Un mendigo
En parte por la crisis, en parte por el flujo migratorio, la mendicidad se ha intensificado en las calles de Barcelona. En un rinc¨®n tranquilo de un barrio elegante un hombre joven, sin impedimentos f¨ªsicos o mentales apreciables y sin tender la mano en adem¨¢n suplicante, me dice que le d¨¦ algo sin especificar para qu¨¦; a mi gesto negativo responde en voz alta: ¡°Vaya, hombre, muchas gracias¡±. Luego cada uno sigue su camino. En el m¨ªo voy pensando si el sarcasmo es genuino o si es una discreta t¨¦cnica intimidatoria encaminada a crear mala conciencia en el donante potencial. Si es as¨ª, deber¨ªa emplearse cuando haya testigos que luego den para evitar la repulsa. Al margen de su eficacia, la actitud es subversiva por lo que concierne a la mendicidad entendida como lo que ha sido hasta hace poco: un oficio. Seguramente hay libros escritos sobre la mendicidad.No conozco ninguno, pero de mis pobres conocimientos deduzco que no es un fen¨®meno inherente a nuestra sociedad.
A la puerta del supermercado que frecuento se turnan un par de pobres, siempre los mismos. Muchas mujeres, al salir, les dan monedas. Nunca los hombres"
La literatura cl¨¢sica no la menciona, aunque no faltaran menesterosos y tullidos y el Estado no se ocupara de ellos. Por raro que parezca, la figura del mendigo est¨¢ ausente en los Evangelios. No la del pobre, pero eso es otra cosa. El mendigo no es solamente una persona necesitada, sino alguien que pide ayuda, cara a cara, a cambio de nada. En este sentido, el mendigo cabal es un producto del cristianismo o, para ser precisos, del concepto nuevo de la caridad: un acto de renuncia material a favor del pr¨®jimo que recibir¨¢ su recompensa en el cielo. En la Edad Media, la vida religiosa gira pr¨¢cticamente en torno a este supuesto. La vida contemplativa y la peregrinaci¨®n quedan para los m¨¢s industriosos. El com¨²n de los mortales acumula peque?os actos de caridad para compensar sus malas obras cuando toque hacer balance de la vida terrenal y en funci¨®n de eso decidir la eterna. Hasta ah¨ª, el protagonista de la historia es el alma caritativa y el mendigo es un mero sujeto pasivo. El Renacimiento en esto, como en tantas cosas, da la vuelta a la tortilla. Ahora el mendigo se recicla en p¨ªcaro, convierte la mendicidad en profesi¨®n, cuando no en arte y, de paso, crea un g¨¦nero literario glorioso.
El protestantismo y la ascensi¨®n de la burgues¨ªa alteran otra vez el panorama. Ambos llevan impl¨ªcita la condena del mendigo como elemento improductivo. Se?oras dadivosas socorren a los necesitados a domicilio, en los miserables habit¨¢culos donde aquellos ocultan su miseria y su inutilidad. Dickens ilustra estas escenas. Espa?a no renuncia al folclore de sus pedig¨¹e?os. Con la decadencia cr¨®nica del pa¨ªs, los mendigos no s¨®lo florecen sino que se especializan. El com¨²n ronda las calles, la ¨¦lite luce sus nafras a la puerta de las iglesias, donde se?oras orondas tienden la mano y apartan la mirada con gesticulaci¨®n de cine mudo. Tambi¨¦n de la mano del cine la mendicidad vuelve al mundo anglosaj¨®n. No s¨¦ si Chaplin pide o no pide en su ilustre filmograf¨ªa, pero en cualquier caso devuelve al indigente su dignidad de antih¨¦roe y le agrega una causa y una ideolog¨ªa. En los tiempos modernos el que da no compra bonos de salvaci¨®n eterna.
Con su d¨¢diva corrige y justifica el sistema, sea o no responsable directo de sus desajustes. Las calles de Nueva York se pueblan de mendigos que a¨²n siguen ah¨ª, asociados a la moderna indigencia del alcoholismo y la droga. Al t¨¦rmino de este repaso vuelvo a mi pedig¨¹e?o sarc¨¢stico y a mi pregunta original sobre su reacci¨®n. Tanto si es un amateur que ignora el protocolo como si es un h¨¢bil estratega, lo cierto es que su desd¨¦n ha borrado la antigua relaci¨®n moral o ¨¦tica entre ¨¦l y yo. Hoy por ti, ma?ana por m¨ª, parece ser el mensaje. O: nunca digas de este agua no beber¨¦. A la puerta del supermercado que frecuento se turnan un par de pobres, siempre los mismos. Muchas mujeres, al salir, les dan monedas. Nunca los hombres. Quiz¨¢ perdura en ellas la vieja bondad que prescinde de la sociolog¨ªa e incluso de la l¨®gica para seguir fluyendo sin trabas ni tonter¨ªas.
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