40 a?os de resistencia y lucha saharaui
Autor invitado: Omer Freixa
En el mundo quedan resabios de colonialismo. Hablamos de apenas 17 territorios que no superan los dos millones de habitantes. Tras la independencia de Namibia, en 1990, en ?frica persiste como ¨²nico caso el S¨¢hara Occidental, antigua colonia espa?ola hasta poco despu¨¦s de mediados de la d¨¦cada de 1970, hoy con una poblaci¨®n de unos 500.000 pobladores. Enarbolando el criterio de la autodeterminaci¨®n de los pueblos, en 1990, la Asamblea General de Naciones Unidas reafirm¨® que la descolonizaci¨®n del S¨¢hara era una cuesti¨®n a resolver por parte de su pueblo. Varios intentos desde ese momento (y previos) resultaron infructuosos y el territorio contin¨²a ocupado por Marruecos, hecho cuyo puntal inicial se dio el 6 de noviembre de 1975. En ese contexto, la ocupaci¨®n marroqu¨ª qued¨® consumada a trav¨¦s de la denominada Marcha Verde y la secuencia de violencia que le procedi¨® y que, a cuatro d¨¦cadas, constituye un problema sin resolver.
Un territorio inh¨®spito
Espa?a, golpeada en su orgullo desde la p¨¦rdida de sus ¨²ltimas posesiones coloniales tras la derrota frente a los Estados Unidos en 1898, recibi¨® como premio consuelo algunos territorios marginales a resultas del reparto de ?frica orquestado tras la Conferencia de Berl¨ªn (1884-1885), que tard¨® a?os en ocupar. Entre lo repartido, cont¨® el ?frica Occidental Espa?ola, m¨¢s tarde denominado S¨¢hara Occidental, cuyas fronteras fueron trazadas caprichosamente por la metr¨®poli. Pese a ser una tierra des¨¦rtica, pobre y escasamente poblada (con siquiera 80.000 habitantes en 1975), el sitio tuvo una posici¨®n estrat¨¦gica como v¨ªa de conexi¨®n a las Canarias y a la otra colonia del sur, m¨¢s distante, Guinea Ecuatorial. Hasta 1934, la presencia espa?ola en territorio del S¨¢hara fue testimonial y, reci¨¦n en la de 1960 comenz¨® a alterar la vida del n¨®mada.
Sin embargo, lo que modific¨® el paisaje desde esa ¨¦poca fue el hallazgo, en 1962, del primer yacimiento de fosfatos (y, en segundo lugar, petr¨®leo). La extracci¨®n del fosfato creci¨® e impuls¨® el ¨¦xodo de la poblaci¨®n rural a las ciudades, modificando sustancialmente la pauta de vida trashumante. Por caso, El Aai¨²n (capital colonial desde 1947, tras una reorganizaci¨®n administrativa) creci¨® de 9.000 habitantes, registrados en 1974, a 28.000 en 1981. Asimismo, en dicho registro fueron menos los censados como pastores. Un estilo de vida milenario llegaba a su fin, con el avance de la modernizaci¨®n que puso en riesgo el orden tribal y la solidaridad del parentesco, y, a la par, el reforzamiento de una sociedad militarizada y jerarquizada.
Caldo de cultivo
A pesar de tener DNI espa?ol desde 1970, el saharaui no viv¨ªa en condiciones de igualdad y sinti¨®, pese a la integraci¨®n al mundo ¡°civilizado¡±, condiciones de inferioridad. Como en otros casos que indica la historia del colonialismo, la identidad del s¨²bdito colonial se forj¨® gracias al marco de injusticia provisto por el colonizador. De modo que del concepto saharaui devino una construcci¨®n espa?ola que comenz¨® a popularizarse a partir de los a?os 60 y de la misma se sirvi¨® el dominado para emplearla como canal de lucha.
