Las dos semanas surrealistas que Einstein pas¨® en Espa?a
El f¨ªsico alem¨¢n visit¨® Barcelona, Zaragoza y Madrid en 1923 entre aplausos e incomprensi¨®n

Cuando Albert Einstein visit¨® Madrid, en 1923, una vendedora de casta?as lo reconoci¨® por la calle y le grit¨® ¡°?Viva el inventor del autom¨®vil!¡±. La surrealista an¨¦cdota la recuerda el historiador estadounidense Thomas Glick e ilustra a la perfecci¨®n el viaje del f¨ªsico alem¨¢n a Espa?a, entre febrero y marzo de 1923. Einstein imparti¨® conferencias en Barcelona, Zaragoza y Madrid y durante dos semanas fue el protagonista de la vida social espa?ola. Todo el mundo sab¨ªa qui¨¦n era, aunque apenas un pu?ado de personas entend¨ªa qu¨¦ hab¨ªa descubierto aquel sabio que ¡°por el desgaire simp¨¢tico de su traza y por su hermosa cabeza de revueltos cabellos grises, m¨¢s que un pensador germano parece un artista latino¡±, seg¨²n public¨® entonces El Heraldo de Arag¨®n.
Einstein lleg¨® en tren a Barcelona procedente de Francia el 21 de febrero. El a?o anterior hab¨ªa recibido el premio Nobel por la ley del efecto fotoel¨¦ctrico. Y, en 1919, una expedici¨®n brit¨¢nica a ?frica hab¨ªa demostrado que su revolucionaria teor¨ªa de la relatividad general era cierta. Era una celebridad mundial. Pero nadie fue a recibirle a la estaci¨®n en Barcelona. Al f¨ªsico se le olvid¨® avisar de en qu¨¦ tren llegaba, as¨ª que camin¨® con su mujer hacia una humilde pensi¨®n y all¨ª se qued¨®, seg¨²n cuenta Glick en su imprescindible libro Einstein y los espa?oles. Ciencia y sociedad en la Espa?a de entreguerras.
El cient¨ªfico alem¨¢n llegaba a Espa?a invitado por el f¨ªsico Esteve Terradas y el matem¨¢tico Julio Rey Pastor. Terradas le hab¨ªa ofrecido 7.000 pesetas por las charlas de Barcelona y Madrid, una cantidad equivalente a dos a?os de salario de un profesor universitario, pero a Einstein ¡°no le preocupaba la retribuci¨®n por sus conferencias y libros¡±, seg¨²n el f¨ªsico Hanoch Gutfreund, antiguo presidente de la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n y uno de los mayores expertos mundiales en la figura de padre de la teor¨ªa de la relatividad.
¡°Fue a Espa?a porque prometi¨® hacerlo cuando recibi¨® la primera invitaci¨®n de Rey Pastor en 1921. No pudo hacerlo entonces y le vino bien hacerlo cuando lo hizo. Sali¨® de Alemania despu¨¦s del asesinato del ministro de Exteriores Walter Rathenau a manos de activistas de ultraderecha. Einstein tambi¨¦n era un objetivo, as¨ª que le conven¨ªa desaparecer un tiempo¡±, sostiene Gutfreund. El f¨ªsico alem¨¢n, de origen jud¨ªo como el ministro, inici¨® un largo viaje a Jap¨®n, Palestina y, finalmente, a Espa?a.
Los espa?oles recibieron a Einstein como a un h¨¦roe, sin entender muy bien por qu¨¦, como la vendedora de casta?as. As¨ª lo resumi¨® el escritor Julio Camba en el peri¨®dico El Sol, el 6 de marzo de 1923: ¡°Al presentarse ante el p¨²blico que llenaba el aula de la Facultad de Ciencias, el Sr. Einstein fue acogido con una salva de aplausos. Indudablemente, todos los all¨ª reunidos le admir¨¢bamos mucho; pero si alguien nos pregunta por qu¨¦ le admir¨¢bamos nos pondr¨¢ en un apuro bastante serio¡±.

El periodista Joan Colominas fue todav¨ªa m¨¢s autodespreciativo en el diario El Pueblo del 2 de marzo, como recuerda Glick. ¡°Hemos de confesar que muchos de los concurrentes sacaron de las explicaciones del conferenciante lo que el negro del serm¨®n, como lo demostraba el aspecto del cansancio que sorprendimos en gran n¨²mero de caras conocidas, y los suspiros de liberaci¨®n que exhalaron muchos pechos al o¨ªr las palabras finales¡±, escribi¨® Colominas, echando mano de una met¨¢fora racista y habitual en la ¨¦poca.
Einstein trat¨® de explicar su teor¨ªa de la relatividad general, que sostiene que el espacio-tiempo se dispone como una l¨¢mina de goma curvada por objetos masivos como el Sol. Cualquier cosa en las proximidades de un cuerpo masivo es atra¨ªda hacia ¨¦l. La materia le dice al espacio-tiempo c¨®mo curvarse, y ese espacio curvo le dice a la materia c¨®mo moverse, seg¨²n resumi¨® mucho despu¨¦s el f¨ªsico estadounidense John Archibald Wheeler.
