Feminismos de ayer y hoy
Luchadoras veteranas por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres conversan con j¨®venes seguidoras de la misma causa. Visiones dispares, mismos objetivos. A¨²n quedan batallas por librar
Morena Herrera empez¨® a luchar contra las injusticias sociales en El Salvador en 1975. Ten¨ªa 15 a?os. Cinco despu¨¦s, en plena guerra civil en su pa¨ªs, entr¨® en la guerrilla; primero en la urbana, despu¨¦s en la rural. En 1974, a miles de kil¨®metros, en Madrid, una jovenc¨ªsima Justa Montero sal¨ªa a la calle, todav¨ªa en plena dictadura franquista, para exigir igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Se activaba en Espa?a el movimiento feminista. Entonces, ni Jimena Cazzaniga ni Carlota ?lvarez hab¨ªan nacido. La realidad que se encontraron estas dos j¨®venes, hoy de 30 y 22 a?os, nada tiene que ver con la vivida por Herrera y Montero. Sin embargo, sus luchas son similares. El Pa¨ªs Semanal ha reunido a estas cuatro feministas para conversar sobre los avances en la situaci¨®n de la mujer y las metas a completar en la v¨ªa hacia la igualdad real. En 40 a?os, coinciden, se ha avanzado mucho, pero tambi¨¦n hay retrocesos preocupantes.
Generaciones feministas
JUSTA MONTERO, Asamblea Feminista de Madrid: Hist¨®rica activista del movimiento feminista y de los derechos civiles, Montero (60 a?os) cuenta que en la traves¨ªa que ha recorrido tuvo mucho que ver su madre, una mujer conservadora y muy activa. Tambi¨¦n que naciese en una familia con tres hermanas.
MORENA HERRERA, Feminista y exguerrillera salvadore?a: Cuando en los noventa, en un encuentro feminista, Herrera (55 a?os) descubri¨® de lleno la lucha por la igualdad de las mujeres, algunos de los compa?eros junto a los que hab¨ªa luchado la dieron de lado. "Ah¨ª decid¨ª que el amor y la vida ya s¨®lo lo daba contra esta injusticia, que es la desigualdad sexista".
JIMENA CAZZANIGA, Soci¨®loga experta en g¨¦nero: Como hija y nieta de grandes mujeres migrantes. As¨ª se define Cazzaniga, que empez¨® a interesarse por el activismo feminista en 2008, en plena ofensiva ultraconservadora contra las cl¨ªnicas de aborto. "Ah¨ª vimos que nuestro derecho estaba en riesgo".
CARLOTA ?LVAREZ, Colectivo de estudiantes: "Nosotras, las activistas, con nuestros compa?eros que tambi¨¦n est¨¢n en la lucha, hemos avanzado mucho. Pero hemos dejado atr¨¢s a gran parte de la sociedad", alerta ?lvarez. La lucha por la igualdad y la asunci¨®n de que el feminismo es una cuesti¨®n de derechos humanos son los pasos para el avance.
Sentadas alrededor de una mesa en la sede de la Asamblea Feminista de Madrid, las cuatro comparten sus inicios en la lucha contra la desigualdad. ¡°Ahora, las mujeres somos otras mujeres. Mi vida de entonces no tiene nada que ver con la de las j¨®venes ahora¡±, sonr¨ªe Montero, a sus 60 a?os una de las hist¨®ricas del movimiento feminista en Espa?a. A Cazzaniga y ?lvarez les pilla muy lejana la radiograf¨ªa del pa¨ªs que traza Montero. Una ¨¦poca en la que las mujeres no pod¨ªan abrir una cuenta en el banco, no hab¨ªa posibilidad de divorciarse y tanto los anticonceptivos como el aborto estaban prohibidos. ¡°Exist¨ªa la dote, en algunos convenios colectivos figuraba que se daba a las mujeres que se casaban y abandonaban su puesto de trabajo. Se consideraba que el bien jur¨ªdico a proteger era la honra de las mujeres, no su libertad sexual. El sexo para las mujeres era como el anuncio aquel del co?ac?cosa de hombres, y aquellas que ten¨ªan otra opci¨®n sexual no solo estaban invisiblizadas, sino que adem¨¢s la ley las castigaba con la c¨¢rcel¡±, recuerda Montero.
