Hong Kong (tambi¨¦n) da la espalda a los refugiados
La ciudad, una de las m¨¢s ricas del mundo, no est¨¢ adherida a la Convenci¨®n de Naciones Unidas para los Refugiados Unos 10.000 viven anclados en un limbo legal sin poder trabajar
Despu¨¦s de que asesinaran a su padre y a uno de sus hermanos, Abdul decidi¨® huir de Pakist¨¢n. En el invierno de 2008, con 20 a?os, recorri¨® en autob¨²s la distancia que separa Islamabad de la frontera con China. Desde all¨ª, sigui¨® el viaje en tren, durante siete d¨ªas, hasta llegar a Shenzhen, frente a Hong Kong. Llevaba una mochila, algo de ropa y un par de zapatos. Sus amigos le hab¨ªan contado que en Hong Kong pod¨ªa estar a salvo. ¡°Lo ¨²nico que necesitaba era seguir vivo¡±, dice. Pag¨® 700 euros al due?o de una barca clandestina y emprendi¨® el ¨²ltimo tramo de su huida junto a otras once personas. Recuerda que habiendo ya zarpado comenz¨® a nublarse y al cabo de poco tiempo se desat¨® una tormenta el¨¦ctrica. La embarcaci¨®n no resisti¨® el aguacero y empez¨® a hundirse. Entre todos intentaron achicar el agua. Abdul grit¨®, despu¨¦s llor¨® y rez¨®. ¡°Voy a morir¡±, pens¨®. Se tir¨® al agua y nad¨®. No sabe cu¨¢ntos minutos u horas pasaron hasta que la guardia mar¨ªtima de Hong Kong lo rescat¨® primero y lo detuvo de inmediato. Cree que estuvo retenido durante nueve d¨ªas.
Abdul relata su historia siete a?os despu¨¦s como si hubiese ocurrido una semana atr¨¢s. Habla sin pausa, deprisa. Tropieza con las palabras pero no con su memoria. Llegando a su casa, a las afueras de Hong Kong, saluda en canton¨¦s a sus vecinos chinos. ¡°Aqu¨ª vivimos unas veinte personas, compartimos el lavabo y la cocina¡±, explica. Se refiere a un barrio de chabolas de la villa Nai Wai, levantada en un ¨¢rea situada m¨¢s all¨¢ de las monta?as que dibujan el l¨ªmite entre la regi¨®n administrativa especial de Hong Kong y el resto de la China continental. La imagen del lugar es la que se encuentra en muchas villas miseria: familias hacinadas debajo de planchas de zinc agujereadas, superpuestas y atadas con alambre, con paredes de aglomerado enmohecido, parcheadas con nailon y cart¨®n. Arriba, varias piedras y muchos trastos sujetan el techo. Abajo hay tierra, trechos de cemento, algunas baldosas y charcos con insectos muertos. Cables sueltos cuelgan por todos lados. En los pasillos, el humo del incienso se mezcla con el hedor f¨¦tido del pozo que utilizan como retrete, dentro de un habit¨¢culo que es guarida de ratas y cucarachas. El resto del espacio se lo disputan sillas destartaladas, una nevera herrumbrada y alguna tele quemada.
Esta no es la ¨²nica villa miseria de Hong Kong. La ONG Vision First detalla la existencia de por lo menos 60 barriadas, con chabolas arrendadas con dinero p¨²blico. ¡°La g¨¦nesis de estos barrios de chabolas est¨¢ en que el gobierno no le da a los refugiados una cantidad suficiente para el alquiler. Pero sobre todo est¨¢ en que no les permite trabajar. En una ciudad como esta, si no puedes trabajar, ?c¨®mo haces para vivir?¡±. La pregunta que plantea el director de Vision First, Cosmo Beatson, es la que se hacen los cerca de 10.000 solicitantes de asilo que viven aqu¨ª en Hong Kong. Por ley, no deben trabajar. Si lo hacen pueden ser condenados a m¨¢s de un a?o de prisi¨®n, como le ocurri¨® a Abdul cuando fue descubierto mientras lavaba platos en un restaurante. ¡°Mi ¨²nico delito fue intentar pagarme los gastos diarios, la ropa, los muebles, pero me trataron como a un criminal¡±, explica en su habitaci¨®n de Nai Wai. En 15 metros cuadrados, Abdul se las ha ingeniado para acomodar una cama, un sof¨¢, una mesilla, una estanter¨ªa y una nevera. El perchero, que no cupo entre los muebles, cuelga del techo. Quiere mudarse, pero reconoce que no tiene alternativa.
