Besar a Susana en la mejilla de Irene

Ya saben, hay m¨¢s alegr¨ªa en el cielo por el regreso de una oveja descarriada que por las cien que no se movieron del redil. En este caso, la oveja descarriada fue Rosa D¨ªez, que se march¨® del PSOE para fundar su propio negociado y que ahora vuelve a casa bajo la apariencia de Irene Lozano. Ah¨ª tienen el beso de recibida del pastor principal y los aplausos de los secundarios. Volver a casa siempre da un poco de verg¨¹enza, sobre todo si no has hecho otra cosa que echar pestes de ella y de sus gentes durante la ausencia. Pero la verg¨¹enza se aten¨²a cuando piensas en el cocido caliente y en las s¨¢banas limpias y en los trienios, y en las conversaciones al caer la tarde junto al fuego. Tambi¨¦n, claro, en la gran labor social y de regeneraci¨®n democr¨¢tica que puedes llevar a cabo en las filas que te acogen (ya est¨¢bamos echando de menos un poco de ret¨®rica).

Todo bien, amigos, excepto por el fin de semana durante el que la conversa tuvo que soportar los dimes y diretes de las ovejas fieles, relegadas en las listas electorales a puestos imposibles, mientras que a la arrepentida (a la tr¨¢nsfuga, dec¨ªan algunos) le regalaban el cuatro. El cuatro, se dice pronto, el cuatro, casi pegada al l¨ªder. Y como independiente. Todo en orden, excepto que por unos instantes vimos a los pol¨ªticos como clicks de Famobil cuyas cabezas pod¨ªas desenroscar y colocar en cualquier cuerpo porque en todos encajaban. Todo bien en la granja de no ser porque ese beso de S¨¢nchez tiene algo de beso de Judas, aunque la traicionada no sea Lozano. Se llama se?alar a alguien en la mejilla de otro.

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