El d¨ªa en el que me vendieron como prostituta
En la ¨²ltima d¨¦cada, m¨¢s de 10.000 j¨®venes vietnamitas han sido v¨ªctimas del tr¨¢fico humano Los matrimonios forzados, el comercio sexual y la esclavitud laboral explican los datos
Thuy* es buena estudiante. Ha aprobado sin problemas el segundo curso de Econ¨®micas y piensa dedicar el verano a trabajar para ayudar a su familia. Es lo que se espera de una joven como ella. Una amiga le ha hablado de un empleo temporal recolectando fruta en B?c Giang, una peque?a localidad tres horas al norte de Hanoi. Thuy se sube al coche. Es una ma?ana calurosa y el veh¨ªculo se detiene para que puedan refrescarse. ¡°No volver¨¦ a casa para comer¡±, le dice a su hermana por tel¨¦fono. Ser¨¢ la ¨²ltima vez que hablen en dos a?os. Esa misma tarde Thuy cruzar¨¢ la frontera china para ser vendida como prostituta.
Han pasado 36 meses y Thuy sigue siendo una muchacha joven y atractiva. De una belleza delicada. Fr¨¢gil. Su figura, moldeada por la finura de sus formas, luce tersa y lozana. Su rostro, huella de un pasado mestizo, resplandece en unos ojos melosos ocultos tras una media melena jaspeada por tonos rojizos. Su cuerpo ha olvidado el cautiverio sexual. Su mirada no ha dejado de llorar desde entonces.
Algo en ella se rompi¨® aquella tarde de verano. Le robaron la inocencia. El derecho a so?ar con un mundo perfecto. ¡°Entonces ten¨ªa 20 a?os y ni siquiera entend¨ªa la jerga que utilizaban para referirse al sexo. De hecho, pensaba que estaban hablando de un trabajo en la construcci¨®n. En ese momento pens¨¦, 'puedo trabajar en la construcci¨®n para pagar mi rescate¡¯. Despu¨¦s, las otras dos chicas vietnamitas que estaban en el brothel me explicaron de lo que estaban hablando en realidad. Ten¨ªa que trabajar como prostituta. Ten¨ªa que vender mi cuerpo¡±.
No volver¨¦ a casa para comer¡±, le dice a su hermana por tel¨¦fono. Ser¨¢ la ¨²ltima vez que hablen en dos a?os. Esa misma tarde Thuy cruzar¨¢ la frontera china para ser vendida como prostituta
El d¨ªa que cambi¨® mi vida
Cuando Thuy se despert¨® aquella ma?ana de 2012 no sab¨ªa que sus d¨ªas como estudiante responsable e hija ejemplar hab¨ªan terminado. Desayun¨® y charl¨® con su madre antes de salir a la calle. Hac¨ªa calor. Mucho calor. Se encamin¨® a la direcci¨®n de la agencia de trabajo temporal donde hab¨ªa quedado con su amiga. ?sta nunca llego. Antes de entrar en la oficina, dos hombres, que dec¨ªan representar a la agencia de empleo, le pidieron que los acompa?ara a comprar material para su nuevo puesto. Durante el trayecto le explicar¨ªan en que consistir¨ªa. ¡°Me dijeron que tendr¨ªa que ir a B?c Giang a recolectar fruta y despu¨¦s traerla a Hanoi para venderla¡±. Durante algo m¨¢s de una hora recorrieron el centro de la capital vietnamita. Adquirieron gorras, sombreros y otros utensilios. Cuando dieron las 11.00, se detuvieron en una cafeter¨ªa para beber algo. Thuy estaba sedienta. ¡°Me di cuenta de que era ya mediod¨ªa y que no podr¨ªa volver a casa a tiempo para comer, as¨ª que decid¨ª llamar a mi hermana. Me alej¨¦ unos metros, hasta una esquina. Habl¨¦ con ella y le dije que no ir¨ªa a casa a comer. Cuando volv¨ª a la mesa, los hombres hab¨ªan pedido una taza de ca?a de az¨²car para m¨ª. La beb¨ª mientras charl¨¢bamos. Entonces no not¨¦ nada¡±.