Los eventos de 1958 pudieron haber ayudado. Marruecos, independizado en 1956, pretendi¨® avanzar sobre los territorios des¨¦rticos del sur, en manos coloniales, con la intenci¨®n de anexarlos, consider¨¢ndolos propios. Incluso Espa?a pens¨® en abandonar el Sahara, pero no lo hizo. Al contrario, como los saharauis se alzaron en insurgencia, fue necesario el apoyo militar franc¨¦s y espa?ol para soportar el peso de la guerra desde Rabat. Este combate fue un anticipo de lo que vendr¨ªa. Una de las consecuencias fue la fuga de miles de familias a Marruecos en procura de seguridad, a la ciudad sure?a de Tan Tan, en donde, al calor del sentimiento antiespa?ol, se cocer¨ªa en la d¨¦cada de 1970 el origen del movimiento que m¨¢s tarde devino en el Frente Popular para la Liberaci¨®n del Sahara y R¨ªo de Oro, Polisario, en mayo de 1973.
Lo acontecido en 1958 sirvi¨® a Espa?a para reforzar la presencia colonial en el S¨¢hara, con su incorporaci¨®n como nueva provincia y, de all¨ª en m¨¢s, la espa?olizaci¨®n de la colonia, fiel al deseo del dictador Francisco Franco. Pero, cuando ¨¦ste entr¨® en el letargo final, la independencia del S¨¢hara espa?ol puede explicarse por las malas decisiones y la vacilaci¨®n de sus ministros ante la ausencia del l¨ªder.
A fin de cuentas y al igual que la simult¨¢nea salida desordenada de Portugal de sus colonias africanas, Espa?a sigui¨® el mismo camino en la suya, y en ambas experiencias coloniales, las dejaron convertidas en polvorines.
El abandono de colonias ya era una realidad en ?frica en 1960 cuando, ese a?o, aparecieron m¨¢s de 10 nuevas naciones. No obstante, Espa?a ve¨ªa lejos el momento de descolonizaci¨®n de su colonia. Mientras tanto, en diciembre de 1965 le lleg¨® el primer aviso para abandonarla, a instancias de Naciones Unidas. Sus advertencias se repetir¨ªan, pero Espa?a siempre encontr¨® formas dilatorias y coartadas precisas. No solamente el aparato colonial compr¨® la lealtad de ciertos grupos locales, tambi¨¦n apel¨® a la faz represiva. Prueba de ello fue el uso de la fuerza contra la primera agrupaci¨®n nacionalista, la Vanguardia para la Liberaci¨®n de la Saquia el Hamra y R¨ªo de Oro (Harakat Tahrir), fundada en 1967, y que, para mediados de los 70, ten¨ªa unos 7.000 integrantes. Este grupo, en forma clandestina, protagoniz¨® la primera movilizaci¨®n masiva contra el gobierno colonial, el 17 de junio de 1970, cuando se festejaba la nueva provincia espa?ola. La irrupci¨®n en medio del festejo caus¨® represi¨®n con un saldo de n¨²mero indeterminado de muertes, arrestos por decenas y la posterior captura y fusilamiento de quien fuera su fundador, Muhammed Bassiri. El cr¨¦dito espa?ol en el Sahara se agotaba. Este hecho fue recordado como la ¡°matanza de Zemla¡±.
Retiradas no auspiciosas
Para mediados de 1974, el Polisario estaba convencido de alcanzar la independencia total del S¨¢hara. El 20 de agosto Espa?a anunci¨® que se retiraba del territorio y que se celebrar¨ªa un refer¨¦ndum por la autodeterminaci¨®n en alg¨²n momento del primer semestre del a?o pr¨®ximo. Para esa ¨¦poca, la popularidad del Polisario fue en ascenso con un discurso de libertad, retirada de Espa?a y de revoluci¨®n, aunque no propuso el camino a seguir tras consumar todo aquello. El Polisario obtuvo apoyo y sus miembros se convirtieron en h¨¦roes nacionales. Su accionar en octubre de 1974 sabote¨® la infraestructura espa?ola y detuvo la exportaci¨®n de fosfatos, clave de la econom¨ªa colonial.
