Gerard L¨®pez, manual para hacerse millonario
La historia de un 'inversor en serie' espa?ol, que invirti¨® en Skype cuando era poco m¨¢s que un sue?o y que en dos a?os gan¨® cientos de millones. Un hombre que apost¨® despu¨¦s por la F¨®rmula 1, compr¨® un equipo, se hizo amigo de Vlad¨ªmir Putin y sue?a con el ?rtico.
En el comienzo fue Gerard¨ªn. Un chaval grandull¨®n, sonriente y adicto al deporte que jam¨¢s se pon¨ªa nervioso. Hijo de inmigrantes gallegos en la pr¨®spera Centroeuropa setentera. Cul¨¦. Que so?aba con ser Ayrton Senna o Michael Jordan y comprarse un descapotable. Mejor si era un Porsche. Tambi¨¦n quer¨ªa un cron¨®metro suizo. Y las Nike m¨¢s chulas. Lo quer¨ªa todo. Pero ten¨ªa muy poco. ¡°Mi familia era pobre. En la aldea, en Riotorto, no ten¨ªamos ni cuarto de ba?o ni agua corriente. Nos lav¨¢bamos con una palangana. Hab¨ªa una econom¨ªa de subsistencia. Habas y afiladores. Toda mi familia march¨® a la inmigraci¨®n. Mi padre se fue a Europa a los 17 a?os a trabajar en la construcci¨®n; estuvo en Suiza y B¨¦lgica; tuvo una carnicer¨ªa en Luxemburgo y termin¨® exportando jam¨®n de bellota al Benelux. En verano me obligaba a estudiar despu¨¦s de comer. Se empe?¨® en que aprendiera idiomas. Nunca he olvidado de d¨®nde vengo. Si las cosas fueran mal, podr¨ªa vivir de otra manera. Y ser feliz¡±.
Gerard¨ªn creci¨® en Luxemburgo, en Esch-sur-Alzette, una peque?a localidad lim¨ªtrofe con B¨¦lgica, con sus padres (Gerardo L¨®pez y Arundina Fojaca) y sus dos hermanas, en un pisito de dos habitaciones y vistas al campo del equipo de f¨²tbol local que hoy posee. Era un barrio de inmigrantes italianos y portugueses. ¡°All¨ª comenc¨¦ a chapurrear el italiano. Ya sab¨ªa franc¨¦s, alem¨¢n, luxemburgu¨¦s, espa?ol, gallego, portugu¨¦s e ingl¨¦s. Y en la universidad me met¨ª con el japon¨¦s. Y con el ¨¢rabe por los amigos¡±. Hab¨ªa nacido en Luxemburgo en 1971 casi por casualidad; volver¨ªa a Espa?a, a la aldea, a Espasande de Baixo, a una hora de Lugo, para vivir con su abuela materna hasta los siete a?os. El Gerard¨ªn adolescente nunca fue un gran estudiante, pero ten¨ªa un alto coeficiente de inteligencia. Se machacaba al f¨²tbol y al baloncesto. Y se tragaba todos los partidos de los equipos espa?oles: ¡°Siempre he padecido ese patriotismo incondicional del inmigrante. Espa?a era para m¨ª lo mejor. Pensaba que en la inmigraci¨®n est¨¢bamos de paso. Que mi futuro estaba en mi tierra gallega. Y lo pas¨¦ mal. Luego me fui dando cuenta de que ten¨ªa que ser feliz donde me tocara. Lo que haiga es. Pero mi pasaporte sigue siendo espa?ol. Por la ma?ana iba a la escuela luxemburguesa y por la tarde a la espa?ola. Y en ese trasiego aprend¨ª a interpretar la realidad; vi las dos caras de la historia. De d¨ªa, en franc¨¦s y alem¨¢n, Pizarro era un genocida; por la tarde, en espa?ol, Pizarro era un h¨¦roe. Yo ten¨ªa una visi¨®n de conjunto mientras mis amigos se enteraban de la mitad. Y as¨ª he realizado mis inversiones: intentando comprender el mundo; conociendo a fondo todas las facetas de un negocio; qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s; la cara y la cruz. Por ejemplo, de Rusia. Mi poder es entender a la gente; de d¨®nde vienen y qu¨¦ quieren hacer. Y eso me lo da mi biograf¨ªa, haber sido pobre y luego rico. Para meter mi dinero tengo que sentir un flechazo. Lo m¨ªo es pasi¨®n. Me gustan los retos. Correr riesgos. No soy un financiero puro. Busco divertirme¡±.
