Mosc¨² y su plaza ¡®roja¡¯ (o lo que queda de ella)
Mosc¨², la ciudad de los grandes l¨ªderes comunistas como Lenin, Stalin y Trostky, grandes artistas como Kandinsky, Malevich y Chagall, con sus grandes escritores como Dostoyevski y Mayakovski; ten¨ªa una plaza ¡®roja¡¯.
Fascinante el Kremlin. Inmensa plaza vac¨ªa que ha sido testigo directo de innumerables eventos hist¨®ricos. Haciendo reunir, un domingo cualquiera, a una tropa de cadetes militares para desfilar sin motivo alguno. Centro neur¨¢lgico de una fortificaci¨®n absolutamente cubierta y provista de todo lo que una ciudad ha venido necesitando desde su propia creaci¨®n: vigilancia, energ¨ªa y alimentos. Pero ante todo, una ciudad que guarda celosamente su centro: su centro de poder expl¨ªcito. El impl¨ªcito no se observa, pero se intuye. (Se teme, a la luz de las noticias de otra guerra, esta tambi¨¦n soterrada e impl¨ªcita. Me refiero a Siria, como no podr¨ªa ser de otra manera).
Un poder que no se desvanece cuando se analizan las pol¨ªticas de ciudad inteligente (smart city) que se est¨¢n implementando en Mosc¨². Pero que, tambi¨¦n habr¨ªa que decirlo, denotan un retraso considerable y un af¨¢n ¡®inversor¡¯ del superavit proveniente del excedente productivo por el posicionamiento estrat¨¦gico, erigi¨¦ndose como una de las econom¨ªas emergentes mundiales (BRICS).
Pasado y presente delante del m¨ªtico teatro Bolshoi. Y futuro, que si lo observamos desde lo que hemos observado nos llevar¨ªa a una profunda y larga conversaci¨®n justo delante del Bolshoi.
Me refiero, a una conversaci¨®n con la estatua del mudo e impasible Karl Marx a pocos metros del Teatro Bolshoi. Un Marx que parece que no encuentra maneras para articular su legado y que observa incr¨¦dulo a los que invocan a los cuatro vientos dial¨¦cticas de tipo MBA ¡®pol¨ªtica vieja¡¯ vs ¡®pol¨ªtica nueva¡¯.
Imagen que encontramos en numerosas lugares p¨²blicos como esta.
Y contrastes permanentes entre una ciudad que mantiene las reminiscencias de un pasado revolucionario con la emergencia de un consumismo capitalista exacerbado.
Y de repente, me encuentro de frente con la estatua del gran Fi¨®dor Dostoyevski. Ni?os soldados desfilando en el mismo Kremlin. Y permamente nostalgia comunista convertida en souvernirs en forma de hoz y martillo. Del materialismo hist¨®rico, al materialismo fetichista, cual matrioska. La ciudad de Mosc¨² es una matrioska urbana, con una ciudad cronol¨®gicamente anterior dentro de la siguiente edici¨®n urbana; siendo todas ellas distintas. Capas de historia, en una ciudad que parece invariable con el paso del tiempo. Ciudad de contradicciones como las contradicciones que florecen de las propias ciudades.
Un poco m¨¢s adelante, callejones tradicionales como este, convertidos en galer¨ªas de comercio alta gama con escaparates mostrando ¡®baratijas¡¯ Louis Vuitton, Gucci, Dolce & Gabbana, etc¡ en una calle donde consumir es sin¨®nimo de normalidad, alegr¨ªa y el derecho a la ciudad se compra en cuotas de marcas comerciales.
Un poco m¨¢s adelante, calles, edificios y simbolog¨ªa en contraste permanente con el presente.
Y vigilando ah¨ª en lo alto, el empire state moscovita al m¨¢s estilo metr¨®polis de Fritz Lang.
Y es que cuando entramos en la plaza roja de Mosc¨², nos encontramos con un parque de atracciones en cuyo interior las grandes marcas se reparten los metros cuadrados de un centro comercial que parece haber sido dise?ado para la mism¨ªsima emperatriz Sis¨ª.
