Margrethe Vestager, guardiana de la competencia europea
La pol¨ªtica danesa es la mujer m¨¢s poderosa de Bruselas En su d¨ªa a d¨ªa encaja tareas tan diversas como reunirse con los gigantes empresariales, correr antes de trabajar o supervisar los estudios de sus hijas De transmitir arrogancia al p¨²blico ha pasado a dominar, con acierto, la iron¨ªa
Una atractiva mujer enfundada en un vestido de encaje azul dialoga con una treintena de empresarios (casi todos hombres) en una sencilla sala situada en el centro de Copenhague. Sonr¨ªe, gesticula y provoca continuas carcajadas entre su peque?a audiencia. No lleva papeles ni s¨¦quito, ni exhibe nada que delate su posici¨®n pol¨ªtica. Nadie ajeno al personaje dir¨ªa que quien comparte caf¨¦ con ese grupo de emprendedores es Margrethe Vestager, la mujer ¨Cy probablemente la persona¨C con m¨¢s poder ejecutivo en la Comisi¨®n Europea, el Gobierno de la UE.
Son las 8.30 de un jueves de octubre. A esa hora, Vestager, comisaria europea de Competencia desde hace poco m¨¢s de un a?o, rebosa energ¨ªa: se ha levantado temprano para correr por las calles de Copenhague y despu¨¦s ha bajado a la entrada de su hotel dispuesta a aceptar todas las peticiones del fot¨®grafo para la elaboraci¨®n de este reportaje. Aunque el puesto que ocupa da como para llenar varias vidas ¨Cescruta a gigantes como Google, Gazprom o las maniobras del f¨²tbol espa?ol para averiguar si vulneran el libre mercado¨C, esta pol¨ªtica danesa de 47 a?os invierte en las peque?as cosas: frente a las grandes comparecencias, Vestager elige, en una visita a Dinamarca acompa?ada por EL PA?S, reuniones discretas, que culminan con una charla en un colegio a las afueras de Copenhague.
La historia de mi vida laboral la resume mi tendencia a decir s¨ª en lugar de no
Esa es Margrethe Vestager, una persona que combina los informes de enjundia con los peque?os quehaceres sin transici¨®n entre los dos mundos. Desde que comenz¨® su carrera pol¨ªtica, a los 21 a?os, hasta ocupar el actual puesto de comisaria europea, lo ha sido casi todo en la escena p¨²blica danesa, con el cargo de vice primera ministra como c¨¦nit previo a la aventura bruselense. Lo que la mueve, asegura, no es un plan trazado de antemano. ¡°No he planeado nada. El riesgo de planear es que te pierdes las coincidencias. La historia de mi vida laboral la resume mi tendencia a decir s¨ª en lugar de decir no¡±, explica frente a un ¡°caf¨¦ latte, con poca leche¡±, que bebe en la cafeter¨ªa de Christiansborg, sede del Parlamento dan¨¦s y de la oficina del primer ministro.
En los pasillos de este palacio, Vestager se mueve como pez en el agua. Saluda continuamente a sus antiguos compa?eros de hemiciclo y saca su m¨®vil para inmortalizar en Twitter unas flores que adornan un rinc¨®n del edificio: la comisaria es aficionada a las redes sociales, a la fotograf¨ªa y al arte en general, con un despacho en Bruselas m¨¢s parecido a una exposici¨®n temporal que a la oficina de un bur¨®crata. Es tambi¨¦n en el contexto parlamentario donde m¨¢s se mimetiza con la protagonista de la serie Borgen, que retrata las tribulaciones de una primera ministra danesa empe?ada en mantener a flote tanto su vida pol¨ªtica como la personal.
En su primer a?o como comisaria ha plantado cara a las poderosas Google y Gazprom
Lejos de negar que sirvi¨® como fuente de inspiraci¨®n a los guionistas, Vestager se declara satisfecha con el resultado: ¡°Estoy muy sorprendida de c¨®mo consiguieron plasmar no solo la atm¨®sfera pol¨ªtica en Dinamarca, sino tambi¨¦n muchas situaciones concretas. Borgen es un buen retrato de todo eso. Aunque, por supuesto, en algunos casos la trama est¨¢ acelerada porque ?los personajes consiguen hacer muchas cosas!¡±.
