qui¨¦nes? Pues digo yo que quienes ensucian. Pero se ha montado la mundial. Que si quita puestos de trabajo ¡ªuna advertencia sorprendente despu¨¦s de anunciar la incorporaci¨®n de 500 barrenderos¡ª, que si los universitarios se sienten castigados, como si su ¨²nico deber c¨ªvico fuera estudiar y tuvieran derecho a echar sobre las espaldas del trabajo de los dem¨¢s, y de nuestros impuestos, toda la porquer¨ªa que genera su juerga, que es mucha.

La idea de Manuela Carmena, quiz¨¢s poco concreta para plantearla en p¨²blico, es consecuente con lo que dijo d¨ªas atr¨¢s: ?ustedes tiran colillas y papeles en sus casas, tiran los papeles al suelo? Entonces, ?por qu¨¦ lo hacen en las calles de la ciudad que son tan suyas como sus casas, pero tambi¨¦n de los dem¨¢s?

Limpiar Madrid, convertido en los ¨²ltimos a?os en un estercolero, requiere barrenderos en las calles. Claro que s¨ª. Pero para que est¨¦ limpio tambi¨¦n es necesario no ensuciarlo y eso apela ya a la responsabilidad individual, a la asunci¨®n de unas m¨ªnimas normas de convivencia y, sobre todo, al sentido de contribuir al bien com¨²n.

A lo mejor es que pasa eso, que el bien com¨²n es un concepto que ha desaparecido de nuestras vidas. Lo pienso cuando ¡ªpese a mis esfuerzos para reciclar, que me tienen la cocina llena de cubos de colores¡ª veo en el rellano de mi escalera que un vecino tira sistem¨¢ticamente las mondas de patata junto a las latas de cerveza; cuando sorteo cacas de perro por las calles de mi barrio, por cierto, barrio lleno de profesionales de alta gama¡­ y de perros; o cuando, como hace poco, un chaval escupi¨® a mi lado en plena acera.

Me comentan quienes tienen hijos adolescentes que el escupitajo es la ¨²ltima incorporaci¨®n a la porquer¨ªa callejera, despu¨¦s de ver a todo plano en televisi¨®n a afamados futbolistas haciendo lo propio en el campo. Puestos a escoger ejemplos, m¨¢s valdr¨ªa el de las universidades danesas, en las que el botell¨®n lo limpia una comisi¨®n formada por los propios estudiantes. Tampoco est¨¢ mal lo anunciado por el Ayuntamiento de Par¨ªs, que sanciona con 68 euros a quien tire una colilla al suelo. Cada a?o, los servicios municipales recogen 350 toneladas. Y, seg¨²n sus c¨¢lculos, cada colilla tarda entre 4 y 14 a?os en desaparecer. ?Cu¨¢nto recaudar¨ªa Madrid si aplicara esta sanci¨®n en la puerta de las empresas, muchas de las cuales ni siquiera colocan ceniceros y, si los tienen, est¨¢n a rebosar?

Barrer hay que barrer. Y lo tienen que hacer los barrenderos. Pero no ensuciar compete a todos. Tambi¨¦n a los universitarios que llegan al campus, supuestamente, con una formaci¨®n de calidad. ?Qui¨¦n dijo que no hac¨ªa falta Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa? Quien fuera deber¨ªa pasar por el escenario posbotell¨®n.