?Por qu¨¦ queremos tanto a Ana?
Ella es la televisi¨®n p¨²blica en s¨ª misma, su sobriedad y distancia es lo que marca la diferencia
Los que la queremos, ?por qu¨¦ queremos tanto a Ana Blanco? Lo expresar¨¦ con una frase escueta y simple: porque su imagen representa mejor que cualquier otra el esp¨ªritu de la televisi¨®n p¨²blica. Su figura es lo mejor de esa tele que casi hemos perdido pero que ella, con su sola presencia, mantiene en pie. Queremos a Ana porque su estilo es discreto, no tiene nada que ver con la televisi¨®n actual del espect¨¢culo, no es una estrella, nadie la toma como tal, no se comenta en las tertulias pol¨ªticas ni en las columnas ni se cuchichea lo ¨²ltimo que ha contado Blanco en las noticias, porque Ana presenta con la misma tranquilidad y dulzura todos los d¨ªas, ahora por las noches. No llama la atenci¨®n nuestra dama por un estilo peculiar de vestir: ella va maqueada como una profesional que trata de pasar desapercibida, sin aspavientos ni escotes, sin cortes de pelo radicales. Su aspecto es casi id¨¦ntico al que mostr¨® hace m¨¢s de veinte a?os, cuando su cara de ni?a algo asustada apareci¨® por vez primera en pantalla. La mirada de Ana no se distingue por su intensidad, esos ojos casta?os se posan sobre nosotros como si su due?a estuviera resignada a ser la transmisora de las tensiones, los desacuerdos y las desgracias. Eso s¨ª, cuando cuenta algo alegre en su boca se dibuja una sonrisa t¨ªmida, dulce, que nos sube el ¨¢nimo. Esa dulzura no es impostada. Ana es igual en pantalla que en persona. La reconocen sus compa?eros, que tantas horas de trabajo han compartido con ella, no en los pasillos, porque nuestra presentadora es poco dada al pasillismo y al chisme. Si el mal ambiente que se respira en Televisi¨®n Espa?ola le afecta en el ¨¢nimo Blanco lo vive, cuentan, sin aspavientos, aunque sospecho que en ocasiones le gustar¨ªa verse libre de presiones y salir corriendo. Los que con tanta fe la escuchamos estamos convencidos de que cualquier directivo de una tele privada estar¨ªa encantado de hacerle un hueco en su parrilla, pero lo cierto es que si Ana Blanco abandona la televisi¨®n p¨²blica muchos sentir¨ªamos que se nos ha ido el rostro en el que seguimos confiando. Ella lo intuye, sospecho que lo intuye. Adem¨¢s, ?qu¨¦ har¨ªa Blanco, tan formal, tan considerada, tan poco proclive a la vanidad de las estrellas de la tele, tan reservada en sus opiniones, si se viera forzada a imponer su sello personal en la narraci¨®n de noticias o en las entrevistas? No puedo imaginarla haciendo ostentaci¨®n de perspicacia, tampoco acorralando a un entrevistado o dando muestras de colegueo con un pol¨ªtico.
Queremos tanto a Ana, los que la queremos, porque es depositaria de un estilo que los nuevos tiempos se han ido tragando. Aquellos tiempos en los que el periodista no era el centro de las miradas, ni un h¨¦roe civil, ni proclive a ser entrevistado por otros colegas que consideran que parte de su oficio es dedicar un tiempo a la promoci¨®n y al autobombo. Las televisiones han acabado por convencernos de que el protagonista del show es el que pregunta, no el que responde. Enhorabuena.
Pero ah¨ª est¨¢ Ana Blanco, resistiendo, una mujer madura, aplicada, serena, seria sin severidad, atenta al que responde, tan atenta que su siguiente pregunta siempre enlaza con la respuesta del invitado. Ah¨ª estaba Ana la otra noche ante Rajoy. Muchos hubieran esperado que esta presentadora, a la que pocas veces vemos las piernas, se dejara manejar por un presidente del Gobierno tendente a responder un cuestionario tra¨ªdo de casa. Y no. Con educaci¨®n pero sin doblegarse, con toques puntuales y certeros, la periodista consigui¨® que el personaje se retratara a s¨ª mismo; el m¨¢s sutil de los m¨¦todos en este g¨¦nero period¨ªstico. La entrevista no consigui¨® grandes niveles de audiencia, lo cual no deber¨ªa preocuparnos si no fuera para constatar que el p¨²blico anda encandilado con encuentros m¨¢s ocurrentes. Pero Ana es la televisi¨®n p¨²blica en s¨ª misma, su sobriedad y distancia es lo que marca la diferencia. La otra noche, sus compa?eros le organizaron un homenaje privado para celebrar sus 25 a?os al frente de un informativo. Todo hubo de prepararse secretamente porque a Blanco le espanta ser el centro de atenci¨®n. Cuentan sus colegas que expres¨® su emoci¨®n durante unos segundos para luego ser una m¨¢s en la fiesta en su honor. En la tele est¨¢n convencidos de que la presentadora cuenta con un duende que le va dictando lo que tiene que decir incluso cuando las palabras faltan. El ejemplo m¨¢s notorio fue el 11S, d¨ªa en el que el informativo parti¨® de una sola imagen, la de la primera torre gemela incendiada. Blanco estuvo 12 horas al frente de aquello. Narraba lo que ve¨ªa pero tambi¨¦n aquello que no ve¨ªa. Algo que s¨®lo podr¨ªa explicar Iker Jim¨¦nez, su compa?ero este a?o en los Ondas. Ese duende es el que apreciamos los que estamos al otro lado, sentados, en casa. A¨²n dir¨ªa m¨¢s, es imposible no querer a Ana.
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