El gobierno de Hong Kong otorga a los solicitantes de asilo 1.500 d¨®lares locales mensuales (unos 170 euros) para arrendar un espacio donde vivir. ¡°Con ese dinero aqu¨ª no se alquila el parking para una moto¡±, sostiene Beatson. En una ciudad en la que seg¨²n la revista Forbes el precio de la vivienda es casi 10 veces superior al de Nueva York, con ese monto, las opciones se limitan a una improvisada habitaci¨®n en un barrio marginal de chabolas o una jaula-dormitorio en reducidos pisos que llegan a ser compartidos por 15 personas e incluso m¨¢s. En jaulas duermen de hecho alrededor de 100.000 personas, seg¨²n denuncia Angela Lui de la ONG SOCO, la mayor¨ªa ancianos e inmigrantes. Unos y otros forman parte del 20% de los 7 millones de habitantes de Hong Kong que vive por debajo de la l¨ªnea de pobreza, de acuerdo con esta organizaci¨®n local.
Icono del capitalismo en la China comunista, la llamada ¡°perla de Oriente¡± no es sitio para pobres. Los refugiados no son formalmente bienvenidos en Hong Kong, desde que bajo mandato brit¨¢nico esta tierra se mantuviera al margen de la Convenci¨®n de las Naciones Unidas para los Refugiados de 1951. Sin embargo, al adherirse a la Convenci¨®n contra la Tortura de 1992, casos como el de Abdul pueden ser sometidos a un escrutinio administrativo con el fin de comprobar su veracidad. De confirmarse que corre peligro de muerte o de ser torturado en su pa¨ªs de origen, Hong Kong no le otorgar¨¢ la residencia sino que lo derivar¨¢ a un tercer pa¨ªs que admita refugiados. El proceso puede durar una d¨¦cada y los resultados no son alentadores: de las 16.700 solicitudes presentadas desde 1992 la ciudad ha reconocido a 37 v¨ªctimas de tortura, seg¨²n cifras presentadas por Vision First a partir de datos oficiales.
Todos sabemos que el Gobierno da la bienvenida a la gente rica y poderosa y quiere mantener lejos a los pobres y a los refugiados
¡°Esta es una sociedad racista y cerrada. Solo hay respeto por el extranjero rico¡±, se?ala Beatson. ¡°Si la gente llega aqu¨ª con mucho dinero no importa si viene de Kenia, Nepal o Pakist¨¢n. Siempre va a poder encontrar una visa de negocios o de inversi¨®n. Pero cuando se trata de una trabajadora dom¨¦stica, un inmigrante o solicitante de asilo, la xenofobia es muy fuerte¡±, sostiene. Los solicitantes de asilo esperan un promedio de siete a 10 a?os para obtener, a la luz de las estad¨ªsticas, una respuesta negativa. Actualmente 10.000 personas se encuentran ancladas en un limbo legal, sometidas a un sistema draconiano, extenuante, que no quiere ser asociado con tipo alguno de solidaridad. Sin ambages y en esa direcci¨®n, las autoridades subrayan que la ¡°ayuda humanitaria¡± otorgada a los solicitantes de asilo, ¡°no pretende proporcionar m¨¢s asistencia de la necesaria¡± a fin de evitar cualquier ¡°efecto im¨¢n¡± que pueda tener ¡°graves consecuencias sobre la sostenibilidad del programa de ayuda y del control de la inmigraci¨®n¡±. La ciudad, considerada una de las m¨¢s ricas del mundo, se blinda as¨ª ante posibles ¡°abusos¡± que amenacen su sistema liberal que encabeza ¡°el vergonzoso ranking de sociedades desarrolladas con mayor ¨ªndice de desigualdad¡±, como escribi¨® en EL PA?S Rub¨¦n Gonz¨¢lez, profesor de Desarrollo y Relaciones Internacionales en la City University de Hong Kong.