Minutos despu¨¦s cogieron un taxi. Es aqu¨ª donde la memoria de Thuy se balancea entre el olvido y la conciencia suspendida. ¡°S¨®lo recuerdo que estaba completamente oscuro cuando llegamos. Despu¨¦s descubrir¨ªa que est¨¢bamos en Lang Son, en la frontera con China, pero en aquel momento no sab¨ªa donde me encontraba. Era una casa peque?a y hab¨ªa mucha gente mir¨¢ndome¡±. Le ofrecieron un plato de noodles y algo de agua para beber. Los dos hombres se volvieron a dirigir a ella. ¡°Me dijeron que ir¨ªamos a comprar algunos equipos electr¨®nicos para venderlos tambi¨¦n en Hanoi¡±. La condujeron a trav¨¦s de dos pasillos. S¨®lo se detuvieron para pagar. Sin darse cuenta, Thuy hab¨ªa cruzado la frontera clandestinamente.
Era ya medianoche y el grupo se desplaz¨® hasta un mercado. ¡°No s¨¦ lo que ocurri¨® realmente all¨ª, hablaban en chino con algunos hombres chinos. Creo que intentaron venderme, pero no alcanzaron un acuerdo¡±. Aquella madrugada no hab¨ªa maridos para Thuy. S¨®lo un nuevo taxi rumbo a la provincia de Guang Xi.
Era una calle amplia, repleta de luces y carteles que copaban las paredes. Hab¨ªa un hotel. Adentro, una pareja, ¨¦l chino, ella vietnamita, esperaba en silencio. La conversaci¨®n apenas dur¨® unos minutos. ¡°V¨¢monos a casa¡±, le dijo la mujer. Ten¨ªa unos 30 a?os y hablaba en su idioma. ¡°Estaba mareada y muy cansada, as¨ª que la segu¨ª. Nos fuimos a una casa¡±. Media hora despu¨¦s, otras dos j¨®venes de origen vietnamita aparecieron en la vivienda. Fue entonces cuando la mujer se dirigi¨® a Thuy: ¡°Desde ahora tendr¨¢s que servir sexualmente a los clientes para pagar la deuda que tienes conmigo¡±.
El valor de la virginidad
En los ¨²ltimos diez a?os, seg¨²n cifras oficiales, alrededor de 22.000 j¨®venes vietnamitas han sido v¨ªctimas del tr¨¢fico humano en Vietnam, principalmente en las provincias de Quang Ninh, B?c Giang y Lang Son, pr¨®ximas a la frontera con China. ¡°Entre 2005 y 2013, m¨¢s de 6.000 mujeres y menores vietnamitas han sido ¡®traficados¡¯ a trav¨¦s de las fronteras con China, Camboya y otros pa¨ªses. Adem¨¢s, otros 10.000 han sido declarados ausentes de su hogar sin una informaci¨®n clara de su paradero. Las cifras oficiales de casos de tr¨¢fico humano son muy inferiores a la cantidad real¡±, explica Le Hong Loan, responsable de protecci¨®n al menor de Unicef en Vietnam. ¡°Los matrimonios forzados, el comercio sexual, la explotaci¨®n laboral y las adopciones ilegales¡± est¨¢n detr¨¢s de estos n¨²meros, a?ade.
En la industria del tr¨¢fico humano la belleza y, sobre todo, la virginidad determinan el valor mercantil de las mujeres
En la industria del tr¨¢fico humano la belleza y, sobre todo, la virginidad determinan el valor mercantil de las mujeres. ¡°Las chicas m¨¢s guapas son utilizadas para estos matrimonios forzosos. Normalmente, los brokers les permiten rechazar a uno o incluso dos pretendientes, pero despu¨¦s las amenazan: ¡®si no acept¨¢is al siguiente os enviaremos al brothel¡¯. ?Qu¨¦ pueden hacer entonces m¨¢s que aceptar!¡±, exclama la directora de proyectos de la ONG Hagar International en Camboya, Wei Wang. Varones asi¨¢ticos, fundamentalmente chinos, japoneses, singapurenses y coreanos, pagan entre 350 y 8.500 euros por estas j¨®venes v¨ªrgenes con la creencia, fuertemente arraigada en el continente asi¨¢tico, de que desflorar a una mujer cura enfermedades, aumenta la fuerza y alarga la vida.