Sin el paraguas de la ficci¨®n, Vestager tambi¨¦n lo logra, a su manera. Corre dos veces por semana, en ocasiones va al supermercado, hornea sus propios pasteles, est¨¢ involucrada en la vida de su familia, viaja dos veces al mes a Dinamarca para no perder tracci¨®n pol¨ªtica¡ Todo ello en medio de una agenda plagada de citas con las grandes empresas del planeta que intentan rebatir las acusaciones de vulneraci¨®n de la competencia que lanza su departamento. En su primer a?o como comisaria ha plantado cara a algunas de las firmas m¨¢s poderosas: ?Google y la energ¨¦tica rusa Gazprom. Al gigante tecnol¨®gico Apple lo sigue de cerca para determinar si ha recibido ayudas de Estado en Europa.
Entre sus mayores peculiaridades figura la de tejer. En p¨²blico. Vestager desenfunda ante la periodista una peque?a bolsa de labor con lo que de momento es el embri¨®n de un colorido elefante, su figura favorita porque representa a una sociedad matriarcal y transmite serenidad. ¡°Si hubiese esperado un poco m¨¢s antes de intervenir en esta charla [la que la ha llevado al Parlamento dan¨¦s], habr¨ªa empezado a tejer¡±, asegura. Sus motivos: ¡°Siempre necesito hacer algo con mis manos. Hay quienes buscan en Google, yo hago esto¡±, ironiza, aunque reconoce no sacar las agujas en ninguna reuni¨®n en la que tenga ¡°un papel activo¡±.
Nunca ha tenido problemas en combinar su vida profesional y personal. A los 29 a?os, siendo la ministra m¨¢s joven de Dinamarca (entonces de Educaci¨®n), se qued¨® embarazada de su segunda hija. Y continu¨® su carrera. Su familia parece adaptarse. ¡°Siempre fue as¨ª. No conocen otra cosa. Pero para m¨ª la familia es el significado de la vida¡±, confiesa Vestager, que tiene tres hijas. Junto a su marido, dos de ellas han emprendido con ella el viaje a Bruselas. La mayor, de 19 a?os, ha permanecido en Copenhague para cursar estudios de Medicina. Al igual que a la primera ministra de Borgen, en el caso de Vestager ayuda que su c¨®nyuge, profesor de Matem¨¢ticas, desempe?a una profesi¨®n mucho menos estresante que la suya.
Cuando tuve que nombrar ministros en Dinamarca, la mayor¨ªa eran hombres. Lo importante es elegir a la persona adecuada
La preponderancia femenina no solo se da en casa. De las 16 personas que integran su gabinete, 11 son mujeres. ¡°Es una coincidencia. No siempre fue as¨ª. Cuando tuve que nombrar ministros en Dinamarca, casi todos eran hombres. Para m¨ª lo importante es tener a la persona adecuada¡±, argumenta. Pero no duda en ensalzar las ventajas de la diversidad, empezando por la de g¨¦nero. Y haciendo gala de su gusto por el arte, apela a los sentidos para captar esas diferencias: ¡°Parece algo muy banal, pero cuando hay mujeres en una reuni¨®n se oyen diferentes tonos de voz. Y la forma de vestir es distinta. ?Siento tanta pena por los hombres, que solo pueden ponerse un traje y lo ¨²nico que cambia es el color de la camisa o el de la corbata! Las mujeres son mucho m¨¢s imaginativas, m¨¢s personales en el modo de vestir¡±.
Como dirigente de un partido econ¨®micamente liberal, pero con tintes sociales, Vestager se permite transitar terrenos que en algunos pa¨ªses defienden partidos pol¨ªticos opuestos. Reh¨²sa apoyar las cuotas legales para promover el ascenso laboral de las mujeres, pero no duda en calificarse como feminista. Aboga por una mayor apertura hacia los refugiados, pero pone l¨ªmites a los beneficios sociales. Antes de entrar en el Gobierno, como miembro de la oposici¨®n respald¨® sin pesta?ear los recortes en la jubilaci¨®n anticipada y el seguro de desempleo que aplic¨® el Ejecutivo conservador. Como vice primera ministra, tambi¨¦n gener¨® animadversiones. Un sindicato dan¨¦s le regal¨® una escultura de una mano con el dedo coraz¨®n levantado como s¨ªmbolo de desaprobaci¨®n a sus medidas econ¨®micas.