Bajo este r¨¦gimen de estricto control, un n¨²mero indeterminado de refugiados permanece en barriadas, a la deriva y durante a?os, a merced de la caridad de organizaciones no gubernamentales o instituciones religiosas. ?Cu¨¢ntas personas se encuentran en esta situaci¨®n? La ONG International Social Service (ISS) no responde a ninguna pregunta espec¨ªfica sobre estos tugurios. Y deber¨ªa hacerlo, porque esta organizaci¨®n suiza ha sido seleccionada por el gobierno local para gestionar el monto destinado al alojamiento de los solicitantes de asilo, dinero que nunca va directamente a los inmigrantes sino al titular de la tierra, en el caso de los barrios de chabolas. ¡°Antes de entreg¨¢rselo al propietario, International Social Service solicita los documentos pertinentes que deben cumplir con determinados requisitos¡±, indican sus portavoces en Hong Kong. Aseguran que ISS tambi¨¦n lleva a cabo visitas para comprobar, por ejemplo, las condiciones de salubridad del lugar donde viven los refugiados. Sin embargo, Abdul y todos sus vecinos aseguran que all¨ª nunca recibieron a ning¨²n responsable de ISS. Ante la propuesta de visitar la vivienda del joven pakistan¨ª, representantes de la organizaci¨®n no acceden por motivos de agenda. ¡°De hecho, no les importa¡±, dice Abdul. Recuerda que no fue hasta enero pasado, cuando un inmigrante de Sri Lanka muri¨® en una chabola a causa de un incendio, que el Gobierno comenz¨® a prestar atenci¨®n a esta realidad denunciada por medios de comunicaci¨®n locales e internacionales. Pero de acuerdo con la lista de Vision First (nunca desmentida por el gobierno) de las casi 70 barriadas sumergidas en lo que fueran granjas de cerdos, solo 10 han sido clausuradas.
Aideen McLaughlin, de Justice Centre Hong Kong, otra ONG de referencia en materia de refugiados, tampoco conoce el n¨²mero de inmigrantes que vive en chabolas ni la cantidad de barriadas que existen en la ciudad. ¡°Hay una creciente preocupaci¨®n entre algunas ONG por esta situaci¨®n. Pero no podemos hacer comentarios porque no lo hemos investigado en profundidad¡±, sostiene. Reconoce por otra parte que Justice Centre ha recibido ¡°todo tipo de reclamaciones¡± por parte de los refugiados con respecto a los servicios gestionados por International Social Service. As¨ª como ocurre con la vivienda, tambi¨¦n en lo que ata?e a la alimentaci¨®n la organizaci¨®n suiza ha sido severamente criticada. Pero en este ¨²ltimo caso el gobierno dio la raz¨®n a los demandantes. En el transcurso del a?o pasado, los miembros Uni¨®n de Refugiados de Hong Kong llevaron adelante movilizaciones y protestas con el objetivo de poder adquirir los alimentos personalmente en lugar de los paquetes de comida entregados por ISS, cuya calidad y cantidad fueron puestas en cuesti¨®n por los refugiados. ¡°Fue un paso muy importante¡±, a?ade Abdul en alusi¨®n a los cupones que pueden canjear ahora por alimentos en los supermercados autorizados. La ONG ISS no hace comentarios al respecto, limit¨¢ndose a repetir la informaci¨®n que ofrece su p¨¢gina web.
¡°?Pero qui¨¦n quiere venir aqu¨ª? ?Qui¨¦n quiere dejar voluntariamente su hogar, su tierra, para venir a Hong Kong? Todos sabemos que el Gobierno da la bienvenida a la gente rica y poderosa y quiere mantener lejos a los pobres y a los refugiados. Por eso la pol¨ªtica gubernamental, al no permitirles trabajar, los empuja a cometer delitos¡±, remarca el hongkon¨¦s Jaco Lam, portavoz de Socialist Action, la ¨²nica agrupaci¨®n pol¨ªtica que defiende abiertamente las demandas de la Uni¨®n de Refugiados. ¡°El racismo se ha transformado en un problema cada vez mayor aqu¨ª, tambi¨¦n en Europa y en otras partes de mundo, porque en medio de las crisis econ¨®micas los defensores de este modelo suelen echar la responsabilidad a la gente que viene de fuera¡±. Y agrega: ¡°Eso es demagogia. Porque en realidad muchos de los problemas que sufren ellos los sufrimos los m¨¢s pobres de esta ciudad¡±.
En pleno agosto, con una humedad sofocante, Abdul acaba de ser padre de una ni?a. Planifica vivir junto a su pareja, una joven indonesia, y a la reci¨¦n nacida, pero no sabe d¨®nde ni c¨®mo. ¡°Necesito trabajar y hacerlo legalmente¡±, repite indignado. ¡°Es muy injusto. El gobierno nos acorrala. ?Qu¨¦ puedo hacer?¡±, se pregunta con poco margen para el optimismo. Por lo pronto, sabe que la movilizaci¨®n y la presi¨®n de la Uni¨®n de Refugiados pueden traducirse en resultados concretos. Tambi¨¦n conf¨ªa en los medios de comunicaci¨®n y el apoyo de organizaciones locales. ¡°Nuestra obligaci¨®n es no dejarlos solos. Pensamos que el asilo es un pilar b¨¢sico de la democracia, no se trata de una minor¨ªa ¨¦tnica. Es un derecho de todos los seres humanos¡±, enfatiza Lam.
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