Al rescate de un lugar de la memoria
El Ateneo Espa?ol de M¨¦xico precisa de ingresos seguros que impidan la tragedia irreparable que significar¨ªa su desaparici¨®n
El Ateneo Espa?ol de M¨¦xico se fund¨® en 1949. El momento no fue casual: se cumpl¨ªan diez a?os del inicio de la llegada de los emigrados republicanos a M¨¦xico y de la suspensi¨®n de las relaciones diplom¨¢ticas entre ambos pa¨ªses. La fecha tambi¨¦n marcaba el fin de la esperanza del regreso ante el afianzamiento de una dictadura que hab¨ªa destruido la democracia en Espa?a y obligaba al colectivo de m¨¢s de 20,000 refugiados a enfrentar un destierro sine die y a reconformar su vida en el pa¨ªs de acogida.
Durante ese primer decenio, los exiliados crearon en M¨¦xico colegios para educar a sus hijos y fundaron organizaciones pol¨ªticas y partidarias de signo diverso. El Ateneo Espa?ol se nutrir¨ªa de esos mismos contingentes, pero su prop¨®sito ser¨ªa muy distinto. Con el apoyo de distinguidos intelectuales mexicanos, conocidas personalidades republicanas se congregaron para fundar un centro de sociabilidad y un foro cultural incluyente que, sin cariz pol¨ªtico o partidario alguno, mantuviera viva la riqueza art¨ªstica, cient¨ªfica y cultural que hab¨ªa florecido en la Segunda Rep¨²blica. Adem¨¢s, se trataba de tender un puente con el pa¨ªs de acogida y generar un espacio de intercambio y enriquecimiento mutuos.
Desde entonces hasta el presente, el Ateneo ha sabido reunir voces muy diversas. Valgan unos pocos nombres de antiguos y modernos para subrayar la importancia de este lugar de encuentro. Entre los primeros, Rafael de Altamira, Le¨®n Felipe, Agust¨ªn Millares Carlo partieron plaza con Alfonso Reyes, Silvio Zavala, Mart¨ªn Luis Guzm¨¢n. Octavio Paz dialog¨® con Tom¨¢s Segovia; Jos¨¦ Gaos lo hizo con Antonio Caso, y no faltaron los cient¨ªficos, arquitectos, artistas pl¨¢sticos, m¨²sicos, m¨¦dicos, juristas y tantos m¨¢s¡ En a?os recientes, historiadores de la talla de Nicol¨¢s S¨¢nchez-Albornoz, ?ngel Vi?as, Borja de Riquer, Julio Ar¨®stegui han compartido espacios con escritores como Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, ?ngeles Mastretta, Carlos Monsivais.
Pero los a?os han dejado su saldo: la desaparici¨®n por oleadas del exilio. Primero se fue la generaci¨®n de los abuelos, luego la de muchos de los hijos y hoy ya son muy pocos los nietos mexicanos que se acercan a la instituci¨®n. Esto ha planteado una dif¨ªcil paradoja. Por un lado, al ir menguando el exilio, el Ateneo ha visto menguar sus socios y con ello sus recursos. En cambio, los propios exiliados o sus descendientes fueron legando a la instituci¨®n sus libros, papeles y obras de arte, lo cual permiti¨® que su peque?o acervo inicial sobre la Guerra y el exilio sea hoy una Biblioteca-Archivo sin parang¨®n, poseedora de una excepcional colecci¨®n de documentos, as¨ª como de libros, revistas, folletos, fotograf¨ªas. Con los a?os, el Ateneo se ha vuelto una pieza fundamental para los m¨¢s de doscientos investigadores mexicanos y extranjeros de la Guerra y del Exilio que lo consultan anualmente.
Entre sus recursos m¨¢s valiosos, est¨¢n las publicaciones peri¨®dicas y folletos de todas las tendencias pol¨ªticas y culturales del exilio, muy dif¨ªciles de encontrar en otros centros de documentaci¨®n. Su biblioteca atesora ediciones ¨²nicas y muchas est¨¢n dedicadas por autores como Le¨®n Felipe, Max Aub, Manuel Altolaguirre, Rafael Alberti o Margarita Nelken. En su archivo podemos encontrar documentaci¨®n para estudiar, por ejemplo, la Uni¨®n de Profesores Universitarios Espa?oles en el Exilio, el legado de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza en M¨¦xico, as¨ª como archivos personales de destacados dirigentes de la Segunda Rep¨²blica, como Tom¨¢s Bilbao, ministro en el ¨²ltimo gobierno de la Rep¨²blica durante la Guerra. Adem¨¢s, cuenta con una importante colecci¨®n de obras de artistas mexicanos y exiliados, desde Arturo Souto, Antonio Rodr¨ªguez Luna, Jos¨¦ Renau hasta Manuela Ballester, Elvira Gasc¨®n, Lucinda Urrusti.
En el pasado, la Ley de la Memoria Hist¨®rica reconoci¨® la labor del Ateneo y el Estado espa?ol le otorg¨® recursos suficientes; hoy los apoyos son en extremo escasos. A pesar de la incertidumbre financiera, el Ateneo mantiene su firme compromiso de acercar la memoria del exilio al gran p¨²blico. La creaci¨®n de un portal de Bibliotecas del Exilio, que facilite el acceso remoto a sus fondos, o la consolidaci¨®n del Ateneo Espa?ol como centro de documentaci¨®n para el estudio del destierro republicano son proyectos que requieren apoyo econ¨®mico para su continuidad. El Ateneo Espa?ol precisa de ingresos seguros que a lo largo del tiempo le permitan cuidar de sus instalaciones, pagar los sueldos de un peque?o personal de base y afrontar los gastos de mantenimiento de los fondos documentales, bibliogr¨¢ficos y art¨ªsticos. No se trata de grandes recursos, sino de ingresos continuos que impidan la tragedia irreparable que significar¨ªa su desaparici¨®n. Todo esto obliga hoy al Ateneo a apelar a la generosidad p¨²blica y privada de M¨¦xico y Espa?a y a convocar al gran p¨²blico para que con sus donativos apoye decididamente a esta asociaci¨®n que durante d¨¦cadas ha sido uno de los lugares m¨¢s emblem¨¢ticos del exilio espa?ol en M¨¦xico. Hoy, obras son amores¡
Clara E. Lida es historiadora del Colegio de M¨¦xico y Vocal de biblioteca del Ateneo Espa?ol. Es autora de El caleidoscopio del exilio. Jorge de Hoyos Puente es profesor del Departamento de Historia Contempor¨¢nea de la UNED (Madrid) y Secretario General de su Centro de Estudios de Migraciones y Exilios. Especialista en la historia del exilio en M¨¦xico ha publicado La utop¨ªa del regreso.
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