M¨¢s all¨¢ de las sensibilidades ideol¨®gicas, la comisaria tiene claro cu¨¢l es el germen de su vocaci¨®n pol¨ªtica. La escuela a la que acud¨ªa de ni?a, en una zona rural danesa, no ofrec¨ªa ning¨²n tipo de alimento. As¨ª que el estudiante que olvidaba llevar su fiambrera estaba condenado a pasar hambre todo el d¨ªa. Vestager cre¨®, junto a otros compa?eros, un servicio de venta de peque?os tentempi¨¦s que prosper¨®. Y concluy¨® que si algo no funciona, es posible organizarse para cambiarlo.
Esa trayectoria que arranc¨® de manera tan temprana la ha transportado a un mundo carente de cotidianidad. Ning¨²n d¨ªa laborable de Vestager se parece al anterior, con multitud de reuniones, actos p¨²blicos y conversaciones telef¨®nicas que le consumen todas las horas. El trabajo de Bruselas tiene una peculiaridad respecto a otros. Como comisaria de Competencia, que trata de dilucidar si las empresas respetan el libre mercado europeo ¨Cy en caso contrario, les impone multas¨C, muchas de sus citas est¨¢n sometidas al m¨¢s estricto secreto. Si se re¨²ne con el presidente de Google para comunicarle que le va a abrir un procedimiento ¨Ccomo ocurri¨® hace unos meses en lo que representa el caso estrella de su mandato¨C, no es algo que pueda contarle a un amigo al terminar la jornada.
Vestager se remonta a sus padres, dos pastores de la Iglesia luterana danesa, para explicar que esa discreci¨®n forma parte de su bagaje. ¡°Cuando era peque?a, hab¨ªa muchas cosas que mis padres tampoco pod¨ªan contar. La gente les confiaba cosas muy personales¡±, recuerda. ?Y conserva la fe de sus padres? ¡°S¨ª, soy creyente, pero tambi¨¦n bastante esc¨¦ptica hacia las sociedades religiosas. Creo que hay que confiar en Dios, pero temer a la Iglesia¡±, esgrime, sin encontrar contradicci¨®n alguna con sus vivencias infantiles. ¡°La jerarqu¨ªa no era lo importante para mis padres, sino estar con la gente¡±, argumenta.
M¨¢s que el sentimiento religioso, de sus padres ha heredado el gusto por la pol¨ªtica. Ambos participaron en la fundaci¨®n del partido Radikale Venstre (centrista, pese a que su traducci¨®n literal es izquierda radical). Desde los 25 a?os, cuando termin¨® Ciencias Econ¨®micas, lo ha sido todo en Dinamarca, hasta liderar, entre 2007 y 2014, el partido constituido por sus padres. Comenz¨® a esa edad y termin¨® como vice primera ministra ¨Cla n¨²mero dos de la socialdem¨®crata Helle Thorning-Schmidt y, seg¨²n algunos colaboradores, la verdadera primera ministra en la sombra¨C en la ¨²ltima etapa de su carrera danesa.
Pese a todas sus tareas, esta pol¨ªtica de raza no parece tener prisa ni estar estresada por su ritmo acelerado de vida. Mira profundamente a los ojos, se toma su tiempo para responder, bromea sin cesar. ¡°Es franca, nada diplom¨¢tica, salvo que necesariamente tenga que serlo. Si no la frenas, acapara todo el poder. Pero si otra persona se lanza a hacerlo, ella lo respeta¡±, explica Elisabet Svane, periodista y autora en 2013 de un libro sobre Vestager.
La exdirigente danesa trata de trasladar tambi¨¦n esa cercan¨ªa a su ¨¢mbito de trabajo. En Bruselas, uno de sus primeros empe?os fue pedir a todos sus colaboradores que la llamaran Margrethe en lugar de comisaria, como es costumbre. Para relajar el ambiente, los viernes por la tarde suele invitarlos en su despacho a un caf¨¦ o una copa. Siempre ha tratado de propiciar esas pausas, aunque fueran breves. Sofie Carsten Nielsen, dipu?tada del partido de Vestager en el Parlamento dan¨¦s, explica que cada a?o, en el congreso de esa formaci¨®n, comparte habitaci¨®n con ella y en alg¨²n momento encuentran 20 minutos para descalzarse y beber un gin-tonic antes de dormir. ¡°Es muy estructurada y goza de mucha autoridad en el trabajo, sin ser autoritaria. No lo necesita¡±, abunda Carsten Nielsen, estrecha colaboradora de Vestager entre 2008 y 2009.
