Un salto decisivo
La cumbre de Par¨ªs logra un acuerdo hist¨®rico contra el cambio clim¨¢tico
El mundo dio ayer un paso decisivo para encarar la crisis ecol¨®gica que amenaza el planeta a causa del calentamiento global. Por primera vez en la historia se ha firmado un acuerdo universal vinculante para hacer frente al cambio clim¨¢tico. El texto contiene el objetivo expl¨ªcito de que la temperatura media no suba a finales de siglo m¨¢s de 2¡ãC por encima de los niveles preindustriales, y el compromiso de hacer lo posible para que quede en 1,5¡ãC.
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El acuerdo supone un gran salto respecto del protocolo de Kioto, que entr¨® en vigor en 2005. Mientras que aquel fue suscrito ¨²nicamente por 37 naciones, todas ellas desarrolladas, el de Par¨ªs lleva la firma de 195 pa¨ªses, incluidos los dos mayores contaminantes, China y Estados Unidos, que no hab¨ªan suscrito el de Kioto. Esto configura un nuevo escenario en el que por primera vez se aborda de forma global y concertada la preservaci¨®n del planeta. Lo acordado en Par¨ªs implica un mensaje claro a los agentes econ¨®micos para que orienten sus inversiones hacia las energ¨ªas limpias y apuesten por un modelo productivo que no dependa tanto de los combustibles f¨®siles.
A diferencia de lo ocurrido hace seis a?os en la cumbre de Copenhague, que termin¨® sin acuerdo y con agrios reproches y recriminaciones mutuas, el clima que se respiraba en Par¨ªs tras la firma era de euforia, y tambi¨¦n de alivio. No es para menos. La falta de acuerdo hubiera supuesto un gran rev¨¦s y una p¨¦sima perspectiva. Hace tiempo que la comunidad cient¨ªfica advierte de que el tiempo para evitar una cat¨¢strofe se agota. Por esa raz¨®n, el acuerdo debe ser celebrado como un hito, lo que no impide una lectura cr¨ªtica sobre algunas ambig¨¹edades que contiene. La m¨¢s importante, la falta de concreci¨®n en la reducci¨®n de emisiones.
El fracaso de las negociaciones hubiera puesto al planeta ante una p¨¦sima perspectiva
El acuerdo es jur¨ªdicamente vinculante en todo excepto en los objetivos de emisi¨®n de gases de efecto invernadero. De momento se han aceptado como v¨¢lidos los planes de reducci¨®n presentados voluntariamente por 186 pa¨ªses, pero la suma de esas reducciones no permite alcanzar el objetivo de que la temperatura no suba por encima de los 2¡ãC. De hecho, con las reducciones comprometidas hasta ahora, la temperatura global podr¨ªa subir a final de siglo entre 2,7 y 3,7¡ãC, lo que tendr¨ªa efectos catastr¨®ficos. Este dato da idea del largo camino que queda por recorrer para alcanzar el objetivo acordado y lograr, como se establece en el pacto, que a mediados de siglo se alcance un equilibrio entre las emisiones de gases y la capacidad de absorci¨®n del planeta, lo que ha obligado a incluir medidas de protecci¨®n de los bosques.
Como suele ocurrir siempre que se dirimen cuestiones tan importantes y con tantos intereses en juego, el acuerdo es fruto de un compromiso y ha sido posible tras permitir cierta flexibilidad en su aplicaci¨®n. Pero se ha previsto que cada cinco a?os se revise el ritmo de cumplimiento para establecer las correcciones necesarias. Lo mismo ha sucedido con otro de los puntos centrales: el compromiso de crear un fondo verde para ayudar a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo a luchar contra el cambio clim¨¢tico. El compromiso es que los pa¨ªses con capacidad de hacerlo aporten por lo menos 100.000 millones de d¨®lares anuales a partir de 2020. Pero ha quedado pendiente concretar cu¨¢nto debe aportar cada uno y en qu¨¦ medida deben contribuir tambi¨¦n los emergentes. Otra de las novedades es que por primera vez se contemplan en un acuerdo internacional compensaciones por ¡°p¨¦rdidas y da?os¡± provocados por el cambio clim¨¢tico, aunque se excluye cualquier reclamaci¨®n de responsabilidades a los pa¨ªses industrializados por lo que han contaminado.
Lo acordado lanza el mensaje de que debemos virar hacia una econom¨ªa basada en energ¨ªas limpias
De lo acordado en Par¨ªs se desprende un reconocimiento claro de que el modelo econ¨®mico basado en las energ¨ªas f¨®siles debe ser sustituido por otro basado en energ¨ªas limpias. Pero la transici¨®n no ser¨¢ f¨¢cil. Especialmente para los pa¨ªses en desarrollo y para aquellos que, como China e India, todav¨ªa dependen en gran parte del carb¨®n. El modelo de seguimiento previsto y la revisi¨®n, cada cinco a?os, de los logros alcanzados, exigir¨¢ un nivel de transparencia que hasta ahora no exist¨ªa. Este es sin duda otro avance ¡ªen el que EE?UU ha insistido especialmente¡ª porque exigir¨¢ habilitar mecanismos eficaces de verificaci¨®n de las emisiones.
Como era de esperar, las organizaciones ecologistas no est¨¢n del todo satisfechas. Son pertinentes sus cr¨ªticas a las inconcreciones del acuerdo y a que no se han tenido suficientemente en cuenta las necesidades de los pa¨ªses pobres, que son los que m¨¢s est¨¢n sufriendo las consecuencias del cambio clim¨¢tico. Pero esas carencias pueden ser subsanadas en el proceso de aplicaci¨®n. Es posible que en relaci¨®n a lo que deber¨ªa haber sido, el acuerdo se quede algo corto. Pero si se valora en relaci¨®n a lo que hubiera implicado no alcanzarlo, no cabe ninguna duda de que constituye un avance hist¨®rico, y como tal debemos celebrarlo.
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