No creo que la visita de Einstein sirviera para europeizar la ciencia espa?ola. Su viaje no dej¨® huella", opina el historiador Thomas Glick
El fil¨®sofo Joaquim Xirau Palau estuvo presente en las conferencias en Barcelona. ¡°Del centenar de los concurrentes deb¨ªa de haber cuatro o cinco que las siguieron perfectamente, quiz¨¢s una docena adivinar¨ªan algo a base de esfuerzos¡± y el resto no entend¨ªa nada, dej¨® escrito.
El mundo de Einstein era tan abstruso que la prensa nacional se dedic¨® a glosar cualquier movimiento relacionado con el f¨ªsico alem¨¢n, salvo sus teor¨ªas cient¨ªficas. El 15 de marzo, El Heraldo de Arag¨®n public¨® esta an¨¦cdota de su visita a Zaragoza: ¡°A los postres de la comida fueron sorprendidos con el obsequio de la visita de una rondalla. Dos baturricas j¨®venes... cantaron y bailaron nuestro bravo y armonioso himno inmortal. Einstein... se emocion¨® profundamente y, abraz¨¢ndola, bes¨® en la frente a una de las cantadoras, con un gesto entre admirativo y paternal. Fue un momento interesant¨ªsimo, que Einstein quiso perpetuar, retrat¨¢ndose con la peque?a jotera en su regazo¡±.
El ABC del 2 de marzo describ¨ªa as¨ª al sabio alem¨¢n: ¡°La boca es sensual, muy encarnada, m¨¢s bien grande; entre los labios se dibuja una sonrisa permanente, bondadosa o ir¨®nica. ?Qui¨¦n podr¨ªa definirlo? Es alto (acaso tenga 1,75 metros)¡±.
¡°No creo que la visita de Einstein sirviera para europeizar la ciencia espa?ola. Su viaje no dej¨® huella. Y la Guerra Civil termin¨® de borrar su visita. Los franquistas no quer¨ªan saber nada de Einstein, porque era pacifista y rojo separatista¡±, opina Glick.
El f¨ªsico alem¨¢n rechaz¨® una oferta para liderar durante un a?o una expedici¨®n cient¨ªfica hispanomexicana
La historiadora Ana Romero de Pablos, coautora del libro Einstein en Espa?a, coincide con su colega estadounidense. ¡°La visita de Einstein no dej¨® ninguna l¨ªnea de investigaci¨®n en Espa?a, solo admiraci¨®n¡±, resume. La investigadora, del Instituto de Filosof¨ªa del CSIC, ha estudiado el trato a la figura de Einstein en la prensa espa?ola de 1923, sobre todo en las vi?etas period¨ªsticas. ¡°Nadie o casi nadie entendi¨® a Einstein; pero las vi?etas hicieron de ¨¦l uno de sus protagonistas inmerso en la realidad cotidiana. Y esa conexi¨®n con lo popular fue el mejor marco para comunicar, celebrar y construir al h¨¦roe¡±, reflexiona Romero de Pablos.
El ilustrador Luis Bagar¨ªa dedic¨® muchas vi?etas a Einstein en el diario El Sol. En una de ellas, un ni?o dialoga con su padre:
¡ªDime pap¨¢, ?hay alguien m¨¢s sabio que Einstein?
¡ªS¨ª, hijo.
¡ª?Qui¨¦n?
¡ªEl que le entiende.
En otra vi?eta de Bagar¨ªa, se explica que ¡°Einstein dice que no existen l¨ªneas rectas, todas son curvas¡±. En el dibujo, un hombre le grita a una mujer: ¡°?Ay qu¨¦ curvas! ?Viva Einstein!¡±.
El f¨ªsico alem¨¢n abandon¨® Espa?a el 15 de marzo de 1923. Se fue con ¡°una sorprendente propuesta¡± que Glick detalla en Einstein y los espa?oles. El bi¨®logo marino Od¨®n de Buen present¨® a Einstein en su conferencia en el Ateneo de Madrid. Y aprovech¨® la ocasi¨®n para proponerle que encabezara una expedici¨®n hispanomexicana para estudiar el siguiente eclipse solar en M¨¦xico en septiembre de 1923. ¡°Einstein permanecer¨ªa durante un a?o a la cabeza del grupo de investigaci¨®n, y como consecuencia Espa?a podr¨ªa adquirir prestigio cient¨ªfico¡±, narra Glick. ¡°Bulle, se agita generosa y esperanzada en Espa?a una generaci¨®n de investigadores que tienen alma para emprender las mayores empresas cient¨ªficas¡±, proclam¨® Od¨®n de Buen ante Einstein. El f¨ªsico alem¨¢n respondi¨® el 8 de junio. Declin¨® amablemente la oferta.
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