Ese rechazo a a?adir boato a los cargos retrata una faceta n¨®rdica que Vestager cultiva tambi¨¦n en Bruselas: hasta que su familia se mud¨® con ella desde Dinamarca, el verano pasado, comparti¨® piso con una de sus compa?eras de Gabinete. Y cuando conoce a alguien, tiende a preguntarle por su vida, aunque tengan por delante una sesi¨®n de trabajo. Lo que ha abandonado casi por completo es el paseo en bici o a pie de casa al trabajo. Ahora usa m¨¢s el coche oficial. ¡°As¨ª empiezo a trabajar desde el mismo momento en que me subo¡±, justifica.
Bajo toda esta apariencia de naturalidad combinada con rigor profesional subyace una estudiada estrategia de comunicaci¨®n que Vestager practica desde hace a?os. ¡°Al principio, ella era como una princesa de hielo, muy acad¨¦mica, incluso un poco aburrida. Intentaba evitar el conflicto pol¨ªtico. Pero cuando se convirti¨® en l¨ªder del partido, a partir de 2007, cambi¨® completamente su modo de comunicaci¨®n¡±, explica la periodista Svane, que convers¨® varias veces con Vestager para la preparaci¨®n del libro. Algunas de esas charlas se produjeron en el coche, para aprovechar tiempos muertos.
En ese giro de comunicaci¨®n tuvo mucho que ver Henrik Kjerrumgaard, responsable de prensa del partido desde que Vestager asumi¨® el liderazgo y m¨¢s tarde asesor de comunicaci¨®n cuando ella entr¨® en el Gobierno de coalici¨®n. Este experto cuenta que al principio la ahora comisaria pon¨ªa mucho ¨¦nfasis en el di¨¢logo y al final era percibida como ¡°una persona incapaz de decir nada claro¡±. Cuando tom¨® el ?control de la formaci¨®n pol¨ªtica, le dio todo un vuelco: cambi¨® los logos, los esl¨®ganes y su propia forma de dirigirse al p¨²blico. ?Suaviz¨® la iron¨ªa que muchas veces derivaba en arrogancia y emple¨® mensajes n¨ªtidos y contundentes. Aprendi¨®, en definitiva, que como pol¨ªtica no se puede agradar a todo el mundo, que hay que elegir. En las segundas elecciones a las que se present¨®, en 2011, su partido pas¨® del 5% de los votos a casi el 10%. Y a partir de ah¨ª ejerci¨® el verdadero poder.
Como peso pesado del Gobierno, en aquel tiempo Vestager estaba muy expuesta a la prensa. Ahora, aunque cultiva con fruici¨®n su imagen p¨²blica y acepta muchos requerimientos de los medios, la presi¨®n ha bajado. ¡°Mi trabajo actual, Competencia, es muy espec¨ªfico. Me puedo centrar m¨¢s. Y a veces logro tener todo un d¨ªa entero libre durante el fin de semana. Nunca fue as¨ª en Dinamarca¡±, subraya.
Vi¨¦ndolo desde fuera, la labor de Vestager parece la cuadratura del c¨ªrculo. Planta cara a las grandes empresas y a la vez agasaja a sus colaboradores con pasteles. Acude a muchos actos p¨²blicos, pero est¨¢ al tanto de la vida escolar de sus hijas. Organiza frecuentes viajes de trabajo, pero saca tiempo para tejer y regalar elefantes a sus allegados. ?C¨®mo lo logra? La comisaria reflexiona un momento y confiesa: ¡°Llego tarde. Porque si tengo cinco minutos libres pienso: ¡®Voy a hacer tal cosa¡¯, que entonces se alarga hasta los ocho minutos. Es as¨ª. ?Pero estoy intentando evitarlo con todas mis fuerzas!¡±.
elpaissemanal@elpais.es
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