Safranski: ¡°Hoy solo un futbolista alcanzar¨ªa la fama de Goethe¡±
Fil¨®sofo y escritor, ¨²ltimo vestigio de intelectual sin fronteras enamorado de Europa, R¨¹diger Safranski ha escrito monograf¨ªas sobre Schiller, Heidegger, Nietzsche o Goethe En esta entrevista, celebrada en su casa de la Selva Negra, disecciona la Alemania actual y a Merkel, a la que define como una mujer sin ideolog¨ªa

Si algo queda del maltrecho esp¨ªritu europeo, tal vez se esconda en Badenweiler, ciudad termal de la Selva Negra donde lo ¨²ltimo que hizo Ch¨¦jov antes de morir de tuberculosis fue tomar las aguas. El escritor alem¨¢n R¨¹diger Safranski compr¨® en 2008 una preciosa casa neocl¨¢sica de dos pisos con jard¨ªn construida en 1860 frente a las principales atracciones del refinado pueblecito: los ba?os (¡°que fueron tan c¨¦lebres como los de Baden-Baden¡±, advierte con orgullo el ensayista) y el Grand Hotel R?merbad; su vest¨ªbulo coronado por una c¨²pula de dos alturas, ideal para la interpretaci¨®n de m¨²sica de c¨¢mara, es el lugar escogido por Safranski para celebrar la semana pr¨®xima la cuarta edici¨®n del festival literario tem¨¢tico del que es fundador y director, y que este a?o est¨¢ dedicado al ¡°Gran desorden amoroso¡±.
Aqu¨ª, encrucijada de tres pa¨ªses, vive y trabaja entre libros, camafeos de hombres ilustres y cofres integrales de Bach, uno de los faros intelectuales de un pa¨ªs donde la filosof¨ªa aparentemente da para pagar las facturas. Tanto su faceta de bi¨®grafo de grandes pensadores que ayudaron a forjar el esp¨ªritu nacional (Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Schiller¡) como sus obras de car¨¢cter anal¨ªtico (sobre el mal, la verdad o la globalizaci¨®n) resultan en libros que compran decenas de miles de lectores y se encaraman en la lista de los m¨¢s vendidos. En Espa?a, donde cuenta con una parroquia fiel, acaba de publicarse Goethe. La vida como obra de arte, mientras que las mesas de novedades alemanas exhiben su nuevo ensayo sobre el tiempo. A la entrevista asisti¨® en calidad de traductor del alem¨¢n su editor en Tusquets, Jos¨¦ Mar¨ªa Ventosa.
Es en cierto modo una vuelta a sus or¨ªgenes. Usted naci¨® cerca de aqu¨ª. As¨ª es, vine al mundo en Rottweil, en el sur de Alemania. Mis padres eran prusianos del Este. Esto ya se aprecia en el propio apellido: Safranski tiene ra¨ªces polacas. En la II Guerra Mundial, mis padres fueron expulsados de K?nigsberg [actual Kaliningrado]. Hui de los rusos en el vientre de mi madre. Y nac¨ª en Rottweil, con tanta tensi¨®n, una semana antes de lo previsto¡ En Alemania, a los que somos del 45 se nos conoce como los expulsados del hogar. Pienso inevitablemente en ello ahora, con estos flujos de inmigraci¨®n que estamos viendo. Entonces, 12 millones de alemanes tuvieron que desplazarse a consecuencia de una guerra que los propios alemanes provocaron. La integraci¨®n no result¨® sencilla. El oeste acogi¨® a mucha mano de obra procedente de un pa¨ªs destruido, y esto contribuy¨® al milagro econ¨®mico de los a?os cincuenta. Al final fue una historia de ¨¦xito. Nosotros [¨¦l y su mujer, Gisela Maria, a quien est¨¢ dedicado el libro con la frase ¡°?a qui¨¦n si no?¡±] hemos vivido en M¨²nich y Berl¨ªn, pero ahora pasamos la mayor parte del tiempo aqu¨ª. Cuando queremos volver a sentir la neurosis ciudadana, como dir¨ªa Woody Allen, vamos a Berl¨ªn.
