Calcular al mil¨ªmetro
La opini¨®n se ha fragmentado y las instituciones que articulaban ideolog¨ªas se han debilitado sin que las sustituya una sociedad civil organizada. Las pr¨®ximas elecciones son decisivas y los partidos est¨¢n luchando para evitar perder en el l¨ªmite
A menos de un mes de unas elecciones generales excepcionalmente agitadas, cuatro contrincantes toman posiciones. A nadie se le escapa que unos salen en mejor forma que otros. Pero no caben valoraciones apresuradas. Las mayor¨ªas holgadas han terminado, la competencia es eminentemente mayor, cada voto es (a¨²n) m¨¢s preciado. La actitud de los partidos va en consonancia: todos dicen salir a ganar, pero nadie se atreve a arriesgar. Se asegura al mil¨ªmetro en todos los frentes: pol¨ªtica econ¨®mica, ordenaci¨®n territorial, regeneraci¨®n institucional y ahora tambi¨¦n cuestiones de seguridad. Pero la falta de audacia tambi¨¦n encierra riesgos.
El PP conf¨ªa en mantener su monopolio conservador. Seg¨²n los bar¨®metros del CIS, en torno a la mitad de sus simpatizantes son personas retiradas, casi siempre mayores de 65 a?os, viejas clases medias. Se les unen peque?os empresarios y aut¨®nomos de edad m¨¢s bien avanzada, as¨ª como un colectivo heterog¨¦neo con posiciones ideol¨®gicas a la derecha del espectro, no cubiertas por ning¨²n otro partido. Hay una ¨²ltima capa de individuos poco interesados en pol¨ªtica, pero con inter¨¦s en que las cosas vayan ¡°bien¡± econ¨®micamente. Esta amalgama constituye una base s¨®lida y coherente que alcanza el 25%, pero sin apenas expectativas de crecimiento. La irrupci¨®n de la cuesti¨®n terrorista en campa?a favorece la estrategia del PP: responder con firmeza al terrorismo, pero dejando que otros (Francia, EE?UU) corran con los costes. Hay tambi¨¦n un cierto efecto de reagrupamiento en torno al l¨ªder en tiempos de inseguridad, pero es moment¨¢neo, de dudoso alcance y duraci¨®n. En cualquier caso, apostar ¨²nicamente por una plataforma conservadora es jugar en corto, negando la posibilidad de mantener entre sus filas a quienes le dieron la victoria en 2011: el voto moderado, ahora deseoso de cambio. El PP jam¨¢s ha sido un partido liberal, pero hoy lo es menos que nunca. La coalici¨®n se ha resquebrajado por el centro. Y Ciudadanos, claro est¨¢, tiene mucho que ver con ello.
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Albert Rivera lleva meses creciendo gracias a esta brecha, y ahora que parece que el flujo se agota encuentra otro yacimiento en antiguos socialistas. Este voto centrista se compone de profesionales en activo, de clase media en adelante, entre 35-50 a?os y con nivel educativo elevado. A ellos se unen las filas catalanas, de or¨ªgenes m¨¢s variados salvo en la coincidencia ling¨¹¨ªstica y antinacionalista. La coalici¨®n que soporta a Ciudadanos es menos coherente que la del PP, con el consiguiente riesgo de perder lo atesorado con un movimiento en falso. Por ejemplo, los ataques de Par¨ªs han obligado a Rivera a enfrentarse al dilema entre libertad y seguridad de manera cauta y sin avanzar propuestas espec¨ªficas, dejando al pa¨ªs a la espera de lo que otros decidan. No es casualidad. Cuando el CIS pregunt¨® a los espa?oles qu¨¦ coalici¨®n prefer¨ªan de no darse ninguna mayor¨ªa absoluta el 20-D, un 37% de los simpatizantes de Ciudadanos apostaban apoyar al PP, pero un id¨¦ntico 35,1% se inclinaba por el PSOE. Rivera y los suyos tienen muy en cuenta esta divisi¨®n, que apunta a profundos desacuerdos latentes sobre pol¨ªticas espec¨ªficas.