Quer¨ªa construir el futuro, no adaptarme a ¨¦l. ser protagonista. Y con el nacimiento de Internet estaba en el lugar adecuado¡±
Con 17 a?os cumpli¨® su sue?o americano a base de becas y fregando platos en una emblem¨¢tica universidad de Ohio, la Miami University, en cuyo consejo asesor hoy figura. Estudi¨® (sin matarse) matem¨¢ticas, estad¨ªstica e ingenier¨ªa de sistemas, cuando nadie sab¨ªa para qu¨¦ serv¨ªa aquello. Lo combin¨® con arte asi¨¢tico y ¡°con lo que all¨ª llamaban entrepreneurship: quer¨ªa aprender a dise?ar empresas; buscar oportunidades para desarrollarlas. Y venderlas. Sin prisas. Esa es la clave¡±.
Descubri¨® Internet a comienzos de los noventa, cuando era una especie de oscuro secreto militar. ¡°Aunque en 1993 ya se hab¨ªa autorizado su uso comercial, la Red a¨²n era contemplada como una moda pasajera; algo que se iba a desinflar. Esa idea estaba muy instalada en Europa, que iba tecnol¨®gicamente cinco a?os por detr¨¢s de Estados Unidos. Y muy rezagada en la inversi¨®n en ese tipo de compa?¨ªas. Nadie en Europa apostaba por Internet. No hab¨ªa fondos. Y mi idea fue rastrear en esas tecnolog¨ªas, encontrar oportunidades de negocio; buscar qui¨¦n las pod¨ªa desarrollar y convertirlas en productos o servicios, y atraer a grupos que estuvieran dispuestos a invertir a nuestro lado. Reunir a gente para hacer algo grande con las emergentes. No se trataba de mejorar lo que ya exist¨ªa, sino de hacer algo nuevo, ser los primeros y romper el mercado. Quer¨ªa construir el futuro, no adaptarme a ¨¦l. Ser protagonista. Y con el nacimiento de Internet estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado¡±.
L¨®pez programaba desde adolescente y hab¨ªa ideado incluso una aplicaci¨®n comercial a los 15 a?os. A su aire. Sin jefes. Quer¨ªa ser su propio patr¨®n. Como los chinos. ¡°A los 24 a?os me ofrecieron ser socio de la consultora Andersen; a la gente se lo ofrec¨ªan con 40. Era un puestazo. Dije que no. Ser un ejecutivo a esa edad me parec¨ªa el anticl¨ªmax. Yo quer¨ªa crear un fondo tecnol¨®gico. Pero primero aprend¨ª a montar mis empresas¡±. En aquellos primeros pasos, sin saberlo, se estaba convirtiendo en un emprendedor. Un acu?ador de start-ups; de compa?¨ªas emergentes, arriesgadas y revolucionarias, nacidas desde cero en la atm¨®sfera de la nueva econom¨ªa. Con 20 a?os, en 1992, cre¨® su primera empresa. No hab¨ªa terminado la carrera. Se llamaba Icon Solutions. Se puso un sueldo de 1.800 euros. La vendi¨® 18 meses m¨¢s tarde. Cre¨® una segunda, ProLease, de alquiler de coches, y repiti¨® la jugada. Y una tercera, Securewave, que sigui¨® el mismo camino. En aquellos primeros envites gan¨® su primeros millones de euros y se llev¨® a sus amigos de fiesta a Manhattan. Y se compr¨® un deportivo y un Rolex que guarda como un s¨ªmbolo. Hoy tiene una de las mejores colecciones de coches cl¨¢sicos y de relojes de m¨¢xima complicaci¨®n del planeta. Caprichos de decenas de millones de euros.