?C¨®mo fueron aquellos a?os de posguerra a los ojos de un ni?o? R¨¢pidamente me di cuenta de que exist¨ªan dos sociedades. En la escuela hablaba el dialecto suabo, y en casa, el alto alem¨¢n. No los mezclaba. En la universidad, primero en Fr¨¢ncfort y luego en Berl¨ªn, solo hablaba alto alem¨¢n. Al menos, me sirvi¨® de algo. Escrib¨ª una biograf¨ªa e hice un documental sobre Heidegger [nacido en la regi¨®n, m¨¢s al este], y puedo decir que un pensador como ¨¦l puede entenderse mejor si se conoce la mentalidad suaba. Los suabos son m¨¢s lentos, prudentes, ahorradores. Hay pueblos en los que uno de cada dos habitantes tiene un Mercedes.
?Qu¨¦ sentido tiene hoy una biograf¨ªa de Goethe, uno de los hombres m¨¢s estudiados de la cultura occidental? Escrib¨ª un libro sobre Schiller, otro sobre el Romanticismo y un tercero dedicado a la amistad entre Schiller y Goethe, y para m¨ª estaba claro desde el principio que la conclusi¨®n de este ciclo ten¨ªa que ser un libro sobre Goethe. Ten¨ªa el proyecto de describir el renacimiento de la cultura alemana. La ¨¦poca de Goethe fue la m¨¢s productiva de nuestra historia y tuvo adem¨¢s una gran irradiaci¨®n europea. Mi intenci¨®n era describir en su conjunto este extraordinario momento, aclararlo en alguna medida. Es cierto que Goethe es el mayor objeto de estudio de los fil¨®logos y humanistas desde hace 200 a?os. Es incre¨ªble. Mientras que sobre Shakespeare apenas sabemos nada, Goethe est¨¢ en el otro extremo. El problema no era, pues, la falta de informaci¨®n. As¨ª que lo que pretend¨ª en 2010, cuando empec¨¦ a trabajar en esta biograf¨ªa, fue propiciar mi encuentro, el de R¨¹diger Safranski, con Goethe; sobre todo, con su obra. He le¨ªdo con especial intensidad sus cartas: solo su correspondencia ocupa 54 vol¨²menes, y cada uno tiene unas 450 p¨¢ginas. Es imposible leerlo todo, pero si se dispone de la informaci¨®n adecuada, uno sabe a qu¨¦ fuentes acudir. Un Goethe sin intermediarios, esa era mi idea. Manej¨¦ una cantidad enorme de textos. Tambi¨¦n disponemos de las extraordinarias p¨¢ginas de las conversaciones. Goethe fue para sus contempor¨¢neos una personalidad tan fascinante que todo aquel que hablaba con ¨¦l corr¨ªa a transcribir su charla.
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?Qu¨¦ grado de fama dir¨ªa que alcanz¨® en t¨¦rminos contempor¨¢neos? Hoy solo un futbolista alcanzar¨ªa una fama semejante. Goethe fue ya en su tiempo alguien muy, muy c¨¦lebre, una figura carism¨¢tica; adem¨¢s de un ser de hermosa apariencia, elegante. Cuando public¨® Las penas del joven Werther, sin casi medios para darse publicidad, conquist¨® una gran fama. La gente peregrinaba a Fr¨¢ncfort, donde viv¨ªa entonces, para ver de cerca a aquel monstruo extraordinario, para que les concediera audiencia. Y el propio Goethe, como explico en el libro, se dec¨ªa: ¡°?Soy un profeta o un poeta?¡±. ?l no quer¨ªa ser profeta, pero le tomaron por uno. El problema es que como poeta le resultaba todo demasiado sencillo. Termin¨® Werther en cuatro semanas, el manuscrito se ha conservado y no luce ninguna correcci¨®n. Lo escribi¨® de un tir¨®n. Esto acab¨® convirti¨¦ndose en un problema para ¨¦l. En sus a?os de juventud en Fr¨¢ncfort siente que se ha hecho famoso, ha escrito una novela, poes¨ªa, pero parece que todo esto le ha venido como por descontado. Le atenazaba el sentimiento de no haber hecho nada a¨²n, de no saber apenas lo que es la vida. Entonces atiende a la llamada del duque [Carlos Augusto] y se va a Weimar; necesita hacer cosas, encargarse de la construcci¨®n de caminos, de las minas, hacer algo concreto, trabajar en la Administraci¨®n. Es asombrosa su disposici¨®n para aprender. Ese es el tema para Goethe, la conciliaci¨®n entre vida y obra. Hab¨ªa construido una obra, pero ?d¨®nde quedaba la vida?
