Par¨ªs, v¨ªctima de la complacencia
Europa ha dejado, como el Imperio Romano, que sus defensas se derrumben. La mayor¨ªa de los musulmanes que vive en el continente no son violentos, pero muchos tienen convicciones distintas de los principios de las democracias liberales
No voy a repetir lo que ya han le¨ªdo u o¨ªdo. No voy a decir que lo que sucedi¨® en Par¨ªs el viernes por la noche fue de un horror sin precedentes, porque no es verdad. No voy a decir que el mundo est¨¢ junto a Francia, porque son palabras vac¨ªas. Ni voy a aplaudir la promesa de Fran?ois Hollande de que va a ejercer una venganza ¡°sin piedad¡±, porque no me lo creo. Lo que s¨ª voy a decir es que as¨ª es exactamente como caen las civilizaciones.
As¨ª describi¨® Edward Gibbon el saqueo de Roma a manos de los godos en agosto del a?o 410 despu¨¦s de Cristo: ¡°En la hora de salvaje licencia, cuando toda pasi¨®n se inflamaba y toda restricci¨®n se levantaba (...) se hizo una cruel matanza de los romanos; y (...) las calles de la ciudad se llenaron de cad¨¢veres (...). Cuando los b¨¢rbaros se sintieron provocados por la oposici¨®n, extendieron la masacre indiscriminada a los d¨¦biles, los inocentes y los desamparados¡±.
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?No describen estas palabras las escenas que vimos en Par¨ªs el viernes por la noche? Si bien la Historia de la decadencia y la ca¨ªda del Imperio Romano, publicada por Gibbon en seis vol¨²menes entre 1776 y 1788, presentaba el declive de Roma como un lento proceso. Entre las causas que alegaba hab¨ªa desde trastornos de personalidad de determinados emperadores hasta el poder de la guardia pretoriana y el ascenso de la Persia sas¨¢nida. La decadencia se convirti¨® en ca¨ªda y el monote¨ªsmo fue como un hongo que contribuy¨® a pudrir el imperio.
Durante muchos a?os, los historiadores del fin de la Era Antigua sol¨ªan estar de acuerdo con Gibbon sobre el car¨¢cter gradual del proceso. Algunos incluso dijeron que decadencia era un t¨¦rmino anacr¨®nico, igual que b¨¢rbaro. El Imperio Romano, dec¨ªan, no hab¨ªa sufrido la decadencia y la desaparici¨®n, sino que se hab¨ªa fundido de forma imperceptible con las tribus germ¨¢nicas, en un idilio posimperial que no merec¨ªa el triste nombre de oscurantismo. En los ¨²ltimos tiempos, sin embargo, nuevos historiadores han planteado la posibilidad de que el declive de Roma no fuera progresivo, sino repentino y sangriento.
Para Bryan Ward-Perkins, se produjo ¡°una toma violenta a manos de los invasores b¨¢rbaros¡±. El fin del Imperio de Occidente, escribe en La ca¨ªda de Roma (2005), ¡°experiment¨® horrores y disturbios como espero no tener que experimentar jam¨¢s; destruy¨® una civilizaci¨®n compleja y arrastr¨® a los habitantes de Occidente a un nivel de vida propio de la era prehist¨®rica¡±.
En cinco decenios, la poblaci¨®n de Roma disminuy¨® en tres cuartas partes. Los restos arqueol¨®gicos de finales del siglo V ¡ªpeores viviendas, cer¨¢mica m¨¢s primitiva, menos monedas, animales m¨¢s peque?os¡ª indican que la influencia benigna de Roma en el resto de Europa tambi¨¦n desapareci¨®. ¡°El fin de la civilizaci¨®n¡±, en palabras de Ward-Perkins, se produjo en el plazo de una sola generaci¨®n.
La UE abre las puertas a los extranjeros que codician su riqueza sin renunciar a su fe ancestral
El libro de Peter Heather La ca¨ªda del Imperio Romano destaca las consecuencias desastrosas de la gran migraci¨®n y la violencia organizada: primero, el viaje hacia el oeste de los hunos de Asia Central y luego la irrupci¨®n germ¨¢nica en territorio romano. Seg¨²n ¨¦l, los visigodos que se establecieron en Aquitania y los v¨¢ndalos que conquistaron Cartago se sintieron atra¨ªdos por la riqueza del Imperio Romano y pudieron apoderarse de ella gracias a las armas y las aptitudes adquiridas de los propios romanos.