¡°Soy un gallegazo poco dado a alharacas¡±. Es cierto. Gerard¨ªn es un tipo sencillo y herm¨¦tico, que se mueve con comodidad en las sombras, el territorio propicio de alguien cuyo trabajo es confiar en su olfato y comprar antes que nadie sin que se sepa cu¨¢nto ha metido, y vender a tiempo sin que se sepa cu¨¢nto ha obtenido. Su primer mandamiento es la discreci¨®n. Pero, m¨¢s all¨¢ de esa opacidad, tiene unos gustos muy caros. Incluidas sus mansiones blindadas en Londres, Luxemburgo y Dub¨¢i. Y sus aviones y coches Ferrari y obras de arte. Se empe?a en no dar esa impresi¨®n. Con sus vaqueros y deportivas (tiene una inmensa colecci¨®n perfectamente clasificada), su cr¨¢neo rapado, barba de tres d¨ªas y alergia a las corbatas, que le sit¨²an est¨¦ticamente en la generaci¨®n de los hoodies, los irreverentes billonarios de la Red como Mark Zuckerberg (fundador de Facebook). Sin embargo, tras esa imagen hay un supermillonario que se comporta como tal.
Con menos de treinta a?os, Gerard¨ªn se convirti¨® en Gerard L¨®pez. El cazador. Un inversor especializado en capital-riesgo que en solo dos a?os se iba a hacer muy rico apostando por Skype (la aplicaci¨®n gratuita de transmisi¨®n de voz por Internet); de los primeros eu?ropeos que arriesgaron su dinero (y el de otros) en las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n, que le har¨ªan a¨²n m¨¢s rico comprando y vendiendo participaciones de compa?¨ªas en ciernes por todo el mundo. Calcu?lando cu¨¢nto dinero exponer en funci¨®n del rendimiento que pretend¨ªa obtener en no m¨¢s de cinco a?os: el entry point y el exit point en la jerga de los financieros. Que tuvo la insolencia de internarse en 2009 en la azarosa jungla de la F¨®rmula 1 dominada por el dios Bernie (Ecclestone) y un pu?ado de arrogantes marcas como Ferrari, Mercedes o McLaren, con presupuestos de hasta 400 millones de euros, y comprar a Renault su escuder¨ªa sin m¨¢s fondos que los de su bolsillo para darse a conocer en todo el planeta; para construir negocios sobre ese negocio; acompa?ando al circo global ambulante de las carreras en su avi¨®n tapizado de madera y suave cuero beis. En ese camino, entre M¨®naco, Kuala Lumpur, Abu Dabi y Melbourne, no desperdici¨® ni un segundo. Se destap¨® como un brillante relaciones p¨²blicas. Cortej¨® a soberanos europeos, pr¨ªncipes ¨¢rabes, potentados hebreos, estrellas de Hollywood, mandatarios asi¨¢ticos; a Rajoy y Feijoo; y al propio Putin, con el que mantiene una gran relaci¨®n personal y con el que se comunica en alem¨¢n (Putin fue durante a?os agente del KGB en Alemania Oriental). Es de los pocos que han contemplado al zar emocion¨¢ndose en la intimidad de su dacha ante el ta?ido de un pianista y dando de comer manzanas a sus mascotas. El l¨ªder ruso le pregunt¨® durante un fin de semana de camarader¨ªa: ¡°?Te ayudar¨ªa que la gente supiera que somos amigos?¡±. L¨®pez contest¨® afirmativamente. No hizo falta m¨¢s. ¡°El presidente me ha abierto todas las puertas sin hacer ni una sola llamada. La gente sabe lo que tiene que hacer. Y yo estoy buscando inversores dispuestos a apostar por Rusia. Es mi objetivo¡±.
Su nueva pasi¨®n es la conquista del ?rtico, sus fuentes de energ¨ªa y las enormes posibilidades de sus rutas comerciales alternativas a las que transcurren por Suez; donde todo est¨¢ por hacer (desde puertos y ferrocarriles hasta plantas de gas, viviendas, hospitales y barcos gaseros), y que ¨¦l compara en su desaf¨ªo tecnol¨®gico con la carrera espacial: ¡°Construir aqu¨ª es una proeza; la maquinaria se congela; el hormig¨®n no cuaja; los helic¨®pteros no despegan. El ?rtico es la ¨²ltima frontera cient¨ªfica del mundo, y eso me atrae. A m¨ª me pone el riesgo, la tecnolog¨ªa y la energ¨ªa, y aqu¨ª tengo esos tres elementos¡±. Y tambi¨¦n le atraen unos retornos financieros que en Rusia pueden ser inmensos. Hasta 20 veces lo invertido y, adem¨¢s, con el apoyo del r¨¦gimen, ansioso de abrir su econom¨ªa al mundo y captar inversiones para contrarrestar las sanciones econ¨®micas de Occidente por el conflicto ucranio. L¨®pez est¨¢ decidido a reunir 12.000 millones para dar el primer paso en torno a la pen¨ªnsula de Yamal. Y tirar de su agenda de contactos en el P¨¦rsico para que sean posibles esos fondos con los que pretende que el infierno blanco se convierta en un territorio de futuro. Y estar all¨ª desde el minuto cero.