A Thuy la vendieron por 1.500 d¨®lares. Una cantidad rid¨ªcula para los miles de euros que sus captores obtuvieron prostituy¨¦ndola durante dos a?os. ¡°En ese tiempo, el due?o del brothel compr¨® coches nuevos y adquiri¨® m¨¢s chicas. Todas fueron vendidas despu¨¦s a otros brothels. S¨®lo tres chicas se quedaron con nosotros¡±. La mayor¨ªa de los clientes eran chinos. Entraban, eleg¨ªan y sub¨ªan a las habitaciones con las chicas. Ellas ni siquiera conoc¨ªan el precio de sus servicios. ¡°Los clientes pagaban directamente a la pareja que regentaba el local¡±. As¨ª, Thuy nunca sab¨ªa cuando su deuda quedar¨ªa saldada. ¡°Al llegar me dijeron que ten¨ªa que pagar mi deuda. Los 1.500 d¨®lares que hab¨ªan pagado por m¨ª, m¨¢s todos mis gastos: la ropa, la comida, el alojamiento¡¡±. Un c¨ªrculo infinito del que las j¨®venes jam¨¢s podr¨ªan salir. ¡°En una ocasi¨®n, el due?o del local nos dijo que si ¨¦ramos capaces de abonar nuestra deuda ser¨ªamos libres y entonces, si quer¨ªamos, podr¨ªamos trabajar con ¨¦l como socios, ¡®al 50%¡¯. ¡®En un a?o podr¨¦is ganar hasta 5.000 d¨®lares¡¯, nos asegur¨®. En ese momento me di cuenta de la cantidad de dinero que estaba ganando con nosotras¡±.
En prisi¨®n nos trataban como si fu¨¦semos cerdos. Nos tiraban la comida en cajas sucias y todas ten¨ªamos que compartir la misma caja¡±
Cuando no estaba trabajando, Thuy pasaba el tiempo en la casa. ¡°El jefe nunca nos autorizaba a salir, ni siquiera para buscar clientes. Si en alg¨²n momento est¨¢bamos fuera, uno de sus hombres nos segu¨ªa a todas partes¡±. Las chicas apenas pod¨ªan comunicarse. ¡°La televisi¨®n, las revistas¡todo estaba en chino mandarin, no entend¨ªamos nada. S¨®lo nos ense?aron algunas palabras en el dialecto local, que es totalmente diferente. ?l no quer¨ªa que aprendi¨¦semos chino mandar¨ªn¡±. Pese a todo, Thuy consigui¨® trabar amistad con un cliente. ¡°Ven¨ªa habitualmente. En una ocasi¨®n me dijo que su tel¨¦fono pod¨ªa llamar a Vietnam, as¨ª que le pregunt¨¦ si me dejar¨ªa llamar a mi hermana. Acept¨®. Marqu¨¦. No funcion¨®¡±.
Por un instante las nubes de la memoria se vuelven negras. Thuy se seca los ecos de aquel dolor con las mangas de una chaqueta rosa de punto con la que hoy, tres a?os despu¨¦s, se protege de la llegada del monz¨®n.
¡ªNecesito un minuto, se excusa. Un llanto silente envuelve toda la estancia.
Las 7 mujeres
Hab¨ªan pasado s¨®lo unos meses desde su llegada a Guang Xi cuando la trasladaron de nuevo. La Polic¨ªa china hab¨ªa efectuado varias redadas contra la trata de blancas en la ciudad, as¨ª que el jefe decidi¨® trasladar el brothel a una zona rural. Era un paisaje buc¨®lico, una campi?a rodeada de un bosque frondosos y tierras f¨¦rtiles. Al cabo de unas semanas, la pareja adquiri¨® una nueva joven. Era un muchacha hermosa, de unos 13 o 14 a?os, tambi¨¦n de origen vietnamita. Incapaz de resignarse, la peque?a se rebelaba con todas sus fuerzas. ¡°Intentaba agredir a los due?os, les pegaba y mord¨ªa. No la pod¨ªan dejar sola, as¨ª que la llevaban con ellos a todas partes. En una ocasi¨®n, el marido ten¨ªa que viajar a su ciudad natal para arreglar unos asuntos de familia. Hicieron el trayecto en su coche particular. En el camino, en un peaje, la joven vio a la Polic¨ªa y empez¨® a gritar. ?Ella hablaba chino, pero los due?os no lo sab¨ªan!¡±. La Polic¨ªa detuvo el coche y en cuesti¨®n de horas todas las chicas del brothel fueron liberadas.