Los avances sociales. Hoy, casi todo aquello es historia. Sin embargo, la igualdad todav¨ªa no es real. El desempleo, incide Cazzaniga, afecta m¨¢s a las mujeres: con una tasa del 53% frente al 47 de los hombres. Tambi¨¦n la crisis econ¨®mica se ha cebado en mayor medida con ellas. ¡°No olvidemos que la pobreza y la precariedad tienen rostro de mujer¡±, dice esta soci¨®loga de origen argentino. En Espa?a, a pesar de que el porcentaje de licenciadas es mayor, solo una de cada diez altos directivos es una mujer. Ellas, adem¨¢s, siguen ganando menos por un trabajo de igual valor. Una brecha salarial de un 19,3%. O para ser m¨¢s gr¨¢ficos: para recibir el mismo salario, ellas deber¨ªan trabajar 58 d¨ªas m¨¢s al a?o. En algunos pa¨ªses de la OCDE, esa brecha llega al 30%.
¡°Hay ciertos avances, ha crecido el malestar por la desigualdad, y hay m¨¢s conciencia de ella entre las j¨®venes. Cuando veo a las jovencitas afirmadas me siento feliz, porque esa es una se?al de que vamos caminando¡±, dice Morena Herrera. Sin embargo, a?ade, hay aspectos en los que el retroceso al que enfrentan las mujeres es oce¨¢nico. ¡°En los derechos sexuales y reproductivos el repliegue es enorme. En El Salvador vemos adem¨¢s unos niveles de ensa?amiento que interpreto como una especie de reacci¨®n a todos los avances de las mujeres. Algo que se ve, por ejemplo, en el aumento de la violencia contra las mujeres o con la penalizaci¨®n total del aborto¡±.
Carlota ?lvarez tambi¨¦n habla de retroceso. ¡°Nosotras, con nuestros compa?eros que est¨¢n en la lucha s¨ª hemos avanzado mucho. Pero hemos dejado a cierta parte de la sociedad detr¨¢s. Deber¨ªamos preguntarnos, por ejemplo, qu¨¦ est¨¢ pasando para que un 33% de los j¨®venes de 16 a?os justifiquen la violencia de g¨¦nero, seg¨²n muestran las encuestas¡±, se?ala esta estudiante de Historia, que empez¨® a militar en los movimientos feministas estudiantiles hace algo m¨¢s de tres a?os.
¡°No hemos logrado la libertad de las mujeres¡±, interviene Herrera. ¡°No es un valor democr¨¢tico en la sociedad salvadore?a. Una libertad que tiene que ver con decidir sobre su propio cuerpo y sobre otras cosas. Un ejemplo, la edad m¨ªnima para casarse sigue siendo menor para las mujeres que para los hombres. La vida de las mujeres, aunque la ley diga lo contrario, no es un bien jur¨ªdico a proteger. Vale poco. Hemos conseguido que la ley reconozca que hay feminicidios, pero aunque existe la norma y se le ha puesto nombre, El Salvador es, junto a Honduras y Jamaica el pa¨ªs con la tasa m¨¢s alta de asesinatos de mujeres. Y no pasa nada¡±.
La violencia sexista es un problema de primer orden en todo el mundo. En Espa?a, en 2014, 54 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas. Y este a?o las v¨ªctimas mortales de los asesinos machistas rondan la cincuentena. Es una lacra que no cesa, y que no est¨¢ recibiendo la atenci¨®n ni la respuesta adecuada por parte de las instituciones, coinciden las cuatro feministas. ¡°Si en vez de mujeres fueran cualquier otro colectivo, estos asesinatos se habr¨ªan convertido en un problema pol¨ªtico de verdad. Pero nos encontramos con un asunto sin resolver. Y existe impunidad social al respecto¡±, dice Justa Montero. ¡°No se le da la importancia pol¨ªtica ni social, ni la gravedad que tiene¡±.