?Qu¨¦ debe tener un personaje para atraer su atenci¨®n de bi¨®grafo? Debo sentir cierta empat¨ªa emocional. Un ejemplo: de Schopenhauer me fascin¨® que desarroll¨® una filosof¨ªa pesimista, pero llev¨® una vida serena. Quiz¨¢ no feliz, pero s¨ª equilibrada, sin caer en absoluto en la desesperaci¨®n. C¨®mo se produce el equilibrio entre pensamiento y vida es lo que une a los personajes de mis biograf¨ªas. Goethe fue un maestro a la hora de equilibrar ambos aspectos. De ah¨ª el subt¨ªtulo de la obra, ¡°La vida como obra de arte¡±. Si nos vamos al otro extremo, con Nietzsche se comprueba la forma tan catastr¨®fica en que pueden llegar a oponerse vida y obra, hasta el punto de acabar en la locura. Por eso Nietzsche estaba tan maravillado con Goethe; para ¨¦l era el ideal de equilibrio entre vida y obra.
Si aquella Alemania de Goethe y Schiller fue un faro cultural¡, ?qu¨¦ es hoy? ?Es su pa¨ªs un referente m¨¢s all¨¢ de lo pol¨ªtico y lo econ¨®mico? Goethe estaba convencido de que Alemania no necesitaba ser un Estado nacional, le bastaba ser una potencia cultural. Cre¨ªa en aquella amalgama de peque?os Estados, no ve¨ªa la necesidad de construir un gran Estado central. Por eso le gustaba la figura de Napole¨®n. Significaba el fin de los nacionalismos, como el l¨ªder de un nuevo Imperio Romano que pudo ser. Hoy, este es un pa¨ªs poderoso econ¨®micamente que usa su fuerza a veces correctamente y otras no tanto. En la crisis de los refugiados est¨¢ dando un buen ejemplo. Pero culturalmente ya no es nada especial. Es una potencia mediana, no dir¨ªa que mala, solamente mediana. No hay autores de la categor¨ªa de Goethe. No obstante, lo que sigue siendo mod¨¦lico es el mercado del libro; tenemos una enorme cantidad de espl¨¦ndidas librer¨ªas gracias a la pol¨ªtica del precio ¨²nico y a una defensa frente a las pol¨ªticas neoliberales, algo que es muy, muy importante. Contamos con una gran red de bibliotecas p¨²blicas que funciona, as¨ª como una considerable proporci¨®n de teatros en relaci¨®n con la poblaci¨®n. Y eso tiene que ver con nuestra historia de peque?os Estados nacionales alemanes. En Francia est¨¢ Par¨ªs y solo Par¨ªs; en Espa?a, Madrid y Barcelona. Pero en Alemania, en cada ciudad hab¨ªa un teatro o una ¨®pera. De la tradici¨®n de aquellos peque?os Estados ha surgido este paisaje cultural.