Y es que fuera, la catedral St Basil, es verdaderamente el ¨²nico lugar en donde parece que el tiempo se ha parado, y el color ¡®rojo¡¯ de sus paredes todav¨ªa parece no haberse descascarillado.
En Octubre tuve la oportunidad de explorar los contornos urbanos c¨¦ntricos de Mosc¨² que como ciudad global est¨¢ dando cabida a su estrategia de ciudad inteligente. En esta exploraci¨®n tuve la oportunidad de hacerme una ligera idea de la escala y tambi¨¦n de los diversos retos urbanos y estrat¨¦gicos que la ciudad atraviesa en raz¨®n a dos actividades cient¨ªficas en las que tuve el placer de participar como acad¨¦mico visitante:
1.- La primera de ellas se refer¨ªa a un inmenso evento denominado ¡®Open Innovation Forum 2015: Habitat¡¯ con ponentes de primer nivel internacional en el campo de las ciudades y la innovaci¨®n como el archiconocido Jeremy Rifkin entre otros. Entre arquitectos, consultores internacionales, empresas, autoridades locales y alg¨²n que otro acad¨¦mico compon¨ªamos un ampl¨ªsimo programa de cinco d¨ªas. Destacar¨ªa la participaci¨®n de Carlo Ratti del MIT y Tim Stornor del Academy of Urbanism (prestigiosa instituci¨®n que ha otorgado su premio anual a mi ciudad natal, Donostia-San Sebasti¨¢n), con los que tuve la oportunidad y el placer de compartir mesa de discusi¨®n sobre el ciudadano, la tecnolog¨ªa, la ciudad y el lugar que ambos ocupan y deben ocupar.
2.- El segundo, y seguramente en sentido muy complementario (tambi¨¦n contradictorio), fue una conferencia que ofrec¨ª en el Museo de Mosc¨². Delante de un nutrido p¨²blico post-master y profesionales inquietos con ganas de hacer cosas en una ciudad en la que parece que la tecnolog¨ªa (e ingentes cantidades de inversiones corporativas) de por s¨ª ya, tienen resueltos muchos aspectos que una ciudad como Mosc¨² presenta. En este evento, particip¨® otra ponente venida del Singapor, lo que hizo m¨¢s que necesaria la articulaci¨®n y la matizaci¨®n de muchas cosas que normalmente nos vienen ya (erroneamente) enlatadas desde la paradigm¨¢tica ciudad-estado. Tecnolog¨ªa, ciudad y estado, en sentido puro y un¨ªvoco de eficiencia, siempre cosecha cierta suspicacia inicial. Aspecto que pude confirmar en la medida que mi compa?era de teatro moscovita desarrollaba su exposici¨®n. Como siempre la interacci¨®n con j¨®venes profesionales, emprendedores y activistas de la ciudad, me dej¨® muy buen sabor de boca y mejor ¨¢nimo al escuchar planteamientos en la buena direcci¨®n. A peque?a escala, pero con una buena orientaci¨®n. Aqu¨ª la conferencia impartida.
A modo de detalle me dijeron que Lenin hab¨ªa impartido algunos de sus discuros m¨¢s celebres en el teatro donde nos encontr¨¢bamos.
Perplejo con el contraste, me adentro en la ciudad. La mejor manera para indagar en esas contradicciones es ¡®bucear¡¯ en las ciudades, explorarlas: Desde su metro que es uno de los m¨¢s curioso lugares de la ciudad.
En el exterior, sus calles enigm¨¢ticas con elementos que nos teletransportan al pasado constantemente.
Siguiendo al maestro japon¨¦s Murakami, me adentro en las arterias de la ciudad, recorri¨¦ndola entre congesti¨®n urbana y un fr¨ªo invernal de diez grados bajo cero.
Lugares y edificios cobrizos. Bocas de metro con peque?as l¨¢mparas blancas de noche (como si quisiesen susurrarnos algo al o¨ªdo). Dise?o sombr¨ªo y muy serio. Nadie sonr¨ªe. Me dicen que los moscovitas son as¨ª (no est¨¢n enfadados). Ah, me tranquilizo.
Entre luces de ne¨®n, ya otra vez en el Kremlin uno se percata que: la plaza 'roja' ya ha empezado a descarillarse. Y de 'rojo'...solo le queda el nombre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.