Ferlosio y Poll¨¢n, vuelta y revuelta en la Gran V¨ªa
La lecci¨®n de dos maestros en la presentaci¨®n de los ensayos completos del autor de ¡®Las semanas del jard¨ªn¡¯
En uno de sus libros, God & Gun, de 2008, Rafael S¨¢nchez Ferlosio apunta una observaci¨®n que describe con bastante exactitud lo que hizo junto a Tom¨¢s Poll¨¢n el pasado jueves en Madrid durante la presentaci¨®n de la primera entrega, Altos estudios eclesi¨¢sticos (Debate), de sus ensayos completos. Estaban convocados a sostener una conversaci¨®n y alguien pod¨ªa haber presumido que tratar¨ªan de los contenidos de este volumen, incluso ellos mismos anunciaron que iban a ocuparse sobre todo de dos cuestiones, de los ¡°¨ªndices escatol¨®gicos¡± de un relato y del principium individuationis. Y lo hicieron, efectivamente, pero de aquella manera.
Lo que Ferlosio destacaba en aquel pasaje de God & Gun era lo que hac¨ªan unas diminutas figuras que El Bosco hab¨ªa pintado en una zona de la tabla derecha de El jard¨ªn de las delicias: deslizarse ¡°felices por la superficie de una laguna helada". Y apuntaba: ¡°El que patina va y viene como quiere, a la velocidad que quiere y todo el tiempo que quiere sin ir a parte alguna, pero, sobre todo, gozando corporalmente a cada instante durante el ejercicio¡±.
Pues eso: Ferlosio y Poll¨¢n se sentaron y empezaron a deslizarse de un lado a otro, se mov¨ªan con desenvoltura, deteni¨¦ndose de tanto en tanto en este o aquel detalle, recordando antiguas citas, comentando un par de cuadros, recuperando la sabidur¨ªa de algunos maestros antiguos (Or¨ªgenes) y no tan antiguos (Deleuze). No iban, ni ganas que ten¨ªan, a parte alguna. Segu¨ªan hurgando en las palabras por puro gusto y para continuar, incansables, explorando sus sentidos.
Hubo un momento en que Ferlosio se acord¨® de Napole¨®n cuando este sentenci¨® delante de los cad¨¢veres de un campo de batalla que todo eso lo remediaba una noche en Par¨ªs. Estaban hablando del individuo como realidad ¨²nica e irrepetible, y resultaba necesario llamar la atenci¨®n sobre ¡°la infamia de la sustituci¨®n¡±, sobre la familiaridad del poder con la idea de reemplazar a unos por otros.
El desolador paisaje de un campo de batalla con los cuerpos destrozados de manera irreparable, y el gesto displicente de Napole¨®n: nada de esto importa, la Historia avanza y puede acabar de un plumazo con todas esas historias particulares, simples notas a pie de p¨¢gina de su marcha irreversible. Eran detalles como estos sobre los que Ferlosio y Poll¨¢n reparaban el otro d¨ªa como quien no quiere la cosa.
Porque de eso se trataba al fin y al cabo, de celebrar el prodigio de la prosa de Ferlosio, que existe porque ha recorrido este y aquel episodio, porque los ha llevado al l¨ªmite, porque los ha rodeado y les ha sacado el jugo, porque los ha ido colocando dentro de una sucesi¨®n para que alcanzaran mejor sus sentidos. Se juntaron en la Gran V¨ªa para tratar de los textos de gram¨¢tica del autor de Las semanas del jard¨ªn, pero en realidad hicieron una puesta en escena del arte de disfrutar con la amistad y las palabras, de habitar ese tiempo ¡°en el que cada instante est¨¢ en s¨ª mismo y no en funci¨®n de un antes y un despu¨¦s¡±. En el mejor estilo de los maestros m¨¢s heterodoxos.
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