La de Goethe es tambi¨¦n la ¨¦poca del nacimiento de la fascinaci¨®n alemana por la cultura helena. ?C¨®mo casa esa fascinaci¨®n con la actitud de Merkel en la crisis griega? Alemania ha promovido una pol¨ªtica de austeridad rigurosa. Pero esta no fue solo un invento de Alemania, sino que tambi¨¦n lo fue de Maastricht, un concepto europeo. Se ha comprendido tarde, y esto s¨ª es culpa de Alemania, que esta forma de pol¨ªtica de austeridad pod¨ªa conducir a una nueva cat¨¢strofe. Algo sin duda lamentable. Ahora comienza una lenta reorientaci¨®n, se comienza a entender, pero no lo suficientemente deprisa, que una pol¨ªtica as¨ª no es sana para un pa¨ªs. Alemania se aplic¨® especialmente en ser europea, porque a los alemanes no se les permit¨ªa liberarse de una historia nacional nefasta. Esta pol¨ªtica es nuestra huida hacia Europa, nuestro af¨¢n por dejar atr¨¢s viejos fantasmas. Se ha planteado como una venganza por parte de Alemania, cuando en realidad se trataba de poner en pr¨¢ctica lo que los europeos hab¨ªan acordado. Otra cosa es que ahora sepamos que no era en absoluto una pol¨ªtica racional y que debe ser modificada. El gran error fue la introducci¨®n del euro. No se entendi¨® que el sur es diferente del norte. Adem¨¢s, por culpa de esta econom¨ªa basada en el euro, la conciencia europea se ha visto envenenada. Se contempla todo a trav¨¦s de las gafas de la econom¨ªa¡
Que no es precisamente la ciencia m¨¢s emp¨¢tica¡ Antes de la crisis, Grecia representaba desde el punto de vista alem¨¢n el Sur, una forma de vida despreocupada, la gente en los caf¨¦s, las mujeres¡, todo eso parec¨ªa bastante hermoso; ahora todo se ve a trav¨¦s del filtro de la econom¨ªa, los griegos son, ah, esa gente que no trabaja, que se pasa todo el d¨ªa en la calle¡ La tolerancia ante diferentes formas de vida est¨¢ envenenada. Todos miran a los dem¨¢s como meros economistas. El propio Goethe nos ense?¨® que la vida es mucho m¨¢s rica que lo que las categor¨ªas econ¨®micas y pol¨ªticas dictan. Cuando el canciller Konrad Adenauer viaj¨® a Grecia en los a?os cincuenta, su servicio de seguridad lo formaban siete personas. Cuando Merkel viaj¨® a Grecia, la acompa?aron 7.000 agentes de seguridad. Esta es la historia del euro ahora, y por esto Merkel no puede dejarse ver en Grecia.
Lo positivo de Merkel es que, a diferencia de lo que les ocurre a muchos hombres, carece de la vanidad del poder
?En qu¨¦ lugar cree que colocar¨¢ la historia a la canciller? Lo positivo de Merkel es que, a diferencia de lo que les ocurre a muchos hombres, carece de la vanidad del poder. Es muy pragm¨¢tica y a su manera tiene capacidad para aprender y carece de v¨ªnculos ideol¨®gicos. No me sorprender¨ªa que a la larga, muy poco a poco, muy lentamente, pueda llegar a hacer cambios. Est¨¢ muy pendiente del sentir de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n y no cree en exigir mucho a la gente. Es una pol¨ªtica capaz de aprender, y eso me parece muy positivo. Es una persona que carece absolutamente de ideolog¨ªa. Si se quiere ver negativamente, podr¨ªa decirse que es una oportunista.
?Siguen presentes los fantasmas del nazismo en la sociedad alemana? La derecha radical nos condujo a los alemanes al abismo. Por supuesto que hay todav¨ªa radicales de derecha, que atacan a los refugiados y queman los centros de acogida. Pero en Alemania, la cuesti¨®n del pasado nacionalsocialista se abord¨® con mucho, much¨ªsimo detenimiento, y quiz¨¢ tambi¨¦n con un poco de ejemplaridad. En este aspecto, ahora tenemos otros peligros, pero no el de que vuelvan esos fantasmas, sino otros nuevos.
?Cu¨¢les? Que la solidaridad social y la cohesi¨®n vayan por separado, que el n¨²mero de los que lleguen sea demasiado alto y que la sociedad pierda su ensamblaje interno. ?Qu¨¦ observamos en Inglaterra o en Francia? Los peligros derivados de esta nueva emigraci¨®n, que por una parte es un asunto humanitario que ata?e a Europa, pero que tambi¨¦n supone una amenaza para la cohesi¨®n social. El otro gran peligro es el nihilismo espiritual. Estamos en una ¨¦poca aventurera. Vivimos el crep¨²sculo progresivo del cristianismo, que durante 2.000 a?os hab¨ªa se?alado, por as¨ª decir, d¨®nde estaba el cielo sobre la sociedad, la fe, la trascendencia. Todo eso se ha disuelto. En lugar de ello, nos hemos instalado en una dimensi¨®n horizontal: la verticalidad se ha perdido. Ah¨ª tenemos Internet; no sabr¨ªa decir c¨®mo se ha desarrollado esto, pero hay una p¨¦rdida de sustancia en la realidad espiritual. A la larga, las sociedades sin cohesi¨®n espiritual no pueden sobrevivir. El economicismo solo trae nihilismo.