El PP busca retener el voto conservador; Ciudadanos puede perder lo atesorado con un paso en falso
Esta es la fortaleza a¨²n por explotar del contendiente aparentemente m¨¢s desequilibrado. Tras vaciarse de votantes de uno y otro lado, al PSOE le queda un matrimonio de conveniencia entre obreros cualificados y otros trabajadores con contrato fijo (20% activos, 40% inactivos o retirados, seg¨²n datos del CIS) y desempleados (20%), con un claro sesgo hacia los hogares de menor renta. Es ¡°de conveniencia¡± porque comprende al mismo tiempo a lo m¨¢s protegido y a lo m¨¢s castigado durante la crisis, si se deja de lado a las clases altas. Esta desigual exposici¨®n proviene en parte de las medidas tomadas por los socialistas desde 2008, as¨ª como de un sistema de bienestar desarrollado por ellos mismos que protege a algunos trabajadores y jubilados dejando a otros a merced del mercado y de la precariedad. Hoy, con una obvia restricci¨®n presupuestaria que fuerza cualquier debate a desembocar en un ¡°y esto c¨®mo se paga¡±, Pedro S¨¢nchez ofrece cierta impresi¨®n de indecisi¨®n porque no encuentra nada concreto y viable que ofrecer a todos ellos. Al estar sitiado por alternativas nuevas y apetecibles, cualquier paso en falso puede ganarle apoyos de un lado rest¨¢ndoselos de otro. Tambi¨¦n en el frente de la seguridad: todo lo que el PSOE ofrece ante la amenaza terrorista se resume en una indeterminaci¨®n cr¨®nica, sugiriendo t¨ªmidamente cierta intervenci¨®n militar sin atreverse a llevarla demasiado lejos. Pero lo conservador de su planteamiento impide a S¨¢nchez aprovechar su mejor carta: hoy por hoy, parece el ¨²nico candidato viable y seguro para sustituir a Rajoy. Pablo Iglesias queda demasiado lejos. Las intenciones de Rivera no son claras porque tampoco lo son las preferencias de sus votantes. Si el PSOE consiguiese acortar posiciones con el PP podr¨ªa aprovecharse de esa ventaja y coordinar el voto antipopular en torno a ¨¦l. Pero para ello hace falta una estrategia ambiciosa, arriesgada.
Al PSOE le hace falta una estrategia arriesgada; Podemos necesita propuestas m¨¢s cre¨ªbles
Precisamente esta oportunidad es la que se abri¨® ante Podemos hace un a?o. Iglesias ha insistido siempre en apelar a Rajoy como su rival, una elecci¨®n t¨¢ctica para aglutinar el voto que deseaba ante todo una alternativa viable. Pero la democracia liberal funciona como trituradora de posturas maximalistas: las uniones ambiguas basadas en demandas de cambio no llegan lejos si las propuestas no se concretan. Podemos hizo un viaje de ida y vuelta al centro para quedarse con un voto joven, educado y marcadamente de izquierdas, definido por el agujero de expectativas que ha cavado la crisis en la generaci¨®n de 20-34 a?os. Iglesias parece haber asumido su nuevo papel. Su reacci¨®n ante los atentados en Francia no deja espacio para la duda: entonar no a la guerra, crear un Consejo para la Paz y dem¨¢s alternativas que dif¨ªcilmente sintonizan con una mayor¨ªa envejecida, deseosa de estabilidad. La estructura demogr¨¢fica e ideol¨®gica de la poblaci¨®n espa?ola no le augura mucho m¨¢s de su actual 15% si no aborda las propuestas cre¨ªbles que de momento no ha sabido completar.
Las razones de la prevalencia del regate en corto van m¨¢s all¨¢ del vuelco en el sistema de partidos. La opini¨®n se ha fragmentado. Las ideas viajan m¨¢s r¨¢pido y lejos, pero tambi¨¦n mueren antes. Las grandes instituciones que permit¨ªan unir a clases enteras bajo un mismo objetivo (partido, iglesia, sindicato, peri¨®dico) se han debilitado sin que haya tomado el relevo una sociedad civil organizada. En alg¨²n momento deber¨ªamos preguntarnos si esta es la clase de pol¨ªtica que queremos. Pero de aqu¨ª al 20-D no parece haber elecci¨®n, y no queda m¨¢s remedio que echar cuentas con decimales en los m¨¢rgenes de difusos programas electorales para evitar perder en el l¨ªmite.
Jorge Galindo es investigador del Departamento de Sociolog¨ªa de la Universidad de Ginebra y editor de Politikon.
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