A prop¨®sito del voto igual
?Por qu¨¦ raz¨®n los grandes partidos no han movido jam¨¢s un dedo para modificar una ley electoral que otorga a los ciudadanos espa?oles un voto desigual?
Que el voto igual figure como una de las exigencias program¨¢ticas principales de los partidos emergentes constituye sin duda una excelente noticia para nuestra democracia. Aunque tal exigencia suela presentarse en clave de ¡°regeneraci¨®n¡±, su significado democr¨¢tico es tal que convendr¨ªa hablar m¨¢s bien de ¡°constituci¨®n¡±. Y, de hecho, solo una reforma constitucional podr¨¢ lograr que en Espa?a el voto de los ciudadanos sea, en efecto, ¡°igual¡±. Porque, sorprendentemente, es en la propia Constituci¨®n de 1978 d¨®nde se apuntala nuestra desigualdad ante las urnas.
Otros art¨ªculos del autor
Durante mucho, mucho tiempo, los partidos beneficiados por esa desigualdad constitutiva ¡ªel PP, el PSOE y los nacionalistas perif¨¦ricos¡ª han apelado a la existencia de un cierto ¡°consenso¡± como toda justificaci¨®n. En 2011, por ejemplo, Rajoy afirmaba que la ley electoral ¡°forma parte de las reglas del juego y debe ser producto del mayor consenso posible¡± y que ¡°solamente se podr¨¢ modificar por el acuerdo de todos los partidos¡±. Se trata de un argumento radicalmente contrario a unos cuantos presupuestos democr¨¢ticos elementales. Tan elementales, ay, que asusta tener que se?alarlos a estas alturas.
La primera objeci¨®n es meramente emp¨ªrica, factual, indiscutible: no hay ning¨²n consenso. Por ning¨²n lado. Un consenso implica por definici¨®n unanimidad, y aqu¨ª nunca la ha habido. Los partidos beneficiados por el sistema electoral lo defienden, los perjudicados no. As¨ª que no hay consenso, sino lo contrario: hay discrepancia, hay conflicto, hay desacuerdo.
¡°Bueno, pero es que hay una mayor¨ªa favorable a esas reglas de juego¡±, se dir¨¢. Algo que, de nuevo, es radicalmente falso. O, mejor dicho, democr¨¢ticamente falso. Porque, en su m¨¢s elemental abec¨¦, la teor¨ªa de la democracia establece que ciertas cosas no est¨¢n sujetas a la regla de la mayor¨ªa. Por eso a esas cosas ¡ªla vida, la libertad, la educaci¨®n, el trabajo y otras minucias¡ª las llamamos ¡°derechos¡±. Porque no son un producto de la regla de la mayor¨ªa: son su manantial, su mera condici¨®n de posibilidad.
El voto igual es una de esas cosas. Es un ¡°principio¡±, como solemos decir, y ya el lenguaje ¡ªcuyo sentido primigenio y obvio resurge a veces como un chispazo que ilumina de pronto nuestra comprensi¨®n¡ª nos da la clave fundamental: un principio es algo que est¨¢ en el origen, que est¨¢ antes, que est¨¢ al comienzo. Por eso de los principios decimos que son ¡°inalienables¡±, porque nadie nos los puede arrebatar. Tampoco una mayor¨ªa de ciertos partidos¡ beneficiados adem¨¢s, y espectacularmente, por aquello que aprueban.
Es obvio que un acuerdo entre partidos que decidiera abolir las elecciones no ser¨ªa democr¨¢tico, como tampoco lo ser¨ªa que tales partidos acordaran imponer un determinado credo religioso a todos los ciudadanos. Pues bien, tampoco ning¨²n acuerdo entre partidos puede decidir ¡°por mayor¨ªa¡± lesionar el voto igual, esto es, la igualdad pol¨ªtica. Porque la participaci¨®n popular, la libertad religiosa y la igualdad pol¨ªtica son principios, derechos, fundamentos. Ellos est¨¢n primero, las mayor¨ªas vienen despu¨¦s. Son ellas las que existen gracias a ellos, y no pueden violentarlos.
