En las calles bulliciosas de P¨ªo Baroja¡¯
En ¡®Los caprichos de la suerte¡¯, una novela in¨¦dita hasta ahora, el escritor aborda la Guerra Civil
Hay nueva novela de P¨ªo Baroja, Los caprichos de la suerte. La escribi¨® entre 1949 y 1950 y es la tercera parte de una trilog¨ªa, Los saturnales, en la que aborda el cataclismo de la Guerra Civil. El golpe de Estado de los militares franquistas lo pill¨® en Itzea, su casona de Vera de Bidasoa (Navarra), que qued¨® en el lado de los sublevados. Lo detuvieron unos cuantos requet¨¦s, pudieron fusilarlo, lo dejaron marchar. Pas¨® la guerra fuera y, ya de regreso, traslad¨® buena parte de lo que vivi¨® durante aquellos a?os a estas novelas. La primera, El cantor vagabundo, la public¨® en 1950. La segunda, Miserias de la guerra, fue prohibida por la censura de la dictadura (y rescatada reci¨¦n en 2006). Eso explica que la que cierra el ciclo permaneciera metida en un caj¨®n, medio perdida. Hasta ahora.
P¨ªo Baroja est¨¢ en la biograf¨ªa de cada uno. Las inquietudes de Shanti Andia, La busca, El ¨¢rbol de la ciencia: son libros que hay que leer (o que hab¨ªa que leer). Con m¨¢s o menos agrado, con m¨¢s o menos provecho. As¨ª que ha quedado ah¨ª como parte del paisaje de la adolescencia, de la primera juventud. Hab¨ªa quienes prefer¨ªan los versos de Machado o la serena profundidad de su Juan de Mairena, otros se inclinaban por la brevedad de Azor¨ªn, por las honduras desgarradas de Unamuno o, por citar s¨®lo a algunos maestros del 98, por los esperpentos de Valle. Baroja seduc¨ªa por su bullicio. Sus novelas est¨¢n habitadas por muy diversas gentes a las que les pasa de todo. Van de un sitio a otro, se meten en l¨ªos, discuten de cualquier asunto, se enredan, se pelean, se matan. Y de su prosa se ha dicho que era desali?ada, que andaba atareada en contar demasiadas cosas como para andarse con el prurito de la elegancia.
Leer a Baroja significaba dar esa zancada a la que la vida obliga para pisar por primera vez el suelo del mundo, donde hay que tener opini¨®n sobre las cosas, en las que toca defender una postura, donde se deben tomar r¨¢pidas decisiones para tirar hacia una u otra direcci¨®n. Baroja tiene algo de novelista a lo Stendhal: pone un espejo para reflejar un mundo y es un mundo que termina por interpelarte. Bueno, ?y ahora qu¨¦? Dar una respuesta, aunque fuera de noche y leyendo a toda prisa para un examen, significaba empezar a hacerse mayor, tomar conciencia.
Y tomar conciencia en el interior de unas calles donde hab¨ªa de todo: personajes distintos con maneras muy diferentes de actuar y de responder a los reclamos de la vida. La Espa?a de Baroja, las muchas Espa?as de Baroja: ?qu¨¦ absurdo ser¨ªa ignorarlas como algo remoto y sin sentido! Sin echar ra¨ªces en el pasado y sin reinventarlo no hay futuro que valga. Desde hace tiempo, este pa¨ªs y otros tantos de Europa han comenzado una larga cruzada contra las humanidades (la filosof¨ªa, la historia, la literatura) para quitarles peso en la educaci¨®n. Como si la modernidad consistiera en borrar toda huella para entregarse mejor a la mera instantaneidad de la tecnolog¨ªa m¨¢s voraz. Pero ah¨ª est¨¢ Baroja de nuevo. Esta vez ausculta las heridas de la guerra. ?Qu¨¦ barbaridad! ?C¨®mo fuimos capaces de abrir las puertas para que el fango lo anegara todo?
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