?Dir¨ªa que la revoluci¨®n de Internet es la m¨¢s importante a la que ha asistido en su vida? Desde un punto de visto amplio, la revoluci¨®n digital ha cambiado las bases de la vida entera. En los a?os sesenta, en cambio, lo que hubo fue un cambio de mentalidad. El trasfondo m¨¢s importante para la revoluci¨®n cultural del 68 fue la invenci¨®n de la p¨ªldora. Este es el acontecimiento revolucionario m¨¢s importante de los ¨²ltimos 60 o 70 a?os, la separaci¨®n de la sexualidad y la reproducci¨®n. Sin la p¨ªldora no habr¨ªamos tenido a los Rolling Stones; sin los Rolling Stones no se habr¨ªa dado el movimiento del 68; sin la p¨ªldora no habr¨ªa habido comunas, ni liberaci¨®n sexual, ni feminismo, etc¨¦tera. Por tanto, en el 68 hubo un profundo y revolucionario cambio cultural, cuyo siguiente acto es ahora la revoluci¨®n digital, de la que a¨²n no podemos ver todas sus consecuencias. El mundo es realmente complejo, por una parte tenemos la revoluci¨®n digital, la comunicaci¨®n horizontal de todos con todos, y tambi¨¦n el movimiento de los refugiados, la descomposici¨®n de los Estados de Oriente Pr¨®ximo. Tenemos tanta emigraci¨®n como al final del Imperio Romano. En Alemania existe una hermosa expresi¨®n: la simultaneidad de lo que no es simult¨¢neo. Aqu¨ª coexisten la modernidad m¨¢s absoluta y tambi¨¦n casi el retorno de la Edad Media. La realidad es esta: llegan los refugiados en botes a trav¨¦s del Mediterr¨¢neo. Y aqu¨ª estamos nosotros, comunic¨¢ndonos con el mundo entero. Ambas cosas conforman el conjunto de la situaci¨®n.Otro ejemplo es el del Estado Isl¨¢mico, que representa las mayores crueldades medievales, que destruye monumentos, pero que est¨¢ equipado con los m¨¢s modernos medios de comunicaci¨®n. Con los medios de comunicaci¨®n m¨¢s modernos puedes anclarte absolutamente en la Edad Media. Esta es la realidad. Y un tercer ejemplo: tenemos una incre¨ªble densidad de comunicaci¨®n, que es Internet, pero se ha puesto de manifiesto que la mayor¨ªa de los contenidos que se intercambian son pornogr¨¢ficos.
Como alguien que ha estudiado el mal a fondo, ?cree que lo que representa el Estado Isl¨¢mico traspasa una frontera in¨¦dita en la historia de la humanidad? El mal exist¨ªa antes del Estado Isl¨¢mico: el nacionalsocialismo, el asesinato industrializado de los jud¨ªos, todas las atrocidades de las guerras mundiales¡, pero el Estado Isl¨¢mico ha inaugurado un nuevo cap¨ªtulo. Bajo el paraguas de dogmas religiosos, religiosos entre comillas, se ha dado a los j¨®venes la oportunidad de cometer las mayores bestialidades. Eso es nuevo. Esta capacidad para el mal y la crueldad est¨¢ potencialmente en cada uno de nosotros. Depende de las situaciones en que nos veamos el que esa capacidad pueda ser liberada, y no solo liberada, sino tambi¨¦n premiada. Basta designar a un enemigo y esa potencialidad se desencadena. Esto demuestra lo preciosa que es la civilizaci¨®n; con sus reglas y sus leyes, es una forma de domesticaci¨®n. Cuando escrib¨ª el libro sobre el mal [El mal o el drama de la libertad, 1997] no pensaba que la situaci¨®n pudiera empeorar tanto. En teor¨ªa, puedes elucubrar con lo que suceder¨ªa si se abriera la botella, esto estaba para m¨ª muy claro, pero lo que no pensaba es que la botella fuera a abrirse realmente.
R¨¹diger Safranski
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Rottweil, 1945. Estudi¨® en los sesenta, en Fr¨¢ncfort, Filosof¨ªa, German¨ªstica, Historia e Historia del Arte con, entre otros, el legendario pensador Theodor W. Adorno. ¡°En sus clases se sentaban miles de alumnos. Dos tercios de los que le escuchaban no entend¨ªan una palabra, pero sab¨ªan que era importante¡±, recuerda. Tras unos a?os en el mundo acad¨¦mico, se estableci¨® como escritor. Su especialidad son las biograf¨ªas de grandes hombres de la ¨¦poca m¨¢s gloriosa del pensamiento alem¨¢n. Vive en la Selva Negra junto a su mujer, Gisela Maria, a quien dedica su ¨²ltimo ensayo sobre Goethe. Habitual de la televisi¨®n y los diarios alemanes, tambi¨¦n ejerce un activo papel como intelectual interesado por los asuntos de la actualidad.