La teor¨ªa de la democracia establece que ciertas cosas no est¨¢n sujetas a la regla de la mayor¨ªa
As¨ª que, frente a lo establecido por Rajoy y por todos los partidos que sostienen a d¨ªa de hoy un sistema representativo basado en un voto desigual, ocurre no solo que no hay consenso al respecto, sino que no puede haberlo. Es democr¨¢ticamente imposible. ?C¨®mo los ciudadanos que reciben un voto degradado van a estar de acuerdo con el apa?o? Nadie que sea un sujeto pol¨ªtico puede por definici¨®n ¡ªesto es: por principio¡ª aceptar voluntariamente la desigualdad en el ¨¢gora.
Por eso aqu¨ª el ¨²nico consenso democr¨¢tico es el contrario y obvio: el voto de todos ha de ser igual. Porque, si la ley es igual para todos, entonces todos hemos de ser iguales a la hora de establecerla. Es el punto de partida de la democracia. El voto igual es un derecho, tal y como afirman todas las teor¨ªas de la democracia y tal y como recoge la mism¨ªsima Declaraci¨®n de los Derechos Humanos de 1948. Si en nuestro pa¨ªs no lo tenemos garantizado, ser¨¢ cuesti¨®n de exigirlo, y de hacerlo ya.
Pero hay aqu¨ª, todav¨ªa, un ¨²ltimo sofisma a desmontar oculto bajo esa argumentaci¨®n del ¡°consenso¡±. El argumento de la pol¨ªtica. De la antipol¨ªtica, mejor, porque eso es, a todas luces, lo que subyace bajo todo este lodazal partidista en el que se transforma el debate p¨²blico en cuando toca hablar de nuestro modelo representativo y de su fundamento. Muchos intereses, sin duda¡ pero ning¨²n ideal.
Durante mucho, demasiado tiempo, los dos grandes partidos han esgrimido el ¡°consenso¡± como si fuera una rutina heredada con la que ellos no tienen que ver. Como si ellos no fueran parte activa de ese consenso. Esto es: como si con respecto a ese consenso ellos no pudieran hacer pol¨ªtica. Como si ante ¨¦l fueran antipol¨ªticos. Y ya vale.
Las dos grandes formaciones han esgrimido el ¡°consenso¡± como si fuera una rutina heredada?
El Partido Popular defiende en su ideario la libre competencia en el mercado econ¨®mico ?Hay alg¨²n motivo por el que el PP no est¨¦ de acuerdo con la libre competencia en el mercado pol¨ªtico? Esto es, ?hay alg¨²n motivo por el que, cuando se trata de competir por el voto de los ciudadanos, el Partido Popular favorezca reglas electorales que vulneran la libre competencia y favorecen un duopolio contra el que es casi imposible competir? No apelen a un pretendido consenso: el consenso son ustedes. Esgriman las razones pol¨ªticas, p¨²blicas, razonables, basadas en su ideario liberal, por las que ustedes sostienen activamente ese consenso y forman parte de ¨¦l¡ ?podemos los ciudadanos saber por qu¨¦ est¨¢n ustedes a favor del voto desigual?
El Partido Socialista encumbra el principio de igualdad como su m¨¢ximo valor pol¨ªtico. ?Por qu¨¦ raz¨®n no ha movido jam¨¢s un dedo para modificar una ley electoral que otorga a los ciudadanos espa?oles un voto desigual? ?Qu¨¦ razones pol¨ªticas aducen? Arguyan, propongan, repliquen¡ pero no se escondan bajo un consenso previo: ese consenso son ustedes.
Son, para ambos, preguntas sencillas: ?quieren que los espa?oles tengamos un voto igual o no? En caso de que lo quieran, ?por qu¨¦ no han hecho nunca nada al respecto? No est¨¢n acostumbrados a responderlas, lo s¨¦, pero los ciudadanos, sobre todo los j¨®venes, han cambiado ah¨ª fuera. Mucho. Ya no se conforman con fantasmales y antipol¨ªticos consensos heredados. Ahora quieren razones democr¨¢ticas concretas. Otros partidos ya est¨¢n respondi¨¦ndoles¡ ?y ustedes?
Jorge Urd¨¢noz Ganuza es profesor de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad P¨²blica de Navarra. Para firmar por el voto igual: www.20destellos.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.