Cervantes y su impostor
Avellaneda odiaba al autor de ¡®El Quijote¡¯ y se mofaba de su condici¨®n social
En la historia universal de la literatura se repite una constante: los escritores se llevan fatal.
Ejemplos sobran: los crueles comentarios de Borges sobre Garc¨ªa Lorca, el pu?etazo de Mario Vargas Llosa a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, o el amargo libro de Paul Theroux sobre V.?S.?Naipaul. Y eso por limitarnos al ¨²ltimo siglo.
El Quijote de la Mancha, cuya segunda entrega cumple en estos d¨ªas 400 a?os, confirma que la mala leche es compa?era inseparable de la literatura. Porque este a?o tambi¨¦n cumpli¨® cuatro siglos ¡°otro¡± Quijote, el ap¨®crifo: una supuesta segunda parte de las aventuras de nuestro h¨¦roe publicado meses antes bajo el nombre falso de Alonso Fern¨¢ndez de Avellaneda.
Otros art¨ªculos del autor
El tal Avellaneda odiaba a Cervantes, y no se molestaba en esconderlo: en su pr¨®logo, se declaraba personalmente ofendido por ¨¦l, se burlaba de su pobre condici¨®n social, y hasta se mofaba de que le faltase una mano. Para colmo, le robaba por puesta de mano el ¨¦xito comercial.
Seg¨²n un estudio de Luis G¨®mez Canseco, tras el impostor podr¨ªa esconderse Lope de Vega, el gran dramaturgo que dio al mundo Fuenteovejuna. Sospechosamente, Avellaneda multiplicaba sus elogios y citas de ese autor. Adem¨¢s, en el citado pr¨®logo, sosten¨ªa que ¨¦l mismo hab¨ªa ¡°entretenido honest¨ªsima y fecundamente tantos a?os los teatros de Espa?a con estupendas e innumerables comedias¡±, y se confesaba ministro del Santo Oficio. Pocas personas reun¨ªan ambas condiciones, y adem¨¢s, la de escribir libros con nombres ajenos. Lope era una de ellas. Y entre todas, sin duda, la m¨¢s acostumbrada a manifestar creativamente su envidia. El dramaturgo intercambi¨® po¨¦ticos insultos con Quevedo y G¨®ngora, se enred¨® en trifulcas con sus rivales literarios y, sobre Cervantes en particular, escribi¨® en carta a un amigo: ¡°De poetas no digo; ?buen siglo es este! Muchos est¨¢n en ciernes para el a?o que viene. Pero ninguno hay tan malo como Cervantes; ni tan necio que alabe a Don Quijote¡±.
Por cierto, en la misma carta, Lope a?adi¨® lo que podr¨ªa ser una confesi¨®n de motivos para convertirse en Avellaneda: ¡°Cosa para m¨ª m¨¢s odiosa que mis librillos a Almend¨¢rez y mis comedias a Cervantes. Si all¨¢ murmuran de ellas algunos que piensan que las escribo por opini¨®n, deseng¨¢?eles vmd., y d¨ªgales que por dinero¡±.
Al genuino autor de El Quijote, en todo caso, le daban igual las razones o el curr¨ªculum de su impostor. Cervantes se sinti¨® herido por el robo de sus personajes.
Sancho Panza protesta porque el plagiario lo ha retratado como un gordito simpl¨®n
Desde sus primeras l¨ªneas, la verdadera segunda parte de El Quijote se presenta como una revancha contra Avellaneda. Ya en la dedicatoria, Cervantes subraya que una de las razones para su nueva entrega es ¡°quitar el mal sabor y la n¨¢usea que me ha causado otro Don Quijote que con el t¨ªtulo de Segunda Parte se ha disfrazado y corrido por el orbe¡±.
M¨¢s adelante, en el pr¨®logo, Cervantes informa al lector de que, aunque le molesta que Avellaneda lo haya llamado viejo y manco, ¨¦l no se rebajar¨¢ a insultarlo: ¡°T¨² querr¨ªas que lo tratara de asno, de mentecato y de atrevido, pero no se me pasa por el pensamiento: cast¨ªguele su pecado, con su pan se lo coma y all¨¢ ¨¦l¡±.
Luego s¨ª lo insulta, pero usando la voz ficticia del Quijote, que en la trama siguiente se revuelve furioso contra el libro ap¨®crifo. En el cap¨ªtulo LIX, el Caballero de la Triste Figura se queja del insultante pr¨®logo de Avellaneda, y le corrige una errata. Sancho Panza protesta porque el plagiario lo ha retratado como un gordito simpl¨®n. Como castigo al impostor, a quien cree aragon¨¦s, el Quijote desiste de viajar a Zaragoza, y sigue de largo hasta Barcelona.
Cervantes no lo sabe, pero con su respuesta da un paso fascinante hacia la modernidad literaria: tal juego de cajas chinas entre la realidad y la imaginaci¨®n, que postula una ficci¨®n ¡°verdadera¡± y una ¡°falsa¡±, es algo nunca le¨ªdo antes, un despliegue de metalenguaje in¨¦dito en el XVII, que siglos despu¨¦s repetir¨¢n autores como Borges o Woody Allen. Su novela ya no s¨®lo se r¨ªe de las novelas de caballer¨ªa: ahora, El Quijote mismo es una novela, una invenci¨®n en competencia con una invenci¨®n de la invenci¨®n.
Se tratase o no de Lope de Vega, el impostor Avellaneda cay¨® derrotado por el talento del original. 400 a?os despu¨¦s, su mayor m¨¦rito fue regalarle a Cervantes un motivo m¨¢s para que sigamos escribiendo sobre ¨¦l, y de paso, sin querer, demostrar que la gran literatura se fabrica con todos los materiales de la vida, incluyendo las mezquindades, querellas y rencillas.
Santiago Roncagliolo es escritor.
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