¡°En lugar de impunidad yo hablar¨ªa de complicidad¡±, apunta ?lvarez. ¡°Hay complicidad hacia comportamientos machistas, que son los que llevan, en ¨²ltimo t¨¦rmino, a los asesinatos. Que la sociedad indique es bueno que tu novio tenga celos, porque se preocupa por ti, por con qui¨¦n sales por la noche, por c¨®mo te vistes, por qu¨¦ amigos tienes, sit¨²a a la mujer que rompe la relaci¨®n y sale de esa din¨¢mica controladora como la rara del grupo¡±, dice la estudiante de Historia.
-- ¡°Complicidad e impunidad no son contradictorias¡±, interviene Montero.
-- ¡°Impunidad social e impunidad del Estado. Y tolerancia. Se tolera la violencia hacia las mujeres¡±, remarca Herrera. ¡°Sigue siendo natural violar, maltratar, insultar, pegar. Incluso hay un grado importante de violencia que las mismas mujeres toleramos porque no estamos acostumbradas identificar como manifestaciones de violencia. Eso tambi¨¦n es parte del desaf¨ªo al que nos enfrentamos: identificar las primeras manifestaciones de violencia para pararla cuando todav¨ªa es posible. Por ejemplo el trato de tonta, de in¨²til, el control, que ahora se manifiesta con el control de los tel¨¦fonos¡¡±, a?ade.
Hablan de violencias. En plural. ¡°No hay que olvidar el acoso a las mujeres por la calle, el acoso laboral, la violencia sexual¡±, se?ala ?lvarez. ¡°No son solo los asesinatos¡±, comparte Cazzaniga. ¡°No s¨®lo queremos poder estar vivas, queremos tener una vida digna, libertad sexual, poder decidir sobre nuestro cuerpo, sobre nuestro proyecto vital¡±, dice.
Hay complicidad hacia comportamientos machistas que llevan a los asesinatos"
Las estad¨ªsticas sobre violencia de g¨¦nero tanto en Espa?a como en Latinoam¨¦rica ¨Cdonde no todos los pa¨ªses las recogen, y algunos de los que s¨ª tienen las recopilan de manera precaria¡ª apenas muestran una mejora. Y el problema, se?alan Herrera y Montero, es de base. ¡°Esta violencia est¨¢ conectada con todo aquello que lleva a justificar otras desigualdades, como la de negar la soberan¨ªa y la libertad del propio cuerpo, el no entender la del derecho de las mujeres a tener su propio proyecto de vida, la desigualdad en materia salarial. Todas estas cosas dan la idea de que unas valen menos que otros. Y esto va generando una cultura que al final normaliza las violencias¡±, dice Montero, que critica duramente la falta de un curr¨ªculo escolar con contenidos transversales de valores de ciudadan¨ªa e igualdad.
En Espa?a, menos de una de cada tres v¨ªctimas mortales de la violencia de g¨¦nero hab¨ªa denunciado a su maltratador. Un dato que las Administraciones siempre mencionan para fomentar que se acuda a las instituciones a pedir ayuda, pero que para ?lvarez solo criminaliza a quien no ha ido a la polic¨ªa. ¡°Es como si por no denunciar se justificase lo que ha ocurrido. Tambi¨¦n es una f¨®rmula de decir: ¡®Bueno, qui¨¦n iba a saber que la iban a asesinar¡¯. No entienden que hay mujeres que no pueden denunciar por muchas causas, pero que deber¨ªan tener derecho a disponer de recursos para salir de esa situaci¨®n. Hay un grado de insensibilidad tremendo¡±, se?ala.