?Cu¨¢l es su secreto para acercar a miles de lectores ideas tan complejas sobre el mal o la verdad? Escribo solo acerca de lo que yo mismo veo con claridad [risas].
La pregunta se debe tambi¨¦n a su experiencia televisiva, aquel ¡®Cuarteto filos¨®fico¡¯ que present¨® con Peter Sloterdijk en horario nocturno en la cadena p¨²blica ZDF durante una d¨¦cada¡ Algo impensable en Espa?a. Fue una hermosa experiencia, me divert¨ª mucho con mi amigo Sloterdijk. Trabajamos muy bien juntos. No nos resultaba complicado: solo ten¨ªamos que llamarnos por tel¨¦fono para ver a qui¨¦n invit¨¢bamos al programa. En la televisi¨®n nunca nos prohibieron nada, nos dieron total libertad. Pero tras 10 a?os, en la televisi¨®n tienen que surgir cosas nuevas, y las emisiones llegaron a su final. Me parece una l¨¢stima que no haya ning¨²n programa semejante. Aquel era un buen modelo. Aunque he reducido mis apariciones, intervengo todav¨ªa en un programa de la televisi¨®n suiza, un club literario que tambi¨¦n se emite en Alemania; siempre me muevo entre la literatura y la filosof¨ªa. En definitiva, resulta divertido si uno sabe ponerle l¨ªmites y si se puede compaginar con otras cosas. En la actualidad, con los temas candentes de los refugiados, de la crisis griega, pienso que es una l¨¢stima que ya no exista nuestro Cuarteto, era una oportunidad para reflexionar sobre todas estas cuestiones desde un punto de vista filos¨®fico, con un poco de serenidad y sin necesidad de pelearse. Algo as¨ª falta ahora lamentablemente.
Su libro m¨¢s reciente trata sobre el tiempo¡ ?Qu¨¦ diablos hemos hecho con el tiempo? El tiempo es naturalmente un tema mayor, sobre el que, entre otros, han escrito los f¨ªsicos. Yo quer¨ªa escribir un libro sobre las diferentes formas en que experimentamos el tiempo, es decir, filos¨®ficamente, desde un punto de vista fenomenol¨®gico, no sobre c¨®mo medimos el tiempo, sino sobre c¨®mo lo experimentamos en la realidad. Arranca con el tema del aburrimiento; cuando nos aburrimos, cuando no sucede ning¨²n acontecimiento en el interior del tiempo, es cuando mejor podemos experimentar lo que es el tiempo. A partir de ah¨ª trato la experiencia del comienzo, los mecanismos para socializar el tiempo, para convertirlo en el tiempo rendible de los economistas; el tiempo del mundo de las finanzas, etc¨¦tera. Con la muerte nos enfrentamos al tema de la eternidad y la inmortalidad. Desde el aburrimiento hasta la eternidad, he pretendido presentar un panorama de nuestras formas de experimentar el tiempo.
?Cree a quienes prometen que la tecnolog¨ªa nos acercar¨¢ a la inmortalidad? Mejor que no [risas]. No, no, es muy importante que tengamos un l¨ªmite. En una ocasi¨®n, tras una conferencia, le preguntaron al gran te¨®logo Karl Barth si cre¨ªa realmente en la inmortalidad y que al morir ir¨ªamos al cielo, y si all¨ª encontrar¨ªamos a todos nuestros seres queridos y a la gente que apreci¨¢bamos. Y Karl Barth, fumando de su pipa, respondi¨®: ¡°S¨ª, a todos los seres queridos, pero tambi¨¦n a todos los dem¨¢s¡± [risas]. Por otra parte, Woody Allen tambi¨¦n dijo que por supuesto que cre¨ªa en el para¨ªso. La pregunta es si queda muy lejos del centro y qu¨¦ horario de apertura tiene.
elpaissemanal@elpais.es
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