Entonces ocurri¨® lo de la Polic¨ªa. ¡°Nos metieron en prisi¨®n durante dos meses. Nos tiraban la comida en cajas sucias y todas ten¨ªamos que compartir la misma caja. Nos trataban como si fu¨¦semos cerdos¡±. Tras ocho semanas, la Polic¨ªa las traslad¨® a un ¨¢rea cerca de la frontera. ¡°?ramos siete chicas. Nos dejaron en la base de la monta?a, todav¨ªa en China, y tuvimos que arregl¨¢rnoslas solas. Yo estaba muy asustada porque en esa zona operan las mafias. Ten¨ªa miedo de que nos atrapasen y nos violasen, o nos volviesen a vender¡±. ¡°Cuando nos dej¨® la Polic¨ªa empezamos a correr. Un grupo de hombres nos persegu¨ªa gritando ¡®det¨¦nganlas, est¨¢n intentando escapar¡¯. Hab¨ªa un cruce y nosotras no sab¨ªamos cu¨¢l era el camino a Vietnam. Escogimos al azar. Afortunadamente acertamos. Hab¨ªa un autob¨²s¡±, relata aliviada.
Tras cruzar la frontera, las siete mujeres se dirigieron a Lang Son, donde una de ellas ten¨ªa una vivienda. Estaban de vuelta. Aunque lo hab¨ªan perdido todo. Ya no eran v¨ªrgenes, ni inocentes. Ya nunca m¨¢s podr¨ªan ser felices. Ya ten¨ªan un pasado del que huir eternamente. ¡°En muchos casos las familias las rechazan cuando vuelven a casa. Creen que traen la verg¨¹enza a su apellido¡±, se?ala Huyen Trang, asistente social de Hagar en Vietnam. En muchos casos, han sido las propias familias las que han vendido a las chicas. ¡°Es muy habitual en Camboya que una madre venda a su hija por dinero. En Vietnam suele ser alguien cercano, un amigo, un vecino, un novio o un pariente lejano. Es la parte m¨¢s dolorosa del tr¨¢fico humano. La confianza rota¡±, a?ade.
Thuy tem¨ªa que su familia la repudiara. Que la hubiesen olvidado tras aquellos dos a?os. ¡°Cuando llegamos a Lang Son ten¨ªa s¨®lo 5.000 dongs (0,20 €) en el bolsillo. Con eso apenas podr¨ªa telefonear a mi hermana y dejarle un mensaje para que me llamase. No sab¨ªa qu¨¦ hacer. No sab¨ªa si ir a casa o volver a China para ganar algo de dinero. Hab¨ªa perdido mi virginidad, lo hab¨ªa perdido todo¡±. ¡°Le dije a mi hermana que pensaba en volver a China, ella llorando me contest¨®: ¡®si quieres hacerlo, por lo menos d¨¦jame verte. Ha pasado mucho tiempo. Puedo comprarte un tel¨¦fono, as¨ª por lo menos podremos hablar mientras est¨¢s all¨ª¡±. Esa misma noche, su hermana, su cu?ado y su padre fueron a buscarla a Lang Son. ¡°Me trajeron de vuelta a casa¡±.
Han transcurrido m¨¢s de tres a?os desde aquella tarde de verano. Meses en los que Thuy ha visto morir su propia vida. Ya nunca ser¨¢ economista, ni trabajar¨¢ en una gran empresa. Ya nunca m¨¢s ser¨¢ la hija perfecta. M¨¢s hoy, las nubes comienzan a deshacerse sobre el cielo de Hanoi. Hoy, Thuy trabaja en un hotel de cinco estrellas de la capital y est¨¢ prometida. Hoy, Thuy ha comenzado a convivir con su pasado. Hoy, ha comenzado a olvidar que un d¨ªa fue vendida como prostituta.
*Thuy es un nombre ficticio
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