Munch en Madrid
El ¡®Grito¡¯ nos da cuenta de un hartazgo profundo ante gente que no sabe reaccionar en serio frente a los que quieren proponernos un mundo insolidario
Madrid, de cuando en cuando, ofrece un entorno amable para recibir la visita de viajeros pac¨ªficos y cultos, y de la propia gente que constituye la esencia de esta ciudad tan ¨¢spera normalmente. En el Museo Thyssen se alberga la magn¨ªfica exposici¨®n que han montado Paloma Alarc¨® y Guillermo Solana sobre el noruego Edvard Munch. No est¨¢ el grito, ni los gritos. Pero todo est¨¢ montado en torno a ello y deja ver lo que es Munch sin el grito. Y resulta mucho Munch.
Munch era un peque?oburgu¨¦s bien tratado por la vida material, y muy vapuleado en el terreno afectivo. Nunca tuvo que luchar para poder vivir conforme a lo que ¨¦l necesitaba. Y sin embargo ten¨ªa que dar un grito de cuando en cuando o, quiz¨¢, un grito permanentemente.
Munch est¨¢ en Madrid en el ¨¢rea m¨¢s privilegiada del arte en Europa. El Prado, el Reina Sof¨ªa, la Thyssen, Caixaf¨®rum, Fundaci¨®n Mapfre¡ All¨ª en medio de tanto recreo burgu¨¦s, suena un grito que se repite en plena meseta. Pero la contradicci¨®n es solo aparente. Porque Madrid sigue siendo un lugar donde estallan los conflictos. All¨ª fue donde Aza?a tuvo que gritarle a la humanidad esa barbaridad de que la vida de nadie val¨ªa lo que se guardaba en El Prado.
Hoy hab¨ªa que traer a Pablo Iglesias para que interpretara el grito de Munch, aunque sea solo una versi¨®n en tinta. Para que le ayudara a dejar atr¨¢s lo peor de la pol¨ªtica adolescente, disfrazada de ret¨®rica mao¨ªsta, de mimbre y porcelana, o de programa anarquista de ¡°no vaya yo a parecer un fascista porque est¨¦ de acuerdo con que el salvavidas no deber¨ªa ser fabricado por los t¨¦cnicos de Volkswagen¡±.
Madrid est¨¢ hoy girando en torno a un grito de Munch. Que nos da cuenta de un hartazgo profundo ante gente que no sabe reaccionar en serio frente a los que quieren proponernos un mundo insolidario donde el sue?o de los ricos y poderosos se disfraza de reivindicaci¨®n de Luther King.
En Madrid ahora viven juntos el Pablo Iglesias que no sabe c¨®mo aparentar que es poco m¨¢s que un ignorante, con el grito profundo de un hombre al que le basta una versi¨®n de su grito real para que sepamos que esto va en serio.
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