¡°Quer¨ªa hacer capital-riesgo en Europa, pero estar m¨¢s cerca de las empresas, de su desarrollo, no hacer solo inversiones financieras¡±
¡°No he sido un espectador. Soy un creador. No me he quedado sentado viendo c¨®mo otros constru¨ªan el futuro. Me gusta estar donde pasan las cosas. Mi oficio no consiste en poner la pasta y desentenderse. Nos llaman y nos piden ayuda financiera, pero tambi¨¦n una participaci¨®n activa en estrategia, gesti¨®n y marketing. Y eso es importante en Rusia, donde cuentan con un excepcional capital humano y nula capacidad comercial; tienen decenas de premios Nobel, pero no saben hacer un iPhone. Y ah¨ª encajamos¡±.
El vuelo entre Mosc¨² y Salejard, cuatro horas sobre el blanco y mon¨®tono manto de Siberia hasta m¨¢s all¨¢ del C¨ªrculo Polar ?rtico, da para mucho. El elegante Embraer Legacy 600 con capacidad para 16 pasajeros sobrevuela la tundra y la taiga desprendiendo un murmullo sopor¨ªfero de motores. La moqueta es mullida como una pradera, y el men¨², de estrella Michelin. A bordo, piloto y copiloto espa?oles, un par de asistentes y L¨®pez acompa?ado por sus tres socios rusos en la empresa Rise Capital (de la que se hizo con la mitad de las acciones a comienzos de este a?o a trav¨¦s de Nekton, su compa?¨ªa de inversiones en el mundo de la energ¨ªa): un sofisticado banquero de negocios, un constructor de ¨¦xito y un hombre del gas. Las tres patas del proyecto de Gerard L¨®pez. El distrito aut¨®nomo de Yamal, donde aterrizaremos en unas horas, atesora la mayor reserva de gas del planeta (adem¨¢s de yacimientos de petr¨®leo y otras materias primas), de un Estado, Rusia, donde el 40% del PIB se debe al sector del gas y el petr¨®leo.
No es un tibur¨®n al uso. L¨®pez tiene un aspecto delicado para su envergadura; voz suave, gesto inocente y manos peque?as. Y cierta propensi¨®n a coger kilos. Inspira confianza. Pero su intimidad es acorazada. Cuenta que sus amigos llaman a su casa ¡°Guant¨¢namo Bay, porque tiene 40 c¨¢maras de vigilancia. El a?o pasado sufr¨ª un asalto, y ni una broma¡±. Es al¨¦rgico a las redes sociales. Y prefiere no hablar de su vida personal. No da m¨¢s raz¨®n de s¨ª. A cambio, accede a contar a 10.000 metros de altura c¨®mo se hizo rico con Skype. Tiene cuatro horas.
En 2000 Gerard L¨®pez mont¨® su primer fondo de inversi¨®n dedicado a financiar start-ups relacionadas con Internet, software, telecomunicaciones, biotecnolog¨ªa, gesti¨®n financiera y comercio electr¨®nico. Ten¨ªa 28 a?os. La bautiz¨® Mangrove Capital (¡°un manglar es un ¨¢rbol que tiene ra¨ªces de kil¨®metros, crece r¨¢pidamente y aguanta huracanes¡±). Sus socios eran un americano y un alem¨¢n a los que hab¨ªa conocido en Andersen: Mark Tluszcz y Hans-J¨¹rgen Schmitz. ¡°Quer¨ªamos hacer capital-riesgo tecnol¨®gico en Europa y los pa¨ªses bric (Brasil, Rusia, India y China). Pero quer¨ªamos ser un fondo diferente: estar m¨¢s cerca de las empresas; apostar sin intermediarios; entrar en su desarrollo, frente al modelo europeo que era de simples inversiones bancarias y financieras. El a?o 2000 fue un momento extra?o; acababa de reventar la primera burbuja tecnol¨®gica y se hab¨ªa llevado por delante a centenares de fondos y empresas. El ¨ªndice burs¨¢til Nasdaq hab¨ªa perdido cinco veces su valor. Aquel escenario pon¨ªa en duda el futuro de Internet. En ese preciso momento llegamos nosotros. Repasamos 3.000 informes de start-ups donde invertir. La clave era encontrar algo nuevo, no ir por detr¨¢s de los acontecimientos¡±.