Espa?a, jaqueada por varios frentes, avanz¨® en su intenci¨®n de abandonar la colonia. Entonces, el problema fue c¨®mo hacer su salida lo m¨¢s decorosa posible. En su pretensi¨®n de autodeterminaci¨®n, el Polisario gan¨® el apoyo de Argelia, internacionalizando un conflicto en ¨¦poca de Guerra Fr¨ªa. Si el gran y vecino rival tradicional de Marruecos, apoyaba la causa saharaui, las potencias occidentales respaldar¨ªan al reino marroqu¨ª para evitar la penetraci¨®n sovi¨¦tica y la creaci¨®n de un mini Estado de obediencia argelino-sovi¨¦tica. Mientras tanto, Espa?a se acomod¨® bajo la posici¨®n de apoyo a la pretensi¨®n de Marruecos, aunque el pueblo espa?ol viv¨ªa ajeno al tema por el secretismo con el que se manejaba el asunto desde las altas esferas. El 17 de octubre de 1975, para sorpresa de los ministros del gabinete espa?ol, se decidi¨® la entrega del territorio saharaui a Marruecos. La misma no tuvo sustento internacional. La Corte Internacional de Justicia argument¨® que ni Marruecos ni Mauritania ten¨ªan derecho leg¨ªtimo al territorio saharaui, mientras Naciones Unidas conced¨ªa el derecho de autodeterminaci¨®n (en base a la Resoluci¨®n N¡ã 1514 de 1960). Pero, contrariando esas observaciones, el rey Hass¨¢n II encomi¨® a los marroqu¨ªes a no conquistar sino recuperar algo que siempre les perteneci¨®, invitando a sumarse a lo que ser¨ªa la Marcha Verde, ¡°de paz y esperanza¡±, seg¨²n sus palabras.
Marcha Verde y despu¨¦s
La Marcha Verde, cuando el 6 de noviembre ingres¨® en territorio saharaui, fue sorpresiva y de all¨ª en m¨¢s dur¨® poco m¨¢s de una semana, cuando el d¨ªa 14, con la firma de los Acuerdos de Madrid y un Franco moribundo, se desmont¨®. En estos ¨²ltimos se estableci¨® la retirada de Espa?a y el reparto del territorio saharaui entre Marruecos y Mauritania. El ¨²ltimo soldado espa?ol se retir¨® el 12 de enero de 1976 y le sigui¨® la ocupaci¨®n de ambos pa¨ªses vecinos.
La Marcha Verde fue una movilizaci¨®n en la que participaron, seg¨²n se estima, de 350.000 a 500.000 personas, acompa?adas por varios destacamentos del ej¨¦rcito real. Se trat¨® de una operaci¨®n labrada en el secretismo, bajo dise?adores norteamericanos cercanos al Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. La Marcha fue presentada al mundo como un movimiento pac¨ªfico, de reencuentro entre hermanos para disipar el temor b¨¦lico, mas, en realidad, se trat¨® de una jugada estrat¨¦gica y militar marroqu¨ª, as¨ª como un movimiento para que el Rey pudiera legitimarse en el trono. En suma, la Marcha Verde fue el argumento para que el gobierno espa?ol, d¨¦bil y confundido, saliera del S¨¢hara.
De all¨ª en m¨¢s comenz¨® la ocupaci¨®n militar marroqu¨ª del territorio. La posibilidad de guerra se respiraba en el aire. Espa?a hab¨ªa intentado un acercamiento con el Polisario, pero Hass¨¢n II interpel¨® a la potencia en retirada a abandonar el di¨¢logo y a encarcelar a los rebeldes.
Los saharauis m¨¢s combativos no se quedaron de brazos cruzados. La penetraci¨®n marroqu¨ª fue respondida con guerrillas y con la huida precipitada al este de unas 20.000 personas que, m¨¢s tarde, fueron bombardeadas por la aviaci¨®n marroqu¨ª argumentando que elementos del Polisario se hab¨ªan infiltrado entre sus filas. El ej¨¦rcito argelino fue trasladando a los sobrevivientes a Tinduf y montando campamentos improvisados. El campamento lleg¨® en 1977 a 50.000 habitantes, en condiciones de vida deficitarias, las mismas que atestiguan las noticias hoy. Los refugiados de Tinduf gradualmente quedaron ajenos al conflicto, aislados e inmersos en la rutina.
