Cazadores y recolectores

?C¨®mo nos protegemos de un atentado yihadista? Los Gobiernos eu?ropeos tienen sus brigadas antiterroristas que analizan las posibilidades de un pr¨®ximo atentado, vigilan de cerca a los individuos sospechosos y despliegan a la polic¨ªa y al ej¨¦rcito en las ciudades importantes. Tratan de acotar esa ruleta rusa que son los atentados terroristas. Una siniestra loter¨ªa que puede caer en un tren, en un avi¨®n, en una sala de conciertos o en la terraza de un restaurante. Debe haber ya quien piense en no volver a volar en avi¨®n, o en no asistir a espect¨¢culos masivos para reducir las posibilidades de que le toque un atentado. Como tambi¨¦n debe haber ya quien ha decidido irse a vivir a un pueblo, lejos de la ciudad y de los intereses del Estado Isl¨¢mico.

Porque las ciudades, siempre llenas de gente, son el teatro predilecto de los yihadistas. Tambi¨¦n habr¨¢ seguramente quien vaya m¨¢s all¨¢ y decida instalarse en el campo, lejos de todo. Consideremos, sin m¨¢s empe?o que ejercitar la imaginaci¨®n, el siguiente panorama: la gente, harta del terror yihadista en las ciudades, comienza a emigrar al campo. Familias completas se van de Par¨ªs, de Madrid, de Londres, y se instalan en un valle, en la falda de una monta?a o en el bosque. En aras de su seguridad y la de sus seres queridos prescinden de las ventajas que ten¨ªan en la ciudad: del supermercado, del colegio de los ni?os, del m¨¦dico, del Internet y del tel¨¦fono, y comienzan a llevar una vida campesina, basada en el cultivo de la tierra y en la caza de animales comestibles. Descubren que en el siglo XXI la ¨²nica manera de vivir con cierta seguridad, lejos del terrorismo planetario, es, precisamente, no vivir en el siglo XXI y regresar a la comunidad de cazadores y recolectores. Retroceder, digamos, 2.000 a?os, en busca de la civilizaci¨®n.