Entre los supervivientes del naufragio tecnol¨®gico se encontraban dos tipos peculiares, Niklas Zennstr?m y Janus Friis; dos j¨®venes inform¨¢ticos n¨®rdicos que hab¨ªan desarrollado una aplicaci¨®n revolucionaria llamada KaZaA, destinada al intercambio de archivos musicales de ordenador a ordenador, que fue pasto de las querellas por la entonces poderosa industria musical global y borrada del mapa. KaZaA tuvo una vida corta, pero Zennstr?m y Friis conservaron su tecnolog¨ªa. En 2002 estaban dispuestos a ir m¨¢s lejos: convertir su descubrimiento en una aplicaci¨®n gratuita para el intercambio de voz e im¨¢genes a trav¨¦s del ordenador. Convertir un port¨¢til en un videotel¨¦fono. No ten¨ªan un c¨¦ntimo para su desarrollo y ning¨²n fondo estaba dispuesto a apostar por su invento. Una veintena ya les hab¨ªa cerrado las puertas. A comienzos de 2002 se encontraban en v¨ªa muerta.
En F¨®rmula 1, lo importante es estar. Y que te vean 2.000 millones de personas cada temporada. no es lo que ganas, sino la notoriedad¡±
En alg¨²n momento de aquel verano se encontraron con Gerard L¨®pez. Y le explicaron el proyecto. L¨®pez quer¨ªa invertir en alguna aplicaci¨®n relacionada con la m¨²sica. Tomar la delantera y darse a conocer. Skype era un acto de fe. Solo exist¨ªa sobre el papel. Era un par de ordenadores y de desarrolladores b¨¢lticos a los que no hab¨ªa dinero para pagar. Adem¨¢s, invertir en Skype supon¨ªa enfrentarse a las operadoras telef¨®nicas por competencia desleal. Skype no estar¨ªa operativo hasta el verano de 2003. Sin embargo, L¨®pez se qued¨® fascinado por su capacidad para crear una inmensa comunidad de Internet en torno a una tecnolog¨ªa de uso sencillo. ¡°Tuve una corazonada¡±. Skype comenz¨® a emitir el 29 agosto de 2003. Funcionaba. En cuatro semanas ten¨ªa 10.000 usuarios. En dos a?os, 54 millones.
La financiaci¨®n de una start-up es un proceso complejo que se inicia con el dinero del emprendedor; sigue con el de sus cercanos (las tres efes: family, friends and fools); contin¨²a con el de sus empleados (a cambio de acciones), para acceder m¨¢s tarde al capital de los angels, expertos en costear los primeros escenarios de una empresa a base de incubadoras y aceleradoras. El problema llega a partir de ese momento, cuando esa compa?¨ªa pretende conseguir masa cr¨ªtica para situarse en el mercado y no tiene acceso al cr¨¦dito bancario. Es la crisis del equity gap. Y ah¨ª deben aparecer las empresas de capital-riesgo y organizar rondas de inversores para captar millones de euros a cambio de acciones. Despu¨¦s, el ¨²ltimo escenario es la venta de esa start-up a un gran grupo empresarial o su salida a Bolsa. En esos dos escenarios financieros, el inversor de primera hora siempre gana.