El Polisario siempre fue consciente de que sin la ayuda de Argelia le ser¨ªa imposible ganar la guerra. De todos modos, sus milicianos lograron vencer a Mauritania y lograr su retirada en agosto de 1979. Pero frente a Marruecos, y a pesar del apoyo militar argelino, la asimetr¨ªa era muy fuerte. 10.000 milicianos fueron incapaces de vencer a un poderoso ej¨¦rcito de 300.000 efectivos con ingente armamento y constante apoyo en la retaguardia. Sin embargo, como la guerra continu¨®, para Marruecos ¨¦sta result¨® una constante sangr¨ªa y una ruina para su prestigio. Entre 1972 y 1980, los gastos de defensa pasaron del 2,8% al 6,9% del PIB. Para evitar el desgaste surgi¨® la idea de construir una muralla (el Berm) para cercar al enemigo que, con asesoramiento israel¨ª y financiamiento norteamericano, estuvo finalizada en 1980 y, con casi 400 kil¨®metros de extensi¨®n, cerc¨® las riquezas de fosfatos.
Las m¨²ltiples salidas pensadas al conflicto resultaron truncas y, para 2009, Naciones Unidas estaba convencida de que no era posible la independencia de los saharauis, aunque nadie se atreviera a anunciarlo en p¨²blico. El pensamiento era que si el S¨¢hara ped¨ªa un refer¨¦ndum, Marruecos lo rechazar¨ªa, por lo que se deb¨ªa buscar una soluci¨®n consensuada. El problema de fondo es que ning¨²n pa¨ªs quiere involucrarse pol¨ªticamente y en la agenda internacional constituye una preocupaci¨®n menor frente, por caso, al mucho m¨¢s medi¨¢tico conflicto en Palestina (aunque no sea de descolonizaci¨®n), la muy estrat¨¦gica Gibraltar o a la rispidez por la situaci¨®n de las Islas Malvinas.
A hoy, y tras 40 a?os que merecen ser recordados, Marruecos no ha logrado legalizar su presencia en el S¨¢hara Occidental, pero hubo cambios importantes. Por empezar, la configuraci¨®n del mapa africano. La Uni¨®n Africana integra a todos los Estados del continente, excepto a Marruecos, quien no reconoci¨® a la Rep¨²blica Democr¨¢tica ?rabe Saharaui, proclamada por el Polisario a fines de febrero de 1976 y, en se?al de protesta, abandon¨® la entonces Organizaci¨®n de la Unidad Africana.
A nivel interno, pese a la brutalizaci¨®n y la barbarie propia de toda situaci¨®n de territorio ocupado, entre 1974 y 2008, la poblaci¨®n pas¨® de 73.000 a 400.000 habitantes. Entre estos, hay 100.000 colonos del sur de Marruecos que se sienten saharauis. La capital, El Aai¨²n, que roza los 200.000 habitantes, super¨® en bienestar a muchas ciudades marroqu¨ªes.
Pero hay m¨¢s problemas que soluciones, como ejemplifica el limbo sobre la propiedad de los recursos naturales que posibilit¨® que empresas de cuarenta pa¨ªses hagan negocios en la zona. Finalmente, como toda guerra en territorio ocupado, para Marruecos el conflicto implic¨® severas p¨¦rdidas, 95.000 millones destinados al presupuesto b¨¦lico, m¨¢s 25.000 millones a gastos infructuosos como la construcci¨®n de obras fara¨®nicas para realzar el prestigio de la monarqu¨ªa. Se estim¨® durante tres d¨¦cadas la p¨¦rdida de un 2% del PIB en el ritmo del crecimiento m¨¢s una merma del 50% de la renta per c¨¢pita para la mitad de la poblaci¨®n. Ser¨¢ una factura que seguir¨¢ padeciendo el pueblo marroqu¨ª mientras la ocupaci¨®n prosiga, as¨ª como el pueblo ocupado que insiste en su derecho a la autodeterminaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.