?Por qu¨¦ ante los problemas de una mujer el hombre da soluciones y pone cara de p¨®quer?
Imagina una escena de pareja. A ella le va mal en el trabajo, no ha tenido el reconocimiento de su jefe en un proyecto en el que se ha dejado la piel. Se lo est¨¢ contando a su novio o marido, muy triste y frustrada. ?l la escucha al principio, pero en seguida, la interrumpe con frases tipo: ¡°Pues habla con ¨¦l y d¨ªselo¡±, ¡°pide que te cambien de departamento¡± o ¡°la pr¨®xima vez no trabajes tanto¡±¡ Ella transforma su tristeza en cabreo y le ruge: ¡°?Por qu¨¦ no me escuchas antes de decir lo que tengo que hacer?¡±. ?l tambi¨¦n se enfada porque no aprecia su ayuda. Ella decide no contarle nada y prefiere llamar a una amiga a explicarle lo que le ha pasado.
?Una escena at¨ªpica? No creo. Todos sabemos que las mujeres y los hombres procesamos las emociones de modo diferente, aunque haya excepciones. Y la buena noticia es que la ciencia ha encontrado los motivos (al menos, tenemos un alivio para no enfadarnos entre nosotros, que algo es algo). Todos somos emocionales. Es m¨¢s, incluso los beb¨¦s varones son m¨¢s emotivos que las ni?as, seg¨²n explica Louann Brizendine en su libro ¡°El cerebro masculino¡±. La diferencia radica en nuestras preferencias a la hora de procesar lo que nos ocurre. Los estudios indican que tenemos dos sistemas emocionales que funcionan simult¨¢neamente: el que nos hace ser emp¨¢ticos emocionalmente y sentir el dolor de la otra persona (llamado el sistema neuronal especular o SNE) o el que nos hace ser emp¨¢ticos cognitivamente y ofrecer soluciones ante los problemas que nos cuentan (tambi¨¦n conocido como el sistema de la uni¨®n t¨¦mporo-pariental o UTP). Y como es de imaginar, las mujeres somos las reinas de la empat¨ªa emocional, mientras que los hombres lo son de la empat¨ªa cognitiva, lo que les permite no contagiarse de las emociones del otro y tener la distancia suficiente para salir de los problemas. Y esa es la forma que el hombre entiende la ayuda, aunque esta preferencia no viene de serie en el nacimiento.
Seg¨²n Brizendine, los varones al final de su infancia comienzan a desarrollar la empat¨ªa cognitiva, pero en la adolescencia, con la bomba hormonal a la que se ven sometidos, su cerebro prefiere conmutar r¨¢pidamente al UTP. Es decir, que el hombre en cuanto ve una emoci¨®n, su tendencia es a encontrar soluciones y no a sostener lo que a la otra persona le pasa. Por eso, no es de extra?ar que cuando una mujer se aflige por cualquier motivo, su pareja le diga: ¡°No llores¡±. No tanto por acompa?arle, sino para pasar r¨¢pidamente al estado de b¨²squeda de alternativas. Pero a¨²n hay m¨¢s.
Los hombres a los trece a?os de edad se llenan literalmente de testosterona. De hecho, esta hormona aumenta de uno a veinte, que si fuera cerveza supondr¨ªa pasar de consumir una cerveza diaria a beber ocho litros todos los d¨ªas. De ah¨ª la bomba hormonal a la que se ven sometidos. Pues bien, la testosterona es la responsable de que desde la adolescencia los varones aprendan a controlar sus m¨²sculos faciales para no expresar miedo, como ha demostrado un experimento realizado por Ekman, el padre del lenguaje no verbal.
Colocaron diversas im¨¢genes emocionalmente provocativas a hombres y mujeres y ?oh, sorpresa! los hombres eran m¨¢s sensibles a las caras emotivas que las mujeres pero solo durante veinte cent¨¦simas de segundo. A los dos segundos y medio los hombres hab¨ªan hecho desaparecer la expresi¨®n de las emociones en sus caras, mientras que, curiosamente, las mujeres la hab¨ªan exagerado, pasando de una sonrisa a una gran sonrisa, o de un ce?o sutil a un moh¨ªn. Es decir, inconscientemente, los hombres expresan las emociones como las mujeres en las microexpresiones que se detectan en laboratorio, pero tanto los hombres como las mujeres hemos entrenado respuestas opuestas y puede que esperemos de los otros que hagan lo mismo. Pues bien, error del sistema: los hombres han aprendido a inhibir lo que sienten y nosotras, a exagerarlo para el tipo de socializaci¨®n que tanto nos importa.
En conclusi¨®n, el cerebro del hombre y el de la mujer son diferentes y ah¨ª reside su riqueza y la atracci¨®n que sentimos mutuamente. Ahora bien, tambi¨¦n necesitamos aprender del otro g¨¦nero algunas de sus claves para sentirnos mejor: los caballeros han de entender que una buena estrategia ante un problema emocional de una mujer consiste en compartir algunas palabras tipo ¡°s¨¦ c¨®mo te sientes¡±, en escuchar un rato sin proponer alternativas. Y las mujeres, por nuestra parte, necesitamos comprender que detr¨¢s de la b¨²squeda de soluciones o de una posible cara de p¨®quer existe preocupaci¨®n y cari?o¡ porque en la comprensi¨®n mutua surge la magia para sentimos mejor entre nosotros.
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