En diciembre de 2003, Mangrove, la empresa de Gerard L¨®pez, encabez¨® una primera ronda de inversores para capitalizar Skype, a la que atrajo a fondos tan veteranos como Draper, Index y Bessemer por valor de 25 millones de euros; y una segunda en marzo de 2004, en la que se consiguieron 19 millones. Es dif¨ªcil saber cu¨¢nto desembols¨® L¨®pez. Posiblemente en torno a cuatro millones. Un a?o y medio m¨¢s tarde, el 12 de septiembre de 2005, el poderoso portal de comercio electr¨®nico eBay adquir¨ªa Skype por 4.000 millones de euros. L¨®pez ni confirma ni desmiente, pero su beneficio se situ¨® en torno a 400 millones de ?euros. El pelotazo de su vida. Y su entrada en las grandes Ligas. A partir de ah¨ª llevar¨ªa a cabo una sucesiva toma y venta de participaciones en firmas tecnol¨®gicas como Brokat (con un beneficio de 10 veces lo invertido), Dialcom, Nimbuzz o Wix (donde invirti¨® un pu?ado de millones y de la que hoy posee, seg¨²n la Securities and Exchange Commission, el 21% de las acciones de una compa?¨ªa que vale 1.200 millones). Adem¨¢s de un extenso repertorio de inversiones y desinversiones en un centenar de empresas emergentes del comercio electr¨®nico, la venta de lujo, los juegos en red, la moda, la gesti¨®n de reservas hoteleras y de hospitales, el manejo de estad¨ªsticas, las energ¨ªas limpias, la belleza o la moneda virtual, que le har¨ªan mucho m¨¢s rico.
Cuando Gerard L¨®pez ten¨ªa cinco a?os, un pariente le regal¨® 300 pesetas, con las que se compr¨® un coche de F¨®rmula 1 en miniatura: ¡°Un Lotus negro y oro¡±. Una profec¨ªa. Su entusiasmo por los coches le llevar¨ªa a montar en 2006, con las arcas repletas tras la aventura Skype, Gravity Sport (una compa?¨ªa que aunaba la alta competici¨®n con la gesti¨®n de la carrera de pilotos) junto a un nuevo socio, viejo amigo y tambi¨¦n enganchado a las carreras, ?ric Lux. Ambos llevaban gasolina en las venas y han corrido juntos durante estos a?os a bordo de un impresionante Mercedes SLS las 24 horas de Paul Ricard y de Abu Dabi. Pronto se convirtieron en dos habituales de la F¨®rmula 1, donde invitaban a posibles inversores. En 2008, L¨®pez y Lux crear¨ªan un nuevo fondo, Genii Capital, que asumir¨ªa el control de Gravity Sport, adem¨¢s de centrarse en el asesoramiento financiero y la inversi¨®n en empresas consolidadas de tecnolog¨ªa, energ¨ªa y energ¨ªas limpias, que hoy producen motores limpios, taxis ecol¨®gicos y tunean coches Pors?che. ¡°Concebimos Genii como un lugar donde conectar empresas, intereses e inversores¡±. A este paquete de intereses en Genii se a?adir¨ªan los negocios inmobiliarios de ?ric Lux, bajo la marca Ikodomos, que hoy dispone de inversiones de 2.000 millones de euros en bienes ra¨ªces en todo el mundo, desde Luxemburgo y ?Manhattan hasta Corea del Sur.
El Motorsport Valley es un territorio buc¨®lico a una hora y media de Londres donde se concentra la industria de la F¨®rmula 1. Aqu¨ª tienen sus factor¨ªas y cuarteles generales, sus laboratorios, t¨²neles de viento e impresoras en 3D de millones de euros los equipos Mercedes, Red Bull, McLaren, Williams, Force India, Lotus y Marussia. Lo que ha supuesto la creaci¨®n de una masa cr¨ªtica tecnol¨®gica de miles de millones de euros que da empleo a 20.000 ingenieros. Gerard L¨®pez y ?ric Lux llegaron hasta aqu¨ª, a Enstone, muy cerca del palacio de Blenheim (donde naci¨® Churchill), en diciembre de 2009 para hacerse con el control del entonces equipo Renault de F¨®rmula 1. La empresa automovil¨ªstica francesa quer¨ªa abandonar sin perder un instante la competici¨®n. En mitad de una crisis econ¨®mica, con despidos en sus factor¨ªas y oscuros casos de corrupci¨®n protagonizados por Flavio Briatore (el director de la escuder¨ªa) que salpicaron al equipo (y a la imagen de marca), su intenci¨®n era vender como fuera. Era la ocasi¨®n que buscaba Gerard L¨®pez, que llevaba un a?o intentando entrar en el circo. Hab¨ªa probado hacerse con la escuder¨ªa Toro Rosso sin ¨¦xito. Despu¨¦s con Sauber. En el caso del equipo Renault, L¨®pez cortejar¨ªa h¨¢bilmente al dictador de las carreras de coches, el octogenario Ecclestone, para que le apoyara. Lo consigui¨®. En 2010, Gerard L¨®pez se hizo con el 75% de las acciones del equipo, y al a?o siguiente, con el 25% restante. El 2012 lo rebautizar¨ªa Lotus F1 Team, como aquel coche de miniatura con el que jugaba de ni?o. El valor de la escuder¨ªa estaba en torno a los 300 millones y ten¨ªa 500 empleados. Es dif¨ªcil saber cu¨¢nto puso sobre la mesa de Renault. Nunca se sabe cu¨¢nto pone Gerard L¨®pez sobre la mesa.