El derecho al aborto. Pero si la violencia de g¨¦nero no logra arrancar un gran pacto pol¨ªtico para enfrentarla, y no suele estar en los primeros puntos de la agenda pol¨ªtica de unos y otros, el aborto s¨ª suele salir en los debates electorales de manera recurrente. Y el derecho a decidir libremente la maternidad y la soberan¨ªa sobre el propio cuerpo ha sido una de las luchas tradicionales del feminismo. El a?o pasado, miles de mujeres ¨Cy tambi¨¦n muchos hombres-- salieron a la calle en oposici¨®n a la reforma de la ley del aborto que planeaba el Ejecutivo de Mariano Rajoy, que supon¨ªa un grave retroceso en los derechos de las mujeres.
Montero ironiza sobre las manifestaciones contra el anteproyecto de ley que hab¨ªa dise?ado Alberto Ruiz-Gallard¨®n: ¡°Yo me dec¨ªa: 'Otra vez aqu¨ª, como hace 30 a?os, reclamando el derecho al aborto cuando nuestra vida reproductiva est¨¢ liquidada¡±. Cuando Montero protestaba en las calles por la despenalizaci¨®n del aborto, las mujeres interrump¨ªan su embarazo en la clandestinidad o en el extranjero y estaba en riesgo su vida. Durante estos ¨²ltimos a?os, las mujeres salieron a la calle contra una merma en sus opciones para decidir.
¡°Cuando se plantea la reforma, a las j¨®venes nos cae como una bomba encima, porque para nosotras es un derecho que ten¨ªamos interiorizado¡±, dice la estudiante de Historia . ?lvarez naci¨® cuando el aborto ya era legal en Espa?a ¨Cse despenaliz¨® en tres casos en 1985 y en 2010 se aprob¨® una ley que permite a la mujer decidir interrumpir su embarazo hasta la semana 14? de gestaci¨®n, sin tener que justificar su decisi¨®n; la norma que el Gobierno pretend¨ªa modificar-. La joven se?ala sin embargo que s¨ª se ha producido un retroceso: desde hace unas semanas todas las menores necesitan el consentimiento de sus padres o tutores para abortar; antes s¨®lo deb¨ªan informar de su decisi¨®n en casa, y pod¨ªan obviar ese paso si contarlo supon¨ªa un conflicto para ellas. ¡°Y nuestra responsabilidad como feministas es denunciar este retroceso social¡±.
¡°Detr¨¢s de todo esto, y del debate constante en torno al aborto hay un tutelaje constante de las mujeres. Como si no tuvi¨¦ramos autoridad moral para decidir sobre nuestro cuerpo y sobre nuestro proyecto vital. No solo nuestra vida vale menos, nuestras decisiones valen menos tambi¨¦n¡±, abunda Cazzaniga, que recuerda que el aborto sigue recogido como un delito en el C¨®digo Penal.
Pero esa lucha por la soberan¨ªa es importante, destaca Morena Herrera, la exguerrillera, fundadora de la Colectiva Feminista, cuenta el caso de la joven Beatriz, una campesina sin apenas estudios, enferma y embarazada de un feto anencef¨¢lico, que en 2013 puso patas arriba el sistema jur¨ªdico de su pa¨ªs, a todo El Salvador y a parte de Am¨¦rica por reclamar un aborto en un pa¨ªs donde est¨¢ completamente prohibido. Igual que lo est¨¢ en otros pa¨ªses, como Chile, Nicaragua o Malta.
El Salvador persigue a las mujeres y las criminaliza por interrumpir su embarazo. ¡°Incluso algunas que no necesariamente se han sometido a un aborto, sino que tienen problemas al final del embarazo o el parto y llegan con hemorragias al hospital, son denunciadas, encarceladas y condenadas¡±, remarca Herrera. Hoy, hay una quincena de mujeres en esa situaci¨®n en las c¨¢rceles salvadore?as. Algunas de ellas, condenadas a penas de 30 a?os de c¨¢rcel. ¡°En mi pa¨ªs, y desgraciadamente no es el ¨²nico, un embri¨®n vale m¨¢s que la vida de una mujer¡±.
elpaissemanal@elpais.es
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