¡°Para los intr¨¦pidos¡±, escribe Heather, ¡°el Imperio Romano, pese a ser una amenaza para su existencia, era tambi¨¦n una incre¨ªble oportunidad de prosperar... Una vez que los hunos expulsaron a gran n¨²mero [de grupos extranjeros], el peor enemigo del Estado romano pas¨® a ser ¨¦l mismo. Su poder militar y complejidad econ¨®mica aceleraron el proceso, al permitir que los reci¨¦n llegados se convirtieran en fuerzas coherentes, capaces de crear sus propios reinos en aquel cuerpo pol¨ªtico¡±.
Unos procesos extraordinariamente similares est¨¢n destruyendo hoy la Uni¨®n Europea, aunque pocos estemos dispuestos a reconocerlo. Como el Imperio Romano a principios del siglo V, Europa ha dejado que sus defensas se derrumbaran. A medida que aumentaba su riqueza han disminuido su capacidad militar y su fe en s¨ª misma. Se ha vuelto decadente, con sus centros comerciales y sus estadios. Al mismo tiempo, ha abierto las puertas a los extranjeros que codician su riqueza sin renunciar a su fe ancestral.
La lejana conmoci¨®n que ha sacudido el d¨¦bil edificio es la guerra civil siria, que ha sido catalizador y causa directa de la gran V?lkerwanderung de 2015. Como entonces, proceden de toda la periferia imperial ¡ªel norte de ?frica, el Levante, el sur de Asia¡ª, pero esta vez no son decenas de miles, sino millones.
Como dec¨ªa Gibbon, los monote¨ªstas convencidos son una grave amenaza para un imperio laico
Por supuesto, la mayor¨ªa viene solo con la esperanza de tener una vida mejor. Las condiciones econ¨®micas en sus pa¨ªses han mejorado lo justo para permitirles marcharse y las pol¨ªticas han empeorado tanto que deciden arriesgarse a hacerlo. Pero no pueden viajar hacia el norte y el oeste sin traer consigo parte de este malestar pol¨ªtico. Como dec¨ªa Gibbon, los monote¨ªstas convencidos son una grave amenaza para un imperio laico.
Es indudable que los musulmanes que viven en Europa no son, en su inmensa mayor¨ªa, violentos. Pero tambi¨¦n es verdad que casi todos tienen unas convicciones dif¨ªciles de conciliar con los principios de nuestras democracias liberales, incluidas nuestras ideas modernas sobre igualdad entre los sexos y tolerancia ante la diversidad religiosa y ante casi todas las tendencias sexuales. Por eso es muy f¨¢cil que una minor¨ªa violenta adquiera sus armas y prepare sus ataques a la civilizaci¨®n en el seno de esas comunidades pac¨ªficas.
No s¨¦ lo suficiente sobre el siglo V como para poder citar a los romanos que se asombraban ante cada nuevo acto de barbarie, pese a que fuera similar a otros muchos anteriores, ni a los que hac¨ªan santurrones llamamientos a la solidaridad tras la ca¨ªda de Roma, aunque alzarse juntos significara caer juntos; ni a quienes lanzaban huecas amenazas de venganza sin piedad, cuando no eran m¨¢s que bravuconadas melodram¨¢ticas.
S¨ª s¨¦ que la culpa del embrollo en el que se encuentra la Europa del siglo XXI es de ella misma. En ning¨²n lugar del mundo se ha estudiado la historia tanto como en la Europa moderna. Cuando llegu¨¦ a Oxford hace m¨¢s de 30 a?os, daba por sentado que en primero estudiar¨ªa a Gibbon. No. Aprendimos un mont¨®n de tonter¨ªas de que el nacionalismo era malo, las naciones-Estado, peores y los imperios, lo peor de todo.
¡°Antes de la ca¨ªda¡±, escribe Ward-Perkins, ¡°los romanos estaban tan seguros como estamos nosotros hoy de que su mundo seguir¨ªa siempre igual. Se equivocaron. Har¨ªamos bien en no reproducir su autocomplacencia¡±.
Pobre Par¨ªs. V¨ªctima de la complacencia.
Niall Ferguson es historiador.
? Niall Ferguson, 2015.
Este art¨ªculo se public¨® originalmente en The Sunday Times el 15 de noviembre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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