Cinco a?os m¨¢s tarde, la historia se repite, pero en sentido contrario. L¨®pez acaba de revender sus acciones a Renault, que regresa a la competici¨®n una vez que el temporal econ¨®mico y medi¨¢tico ha amainado. Gerard L¨®pez sale de la F¨®rmula 1 dejando un equipo con 200 millones de deuda y sin haber pasado en seis temporadas del cuarto puesto en la clasificaci¨®n final. Tampoco ha logrado imponerse al correoso Ecclestone para que los equipos medianos (como Lotus) obtengan un mayor porcentaje de los mil millones con los que la televisi¨®n engrasa la competici¨®n automovil¨ªstica. Ni para que el capo de la F¨®rmula 1 extendiera el business de la F¨®rmula 1 a Internet, como L¨®pez ha intentado estos a?os. ?Ha sido un buen negocio para el inversor gallego? ?l no se arruga. ¡°Seg¨²n lo que llame usted un buen negocio. Aqu¨ª es complicado cuantificar los retornos. Para empezar, nos hemos divertido. Y hemos extendido nuestra red. Nos ha abierto puertas y mercados impensables en 20 pa¨ªses. Cuando llegamos a la F¨®rmula 1, nuestra idea no era solo correr, sino crear una plataforma de negocios; una embajada volante de Genii; una oficina global para hacer contactos, crear negocios y buscar socios. En cada pa¨ªs nos hemos reunido con monarcas, pol¨ªticos, empresarios y financieros. Y somos m¨¢s conocidos de lo que nunca imaginamos. Y hemos hecho grandes negocios. En F¨®rmula 1, lo importante es estar. Y que vean tu logotipo 2.000 millones de personas cada a?o. No es solo lo que ganas, sino la notoriedad que adquieres. Nuestra entrada y nuestra salida de la F¨®rmula 1 han supuesto un pleno¡±.
La pieza m¨¢s grande que Gerard L¨®pez se ha cobrado en estos a?os gracias a la F¨®rmula 1 ha sido Vlad¨ªmir Putin, el hombre fuerte de Rusia desde 1999. En el verano de 2010, despu¨¦s de participar en el Foro Econ¨®mico de San Peters?burgo (la ciudad natal y fetiche pol¨ªtico del presidente), L¨®pez, haciendo uso de su desparpajo social, invit¨® al mandatario a pilotar uno de sus b¨®lidos. Putin accedi¨®. A comienzos de noviembre, el entonces equipo Renault-Lotus se desplaz¨® hasta un lugar indeterminado de la frontera de Finlandia con Rusia. Y desde all¨ª, escoltado por el ej¨¦rcito, hasta la vecina San Petersburgo. En las inmediaciones de la capital, en una discreta base militar, Putin condujo durante un par de horas el monoplaza a 250 kil¨®metros por hora tras la estela de Gerard L¨®pez cubierto con un casco con el ¨¢guila imperial rusa. Era el comienzo de una buena amistad. El caluroso recibimiento de Dmitry Kobylkin, gobernador de Yamal y hombre de confianza de Putin en El Dorado del ?rtico, a L¨®pez en Salejard no deja lugar a dudas: es de la familia. Es de los suyos.
La distancia entre Salejard y Espasande de Baixo, desde los hielos perpetuos de la capital de Yamal hasta la niebla y eucaliptos de esta aldea gallega con siete casas de piedra, es de 7.123 kil¨®metros. Un hombre tendr¨ªa que caminar 60 d¨ªas sin descanso para llegar de Lugo a Siberia. Es la mejor met¨¢fora de la larga andadura de Gerard L¨®pez. Hoy ya no la har¨ªa a pie. Sino en su avi¨®n.
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